Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.
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"Caos Urbano"
Interior – Cocina modesta. El sol entra cálido por la ventana. Lloyd está en la mesa, medio dormido, comiendo cereal directo de la caja. Diana hojea una revista de moda con cara de aburrida. Naeris, de 7 años, está sentada frente a Lloyd con un dibujo en las manos, comiendo con una cuchara gigante.]
Naeris (hablando con la boca llena):
— ¡Mira Lloyd! Dibujé a ti peleando con un dragón… ¡pero el dragón te está ganando!
Lloyd (haciendo una mueca):
— ¡¿Qué?! A ver...
(Toma el dibujo)
— ¡¿Por qué estoy llorando en este dibujo?! ¡Y por qué el dragón tiene mis pantuflas puestas!?
Naeris (orgullosa):
— Porque tus pantuflas son graciosas. Y el dragón es yo.
Diana (sin levantar la vista de la revista):
— Al menos esta vez el dibujo no explota. Ya es progreso.
Naeris (mirando a Diana con cara de reto):
— ¡No explotó! ¡Solo se derritió con jugo de uva la vez pasada!
[En ese momento, el celular de Lloyd vibra. Él lo toma y revisa el mensaje. Es de Camila.]
Lloyd (leyendo en voz baja):
— “Hoy no entrenamos. Papa dijo que descansáramos. Pero... si no haces nada, podríamos salir un rato. —Camila.”
[Lloyd se queda pensativo, mirando el celular. Diana alza una ceja.]
Diana (mirándolo con malicia):
— ¿Camila te invitó a salir sola? ¿Y ya te dio miedo?
Naeris (emocionada):
— ¡Oye Lloyd, ¿es tu novia?! ¡¿Le vas a dar besitos?! ¿Le vas a comprar flores?! ¿¡YA SON NOVIOS!? ¡¡¡¿PUEDO IR?!!!
Lloyd (reaccionando rápido, nervioso):
— ¡NO, no! ¡Nada de eso! Solo... solo me dijo que podíamos salir. ¡Pero no es una cita!
(Empieza a escribir rápido en su celular)
Diana (cruzándose de brazos):
— “No es una cita”, dice, mientras le tiembla la mano. Vas a arruinarlo, tonto.
Lloyd (en voz alta mientras graba un audio):
— [Mensaje de voz] “¡Ey, gente! Hoy Gabriel canceló el entrenamiento. Pero no vamos a quedarnos encerrados, ¿no? Propongo que vayamos al centro, a dar una vuelta o algo. Nos vemos en la plaza a las 12.”
Naeris (entusiasmada mientras dibuja a todos los chicos en una hoja nueva):
— ¡Puedo hacer un cartel del equipo! ¡Nos llamaré… los Guerreros de la Leche con Pan!
Lloyd (confundido):
— ¿¡Qué!? ¡¿Por qué ese nombre!?
Naeris (con total seriedad):
— Porque eso desayunamos... y porque suena épico.
Diana (riendo por lo bajo):
— Es oficial. Tienes una fan club... dirigida por una niña de siete años.
[Lloyd suspira, se recuesta en la silla y se cubre la cara con la caja de cereal. Naeris lo mira feliz mientras termina su dibujo, y Diana simplemente sonríe de lado.]
[Lloyd se levanta de la mesa con su caja de cereal aún en las manos, y cruza hacia la sala. Al llegar, ve a David ya tirado de lado en el sofá, con la televisión encendida pero sin volumen. Tiene audífonos puestos y está viendo un tráiler en su celular, completamente concentrado.]
Lloyd (haciendo espacio a empujones con la cadera):
— Oye, oye, déjame un rincón, mínimo un cojín... que no me he tumbado en toda la mañana.
David (sin apartar la vista del celular):
— ¿Tú? ¿Madrugando? ¿Qué clase de anomalía mágica pasó hoy?
Lloyd (dejándose caer a su lado con un quejido):
— Diana no me dejó dormir. Naeris me gritó que era un dragón llorón. Y creo que una amiga me invitó a salir… pero no fue una cita, ¿ok?
David (arquea una ceja, por fin lo mira):
— Ajá. No fue una cita... pero ya estás peinado, afeitado y oliendo a shampoo de frambuesa.
Lloyd (suspira, se cubre la cara con el cojín):
— ¡No era frambuesa! Era... esencia de luna misteriosa o algo así, ademas ni me e bañado y ni me e peinado.
David (vuelve a su celular, medio riendo):
— Ok, “esencia de luna misteriosa”. Me gusta. Es muy tú.
[Pasan unos segundos en silencio. Lloyd asoma un ojo curioso y ve que David sigue viendo el tráiler de algo.]
Lloyd (interesado):
— ¿Qué ves? ¿Es la nueva actualización de Futbol Zombi Extremo?
David (con tono serio):
— Peor. Minceraft: Renacimiento Total. Mira esto... ahora puedes minar dimensiones con bloques que gritan. Literalmente. Gritan.
Lloyd (fascinado):
— ¿Bloques que gritan? ¿Y para qué sirve eso?
David (entusiasmado):
— Para crear armas que lloran mientras las usas. ¡Y dragones que construyen su propia casa cuando los adoptas!
Lloyd (totalmente metido ahora):
— ¿Y si combinas un dragón constructor con una espada llorona?
David (encogiéndose de hombros):
— Probablemente el juego se buguea y se autodestruye. Pero eso es parte de la experiencia.
Lloyd (con tono épico y cereal aún en la boca):
— Hermano… eso es arte.
