Entre El Amor Y El Odio

Esa noche, Ariana tuvo un sueño agitado. Sergio aparecía en sus sueños, su figura alta y elegante se destaca, y sus ojos grises la miraban con una intensidad que la dejaba sin aliento. "¿Qué necesidad tiene de insistirme tanto?", se preguntaba una y otra vez, incluso en sus sueños. La incertidumbre y el miedo de abrir su corazón a alguien que apenas conocía la atormentaban. Nunca se había enamorado y la idea de perder la cabeza y el corazón por este hombre guapo y enigmático la asustaba profundamente.

Al día siguiente, Ariana se levantó con la misma inquietud. Trató de concentrarse en su trabajo, llevando a los clientes a sus mesas, pero la imagen de Sergio seguía presente en su mente. Intentaba convencerse de que todo era un sueño, una fantasía que no podía permitirse. Pero sabía que era real, que Sergio estaba decidido a conquistarla, y eso la desestabilizaba.

Mientras estaba ocupada atendiendo a un cliente, vio a Sergio entrar al restaurante. Llevaba un ramo de flores en la mano y una expresión decidida en su rostro. Ariana sintió un nudo en el estómago. Sus compañeras de trabajo, siempre atentas a cualquier novedad, no tardaron en notar la presencia de Sergio y comenzaron a murmurar emocionadas.

—¡Ariana, mira! ¡Ahí está el galán de nuevo! —dijo una de sus compañeras, empujándola suavemente con el codo.

—¡Vaya, qué suerte tienes! —comentó otra, sonriendo.

Ariana intentó ignorarlas, pero el ramo de flores y la presencia imponente de Sergio la obligaron a enfrentarse a la situación. Él se acercó a ella con una sonrisa suave, extendiéndole las flores.

—Buenos días, Ariana. Pensé que te gustaría esto —dijo, con una voz que denotaba sinceridad.

Ariana aceptó las flores con manos temblorosas, sin saber qué decir. Sus compañeras la observaban, algunas susurrando comentarios animados y otras mirándola con envidia. Sentía la presión de sus miradas y las expectativas que se formaban a su alrededor.

—Sergio, no sé qué decir... —empezó, pero él la interrumpió suavemente.

—No tienes que decir nada ahora, Ariana. Solo quería verte y recordarte que mis intenciones son serias. Creo que eres la persona indicada para mí, y estoy dispuesto a esperar lo que sea necesario para que lo entiendas —dijo, sus ojos grises reflejando una honestidad que la desarmaba.

Ariana no pudo evitar sentirse conmovida por sus palabras, pero su desconfianza seguía presente. Había algo en todo este espectáculo que no podía entender, una duda persistente de que detrás de su insistencia había algo oculto.

—Lo siento, Sergio, pero necesito tiempo. No puedo simplemente aceptar todo esto sin saber más —respondió, tratando de mantener la calma.

Sergio asintió, respetando su decisión.

—Entiendo, Ariana. Tómate todo el tiempo que necesites. No quiero presionarte, solo quiero que sepas que estoy aquí para ti —dijo, dejando el ramo de flores en sus manos antes de dirigirse a una mesa cercana para almorzar.

Las compañeras de Ariana se acercaron tan pronto como Sergio se sentó, ansiosas por saber más.

—¡Vamos, Ariana! ¡Es tan guapo y parece tan sincero! —exclamó una.

—Sí, deberías darle una oportunidad. ¡No todos los días aparece un hombre así! —añadió otra.

Ariana escuchaba sus comentarios, pero la desconfianza seguía dominando sus pensamientos. ¿Por qué insistía tanto Sergio? ¿Qué podía haber detrás de todo esto? Tenía tanto miedo de salir lastimada, de abrir su corazón solo para descubrir que había sido engañada.

Durante el almuerzo, Sergio permaneció en su mesa, observándola de vez en cuando, pero sin invadir su espacio. Ariana apreciaba su discreción, pero no podía evitar sentirse vigilada. Cada vez que sus miradas se cruzaban, sentía una mezcla de emoción y temor.

Al final del día, mientras recogía sus cosas para irse, Ariana se encontró nuevamente con Sergio en la entrada del restaurante. Él estaba esperándola, como si supiera que no podía irse sin una última conversación.

—Ariana, solo quería despedirme y agradecerte por aceptar las flores. Sé que esto es difícil para ti, pero quiero que sepas que no hay nada oculto en mis intenciones. Solo quiero conocerte mejor y que tú me conozcas a mí —dijo, su voz suave y sincera.

Ariana lo miró, intentando ver alguna señal de falsedad en sus palabras, pero no encontró ninguna. Sin embargo, su miedo persistía.

—Gracias, Sergio. Lo aprecio, de verdad. Pero necesito tiempo para aclarar mis pensamientos. No quiero tomar una decisión apresurada y luego arrepentirme —respondió, tratando de ser lo más honesta posible.

Sergio asintió, con una sonrisa comprensiva.

—Lo entiendo, Ariana. Tómate todo el tiempo que necesites. Estaré aquí, esperando —dijo, antes de inclinarse ligeramente para besar su mejilla.

Ariana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante el contacto. Observó cómo Sergio se alejaba, dejándola con un torbellino de emociones. No podía negar que había algo especial en él, algo que la atraía poderosamente. Pero también sabía que no podía permitir que sus emociones nublarán su juicio.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Ariana reflexionó sobre el día. Sabía que tenía que enfrentar sus miedos y tomar una decisión. Sergio había demostrado ser sincero, pero aún había mucho que no entendía sobre él y sus intenciones.

Con un suspiro profundo, decidió que lo mejor era seguir adelante con cautela. No quería perderse una oportunidad por miedo, pero tampoco estaba dispuesta a arriesgar su corazón sin estar segura. Se permitió un momento de esperanza, sabiendo que el tiempo y la paciencia serían sus mejores aliados en esta situación.

Así, con la mente y el corazón llenos de preguntas, Ariana se dejó llevar por el sueño, sabiendo que el día siguiente traería nuevas respuestas y desafíos.

Ahora Sergio se estaba tomando tiempo de su trabajo para cortejar a Ariana, acción que tenía celosa a Berta, quien no dudó en tomar cartas en el asunto, ella no dejaría que Ariana le quite lo que es suyo, la buscaría para enfrentarla, Sergio ya la rechazó y le dejó claro que no quiere nada con ella, sin embargo, Berta está decidida a quedarse con ese hombre, aun cuando le toque embarazarse a la fuerza, pero ella no dejaría escapar la comodidad con la que a vivido todos estos años, los lujos y viajes.