El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

El fin de semana llegó más rápido de lo que Rous hubiera querido. La ansiedad le había robado el sueño los últimos días, y aunque había repasado cientos de veces lo que iba a decirle a su hija, ahora que estaba al volante camino al campamento, sentía que cada palabra se le había borrado de la mente.

El trayecto se hizo largo. Las manos le sudaban sobre el volante y cada vez que pensaba en la mirada de Valentina al leer los titulares, el estómago se le encogía. *“¿Quién es la misteriosa mujer mayor que conquistó a Liam Reed?”*, *“Madre divorciada y fanática se roba el corazón del ídolo juvenil”*. El internet no perdonaba. Mucho menos a las mujeres que rompían el molde.

Cuando llegó al campamento, una mujer con una gran sonrisa —la organizadora, según el cartel de su gafete— salió a recibirla.

—¡Rous! —exclamó, casi emocionada—. ¡Qué honor tenerte aquí! Y déjame decirte... eres mi heroína.

Rous parpadeó, confundida.

—¿Perdón?

—Sí, ¡mi heroína! —repitió la mujer, bajando un poco la voz mientras se acercaba—. También soy divorciada y... bueno, lo de salir con un chico más joven. Me inspiraste a dejar de mentir con mi edad en mis perfiles de citas. En serio. Mis amigas están fascinadas contigo. Que te hayas animado con ese bombón de Liam Reed… ¡bravo!

Rous no supo qué decir. Sonrió, más por reflejo que por convicción, mientras sentía el ardor en las mejillas.

—Gracias... supongo.

—¡No te preocupes! Aquí todos te apoyamos —añadió la mujer, guiándola por un sendero entre árboles y pequeñas cabañas—. Ven, puedes esperarla en ese sector, bajo el gazebo. Iré a buscar a Valentina.

Rous asintió, agradecida. Caminó hasta el gazebo de madera decorado con enredaderas y faroles de papel colgantes. Se sentó en uno de los bancos, mirando al lago al fondo, intentando respirar profundo. Sus dedos tamborileaban nerviosos sobre sus rodillas. Pronto escuchó pasos.

Cuando vio a Valentina venir, su corazón dio un vuelco.

Su hija llevaba puesto un short de mezclilla y una camiseta del campamento, el cabello atado en una trenza que le caía por el hombro. Pero no fue la ropa lo que le dolió, sino esa expresión en su rostro: no era enojo, ni tristeza. Era decepción.

Valentina caminó con lentitud, sin mirar a su madre directamente hasta estar frente a ella.

—Hola, mamá —dijo, cruzando los brazos.

Rous se puso de pie.

—Hola, mi amor —intentó sonreír—. Gracias por venir.

—Supuse que si venías hasta acá, era importante.

La tensión entre ambas era tan densa que casi podía tocarse. Rous sintió un nudo en la garganta. Sabía que hablar de esto no sería fácil.

—¿Quieres sentarte? —ofreció, señalando el banco de al lado.

Valentina dudó un segundo, pero se sentó, dejando un espacio prudente entre ambas. Rous no sabía por dónde empezar. Su hija se le adelantó.

—¿Es verdad? —preguntó sin mirarla.

Rous tardó unos segundos en responder.

—Sí... Es verdad.

Valentina asintió lentamente, sin sorpresa.

—Lo vi en todas partes. En Instagram, Twitter, TikTok... hasta en un video de una chica que juraba que te vio en el concierto de Lisboa.

—No quería que lo supieras así —susurró Rous, la voz quebrándose.

—Entonces... ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó, girándose hacia ella con ojos húmedos, pero sin llorar—. ¿Por qué me entero por una foto en internet y no por ti?

—Porque tenía miedo. Miedo de que te sintieras mal, de que pensaras que te estaba dejando de lado. Sé lo difícil que fue todo con tu padre y...

—No es lo mismo —interrumpió Valentina con rapidez—. Él nos mintió. Te fue infiel. Fue cruel. Lo tuyo... no es igual.

Rous abrió los ojos con sorpresa.

—¿Entonces no estás molesta?

Valentina suspiró y miró hacia el lago.

—Estoy decepcionada, mamá. No por Liam ni por tu relación. Él... parece buen tipo. Y si te hace feliz, pues está bien. Estoy decepcionada porque no confiaste en mí para contármelo. Porque pensaste que no podría entenderlo.

Rous sintió cómo las lágrimas le llenaban los ojos. Alargó la mano, insegura, y la colocó sobre la de su hija.

—Tienes razón. Fui una cobarde. No quería arruinar lo que estábamos construyendo tú y yo después del divorcio. Quise evitarte otra tormenta… pero terminé haciéndolo peor.

—Mamá, soy adolescente, no tonta —dijo Valentina con una leve sonrisa cansada—. Claro que los comentarios me dolieron. Leí cosas horribles. Que eras una “roba chicos”, una “fanática con crisis de mediana edad”... Pero ¿sabes qué? También vi otros mensajes. Mujeres que decían que eras valiente, que merecías ser feliz.

Rous apretó sus manos con fuerza.

—No sabía que me habías buscado tanto…

—Sí. Porque aunque no me lo dijeras, quería entender por qué. Y cuando vi cómo te miraba él en las fotos, lo entendí. Ese chico te ama, mamá.

Un sollozo escapó de los labios de Rous.

—Lo amo, Valen. Y me duele haberlo dejado así. Pero no podía seguir si tú no estabas bien. Tú eres mi mundo.

Valentina la miró con dulzura.

—Yo estoy bien, mamá. Me asusté, sí. Me sentí confundida. Pero ahora entiendo. Y si tú crees que vale la pena… deberías buscarlo. Pedirle perdón si es necesario.

—¿De verdad crees que no te afecta que esté con alguien más joven?

—La edad no me importa. Solo… solo no desaparezcas de mi vida por estar con él. No quiero volver a sentirme secundaria.

Rous la abrazó entonces, con fuerza, con alivio, con lágrimas.

—Nunca, mi amor. Tú siempre serás mi prioridad, pero eso no significa que no pueda construir algo para mí también.

—Entonces hazlo —dijo Valentina, aún abrazada a ella—. Solo prométeme que esta vez, no vas a huir.

Rous se separó ligeramente para mirarla a los ojos.

—Lo prometo.

Y en ese momento supo que, aunque el camino fuera difícil, había dado el primer paso hacia su propia redención. Ahora solo le quedaba encontrar el valor de buscar a Liam… y decirle que estaba lista para luchar por los dos.