Una huérfana es llevada a un orfanato luego de perderá sus padres en un fatal accidente. Con el pasar de los años, solo quiere un sueño, ser novicia. Pero es destino quiere algo más.
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Maité
Maité entró a la habitación de César algo inquieta por el desorden allí, se acercó a él y sin mediar palabras se sentó junto a él dándole un abrazo cálido.
-Gracias por estar aquí. César alza su mirada devastada.
-Es lo que hacemos los amigos César. Estar cuando se nos necesita. César se acurrucó en las piernas de Maité mientras ella suavizaba su cabello entre sus dedos.
Maité siempre sintió un gran afecto por César, uno no diferente al de un hermano, le afectaba su dolor y sabía bien que nuevamente estaba pasando. César había puesto los ojos en alguien que no era para él. Hace unos años una devota mujer lo había engatusado fingiendo un amor incondicional, a todos había engañado la dichosa y muy sexy Michel, su carita angelical y hermosa sonrisa de ternura emanaba todo sentimiento de confianza. Confianza de la cual abusó al llegar al límite de dejar a su mejor amigo plantado en el altar el día de su boda. César había entrado en una crisis de nervios pensando lo peor para con su novia y la sorpresa fue llegar al hotel donde se suponía ella estaba con su familia, encontrándose con otro hombre abordando un taxi junto con sus maletas y un fuerte cantidad de dinero que hurtó de las cuentas de Cesar. Se sintió totalmente humillado al ver cómo se largaba con su amante y su hipócrita sonrisa al pasar frente a él.
-Buena suerte querido. Fueron sus últimas palabras antes de desaparecer de su vista.
César entró en un estado de depresión que como única respuesta había optado por hacer una gran coraza para sí mismo. No permitiría que ninguna mujer se le acercara si no era más que para utilizarla y desecharla. Ahora el karma le cobraba factura por sus actos y nuevamente estaba en el mismo punto de inicio.
-César, sabes cuánto te quiero. Debemos terminar el tratamiento. No quiero que desfallezcas.
-Maité, no seremos los mismos. Respondió César luego de ver cómo Alfredo se llevaba a Pilar en su auto.
Su respuesta le preocupaba, no sabía qué significaban estas palabras. Solo el tiempo lo diría. César se quedó dormido y Maité solo esperaba que la vida les obsequiara tal vez una oportunidad, ya que ella al igual que él sufría en silencio un amor no correspondido.
Días después
Han pasado días, César ha decidido no ir al trabajo con la excusa de que se encuentra en un breve descanso. Pilar extraña verlo pero se siente tranquila al no tenerlo cerca. Se avecinan las fiestas de fin de año y parece que a diferencia del año anterior, la compañía botará la casa por la ventana, ya que para nadie es un secreto que la compañía dió excelentes dividendos, tanto así, que los empleados recibirán un jugoso bono. Alfredo ha ido más seguido a la oficina,más de lo que regularmente va. Esto ha generado una serie de preguntas entre los empleados y la repentina ausencia del jefe.
-Hola mi amor, ¿cómo amaneciste? Alfredo ha llegado a la oficina y ahora Pilar es la envidia de todas aquellas mujeres que suspiraban por él.
-Alfredo, te he dicho que en el trabajo debemos mantener una distancia. No quiero que se malinterprete mi ascenso. ¿Tú me entiendes?
-Claro que sí, pero que culpa tengo yo que sea el encargado hasta nueva orden. Yo no estaba aquí.
-¿Qué quieres decir con eso? Pilar se encuentra inquieta. Alfredo lo pudo percibir.
-Que César no volverá en un largo tiempo. Ha decidido que se irá al extranjero luego de las fiestas de fin de año. Alfredo tuvo una ligera sensación de celos.
-Pero, no entiendo. Esta empresa es su vida.
-Pilar, no podemos objetar sus decisiones. Él así lo ha querido y bueno, por mi encantado. Estaré más cerca de mi novia.
-Tú no tienes remedio Alfredo. Pilar sonríe más su corazón se inquieta.
-Oh vamos querida, sé que quieres que esté aquí. Alfredo la abraza mientras suelta una de sus hermosas sonrisas para ella.
-Eres un engreído. Pilar suelta una sonrisa y se suelta de su agarre. -Debemos trabajar.
A pesar de que Pilar aceptó a Alfredo, éste no siente que ella esté de lleno comprometida con su relación.-Es cuestión de tiempo, solo debes tener paciencia Alfredo. Se dijo así mismo mientras la observaba desaparecer por el pasillo.