[Ambos se quedan mirando el celular. Lloyd cruza los pies en la mesa como si estuviera en un trono, y David ya busca una preventa del juego en su tablet.]
David (suspirando):
— ¿Sabes? Por un segundo pensé que esta semana iba a ser tranquila...
Lloyd (mira el techo con una sonrisa irónica):
— Sí... yo también.
[Ambos siguen tirados en el sofá. David baja el volumen del tráiler de Minceraft y se queda en silencio por unos segundos, como si recordara algo importante.]
David (de pronto, sin mirarlo):
— Oye… ¿y tú sí escuchaste sobre los “héroes” de ayer?
Lloyd (dejando de masticar cereal, finge estar confundido):
— ¿Héroes…? ¿Qué héroes?
David (con tono más animado, girando hacia él):
— Los de las noticias, bro. Unos tipos se enfrentaron a unos criminales en pleno centro comercial. ¡Dicen que usaron fuego, hielo, hasta tierra! ¡Como si fueran... maestros elementales o algo así!
[Lloyd se tensa por un segundo, traga saliva con torpeza.]
Lloyd (sonríe nervioso, sin saber si huir o mentir):
— Aah sí… sí, sí, ya me acordé. Muy loco eso, ¿no? Súper… eh… mágico todo. Qué valientes. Qué responsables. Muy… eh, inspiradores.
David (ríe por lo bajo, se cruza de brazos):
— Inspiradores mis polainas. Uno de ellos—el del traje medio verde ese—salió volando como trapo viejo. ¡Le dejaron la cara como empanada de frijol!
[Lloyd frunce el ceño levemente, bajando la mirada hacia su codo rasguñado.]
Lloyd (molesto, murmurando):
— Bueno… no es tan fácil, ¿sabes? Luchar, proteger gente… intentar que no te vean. No es una película.
David (se gira con curiosidad al notar el tono):
— ¿Y tú cómo sabes todo eso, Sensei de los héroes?
Lloyd (rápido, con voz chillona):
—¡Porque lo vi! ¡Vi el video, igual que tú! Y ya… solo digo que… seguro hicieron lo que pudieron, ¿ok?
[David lo mira por un segundo, como sospechando algo, pero solo se ríe y vuelve al celular.]
David (burlón):
— Tranquilo, defensor de los empanados. A mí me habría dado un infarto nomás de ver el fuego. Lo respeto. Pero igual estuvo muy gracioso cómo el de verde se fue de reversa contra un carro.
[Lloyd se tapa la cara con una almohada, suspirando fuerte.]
Lloyd se incorporó del sofá con un pequeño quejido mientras se estiraba. Sus hombros tronaron un par de veces; todavía le dolían después de la pelea del día anterior. Se pasó la mano por la nuca, despeinándose más de lo que ya estaba.
Lloyd: —Bueno… me voy a cambiar. Camila dijo que nos viéramos en el centro. No quiero llegar… tan desordenado.
David, su primo mayor, seguía recostado en el sillón, con las piernas sobre la mesa y la mirada fija en su tablet. Ni siquiera se molestó en levantar la vista, pero una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.
David: —Ajá… buena suerte con tu cita, Casanova de las empanadas.
Lloyd se detuvo a mitad de camino hacia las escaleras y giró con un puchero en la cara, casi gritando como un niño chiquito.
Lloyd: —¡Que no es una cita! Es… solo que… quiere salir… y… y ya. Además, invité a los demás… no es cita si vamos todos, ¿verdad?
David: —Sí, sí… lo que tú digas, Sensei. Igual, ponte desodorante. Por si acaso.
Lloyd gruñó bajito mientras seguía caminando, rascándose la nuca con torpeza.
Lloyd: —No es una cita… no es una cita… no es una… cita… ugh.
Mientras subía, David permaneció reclinado en el sillón, completamente concentrado en su tablet. En la televisión, que sonaba apenas en volumen bajo, apareció un noticiero con imágenes de un edificio rodeado de humo y patrullas. Un letrero abajo anunciaba:
> Última hora – Robo de alta tecnología en TechNova Industries deja tres heridos. Sospechosos armados con tecnología modificada. Se desconoce su paradero actual.
Pero ninguno de los dos prestó atención a la pantalla. David continuó deslizando su dedo en la tablet con total calma, mientras Lloyd desaparecía escaleras arriba, con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo normal.
Antes de salir, Lloyd y Diana habían pedido permiso a sus padres. Su madre solo suspiró diciendo “Cuídense, no se metan en problemas”, mientras su padre, ocupado arreglando algo en la sala, levantó la mano en señal de aprobación sin mirarlos.
Lloyd caminaba con las manos en los bolsillos, dando pequeños puntapiés a piedritas en la banqueta. A su lado iba Diana, su hermana gemela, balanceando su mochilita negra con parches de bandas de rock, mientras masticaba un chicle con total calma.
Lloyd: —Es bueno no tener que entrenar hoy… mi cuerpo todavía me duele de ayer.
Se sobó el hombro con un gesto de dolor. Diana lo miró de reojo, inflando una burbuja con su chicle hasta que estalló ruidosamente.
Diana: —Yo no me quejo. Nunca me toca hacer nada pesado.
Lloyd: —Sí, ya lo sé… tú tienes la vida fácil.
Diana giró sus ojos hacia él, con esa mirada suya que siempre parecía analizarlo todo.
Diana: —Bueno, es que ayer te agarraron como trapo viejo.
Lloyd: —¡Hey! No digas eso tan normal… duele el orgullo.
Caminaron un poco más en silencio. De pronto, Diana entrecerró los ojos, pensativa.
Diana: —Oye… ¿no crees que Camila se moleste?
