Te Necesito Conmigo

El beso les trajo un revoloteo de mariposas, cosquilleos en sus dedos y temblor en todo su cuerpo y faltaba nombrar varias otras reacciones más ¿Todas esas sensaciones con un simple beso?

Sus labios se movían a la par, al mismo ritmo. Ambos, sentían como era el uno para el otro, como solo ellos podían encajar a la perfección.

La burbuja de ambos se rompió en cuanto sintieron toques en la puerta, Isabella fue la primera en cortar todo contacto físico, se encontraba confundida y molesta consigo misma. Su jefe la había besado y ella le había correspondido.

¿Por qué carajos le había correspondido?

-Isabella...- murmuro Alexander, alargo su brazo para tratar nuevamente de acercarla pero la azabache fue más rápida y retrocedió tres pasos hacía la puerta de salida - Espera...

-No señor...- retrocedió más pasos, sonrojada, avergonzada y apenada por lo que acababa de pasar.

-Espera, esto fue...

-Una broma, lo sé señor - interrumpió Isabella, sabiéndose de memoria la frasecita de su jefe con sus conquistas.

-No es...- nuevamente los golpeteos en la puerta haciendo que Isabella vuelva una vez más a la realidad.

-Me marchó señor - Isabella abrió la puerta con desesperación chocando de frente con la mamá de su jefe - Señora Sofía - con sorpresa exclamo.

-Querida, por años te he dicho que me digas solo Sofía - exclamo volteando los ojos. Luego Sofía le escaneo con la mirada, segundos después mostrando una pícara sonrisa - ¿Paso algo querida?

-¿He? Ah no, no señora... todo está bien ¿Por qué lo pregunta? - se excusó con rapidez.

-No nada - respondió con una sonrisa pero con simpleza encogiéndose de hombros - ¿Alexander está ahí?

-Sí, sí, pase - Isabella salió del interior de la oficina de su jefe, haciéndose a un lado para da el paso a la madre Arnault.

-Gracias querida – Sofía dio unos pasos hacia el interior y antes de cerrar la puerta dio media vuelta, aún sin borrar su sonrisa - ¿Querida?

-¿¡Sí!? - aun en pánico, Isabella exclamo.

-Tienes tu labial corrido - Isabella enrojeció y en cuanto la puerta fue cerrada en corrió hacía el baño que quedaba a unos pasos de su oficina. Se miró al espejo y ahora se sentía una cualquiera.

Había besado a su jefe, había roto a su promesa de no involucrarse con él y no solo eso, se había prometido desde un principio no tener ningún sentimiento romántico por Alexander Arnault. Pero todo aquello, toda promesa hecha hace años en estos momentos, cada una de ellas se estaba rompiendo.

Y ella que quería ser la excepción de no ser otra más en la lista de Alexander Arnault, su jefe mujeriego.

Con rapidez-más de lo normal- Isabella dejo todos los documentos revisados e informes pedidos realizados, cogió su bolso y sin informar a su jefe se marchó de la empresa.

No podía ni quería mirar a su jefe, ni siquiera sabía cómo mirarlo de frente. Corrió hasta la avenida en donde detuvo un taxi, pidiendo que la acercará hasta su departamento.

Su amiga Erika le había arreglado una cita a ciegas y con obligación y siendo amenazada por su amiga, debería de asistir. Cuando Erika escucho la razón de su amiga al dejar el trabajo de inmediato le organizo una lista de posibles pretendientes, solo uno, elegido al azar por la azabache, fue el elegido para una cita a ciegas.

Ahora se miraba frente a su espejo de cuerpo entero, un vestido turquesa con las mangas cortas, su melena suelta y unas chatitas blancas, junto con su cartera del mismo color. Cogió su celular de la mesa de luz desconectándolo del cargador y encendiéndolo.

Las llamadas pérdidas de su jefe invadió el inicio del celular de Isabella. Los mensajes eran tan demandadores como inapropiados para su relación de solo laboral.

"Contestas mis llamadas" "Isabella, tenemos que hablar" "Quiero repetir lo que ha pasado" "Por favor responde" "¿Dónde estás? Iré por ti. " "Tenemos que hablar" "Isabella... Te necesito"

¿¡Porque su jefe decía todo aquello!? ¿¡Porque la torturaba de esa manera!? ¿Su jefe era consciente de lo que escribía hacía ella?

Ignoro todas las llamadas y todos los mensajes de su jefe, guardo el celular en su cartera y salió de su departamento. La cita a ciegas comenzaría en una heladería, todo aquello había sido organizado por su amiga enamoradiza y desesperada en tener a alguien a quien molestar.

Su celular volvía a vibrar y sonar, su jefe de nuevo. No corto la llamada, simplemente lo puso en modo avión, volvió a guardarlo y paro un coche, iría en taxi, algo le decía que no necesitaría su auto.

Llego a la heladería y empezó a buscar con la mirada a alguien que estuviera perdido al igual que ella. Una mano en su hombro le hizo voltear de curiosidad.

-¿Eres Isabella Smith? - pregunto un hombre apuesto, en traje, cabello castaño y unos centímetros más alto que ella.

-Soy yo. ¿Y tú Adrián López? - el hombre al igual que ella le escaneo con su mirada.

-Lo soy - Adrián con una sonrisa le invito un helado y ambos decidieron comerlo y mientras caminaban a la par por el parque.

