Después de casi cinco años de una relación donde Adrien Gautier amaba de manera incondicional, decide liberar al aparentemente indiferente periodista de nota roja, Carlo Mancini, convencido de que sus sentimientos no son correspondidos. Sin embargo, conforme Adrien avanza en su nueva vida, surge la pregunta intrigante: ¿Carlo experimenta celos hacia su mejor amigo?
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📌Tercer novela de la trilogía: Hermanos Mancini
📌 Relación gay
📌 M-preg
(No pregunten si habrá alguna pareja heterosexual, porque no hay)
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Capítulo 12. No soy yo.
El despacho de Carlo quedó sumido en un silencio pesado después de que la secretaria se retirara con las instrucciones sobre la invitación para la fiesta de beneficencia. Mientras observaba el sobre en su escritorio, se preguntaba quién sería el acompañante adecuado para este evento. Solían asistir juntos Adrien y él, pero las circunstancias habían cambiado drásticamente.
Con un suspiro, abrió el sobre y leyó detenidamente la información. Recordó cómo Adrien solía traer personalmente estas invitaciones, autoinvitándose sin darle opción. Ahora, sin embargo, la indiferencia de Adrien hacía que esa costumbre le pareciera insignificante.
Decidido a seguir adelante, tomó su celular y marcó un número. La voz cálida al otro lado del teléfono lo saludó, y Carlo procedió a invitar a esa persona como su acompañante para la fiesta.
—Hola, ¿te gustaría acompañarme a la fiesta de beneficencia este sábado? Sería genial tener tu compañía —expresó Carlo con sinceridad mientras esperaba la respuesta. Después de confirmar la disponibilidad de la otra persona, agradeció y colgó.
Al dejar el celular a un lado, el peso de sus emociones contradictorias volvió a hacerse presente. Por un lado, la racionalidad le decía que estaba bien seguir adelante y buscar un nuevo compañero para el evento. Después de todo, era lo que había deseado durante mucho tiempo. Sin embargo, una parte de él odiaba profundamente el distanciamiento con Adrien, aunque intentara reprimir esos sentimientos.
Se recostó en su silla de piel, cerrando los ojos brevemente mientras intentaba calmar la tormenta de pensamientos en su mente. Sabía que la noche de la fiesta sería una prueba para él, enfrentando la realidad de su situación con Adrien y el nuevo rumbo que estaban tomando sus vidas.
Mientras Carlo contemplaba la invitación y reflexionaba sobre su decisión de invitar a alguien más a la fiesta, su mente se inundó de recuerdos y emociones contradictorias. La sensación de distancia con Adrien era abrumadora, pero también sentía una especie de liberación al tomar una decisión por sí mismo, sin depender de la presencia constante de Adrien.
La fiesta de beneficencia representaba más que un simple evento social. Era un reflejo de cómo habían cambiado las cosas entre él y Adrien, y de cómo se estaban adaptando a esta nueva dinámica. Aunque su mente le decía que estaba bien seguir adelante y buscar nuevos compañeros para estos eventos, su corazón aún luchaba con la idea de perder a Adrien por completo.
El dolor de cabeza que lo aquejaba era tanto físico como emocional. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear esos pensamientos que parecían atormentarlo. Aunque intentaba ser racional y lógico, la verdad era que había una parte de él que deseaba desesperadamente que las cosas volvieran a ser como antes, cuando Adrien era una presencia constante y significativa en su vida.
Decidió que era hora de dejar de lado esos pensamientos y concentrarse en la realidad presente. La invitación estaba sobre la mesa, y aunque le costaba aceptarlo, entendía que la vida seguía su curso, y él también debía seguir adelante.
Con determinación, tomó la invitación y comenzó a hacer los arreglos necesarios para la fiesta. Aunque todavía había un nudo en su estómago y un peso en su corazón, se obligó a mantener la compostura y enfrentar la situación con entereza. La vida seguía, y él también debía avanzar, incluso si eso significaba dejar atrás los recuerdos y las emociones compartidas con Adrien.
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La voz de Paola, cálida y amigable, lo sobresaltó cuando se acercó por detrás y le habló. Carlo se giró para encontrarse con su sonrisa amplia mientras daba un paso más hacia él, aún luciendo su uniforme de enfermera.
—¡Hola! ¿Qué haces aquí? —Carlo se sintió instantáneamente tenso, su mirada buscaba rápidamente alrededor, preocupado de que Adrien pudiera aparecer en cualquier momento y reaccionar negativamente a la presencia de Paola.
Paola, sin embargo, parecía ajena al ambiente tenso que rodeaba a Carlo.
—Te envié un par de mensajes para vernos, pero parece que no los viste, así que decidí venir directamente —explicó Paola, sacando a colación la razón de su presencia allí. Carlo, al revisar su celular, confirmó que tenía mensajes no leídos de Paola. El día había sido agitado y no había tenido tiempo de responder a nadie.