Lloyd: —¿Por qué se molestaría?
Diana: —Pues… no sé… el mensaje que te mandó sonaba como si quisiera salir… solo contigo.
Lloyd se detuvo un segundo y miró al cielo, rascándose la cabeza con torpeza.
Lloyd: —Na… no creo… o sea… ella escribe así siempre. Además, le avisé que los demás vendrían también.
Diana lo miró con una expresión de completa incomprensión, como si observara un rompecabezas imposible.
Diana: —Tú no entiendes nada, ¿verdad?
Lloyd no respondió y siguieron caminando. Al llegar al centro, el bullicio de la gente los envolvió de inmediato: vendedores ambulantes ofreciendo jugos frescos, música sonando de algún local, y el calor suave del mediodía cayendo sobre sus cabezas.
Ambos buscaron con la mirada hasta que, frente a una tienda de accesorios, la vieron.
Camila estaba de pie, con su cabello suelto cayéndole en ondas suaves sobre los hombros. Llevaba un vestido ligero morado claro que hacía juego con sus ojos, y parecía distraída viendo su celular.
Lloyd: —¡Camila!
Camila levantó la vista al escucharlo y su expresión se iluminó con una sonrisa amplia… que se desvaneció ligeramente al ver a Diana a su lado.
Camila: —Oh… vino tu hermana…
Lloyd rió nervioso, rascándose la nuca con su típica torpeza.
Lloyd: —Sí… además, invité a los demás para que se unan después.
Diana suspiró bajito y murmuró para sí misma, inflando su chicle de nuevo.
Diana (pensando): —Te lo dije…
Camila desvió la mirada un segundo, respiró hondo y volvió a sonreír, aunque un ligero brillo de decepción persistía en sus ojos.
Camila: —Bueno… está bien. Igual… será divertido.
Y así, los tres se internaron entre la multitud del centro, sin saber que esa mañana tranquila estaba a punto de desmoronarse.
Los tres conversaban tranquilamente frente a una pequeña cafetería, mientras Diana se entretenía mirando su celular y Lloyd intentaba no mirarse tanto las heridas que aún sentía en los brazos.
De pronto, una voz alegre los interrumpió.
Ryan: —¡Hey! ¿Cómo están, tropa?
Lloyd sonrió de inmediato y fue a chocar los cinco con él, dándole un empujón amistoso. Luego levantó la mano hacia Vanessa, quien apenas le dio un toque suave con la palma antes de acomodarse el cabello con indiferencia.
Vanessa: —Vaya, no te ves tan adolorido como decías ayer.
Lloyd: —Eso crees tú… cada vez que respiro siento que me quiebro por dentro.
Ryan soltó una carcajada y le dio un golpecito en la espalda, haciéndolo casi tambalear.
Ryan: —¡Esa es la actitud, maestro esmeralda!
Mientras se reían, se acercaron dos figuras más. Nathan, con sus audífonos colgando del cuello y un vaso de café frío en la mano, y Christian, caminando detrás como una muralla silenciosa, mirando a todos con su expresión neutra.
Nathan: —Bueno, bueno… ya llegó el alma de la fiesta. ¿Qué planes oscuros traman hoy sin mí?
Christian no dijo nada, solo asintió con la cabeza como saludo y se acomodó al lado de Lloyd, cruzándose de brazos.
Camila suspiró con una pequeña sonrisa al verlos a todos reunidos.
Camila: —Bueno… ya estamos completos. ¿Qué quieren hacer?
Ryan se llevó la mano al bolsillo trasero y sacó un billete arrugado, levantándolo como si fuera un tesoro.
Ryan: —Primero, la pregunta más importante… ¿cuánto dinero traen?
Todos comenzaron a buscar en sus bolsillos y mochilas. Lloyd sacó un par de monedas y un billete pequeño, Nathan tenía casi nada además de su café, Vanessa sacó su billetera negra con un movimiento elegante y Christian, como siempre, solo traía su identificación escolar y un billete de emergencia.
Finalmente, Camila abrió su pequeña bolsa celeste y contó rápido sus billetes. Tenía, por mucho, más que todos los demás juntos.
Hubo un silencio incómodo mientras todos la miraban con ojos abiertos.
Nathan: —Bueno, bueno… ¿acaso heredaste un banco y no nos contaste?
Camila rió suavemente, un poco avergonzada, guardando el dinero con rapidez.
Ryan: —Perfecto. Con este presupuesto… propongo ir al cine.
Lloyd: —Oye, eso no está mal. Hace tiempo no vamos.
Vanessa: —¿Al cine… a esta hora?
Se cruzó de brazos, mirando con escepticismo al grupo.
Nathan: —¿Y qué tiene de malo ir al cine a las dos de la tarde? Es hora de descuento, menos gente, más nachos para mí…
Camila se quedó pensando un momento, bajando la mirada como si estuviera organizando algo en su mente, luego los miró con determinación.
Camila: —A mí… a mí me gustaría ir, la verdad.
Todos asintieron rápidamente, motivados por su decisión. Vanessa bufó con suavidad y rodó los ojos, aunque no pudo evitar que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro.
Vanessa: —Aaaay, por dios… qué grupo de idiotas lindos somos.
Y así, entre risas y empujones, comenzaron a caminar hacia la plaza donde estaba el cine, sin imaginar que la tarde relajada que planeaban estaba a punto de volverse caos puro.
Frente al gran banco de la ciudad, una camioneta negra se estacionó con el motor encendido. Las ventanas polarizadas reflejaban el cielo sin revelar nada del interior. Un hombre con gorra oscura miraba desde el asiento del copiloto, revisando su reloj cada pocos segundos.
