En un mundo de lujos y secretos, Jehan y Mia se encuentran en un torbellino de venganza y pasión. Después de que Jehan mata al padre de Mia, creyendo que era el responsable de la muerte de su propio padre, decide buscar a Mia para vengarse. Sin embargo, al conocerla, se enamora de ella y cambia sus planes.
Mia, ignorante de la verdad sobre la muerte de su padre, se siente atraída por Jehan, pero pronto descubre su terrible secreto. A medida que su relación se profundiza, deben enfrentar los fantasmas del pasado y la venganza que los rodea. Rubí, la media hermana de Mia, busca sabotear su relación, mientras Jehan lucha con su conciencia y el deseo que siente por Mia.
"Esclavos del deseo" es una novela de romance y suspenso que te sumergirá en un mundo de pasión, venganza y secretos. Sigue a Jehan y Mia en su viaje desde el odio al amor, mientras enfrentan los fantasmas del pasado y la venganza que los rodea. Descubre cómo el destino puede cambiar el curso de sus vidas .
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Capítulo 21
Jehan.
Después de hablar con Mía, ella aceptó y se despidió de su tía. Luego, se dirigió a una camioneta donde la esperaba Iván con la puerta abierta.
— Espero que la cuides y no la trates mal — me dice Anastacia detrás de mí. — ¿Por qué la llevas contigo? ¿Estás buscando hacer sentir mal a Rubí por lo que te hizo?
— La cuidaré — digo, mientras por dentro embozo una sonrisa. — Rubí odia a Mía, por lo tanto, me sirve para hacerla sentir mal.
— Espero que la hagas sentir muy mal — dice dándose la vuelta. — Ah, y no le digas a Mía de quién mató a su padre. No lo sabe.
— Muy bien, por mi cuenta no lo sabrá — digo. — Ahora, adiós. Mi novia me espera.
Me dirijo a la camioneta y me siento justo al lado de Mía.
— Esta es una copia del contrato que firmaste — digo, cortando el silencio.
— Gracias — dice sin más.
La mitad del camino transcurre en silencio, pero es un silencio cómodo. Ella solo mira por la ventanilla, y yo solo miro al frente, echándole un vistazo de vez en cuando.
— No puedo creer que Rubí te haya firmado el divorcio — rompe el silencio de repente.
— No lo firmó — admito.
— ¿No? — dice confundida. — Y entonces, ¿por qué me traes contigo y me haces pasar por tu novia?
— Todo fue falso en realidad — digo. — El matrimonio fue de mentira, así que no hace falta que firme el divorcio porque nunca estuvimos casados.
— Tu mamá es toda una mente maestra — dice. — Sofía me dijo que ella arregló todo para la ceremonia. Por cierto, puedo verla.
— Eres libre de hacer todo lo que quieras — digo tranquilo. — Solo tienes que cumplir con el contrato.
— Lo sé, pero no sé si tu familia tiene idea de esto — dice.
— No lo saben, y tampoco es necesario que actúes delante de ella. Les diré todo esto — digo, mirándola a los ojos, esos ojos iguales al cielo.— Tienes unos ojos hermosos — añado sin más.
— Gracias — dice sonrojada, y se da la vuelta para mirar de nuevo por la ventanilla.
Mía.
Después de un intercambio de palabras, nos quedamos en silencio de nuevo. Después de unos diez minutos, llegamos a una mansión muy hermosa. Bajo disimulando mi asombro, tiene una piscina congelada por el frío. Con un jardín lleno de flores como rosas de Navidad, cyclamen coum, Galanthus nivalis y viola tricolor, tulipanes, que resisten a las bajas temperaturas.
— Ordene que lo tuvieran listo para tu llegada. Todos aquí saben que eres mi novia, así que actúa como tal — dice la voz varonil de mi supuesto novio.
— No hacía falta, está muy hermoso. Gracias — digo tranquila.
— Deja de hablar y vamos — dice en un tono molesto, y no entiendo. Hace un momento estaba bien y ya no.— Actúa como mi novia — añade en un susurro.
Corro a sus brazos y entrelazamos las manos. Siento una paz y tranquilidad con él, y no entiendo. "Odio esto", me digo para mis adentros.