—Lo siento mucho, he tenido un día realmente complicado —se disculpó Carlo, su mente aún dividida entre la conversación con Paola y la alerta constante ante la posible aparición de Adrien.
Antes de que pudiera añadir algo más, la voz de Adrien se escuchó cercana. Carlo se tensó automáticamente, su corazón latía más rápido, preparándose para cualquier reacción que pudiera venir.
—Oh, Carlo —la irritante voz de Cedric le hizo sonreír forzadamente—, nos vemos nuevamente —Cedric se acercó a él como si fuesen amigos de toda la vida—, ¿ella es tu novia?, es muy linda.
La intervención de Cedric, siempre oportunista, añadió una capa adicional de incomodidad a la situación. Carlo trató de mantener una sonrisa forzada ante la pregunta de Cedric sobre Paola. La tensión era palpable, y la presencia de Adrien cerca no ayudaba en absoluto.
Adrien, sin decir una palabra más, tomó a Cedric del brazo y se alejó, dejando un silencio incómodo a su paso. Carlo observó cómo se iban, la sonrisa de Adrien clavándose en su memoria y provocando una mezcla de emociones contradictorias en su pecho.
—¿Estás bien? —la voz de Paola, suave y preocupada, lo sacó de su ensimismamiento. Carlo se sobresaltó ligeramente, retirando su mano inconscientemente cuando ella la tocó.
—Sí, estoy bien —respondió Carlo, tratando de ocultar la tormenta interna que estaba experimentando. Abrió la puerta trasera del auto para guardar su portafolio—. Vamos, sube.
Carlo subió al auto, esperando que el trayecto con Paola a su lado pudiera traer un poco de calma a su mente agitada por los recientes acontecimientos.
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Carlo manejó hasta el centro comercial que Paola había indicado previamente. Durante el trayecto, le explicó que no contaba con ropa adecuada para eventos de ese tipo, por lo que planeaba comprar algo nuevo, pero necesitaba su ayuda para elegir la ropa correcta y que combinara bien con él.
Una vez en el centro comercial, ambos bajaron del auto y se adentraron en el bullicio del lugar. A pesar de la multitud, aún podían caminar cómodamente entre las tiendas y los transeúntes.
—Adrien solía venir aquí seguido, es un fanático de las compras, aunque no disfruta mucho estar en lugares como este —comentó Carlo mientras subían por las escaleras eléctricas hacia el segundo piso—. Prefiere comprar en línea y evitar a todas estas personas.
—Supongo que esa persona es demasiado arrogante y prefiere mantenerse alejado de nosotros, los mortales —dijo Paola mirando hacia otro lado, notando la tendencia de Carlo a mencionar a esa persona que intentó agredirla el primer día que la vio.
—No es eso, simplemente no le gusta el contacto con los demás en espacios abiertos; prefiere reuniones en lugares cerrados y con poca gente —explicó Carlo mientras se dirigían hacia la tienda de ropa.
—¿En serio? Porque parece estar divirtiéndose mucho —las palabras de Paola hicieron que Carlo se detuviera en seco. La enfermera observaba hacia el norte y Carlo siguió su mirada, encontrándose con una escena que nunca habría imaginado, al menos, no sin él.
Desde su posición, podía ver a Adrien en una plaza cercana al centro comercial, disfrutando de un momento relajado. Se había quitado el blazer y remangado la camisa hasta los codos, dándole un aspecto más casual y relajado. Incluso su cabello estaba ligeramente despeinado, probablemente debido al viento mientras conducía con las ventanas abiertas. Y aunque Carlo no lo admitiría fácilmente, se veía realmente bien.
En su mente, resurgieron fragmentos de conversaciones pasadas:
"¿Podemos comer un helado ahí?"
"No. ¿No habías dicho que odiabas estos lugares?"
"Pero si estoy contigo, es como estar los dos solos. La gente no me molesta y puedo tomar tu mano libremente."
"Pues a mí no me agradan, vámonos."
El recuerdo de la cara momentánea de decepción de Adrien pasó por sus pensamientos, trayendo consigo esa conversación. Ahora, Adrien tenía a alguien con quien disfrutar de un helado en ese lugar, tenía a alguien con quien caminar tomado de la mano en público, tenía a alguien. Pero...
—No soy yo —murmuró Carlo para sí mismo. Paola lo miró con confusión, pero él no dijo nada más. Simplemente bajó la mirada y se dio la vuelta, caminando en dirección opuesta. La chica le dio una rápida mirada a Adrien y frunció el ceño antes de seguir a Carlo, tomando su brazo con una sonrisa que intentaba disimular lo desagradable que le resultaba Adrien Gautier.