El Despertar Del CEO Al Amor

La llovizna de la mañana hacía que el jardín de la mansión luciera aún más hermoso.

El olor a tierra mojada invadía el interior de la casa, donde Valéria arreglaba la mesa para el desayuno, tarareando suavemente una canción antigua.

Maurício leía el periódico, tranquilo, cuando la puerta se abrió.

Ethan y Valquíria decidieron ir a un consultorio ginecológico para hacerse algunos exámenes más minuciosos, Valquíria quería aclarar algunas dudas sobre los cuidados del embarazo.

Al llegar a la mansión, entraron de la mano, un gesto simple, pero que llamó la atención de Valéria.

Ella percibió el semblante diferente de ellos y el brillo en los ojos de la nuera.

—Llegaron temprano del consultorio —dijo, sonriendo—. ¿Está todo bien?

Ethan y Valquíria intercambiaron una mirada rápida.

Ella respiró hondo y respondió con una sonrisa contenida.

—Está todo más que bien, Valéria.

Maurício bajó el periódico y miró a los dos, curioso.

—¿Qué pasa? Me están dejando intrigado con ese suspenso.

Valquíria apretó con más fuerza la mano de Ethan, como si buscara apoyo.

—Yo... tengo una noticia que darles —comenzó, con la voz un poco temblorosa—. Y creo que es la noticia que más esperaban oír.

Valéria se llevó la mano al pecho, los ojos se abrieron.

—No me digas que…

Ethan completó por ella, en un tono sereno:

—Sí, mamá. Valquíria está embarazada.

El silencio duró apenas un segundo. Enseguida, el grito de alegría de Valéria resonó por la sala.

—¡Dios mío! —exclamó, corriendo hasta Valquíria—. ¡Lo sabía! ¡Sabía que ese día iba a llegar!

La abrazó con fuerza, lágrimas ya resbalando por el rostro.

—¡Oh, querida! —decía, emocionada—. ¡Me has dado el mayor regalo que una nuera podría dar!

Maurício se levantó, aún intentando asimilar la noticia, pero la sonrisa en su rostro era incontrolable.

—Un nieto... —murmuró—. ¡Finalmente!

Fue hasta Ethan y lo abrazó con fuerza, dándole palmadas en el hombro.

—Sabía que darías orgullo a nuestra familia, hijo mío.

Ethan intentó sonreír, sintiendo el peso y la emoción mezclarse dentro de él.

—Gracias, papá.

Valéria sostenía las manos de Valquíria, emocionada.

—¿Hace cuánto lo saben?

—Lo descubrimos ayer, ahora fuimos a un consultorio para que yo aclarara algunas dudas, sobre los cuidados que voy a tener que tomar —respondió Valquíria, sonriendo—. Aún estoy intentando creerlo.

Valéria se secó las lágrimas, animada.

—¡Tenemos que celebrarlo! ¡Voy a llamar a mi hermana, a mis primos, a todo el mundo!

—Calma, mamá —dijo Ethan, riendo discretamente—. Es mejor esperar un poco. Aún es el comienzo.

—¡No puedo esperar! —respondió ella, riendo y llorando al mismo tiempo—. Oh, Maurício, ¿oíste? ¡Vamos a ser abuelos!

Maurício sonrió, acercándose a Valquíria.

—Quiero que sepas que, a partir de ahora, eres oficialmente parte de esta familia.

—Gracias, Maurício —dijo ella, con sinceridad—. Espero estar a la altura del cariño de ustedes.

La mañana pasó en clima de fiesta.

Valéria, animada, comenzó a hacer planes: la habitación del bebé, los nombres posibles, el té de revelación, la ropita...

Ethan observaba de lejos, casi en silencio, intentando absorber todo lo que sucedía.

En determinado momento, se alejó hacia el jardín, necesitando respirar.

La lluvia había parado, y el aire fresco traía paz.

Luego, Valquíria apareció a su lado, aún con la misma sonrisa serena.

—¿Está todo bien? —preguntó ella.

Ethan miró el horizonte, pensativo.

—No sé explicar lo que siento. Parece que estoy dentro de un sueño… o de una historia que no es mía.

Valquíria se acercó, apoyando la mano en su hombro.

—Pero es tuya, Ethan. Esa historia es nuestra ahora.

Él se volvió hacia ella, confuso.

—Hablas con tanta certeza…

—Porque creo que nada sucede por casualidad. —Ella sonrió—. Tal vez el destino haya elegido la forma más improbable posible de darte una familia.

Ethan desvió la mirada, el corazón acelerado.

—No sé si merezco todo esto.

—Mereces ser feliz, Ethan —dijo, firme—. Y ese bebé te va a mostrar eso.

Él respiró hondo, intentando contener la emoción que amenazaba con desbordar.

—Nunca imaginé que oiría la palabra “padre” ligada a mí.

Valquíria lo miró con ternura.

—Te vas a acostumbrar con ella. Y, cuando suceda por primera vez, vas a entender lo que es amor verdadero.

Ethan se sentó en el banco de piedra del jardín, pasando las manos por el rostro.

—Hablas como si ya supieras todo, Valquíria.

—No sé todo —respondió, riendo bajito—. Pero aprendí que el amor no siempre nace de la forma correcta. A veces, florece en medio de lo improbable.

Él la miró, y por un instante, algo dentro de él se calmó.

Había tanta sinceridad en su mirada, tanta fuerza y bondad, que fue imposible no sentirse agradecido.

Más tarde, a la noche, Valéria los llamó para la cena.

La mesa estaba linda, con flores y velas: ella había transformado la noticia en una pequeña celebración.

—Quiero un brindis —anunció, sirviendo el vino—. Por el bebé que está viniendo, y por la nueva fase de nuestra familia.

Maurício levantó la copa.

—Al heredero de los Vieira.

Valquíria sonrió, avergonzada, mientras Ethan, por un instante, dejó que el corazón hablara más alto.

Levantó la copa y dijo, con un tono calmo y sincero:

—Al amor, incluso cuando aparece de formas que no esperamos.

Todos brindaron, y el sonido de las copas resonó por la sala como una señal de recomienzo.

Valquíria lo observó en silencio, y Ethan, al cruzar la mirada con la de ella, sintió algo nuevo: una pizca de admiración, quizás afecto.

No sabía definirlo.

Pero una certeza crecía dentro de él: ese bebé cambiaría todo.

Y tal vez, entre tantas mentiras y apariencias, fuera justamente la verdad que él más necesitaba descubrir.