Mientras tanto, a unas calles, el grupo estaba en el cine, rodeados del olor a palomitas y mantequilla derretida.
Ryan (mirando el menú con desesperación): —¡Ya dije que quiero los nachos grandes con extra queso! ¿Qué parte de “extra queso” no entienden?
Nathan (con una sonrisa burlona): —Bro, el queso no te va a dar poderes de fuego, relájate.
Vanessa (cruzada de brazos, mirándolos con fastidio): —Si siguen discutiendo por comida voy a congelar sus bocas… metafóricamente hablando, claro.
Lloyd (suspirando mientras revisaba combos): —Ya, cálmense… (mira a Camila con un poco de vergüenza) Camila… ¿qué vas a querer?
Camila (sonriendo con dulzura y acercándose a él): —Ven… tú y yo podemos agarrar este combo para compartir. Tiene palomitas grandes, nachos y dos refrescos.
Lloyd la miró un segundo con las mejillas apenas rosadas, pero antes de que respondiera, una voz familiar se metió entre ellos.
Diana (empujándolo un poco por detrás, con cara de falsa indignación): —¿Y a mí no me vas a incluir, hermanito?
Camila (mirándola con una sonrisa forzada, luego suspira rendida): —Bueno… tú también, Diana. Podemos pedir otro refresco extra.
Diana (satisfecha): —Eso pensaba.
Nathan, que los observaba de lejos, soltó una pequeña carcajada.
Nathan: —Qué lindos… parecen familia… bueno, literal son familia. (Mira a Camila con una ceja levantada.) Pero tú, Camila, tienes suerte de aguantar al cabezón este.
Camila (riendo bajito mientras ve a Lloyd): —Ya estoy acostumbrada.
Christian (con su voz grave, hablando por primera vez): —¿Van a tardar mucho?… Se va a llenar la sala.
Vanessa (mirándolo con impaciencia): —Si tienes tanta prisa, ve a apartar los lugares, muro.
Christian la ignoró y comenzó a caminar hacia la sala con las entradas en mano. Vanessa rodó los ojos y caminó detrás de él. Ryan, mientras tanto, se acomodaba sus audífonos colgados en el cuello, hablando para sí mismo.
Ryan: —Extra queso… extra queso… si no le ponen, los demandaré.
Finalmente, después de varios minutos de discusiones, combinaciones y pagos, el grupo estaba listo. Camila suspiró mientras revisaba todas las bandejas y combos que cargaban.
Camila (mirando a todos): —Bueno… ya estamos todos. ¿Listos?
Ryan (sonriendo con emoción): —¡Obvio! Vamos a ver cómo lloran con la película de terror.
Vanessa (bufando con sarcasmo mientras caminaba hacia la sala): —A ver si no terminas llorando tú, drama queen.
Nathan (encogiéndose de hombros mientras seguía a los demás): —Qué tiene de malo llorar… libera toxinas.
Lloyd caminó detrás de Camila y Diana, cargando su refresco y su parte de las palomitas. Mientras entraban a la sala oscura, Diana miró a su hermano con una sonrisita maliciosa.
Diana (en voz baja, casi susurrando): —Por cierto… Camila te miraba muy bonito cuando le dijiste que sí al combo.
Lloyd se sonrojó ligeramente y desvió la mirada, caminando rápido hacia su asiento.
Finalmente, dentro de la sala, Lloyd se sentó al centro, con Camila a su derecha y Diana a su izquierda. Detrás de ellos, Ryan, Nathan, Vanessa y Christian se acomodaban, cada uno con su combo correspondiente.
Mientras la pantalla comenzaba a encenderse, afuera, la camioneta negra seguía estacionada frente al banco, esperando… silenciosa.
La película había terminado hacía unos minutos. Mientras salían de la sala, Ryan, Nathan, Christian y Vanessa no dejaban de comentar cada escena, ignorando por completo a los demás clientes que caminaban molestos a su lado.
Ryan (haciendo sonidos dramáticos mientras estira los brazos): —¡BRO! ¿Viste cuando le arrancó la cabeza al tipo y la aventó al otro monstruo? Fue épico, ¡épico te digo!
Nathan (riendo mientras caminaba hacia atrás, mirando a Ryan): —Sí, pero la escena final estuvo medio floja. O sea… ¿en serio la solución era aventarle agua bendita? Qué cliché.
Vanessa (con su tono frío, mirando su celular mientras caminaba): —La verdadera pesadilla fue escuchar sus comentarios todo el tiempo. Gracias por arruinar la inmersión, idiotas.
Christian (con voz grave, sin mirar a nadie): —Estuvo bien. Mucha sangre… pero bien.
Mientras tanto, Diana caminaba medio dormida, apoyando su cabeza en el hombro de Lloyd con cada paso.
Diana (con voz soñolienta): —No sé cómo pudieron ver algo… yo me quedé dormida en los primeros diez minutos…
Lloyd (sonriendo mientras la sostenía para que no se tropezara): —Sí, me di cuenta… roncabas un poquito.
Camila caminaba junto a Lloyd en silencio, con una mirada perdida que no tenía nada que ver con la película. Finalmente, miró hacia él, dando un pequeño paso para acercarse más.
Camila (con una sonrisa suave): —Oye… ¿recuerdas cuando en secundaria entramos por primera vez?
Lloyd tardó un segundo en reaccionar, parpadeando antes de asentir, con una pequeña risa nerviosa.
