Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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capitulo 13: La reunión inesperada
El sol comenzaba a ocultarse detrás del horizonte cuando Gabriel recibió una llamada de su abuela Matilde. Su voz, siempre firme y llena de autoridad, no dejaba lugar a objeciones.
—Gabriel, necesito que vengas a casa para una reunión familiar esta noche. Estaré esperando verte aquí con Cielo.
Gabriel, aunque molesto por la exigencia, sabía que no podía desobedecer a Matilde. La abuela siempre había sido un pilar en la familia y, a pesar de sus diferencias, había aprendido a respetar sus deseos. Sin embargo, sus sentimientos hacia Cielo no eran tan simples.
—Está bien, abuela. Estaremos allí.
La tarde se transformó en noche mientras Gabriel y Cielo se dirigían hacia la mansión de la abuela Matilde. Cielo, a pesar de la tensión acumulada, sentía cariño por la matriarca ya que ella fue la que le dió esperanza, aunque no había funcionado.
Matilde había sido una figura amable en su vida, la única que parecía mostrar un verdadero interés en ella. La idea de encontrarse con alguien que podría ser una fuente de apoyo le daba algo de consuelo.
Cuando llegaron a la mansión, la casa estaba decorada con elegancia, y se percibía un ambiente de expectación en el aire. La bienvenida de la abuela Matilde fue cálida y afectuosa.
—¡Cielo, querida! —exclamó Matilde al ver a la joven—. Me alegra tanto verte.
Cielo, emocionada, se acercó a Matilde y la abrazó con sinceridad. Era el primer gesto de cariño genuino que recibía en mucho tiempo. La abuela, con su cálida sonrisa, la condujo a la sala principal y se encargó personalmente de atenderla.
—Toma asiento, querida. ¿Te gustaría algo de comer? —preguntó Matilde mientras la guiaba hacia una mesa llena de manjares.
Cielo, agradecida, aceptó el ofrecimiento con una sonrisa. Matilde le brindó una atención especial, asegurándose de que se sintiera cómoda. Cielo sentía que Matilde era su única aliada en esta familia complicada.
La atmósfera se tornó tensa cuando Mariana y Lucia llevaron a sabel, llegaron a la mansión altaneramente, aunque Isabela con una actitud de servilismo hacia la abuela, ya que sabía que ella no la quería, luego Mariana se dirigió a Matilde con un tono de respeto.
—Matilde, querida, no sé por qué has organizado esta reunión sin invitar a Isabela que es una buena chica, y siempre ha sido una influencia positiva en nuestras vidas. No entiendo por qué tienes que hacer tanto alboroto —dijo Mariana, intentando halagar a la abuela mientras menospreciaba a Cielo—. Después de todo, Cielo no es más que una joven insignificante comparada con Isabela.
Matilde, al escuchar las palabras de Mariana, se mostró visiblemente molesta. La abuela, que había siempre mostrado una fuerte aversión hacia el desdén y la falta de respeto, no pudo contener su enfado.
—Mariana, no voy a permitir que hables de esa manera en mi casa. Isabela no es bienvenida aquí. Esta reunión es para la familia Romero, y Cielo es parte de nuestra familia ahora —dijo Matilde con voz firme, desafiando la actitud de Mariana—. Agradecería que se fueran de inmediato.
Isabela, con su expresión de sorpresa al ser menospreciada frente a todos intentó protestar, pero la mirada de Matilde era suficiente para silenciarla. Con una mezcla de furia y humillación, Isabela se levantó y se dirigió hacia la puerta, mientras Mariana, aunque frustrada, no osaba desafiar la decisión de la abuela.
Gabriel, incómodo y desconcertado, trató de consolar a Isabela mientras ella se iba.
— Isabela espera — dijo Gabriel, mientras caminaba hacia ella — debiste de avisarme que vendrías, te hubiera traído yo mismo para que no suceda esto.
— Yo tengo la culpa, nunca debí de venir, ni siquiera debería haber vuelto al país, solo te ocasionó problemas— dijo Isabela fingiendo llorar—.
—Lo siento, Isabela. No era mi intención herirte, no llores, sabes que no quiero verte triste, mi abuela esperemos entienda que yo te amo a ti —dijo Gabriel, mientras le daba un abrazo reconfortante—.
Matilde, visiblemente molesta, observó la escena con desaprobación.
—Gabriel, deberías haber hablado conmigo antes de invitar a Isabela —dijo Matilde con voz firme—. No puedo tolerar que hagas esto en mi casa.
Cielo, aunque aliviada de que Isabela hubiera sido echada, se sintió desolada por la manera en que Gabriel trató la situación. Sentía que su esfuerzo por integrarse y su deseo de encontrar un lugar en esta familia eran constantemente ignorados.
Cuando la cena llegó a su fin, Cielo se sintió aliviada de poder retirarse a su habitación. La noche, aunque cargada de tensiones y conflictos, había ofrecido una pequeña muestra de calidez en la forma en que Matilde la trató. Gabriel, aunque preocupado por las tensiones familiares, no se dio cuenta del dolor que Cielo estaba sintiendo.
Cielo se prometió a sí misma que, a pesar de las dificultades y las hostilidades, no se dejaría vencer. El amor y la amabilidad de Matilde eran un recordatorio de que aún había bondad en su vida, y eso la mantenía esperanzada en medio de la tormenta. Con el corazón lleno de determinación, Cielo se preparó para enfrentar los desafíos que aún quedaban por delante, en algún momento cercano ella se iría y todo esto acabaria.
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