Ha llegado el día de la fiesta de fin de año, el lugar para celebrar el evento es exquisito. Tal parece que su jefe se había lucido en dar la mejor fiesta de todas. Pronto los empleados empezaron a llegar con sus espectaculares atuendos, dignos y acordes a la gran fiesta. Pilar, había optado por un vestido rojo ceñido hasta su espalda y suelta de sus caderas . El escote en su espalda iba acompañado de un fino accesorio que arropaba la misma con suma delicadeza. Alfredo estaba junto a ella no menos apuesto y varonil.
-¿Te había dicho que estás hermosa?
-Perdí la cuenta de las veces que lo has dicho.
-Bueno, no está de más decirlo nuevamente. Alfredo la sujeta de su cintura y la lleva frente a él dando un beso que ella no esperaba.
Pilar se ha sonrojado, aún no se acostumbra a las muestras de afecto.
-Alfredo, por favor. Nos están viendo. Pilar sonríe ante las ocurrencias de Alfredo.
En la entrada de la recepción está César junto a Maité quienes ven aquella escena. Maité siente la punzada de su amigo, aprieta su brazo, César reposa sus ojos en los de Maité y solo con su mirada asiente a la suya. Al entrar al salón, todos se quedan viendo y algunos empiezan a saludarlos. César esta vez conservaba una tranquilidad, Maité estaba a su lado y eso le daba las fuerzas que necesitaba para no salir de sus estribos.
-Señor Steven, bienvenido. Dice Pilar. Hace tan solo unos minutos ella lo veía llegar del brazo de la fabulosa Maité. Recordar que sus palabras retumbaron en su cerebro, le habían dado una fuerte punzada. ¿Acaso había cuestionado su inteligencia?. Era apenas obvio que él si tuviera algo con la “rubia”, como ella le llamaba en sus pensamientos. -En verdad es hermosa. Pilar observaba su hermosa y culta belleza, para ninguna mujer era desconocida. La rubia era en verdad una mujer como de cine.
-Señorita. César la observó un instante con sus densos ojos azules sin una gota de emoción, tal cual como un témpano de hielo. Pensar que hace unos días esos mismos ojos destilaban pasión y lujuria, necesidad y dedicación , y ahora, ahí estaba él obsequiando una mirada fría y arrogante digna de su porte y elegancia. Por el contrario, la rubia ha sonreído y saluda calurosamente.
-Debes ser Pilar. Te vi en la última junta. No tuve la fortuna de ser presentada. Mucho gusto, Maité.
-Mucho gusto, Pilar. Es un placer tenerla aquí. Así que se llama Maité, pensó Pilar, tantas veces había escuchado por los pasillos de la mujer en cuestión que nunca prestó atención a su nombre. Tal vez, en su momento no lo consideró importante, no hasta aquel día que llegó del brazo de César. Fue allí donde se interesó en su nombre.
-Maité, cuánto tiempo sin verte. Dijo Alfredo.
Maité hizo un pequeño gesto asintiendo el saludo de Alfredo. Apenas si podía soportar verlo sin recordar el pasado. César lo sabía y aprovechó para afirmar su brazo en el de ella.
-Amigo, te fuiste pronto la última vez que nos vimos. Alfredo ahora se dirige a César mientras toma de la cintura a Pilar acercándose a él. Pilar y yo ahora somos novios. ¿No vas a felicitarnos?
Pilar palideció al escuchar a Alfredo, incluso lo desconoció por un instante. Ella había sido sincera con él y bien recordaba que César estaba en la sala de juntas cuando Alfredo le pidió ser su novia. ¿Estaba tal vez marcando su territorio?.
-Alfredo, no es importante. El señor César tiene sus prioridades. Pilar no lo pensó. Su mente y su boca la traicionaron. Aquellas palabras eran duras y dulces en su boca.
-Efectivamente. Dijo César. Mirándola detenidamente a los ojos. Aún cuando su rostro no mostrara nada, su mente y corazón se estrujaba , soñando desvestirla, poder quitarle ese vestido rojo y terminar lo que días pasados había empezado. Sin embargo, su hombría y su ego habían sido pisoteados ya que no soportaba que ella prefería a su amigo que a él.
-César, tengo algo de sed. Vamos a tomar algo. Por cierto, ¡felicidades Alfredo!. Espero que la señorita Pilar sí cumpla sus expectativas. César y Maité salieron del alcance de la singular pareja. Pilar quedó inquieta ante las palabras de Maité, “¿expectativa?''. ¿a qué se refería?
Por otra parte, Alfredo y su nudo en la garganta no le permitía soltar una palabra, recuerdos del pasado lo atormentaban.