Lloyd: —Sí… jaja… recuerdo que entré como dos semanas después de que todos empezaron. No conocía a nadie y sentía que todos me veían como bicho raro…
Camila soltó una risita al recordarlo.
Camila: —Sí… recuerdo que te acercaste a mí en el pasillo y lo único que dijiste fue: “Me siento incómodo.”
Lloyd (bajando la mirada, rascándose la nuca con vergüenza): —Pues… es que todos me miraban raro… en especial ese Josué… siempre me miraba como si le debiera dinero o algo.
Camila (riéndose más fuerte): —¡Jajaja! Sí, Josué era raro… pero tú estabas más raro ese día.
Lloyd (haciendo un puchero, mirando al suelo mientras pateaba una piedrita): —No es gracioso… era mi primer día…
Hubo un pequeño silencio cómodo entre ambos, roto cuando Lloyd la miró con curiosidad.
Lloyd: —Hablando de… ¿cuándo te van a celebrar tus quince años? Ya tiene rato que los cumpliste, ¿no?
Camila bajó la mirada, con una pequeña sonrisa triste.
Camila: —Pues… no sé. Papá dice que ya casi, pero… con todo esto que está pasando… los ladrones, los cristales, los entrenamientos… mis papás los pospusieron. Ya tiene un mes que los cumplí.
Lloyd se quedó callado un segundo, frunciendo el ceño como si pensara en algo muy serio. Finalmente, habló con un tono más suave.
Lloyd: —Bueno… tiene sentido. Pero… seguro te harán algo bonito cuando todo esto termine.
Camila lo miró de reojo, sonriendo con ternura antes de sacudir su cabeza, como si quisiera borrar esa tristeza.
Frente a ellos, Ryan levantó la voz para llamar la atención de todos.
Ryan (mirando un anuncio con un helado gigante): —¡Oigan, miren! Helados de tres bolas por veinte pesos. Vamos… me muero de calor.
Nathan (poniéndose al lado de Ryan mientras sacaba su cartera): —Bro… ese es el mejor precio que he escuchado en mi vida.
Vanessa (rodando los ojos mientras caminaba delante de todos): —Por dios… parecen niños. Pero bueno, un helado no me vendría mal.
Christian no dijo nada, solo siguió caminando detrás de ellos como un guardián silencioso.
Mientras caminaban hacia la nevería, Diana miró a Camila y luego a Lloyd, sonriendo con picardía.
Diana: —Por cierto… no te duermas, Lloyd. Aún tenemos todo el día por delante.
Lloyd la miró sin entender y Camila soltó una risita, empujándolo suavemente del hombro antes de seguir caminando con ella al frente.
Frente al banco principal de la ciudad, la camioneta negra se estacionó bruscamente. De sus puertas laterales salieron seis hombres vestidos con ropa oscura y máscaras extrañas, cada una con símbolos diferentes pintados con pintura blanca fluorescente. Portaban pistolas que parecían más herramientas industriales modificadas que armas normales.
Uno tras otro bajaron con rapidez y corrieron directo hacia la entrada del banco. Finalmente, descendió el último: un hombre más alto que los demás, con una armadura de metal negro con detalles verdes. En su pecho, un núcleo cristalino brillaba con fuerza, pulsando cada pocos segundos. Caminó detrás de ellos, con pasos pesados que resonaban en la acera antes de entrar al banco.
Dentro, los seis asaltantes levantaron sus armas apuntando a todos los presentes.
Líder del robo (gritando con voz distorsionada por un modulador en su máscara): —¡Todos al suelo! ¡Ahora mismo! Esto será rápido si cooperan… ¡MUÉVANSE!
Los cajeros, temblando, comenzaron a sacar fajos de billetes y colocarlos en las mochilas que los ladrones les lanzaban. Los clientes se abrazaban al suelo, algunos llorando en silencio, otros demasiado petrificados para reaccionar.
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Mientras tanto, a unos metros de ahí, en la heladería frente al banco, el ambiente era completamente opuesto. Ryan y Nathan estaban casi a punto de golpearse con sus conos de helado.
Ryan (con un helado de galleta oreo en la mano, mirándolo como si fuera sagrado): —Bro… no puedes decir que el de fresa es mejor. Es… es blasfemia para el universo.
Nathan (con un helado de fresa con chispas de colores, haciendo un gesto dramático): —La fresa es la esencia de la vida, Ryan. Tu oreo empalagoso no tiene el nivel de elegancia de un buen helado de fresa.
Ryan (poniéndose frente a él, alzando su cono): —Retira lo que dijiste… o perderás un ojo.
Nathan (dando un lametazo exagerado a su helado, mirándolo con burla): —Ven por mí, Oreo Boy.
Diana los observaba sentada en la banca de la heladería, comiendo su helado tranquilamente mientras movía las piernas como niña pequeña, completamente entretenida con su vainilla con chispas de chocolate.
Diana (con voz dulce pero burlona): —¿Pueden dejar de actuar como niños de cinco años? Me dan pena ajena…
Mientras tanto, Lloyd estaba sentado comiendo su helado de chicle azul con cara de satisfacción absoluta. Camila se acercó y se sentó junto a él, estirando sus piernas cansada, con su helado de nuez en la mano. Vanessa llegó segundos después, sentándose al otro lado de Lloyd con su típico porte elegante y su helado de limón que comía como si fuera caviar.
Vanessa (mirándolos con una ceja levantada): —Bueno… y ustedes dos… ¿desde cuándo se conocen? Porque en estas semanas me he dado cuenta de que parecen un matrimonio anciano.
Lloyd (mirándola algo confundido y rascándose la nuca antes de responder con su voz algo ronca): —¿Eh? Pues… desde el catecismo… creo. Fue como… hace ocho años, ¿no?