Llegamos a la entrada y los hombres que vienen detrás de nosotros se apresuran a abrir la gran puerta. Cuando eso sucede, deja ver la gran sala llena de tulipanes de todos los tonos posibles.
— ¡WOW! — digo sorprendida.
— Bienvenida a casa — dice, tomándome por la cintura desprevenida.
— ¿Qué haces? — digo confundida.
— Actúa — dice en un susurro.
— Gracias, osito — digo, haciendo burla a Rubí. Sé que a él no le gusta.
— No me digas así — lo escucho.
— ¡Qué hermosura, osito! Esto está hermoso. Muchas gracias — digo, tomándolo por el cuello y repartiendo besos por toda su cara, menos la boca.
— Bienvenida, señorita — dice un hombre detrás de nosotros.— Soy Alan, el mayordomo — añade, estirando la mano.
— Mía, dígame Mía. Mucho gusto en conocerlo — digo sonriendo.
— Alan, ella se quedará en esta casa, así que atiéndela como a la señora — dice con una voz fría, y Alan solo asiente y se retira.
—¿ No te quedarás aquí ?— digo, moviéndome por la gran sala y oliendo los tulipanes.
— No, me iré a mi departamento. Tú te quedarás aquí. Vendré todos los días. Aún tengo asuntos que resolver con Rubí — dice, y no sé por qué me molesta que diga el nombre de Rubí.
— Entonces, no me quedaré aquí — digo, y salgo de la mansión.— Esto es muy grande para mí sola — añado.
— Te quedarás aquí — dice con un tono molesto.
— No. Señor Volkov, usted ha dicho que puedo hacer lo que quiera. Entonces, aquí en esta casa tan grande, sola, no me quedaré — digo en el mismo tono que él, y volteando a verlo.
— Pero... Te quedarás aquí. No tienes a dónde ir — dice, y me molesta más.
— Iré a dónde vayas. Soy tu novia, no — digo.
— Novia falsa —dice, aclarando.
— Falsa o no, soy tu novia al fin y al cabo — digo sonriendo.— Entonces, ¿a dónde vamos? — añado.
— Eres una malcriada — dice, molesto.
— Y tú un obstinado — digo.
— Niñita — dice de nuevo.
— Viejo — digo, riendo.
— ¿Viejo quién? — dice, y se acerca.— Soy todo menos un viejo — añade.
— Lo que digas — me alejo.
— ¿Te quedarás o no vamos? — digo.
— Nos quedaremos. Niña malcriada — dice.
— Bien, ¿dónde está mi habitación? — digo, mirándolo.
— Alan — grita.— Llévala a mi habitación y que arreglen sus cosas — añade, y palidezco, pero no digo nada.
— Horita regreso — dice, y se va.
Subo con Alan a una de las habitaciones, y puedo asegurar que es más grande que mi antigua sala. Tiene un enorme ventanal con vista al jardín, cortinas oscuras, una enorme cama con sábanas negras, un sofá negro, unas mesas de noche a juego. Veo dos puertas más y me imagino que son el armario y el baño.
— Le diré a una de las empleadas que venga a arreglar sus cosas, señorita — dice Alan, y yo asiento, siguiendo de cerca el lugar.
Entro a una de las puertas y es un cuarto de armario igual de grande que mi habitación. Tiene un lugar vacío e imagino que es para mí. Todas las cosas que tiene son negras: trajes negros, ropa de gimnasio negra, medias negras, bóxer negros. "Este hombre no conoce los colores", pienso, y salgo.
Me adentro al baño, y de nuevo todo es negro. Salgo frustrada. "Necesita una remodelación", pienso.
Me encuentro con una chica en la habitación, abriendo mi maleta y mirando todo con asco. No se da cuenta de que la estoy observando.
— ¡Qué mal gusto tiene esta mujer! — dice, y me molesta.
— ¡Ni que tú fueras una fashion! — le digo, y da un salto del susto.
— ¡Señorita, lo siento! ¡Disculpeme! ¡No se lo diga al señor! — dice con la cabeza baja.
— ¡Sal! ¡Yo arreglo mis cosas! — le digo, y ella asiente y se va.
— ¡Pero qué atrevida! — digo.