-¿Te gusta ser periodista? - pregunto Isabella al enterarse de la profesión de su cita.

- Es algo arriesgado, te sobrepones al peligro con todas las noticias pero es lo que me gusta hacer - contó con una sincera sonrisa - ¿Y tú?

-¿Yo qué?

-¿Te gusta ser la secretaria de unos de los empresarios más poderosos del país y a nivel internacional?

-Que título más largo para mi jefe - se carcajeo Isabella, le dio una lambida a su helado y miro al frente - Sí, me gusta asistirlo contó con una sincera sonrisa.

-¿Te gusta lidiar con sus malos humores, con sus conquistas de una noche y todo lo que se dicen en las noticias? - las preguntas eran más bien para una entrevista.

-Oye ¿A caso me estás entrevistando? - con gracia pregunto Isabella - No diré nada más respecto a mi trabajo y a mí jefe - dejo en claro.

-No era mi intención sacar mi faceta de periodista, lo siento Isabella - se disculpó Adrián con un toque de decepción, él si quería sacar información para una posible primicia.

-Solo hablemos de nosotros - sonrió amable la azabache.

-Vamos al centro y mientras somos por hoy unos niños en los juegos, hablemos - propuso Adrián, Isabella asintió y - empezaron a caminar más deprisa, irían a los juegos de monedas.

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-¡Carajo, ha apagado su celular! ¡La llamada no entra! - exclamo Alexander apretando con gran fuerza su teléfono en su mano.

-Ya, cálmate - Eduard lidiaba con el terrible humor de su amigo y jefe.

-¿Qué me calme? - Indignado repitió - ¿¡Que me calme!? ¡Eduard cállate! - grito, Eduard solo en silencio y con cansancio lo miraba.

-No sabía que tenía a una mujer por mejor amiga- se murmuro para el mismo.

-Eduard - Alexander un poco más calmado lo llamo - Pregúntame que ha pasado - Eduard suspiro.

-¿Qué ha pasado Alexander? - pregunto con obligación el moreno.

-Isabella. Eso ha pasado, me he besado con ella y ella ha huido - todo aburrimiento y cansancio de Eduard se esfumo en cuanto escuchó la confección de su mejor amigo.

-¿¡Qué tú que!? - exclamo - ¿Con Isabella? ¿Isabella tu secretaria?

-¿Existe alguien más que ella? - Alexander volteo los ojos.

-Existen varias Isabella, pero solo una que te empieza a traer loco ¿Verdad? - con fingida distracción Eduard le respondió.

-¡Por supuesto! ¡Solo una! - Eduard sonrió, su amigo había caído - Espera, no. Isabella no me trae loco Eduard - trataba de recuperarse de sus últimas palabras.

-¿Entonces?

-Como dije desde un principio - Eduard vio a su amigo a los ojos, Alexander empezó a parpadear varias veces - Solo quiero conquistar a Isabella para que ella no se valla de la empresa - para Eduard, Alexander claramente mentía.

-¿Por qué estás aquí?- decidió cambiar de tema Eduard. La indecisión de su amigo lo deprimía.

-Mi mamá vino a hablar conmigo, se ha enterado que Isabella renunciara.

- ¿Y?

-Me vino a "aconsejar" que no la deje ir, que sin ella estaría perdido.

-Tiene razón - murmuro Eduard para el mismo - Es increíble amigo...- fingió estar del lado de su amigo, era eso, o recibir una paliza por estar en su contra.

-¡Lo sé! - exclamo Alexander.

- ¿Y algo más?

-No logro localizar a Isabella...

-Mmm... tal vez esté en su cita ciegas - con ingenuidad Eduard soltó mirando a otro lado.

-¿¡Que!? - exclamo Alexander poniéndose de pie inmediatamente - ¿¡De dónde has sacado esa información!? - se puso de pie en frente de su amigo, con su ceño fruncido y sus ojos afilados, casi creería que sus iris doradas eran color rojo fuego.

-Bueno... he escuchado eso de mi secretaria - gimió del susto el moreno.

-¿Dónde está? - mascullo entre dientes. Ahora recordaba que su secretaria tenía una cita con un hombre.

-¿Por qué lo sabría yo? ¡Es una cita a ciegas!

-¡Ay carajo! Isabella... ¡Tengo que encontrarla! - y con aquel grito salió de la oficina de su amigo.

-¿Enserio? ¿Lo único que quiere evitar es que se valla de la empresa? - con burla se preguntó Eduard empezando a carcajearse, su amigo Alexander últimamente le alegraba los días de la semana.

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Y no sabía cómo ubicarla, Isabella Smith había apagado su teléfono celular, ¿Su GPS? Su auto se encontraba estacionado en los aparcamientos de la empresa.

¿Dónde carajos su secretaria podría estar?

Sabía perfectamente que su secretaria había terminado el trabajo del día de hoy y que cuando su madre se había retirado ella ya no estaba, estaba en todo su derecho desaparecerse.

¡Por no desaparecerse con un hombre sino es él!

Pero que egoísta....su mente le reprochaba y no discutía, sabía que era así y más cuando se trataba de su secretaria. En estos momentos empezaba a deambular por la ciudad con su coche, mirando por la ventanilla con la esperanza de ver una figura y cabellera que para él era única entre todas.