Camila (asintiendo con una sonrisa suave, mirando a Vanessa): —Sí… tenía siete años cuando lo conocí. Él llegó todo callado y asustado ese día… parecía que se iba a desmayar.
Vanessa (arqueando una ceja, mordiéndose el labio con una sonrisa sarcástica): —Bua… y siguen siendo amigos después de tanto. Sorprendente. Normalmente no soporto a la gente más de dos semanas.
Lloyd (mirando a Camila con una pequeña sonrisa, con su voz un poco más baja y suave): —Es… mi mejor amiga. Es como… como una hermana para mí.
En ese momento, Diana, que lamía su helado concentrada, giró bruscamente para mirarlo con una expresión seria de desaprobación.
Diana (con tono frío y directo): —¿Como hermana? ¿Entonces yo qué soy?
Lloyd (poniéndose nervioso, levantando las manos con el helado chorreando un poco): —¡No no no! Tú eres mi hermana de verdad… Camila es como… mi segunda hermana. O tercera… o… ay, no sé.
Camila soltó una pequeña carcajada, divertida por su incomodidad. Vanessa rodó los ojos, dándole un pequeño golpe suave en el hombro.
Vanessa (con sarcasmo elegante): —Tonto.
En ese momento, Christian se acercó a la banca, sin helado, comiéndose un plátano que había comprado en un puesto cercano. Se quedó de pie detrás de ellos, escuchando la conversación sin opinar, como siempre.
Christian (con su voz grave, mirando el banco frente a él): —…El banco tiene movimiento raro.
Nadie le prestó atención en ese momento. Todos estaban demasiado ocupados disfrutando su pequeño descanso… sin saber que, frente a ellos, la verdadera pesadilla apenas comenzaba.
Los chicos caminaban tranquilos por la acera, con los restos de sus conos de helado aún en las manos mientras charlaban. Nathan iba contando un chiste sobre un maestro de química y un pez, Ryan se reía como si fuera el mejor chiste del mundo, Vanessa caminaba revisando su celular con aire indiferente, y Christian iba detrás, serio y observador.
Camila estaba a punto de responderle algo a Nathan cuando, de pronto, notó que Lloyd se había quedado completamente quieto, con la mirada perdida en dirección al banco.
Camila (frunciendo el ceño, deteniéndose a su lado): —¿Lloyd? ¿Qué pasa? ¿Te duele algo…?
Lloyd no respondió de inmediato. Su mirada seguía clavada al frente, sus cejas se fruncieron con fuerza, como si escuchara algo más allá de lo que cualquiera podría oír. Su respiración se volvió más rápida.
De pronto, un BOOM retumbó en toda la calle. El suelo tembló ligeramente y un sonido metálico vibró en el aire. A la distancia, se escucharon gritos.
Christian (con su voz grave, mirando directo al banco mientras se tensaba): —…El banco. Fue en el banco.
Ryan miró hacia el lugar de la explosión y su rostro cambió de su típica sonrisa confiada a una expresión seria y tensa. Vieron cómo varias personas salían corriendo del banco, algunas gritando, otras sujetándose el brazo o la pierna heridas, y un guardia ayudaba a un cajero a salir.
Ryan (tragando saliva, con la voz entrecortada): —Mierda… ¿Qué hacemos? No podemos actuar sin poderes… No tenemos los amuletos.
Nathan apretó los puños, mirando el caos desde su lugar. Su helado ya se había derretido en su mano, pero no parecía importarle.
Nathan (con un tono inusualmente serio, girando hacia ellos): —Carajo… solo Camila y Lloyd tienen poderes propios… Nosotros no… no sin los amuletos.
Camila respiró hondo, mirando a Nathan primero, luego a Ryan, Christian y Vanessa. Sus ojos celestes parecían brillar con determinación mientras apretaba sus labios con fuerza.
Camila (con voz firme y tranquila, pero temblándole un poco las manos): —Escúchenme… los poderes no son los que los hacen especiales. Ustedes… ustedes son los que dan poder a los amuletos. Sin ustedes… esos cristales no serían nada. No necesitan magia para ayudar. Son más que eso.
Vanessa soltó un suspiro cargado de frustración, sin dejar de mirar hacia el banco. Movió su cabello con un gesto rápido, manteniendo su elegancia incluso en ese momento.
Vanessa (con sarcasmo amargo, bajando un poco la mirada): —No es por sonar… mamona… pero… Camila… ni siquiera sabemos pelear bien con poderes. Imagínate ahora sin ellos. Si entramos ahí… podríamos morir.
Lloyd, que había estado en silencio todo el tiempo, respiró hondo, cerró sus ojos un momento y luego los abrió, mostrando un brillo esmeralda intenso en sus pupilas, aunque su poder no se manifestara. Sus manos temblaban un poco, pero su voz salió firme.
Lloyd (mirando a Vanessa y luego a todos, con media sonrisa tonta y su tono de siempre): —Vanessa… Camila tiene razón. Si tenemos miedo ahora… entonces… ¿qué sentido tiene todo esto? No entrenamos solo para lanzar ataques geniales. Entrenamos para proteger. Con poderes o sin ellos.
Diana, que había estado abrazándose a sí misma con los ojos llenos de miedo, lo miró fijamente, con la voz pequeña pero llena de preocupación.
Diana (con un hilo de voz, intentando retenerlo): —Pero… Lloyd… no vayan… no… por favor. Mejor esperen a Gabriel… no vayan a intervenir… podrían… podrían lastimarse…
Lloyd se giró hacia ella, y por primera vez en días, le sonrió con ternura, revolviéndole el cabello de forma protectora.
