Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.
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Tentación
Punto de vista de Sofía
Alexander piensa que me someteré a sus exigencias. ¡La equivocación más grande de su vida! Yo, una Montenegro, no estoy dispuesta a someterme a nadie, y mucho menos a él. Acepté este estúpido matrimonio solo por la fundación. Sin embargo, tengo mis propios planes para él.
Sé que no le soy indiferente y que si logro seducirlo, podré hacer que olvide lo que sea que esté pasando por su cabeza. Por el momento, pedí que me ubicaran en su habitación. Estaba dispuesta a todo con tal de tener a ese hombre en mis manos.
Después de estar instalada en su habitación, él llegó con su nueva apariencia de hombre frío. Su mirada era la de un dueño, no la de un prometido.
—Ya veo que te instalaste —dijo sin emoción, sin quitarse el saco—. Mónica me informó sobre tu cambio de planes con la habitación. Inteligente.
—Ya que voy a fingir ser tu mujer, lo haré bien —respondí, girando para enfrentarlo—. La farsa será creíble, Alexander.
—Esa es la actitud que necesito —aceptó, desabrochándose la corbata y arrojándola sobre la silla—. Entiende algo, Sofía. Tú mantienes la fachada fuera de esta puerta. Dentro, mantienes el silencio y la obediencia.
—¿Y qué pasa con la fundación? ¿Cuándo cumplirás tu parte del trato?
—La transferencia de los cincuenta millones de dólares está programada para después de que Elías termine de firmar la transferencia de la empresa. En dos días, seré el dueño oficial de Montenegro, y tú serás la benefactora más rica de la ciudad.
Sé acercó lentamente, hasta que la distancia entre nosotros fue tensa y peligrosa.
—Pero hay algo más. El mundo te va a ver como mi trofeo. Y yo te voy a usar. La primera cena oficial es mañana por la noche. Tendrás que lucir espectacular, sonreír a mi lado, y hacer que todos crean que esta boda es el sueño de tu vida. Prepara tu mejor actuación, Sofía.
Me reí, una risa baja y llena de desafío.
—Te equivocas, Alexander. Aquí el único que va a actuar soy yo. Tú puedes comprar a mi padre, pero no puedes comprarme a mí. Soy yo quien hará que esta actuación sea convincente.
Él me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Y a qué te refieres con eso, Sofía?
Caminé hacia la cama, desabrochando lentamente el botón superior de mi blusa.
—Me refiero a que si quieres que el mundo crea que me muero por ti, tendrás que empezar a actuar como un hombre que se muere por mí, incluso aquí, en privado.
Me quité la blusa, dejando mi cuerpo a la vista en un sostén de encaje. La mirada calculadora de Alexander se rompió por un segundo. Vi el deseo, ese mismo deseo que sentí cuando me besó, antes de que su sed de venganza lo congelara.
Alexander avanzó hacia mí con la mirada llena de lujuria, sus ojos puestos en mi torso descubierto. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sonreí, para luego girarme, tomar mi camisa y caminar hacia la ducha. Si él quería tener mi cuerpo, debía cambiar su actitud. Por ahora, el anzuelo había sido lanzado.
Escuché el sonido de su respiración profunda detrás de mí. Cuando cerré la puerta de cristal de la ducha, lo vi a través del vidrio. Estaba inmóvil, las manos apretadas en puños a los costados del cuerpo. La lujuria seguía allí, pero ahora estaba mezclada con una furia helada. Lo había desarmado, y eso, para un hombre como él, era una derrota pública.
—¡Sal de ahí, Sofía! —gritó, su voz vibraba de frustración.
Abrí la llave del agua, dejando que el sonido me protegiera de sus gritos. Me lavé el cuerpo lentamente, sin ninguna prisa. No era un baño para limpiarme; era un acto de desafío.
Cuando salí de la ducha, envuelta en una toalla, Alexander ya no estaba en la habitación. Había desaparecido, y el silencio que dejó era la prueba de mi victoria.
Me puse una bata de seda y me dejé caer en el lado de la cama que había elegido para mí. Sentí el olor de Alexander en las sábanas; un aroma a limpio, colonia cara y el peligro que emanaba.
No era amor lo que buscaba, era poder. Y acababa de ganarle la primera batalla.
Tu plan es arruinar mi vida. Mi plan es arruinar tu control, pensé, cerrando los ojos.
El problema era que el deseo que había visto en sus ojos era real. Y si jugaba lo suficientemente bien, esa lujuria podría ser la llave para desmantelar la coraza de su venganza.