El Imperio De Las Rosas

El archiduque estaba sorprendido ante la jugada que había lanzado la emperatriz, el evidente interés que sentía hacia Ellie solo podía significar una cosa. Arthur podría perder el trono.

Dietrich observaba el tablero y todo parecía estar a su favor, sería él quien ganaría esta vez. El archiduque estaba del lado correcto y ese era el suyo; él sería el que diría jaque mate primero.

Él mismo fue a buscar a Ellie a Daechit, llevando a Esteban a su lado. Este empezó a realizar el conjuro y en menos de un parpadeo se encontraban enfrente de la rubia quien estaba ganándole a una bestia del infierno, el monstruo había adaptado la forma del dragón, pero al ser más consciente de la fuerza de la joven se volvió un conejo y huyó.

¿Cómo Ellie podría describir las emociones que sentía al ver a su padre en el infierno? Parecía ser este su destino, estar junto a él. Estaba enferma de amor hacia él, sus rodillas empezaban a debilitarse mientras más cerca se encontraba de su padre; todo su cuerpo reaccionaba a él.

Habían pasado cuatro meses, probablemente para él apenas habían sido cuatro horas, pero no pudo dejar de pensar en su padre en ningún momento. El odio, el amor tan enfermizo que ambos sentían, lo odiaba.

¿Por qué debía anhelar tanto su afecto? Sin siquiera esperar un momento, el archiduque se encontraba abrazando a Ellie. Todo aquel pensamiento negativo hacia él fue borrado de manera automática debido a ese abrazo, cada poro de su cuerpo estaba erizado.

Se sentía tan sensible, no pudo evitar sollozar. Su padre solo acariciaba su cabello mientras le decía "Mi preciosa creación", todo estaba saliendo bien y Dietrich no podía permitir que algo saliera mal; debía asegurar la lealtad de Ellie.

Esteban solo se limitó a observar la escena de lejos, como siempre él solo era un espectador que solo debía interferir si era necesario. En un chasquido se encontraban en la habitación de Ellie, quien no dejaba de sollozar y decirle a su padre que lo quería hasta quedarse dormida.

Debió ser traumatizante, pensó el mayordomo. Negándose a sí mismo tener una opinión de la situación, eliminó cualquier pensamiento hacia Ellie de su mente; ella no era una víctima.

Todos en la mansión sabían sobre la dependencia que había entre ambos, su amor tan enfermizo. El archiduque solo usaba a Ellie para poder obtener el trono y ella haría lo que fuera por él, porque es lo único que ella sabe; ser usada.

Ellie a los diez años hizo su primer pacto de silencio que trató sobre los demonios que se ocultan en Daechit, la pequeña era consciente del poder que estos tenían al tener que enfrentarse a ellos y lo que su padre haría si lo supiera; no quería que Dietrich la dejara de lado.

Al inicio pensó que solo era una niña en busca del afecto de su padre, pero se dio cuenta de que era más enfermizo que eso, el archiduque se había vuelto todo para ella desde que perdió a su madre. Ellie sabía que fue el archiduque quien la mató, pero nunca se preguntó por qué, ya que para ella su padre es quien define el bien y el mal.

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“Mi señorita ¿no se encuentra emocionada?”. Julieth peinaba a Ellie, emocionada por ser la primera cita oficial entre su señorita y el príncipe heredero; ante sus ojos, hacían una pareja preciosa.

La doncella de la rubia se estaba esforzando y eso era evidente, le había puesto las joyas más preciosas qué tenía. Julieth quería que Ellie fuera el centro de la atención de Arthur, porque su señorita es la más hermosa.

Julieth había resultado más leal de lo que esperaba Ellie, para ella era como una muñeca. Sus ojos y sus oídos en la mansión, es una lástima que debiera morir pronto; no valía la pena matar a un sirviente tan leal.

“Has realizado un buen trabajo, Julieth”. El rostro de la mencionada no tardó en sonrojarse, una voz tan dulce y suave como el de su dueña estaba rugiendo su nombre; se sentía casi ilegal.

El archiduque entró sin previo aviso a la habitación de Ellie, para avisarle que el carruaje estaba preparado; una excusa más. Inspeccionó minuciosamente el cómo iba la rubia a ver al príncipe heredero e iba perfecta.

“Ya es hora”. Una sonrisa apareció en el rostro de Ellie al escuchar la voz ronca de su padre, se levantó de donde se encontraba centrada y fue detrás de él. No podía evitar la emoción de poder sentirse más cercana a él; estaba siendo útil.

Una parte de Ellie estaba aterrorizada, pero no era por tener que lidiar con el príncipe heredero, sino por decepcionar a su padre.

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El emperador fue notificado sobre el plan de la emperatriz apenas salió el carruaje del archiducado Bellefleur, su esposa sabía jugar sucio; esta vez, le había beneficiado.

Mandó a llamar a Richard de inmediato, quien se estaba divirtiendo observando ser golpeado a su hermano mayor desde la distancia. Cuando uno de los soldados le dio el último golpe la vista de Arthur fue hacia donde se encontraba el segundo príncipe a quien reconoció de inmediato, este le guiño el ojo y desapareció de ahí.

Maldito, pensó Arthur antes de desmayarse. El entrenamiento de los soldados parecía ser una total mierda.

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“Pienso cancelar el compromiso entre Arthur y Ellie para dártelo a ti”. El emperador fue directo con Richard, quien era consciente del poder que poseía la familia Bellefleur y el como le beneficiaria a su posición estar comprometido con ella.