Lloyd (con voz suave y una pequeña risa nerviosa): —Jaja… eso nunca, Diana. Si algo pasa… corre con Christian. Yo… yo no puedo quedarme sentado viendo.
La miró por un segundo más, antes de girarse nuevamente hacia el banco y comenzar a caminar, con Camila siguiéndolo de inmediato. Ryan suspiró pesadamente, se limpió la mano llena de helado en su pantalón y caminó detrás de ellos.
Ryan (con su típica sonrisa confiada, aunque su voz temblaba un poco): —Bueno… si vamos a morir… mínimo que sea con estilo, ¿no?
Nathan lo siguió, dándole un leve empujón en el hombro.
Nathan (intentando sonar despreocupado, pero con miedo en sus ojos): —Oye, si muero… dile a Danna que… que la molestaba porque me gusta verla enojada.
Ryan (riendo suavemente): —Lo sabía, idiota.
Vanessa los siguió, rodando los ojos, pero con una pequeña sonrisa en el rostro.
Vanessa (con tono arrogante y elegante): —Si alguno de ustedes muere… juro que los mato otra vez.
Christian los observó en silencio un segundo más, antes de ajustar su mochila sobre el hombro y caminar tras ellos sin decir una sola palabra.
Y así, el grupo caminó hacia el peligro… sin magia, sin trajes, sin nada que los protegiera… excepto su valor.
Lloyd llegó corriendo a una pequeña tienda en la esquina, una de esas que vendían de todo: dulces, juguetes baratos y, por suerte, algunas máscaras de plástico para fiestas. Se detuvo un momento, respirando con fuerza, mientras revisaba las estanterías.
Lloyd (con voz baja pero firme, mientras tomaba varias máscaras negras sencillas): —Okey… primero… cuidar nuestra identidad. Si no nos descubren, podremos ayudar sin problemas.
Ryan lo miró con una ceja arqueada mientras elegía su máscara, una con forma de calavera que parecía más de Halloween que de sigilo.
Ryan (poniéndose la máscara y hablando con su tono bromista de siempre): —Suena bien… además, si morimos, al menos no sabrán quién fue el idiota que lo intentó.
Vanessa rodó los ojos, pero se puso una máscara negra elegante que le cubría medio rostro, combinando con su cabello recogido.
Vanessa (con sarcasmo, acomodándose el cabello con dignidad): —Idiota, si morimos, no va a importar si saben quiénes éramos o no.
Nathan se puso una máscara de gato con brillantina y sonrió satisfecho.
Nathan (mirándose en el pequeño espejo del mostrador): —Bueno… al menos moriré con estilo.
Christian no dijo nada. Simplemente tomó una máscara negra normal, la pagó, y salió detrás de los demás con su expresión seria de siempre.
Cuando salieron, todos miraron hacia el banco. A unos metros, vieron al tipo con la armadura extraña. Sus guantes de metal llegaban hasta sus codos y sus botas metálicas cubrían hasta sus rodillas. El pecho estaba protegido con una placa gruesa que brillaba intensamente en el centro, como si albergara algún tipo de núcleo de energía. Estaba organizando bolsas llenas de dinero y ordenando a sus secuaces que las subieran rápido a las camionetas negras estacionadas frente al banco.
Lloyd (respirando hondo mientras analizaba la escena con seriedad, su tono más maduro que de costumbre): —Necesitamos un plan… rápido. ¿Ideas?
Vanessa soltó un bufido y lo miró con su típica mirada altanera.
Vanessa (cruzándose de brazos, con su tono sarcástico de siempre): —¿Y eso qué? ¿Ahora quieres hacer planes como si fuéramos un escuadrón táctico? A ver, Einstein, sorpréndeme.
Ryan dio un paso adelante, mirando al tipo de la armadura con incomodidad.
Ryan (con preocupación, pero intentando sonar relajado): —Ese sujeto se ve… demasiado fuerte. Si vamos directo… nos va a aplastar como cucarachas.
Nathan se acomodó la máscara de gato, mirando hacia el banco mientras pensaba rápido.
Nathan (con voz más seria de lo usual, aunque sin perder su tono despreocupado): —Podríamos distraerlo, o… no sé, entrar por la parte de atrás y sacar a los rehenes primero.
Christian los observaba a todos, con los brazos cruzados y la mirada fija en la camioneta.
Christian (hablando bajo, con su tono grave): —Creo que son los mismos que salieron en las noticias… los que robaron tecnología de… TechNova Industries… esa empresa de armas y prótesis robóticas. Si tienen equipo de ahí… no será fácil.
Camila los miró a todos con decisión, su mirada celeste firme y su voz sonando con autoridad, aunque suave.
Camila (mirando primero a Lloyd y luego a los demás): —Escuchen… Lloyd y yo nos encargaremos del tipo de la armadura. Es obvio que es el más fuerte. Ustedes entren y detengan a los demás antes de que escapen con el dinero. Si logran sacarlos, háganlo rápido y sin pelear demasiado. Su seguridad primero.
Ryan abrió la boca para protestar, con el ceño fruncido detrás de su máscara.
Ryan (con voz cargada de preocupación y molestia): —¡Bien, pero no me gusta que ustedes dos vayan contra el más fuerte! ¡Es una locura!
Nathan asintió rápido, mirando al enorme sujeto metálico.
Nathan (mordiéndose el labio, con su tono de siempre pero ahora tembloroso): —Sí… y más porque no tenemos poderes, Ryan. No estamos en condiciones de pelear con… con ese monstruo.
