Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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AMENAZA DE ABORTO
YARA CORTÉZ
Salí con mi corazón roto del departamento. Volví al inicio de todo, sin un lugar donde ir.
Más que el frío que podía sentir en mi cuerpo, o por el cansancio de mis pies o el tener hambre, el único dolor que sentía era en mi corazón, era como si el único órgano que mi cuerpo tenía era él.
Sentí un fuerte mareo que me tumbó al piso. Perdí él conocimiento.
Desperté en el hospital. Estaba canalizada. Traté de levantarme y quitarme la aguja. Una enfermera llegó.
— Señorita no haga eso. Se puede lastimar.
— No necesito esto, solo me desmayé Pero ya estoy bien.
— Voy a llamar al doctor.
Cuando la enfermera fue a llamar al doctor, yo me quité la aguja de mi vena.
— Señorita, por fin despertó. Usted necesita suero. Vino con fiebre. Se les realizó un examen de sangre para ver si tiene anemia. Así que, debe esperar.
Que importa lo que tenga. Aunque tampoco tengo nada que perder.
—No tengo que pagar por estar aquí. Por qué no tengo dinero.
— Es un hospital público. No paga nada joven.
— Entonces voy a esperar.
— Vamos a llenar el formulario— el doctor empezó preguntando nombre, edad, familiares con antecedentes de enfermedades crónicas y un sinnúmero de preguntas que eran absurdas.
Llegó la enfermera con los resultados.
— Se le tomó sangre para realizar exámenes, vino en estado inconsciente y con fiebre. ¿Usted tiene pareja?
— Tenía.
— ¿Métodos anticonceptivos?
— Empecé a usar la píldora hace un mes más o menos.
— Bueno, descartamos la anemia. Todo está bien, Pero, si está embarazada. Es raro que las píldoras le hayan fallado. Usted se la tomaba religiosamente o hubo algún día que se le olvidó.
— Traté de tomarlas diarias. Hubo dos días que se me olvidaron por completo, Pero luego no fallé en tomarlas. ¿Cómo es posible que esté embarazada? Fueron solo dos días. Además, no tenía sexo todos los días. Eran por ocasiones.
— Bueno, le parece que hagamos un ultrasonido para ver la edad del bebé.
— ¿Un bebé? — me puse a reír a carcajadas— que ironía de la vida.
Me hice el ultrasonido.
— Su bebé tiene 8 semanas. Usted me dijo que empezó las píldoras hace un mes. Ya el bebé llevaba unas semanitas.
Más o menos cuando empecé mi vida sexual con Adrián, como no sabía que usar, tuvimos varias veces sexo sin protección y él no usaba condones. Había creído que tenía un desorden hormonal por los anticonceptivos, Pero creo que ese desorden hormonal era un mini Adrián.
Salí del hospital. Dudando hasta de mi propia existencia.
Él debe estar viajando a Suiza. ¿Quién era esa mujer? Sea quien sea esa mujer, él es el padre de mi hijo y debe saberlo. ¿Será que me embaracé el día que me entregué a él? Bravo, perdí mi virginidad y gané un hijo.
Caminé hasta el edificio del departamento. ¿Y si él sigue ahí? Di la media vuelta y empecé a caminar rumbo a casa de mi padre.
Llegando a casa de mi padre, había un montón de gente que parecían espectadores, estaba la ambulancia y la policia.
Entré a la casa. Había una escena que una hija no desea ver ni en sus sueños.
Mi padre estaba colgado de una soga y la supuesta esposa estaba llorando.
¿Qué maldición tiene mi vida? ¿Por qué cuando ocurre una desgracia, siempre viene acompañada de otra? Sentí un dolor muy fuerte en mi vientre y empecé a tener contracciones con mayor intensidad.
Me tragué mi dolor y me acerqué al cuerpo de mi padre que acababan de bajar. Mi quijada temblaba y mis lágrimas salían sin parar. Mis manos tocaban su rostro helado, sus labios estaban morados.
Me levanté del piso y me dirigí dónde Amanda.
—¿Qué le hiciste a mi padre, maldita zorra? ¿Por qué se quitó la vida, si se supone que estaban enamorados. No los molesté después de que me corriste, para dejarlos tranquilos. Y hoy que regreso a verlo, veo esto. ¿Qué le hiciste maldita bruja?— le grité.
— Yo no tengo culpa. Él perdió la casa en las apuestas.
—¿Apuestas? Mi padre no jugaba, era un hombre tranquilo. No tenía vicio.
— Yo no tengo culpa. A mí también me duele esta decisión. Soy la esposa—Le di una bofetada.
Me hervía la sangre al ver su cinismo.
— Vete de aquí ahora mismo. No tienes derecho de llorarlo. Maldita.
— No voy a ningún lado.
El dolor en el vientre era insoportable. Me acerqué a un paramédico.
— Ayúdame. Me duele — apreté mi mano en mi vientre— estoy embarazada, ayuda por favor.
La ambulancia en lugar de llevar el cuerpo de mi padre, me llevó de emergencia al hospital, al mismo hospital.
El doctor me puso un sedante.
— Dame un número para llamar a un familiar que te cuide. No puedes estar sola.
— ¿Familiar? Mi padre acaba de morir.
— Descansa. Cuando despiertes vamos a hablar— el doctor salió y quedó al pendiente una enfermera.