Ryan parpadeó, mirándolo de reojo.
Ryan (con tono seco, como dándose cuenta de algo obvio): —Ah… pues sí… tienes razón…
Christian asintió una vez, serio.
Christian (con su voz firme, mirando a Camila): —Si no volvemos… dile a mamá que la amo.
Ryan lo miró horrorizado y le dio un golpe suave en el brazo.
Ryan (con voz rápida, entre nervioso y enojado): —¡No digas esas cosas, imbécil! ¡No vamos a morir!
Camila suspiró, aunque sonrió levemente ante el comentario de Christian.
Camila (con firmeza, pero con un tono suave para tranquilizarlos): —Tranquilos… cuando terminemos con el de la armadura, iremos a ayudarlos. Confío en ustedes… confíen también ustedes mismos.
Todos asintieron, incluso Vanessa, aunque con un gesto fastidiado.
Diana, que los había seguido todo el tiempo, miró la escena con los brazos cruzados, dejando escapar un suspiro pesado.
Diana (con sarcasmo mientras los miraba irse): —Uy sí, qué bien… siempre cuidando sus espaldas… y dejándome aquí como su niñera personal.
Pero Lloyd solo sonrió de lado, con esa sonrisa tonta que siempre hacía cuando estaba nervioso, antes de ajustar su máscara y dar el primer paso hacia el peligro.
Lloyd y Camila avanzaban con cautela hasta la entrada del banco. Lloyd se movía pegado a la pared, con respiración controlada pero sus manos temblaban levemente. Camila iba justo detrás, observando cada movimiento del tipo de la armadura, que ahora se había separado unos metros de la puerta mientras acomodaba las bolsas de dinero en la camioneta negra.
Lloyd levantó la mano e hizo una señal rápida. Sus dedos temblaban un poco, pero su mirada era firme. Los chicos al otro lado entendieron de inmediato, y Ryan, Nathan, Vanessa y Christian se deslizaron hacia la entrada del banco como sombras, desapareciendo de su vista.
Camila respiró aliviada un segundo antes de girarse hacia Lloyd y notar su expresión.
Lloyd (hablando en susurros, con un tono que mezclaba emoción y tontería pura): —Okey… mi plan es… lanzarle mi poder de frente… y… vencerlo rápido. Así no le dará tiempo de reaccionar.
Camila parpadeó. Lo miró con esos ojos celestes llenos de determinación y se quedó en silencio unos segundos antes de soltar un suspiro cansado.
Camila (con tono firme pero en un susurro áspero, mientras negaba con la cabeza): —¿En serio, Lloyd? ¿Ese es tu gran plan? Por favor… piensa un poco. ¡No puedes solo lanzarte contra él y ya!
Lloyd encogió los hombros, bajando un poco la mirada, como un niño regañado.
Lloyd (con su voz baja, rascándose la nuca con nerviosismo): —Es que… no se me ocurre nada, Cami… Solo… no quiero que lastime a nadie… ni a ti…
Camila lo miró por unos segundos, sus ojos suavizándose apenas antes de volver a fruncir el ceño con decisión. Se inclinó un poco hacia él, hasta que quedaron casi frente a frente, ocultos detrás de la camioneta mientras escuchaban los pasos pesados del sujeto moviéndose.
Camila (con su voz suave, pero firme y segura, como siempre que tomaba liderazgo): —Escucha, Lloyd. Si vamos a hacer esto… hazlo bien. Tú distráelo. Hazlo enojar, grítale, lánzale algo si quieres. Mientras tanto, yo busco un punto ciego o alguna parte de su armadura que no esté cubierta.
Lloyd la miró, tragando saliva mientras asentía, sus ojos verdes brillando con el reflejo metálico del villano.
Lloyd (intentando sonreír, su tono bajito y tonto como siempre cuando se ponía nervioso): —Hehe… okey… me gusta más tu plan… Eres buena en esto…
Camila giró los ojos, aunque no pudo evitar sonreír apenas.
Camila (con tono suave pero rápido, como dándole ánimos sin querer que lo notara): —Claro que soy buena… y tú también, Lloyd. Solo… confía en mí, ¿sí?
Lloyd (con su sonrisa algo torpe, pero esta vez con determinación en sus ojos): —Siempre confío en ti, Camila.
Se miraron un segundo, escuchando el ruido de las bolsas de dinero y los pasos pesados resonando cada vez más cerca. Camila respiró profundo y asintió. Era momento de actuar.
Camila se quedó agachada junto a la camioneta, con el corazón latiéndole rápido pero la mente enfocada en cada movimiento del enemigo. Mientras tanto, Lloyd respiró hondo, cerró los ojos un segundo y salió de su escondite con pasos decididos, aunque un poco torpes por los nervios.
El hombre de la armadura, que seguía acomodando bolsas de dinero dentro de la camioneta, se giró bruscamente al escuchar las pisadas.
Lloyd (alzando una mano y sonriendo con nerviosismo): —Hola…
Hombre (con voz grave y mecánica desde su casco, apuntándolo con la palma de su guante): —¿Quién eres? ¡Manos arriba ahora mismo!
Lloyd (subiendo las manos con lentitud, hablando con su tono tonto habitual): —Soy… una persona. ¿Qué no ves?
Hombre (gruñendo, claramente irritado): —¡No juegues conmigo! ¡MANOS ARRIBA COMPLETAMENTE!
Lloyd (subiéndolas un poco más, mirando sus propias manos como si no entendiera nada): —Bueno, ya… mira, ya las levanté… ¿feliz?
Hombre (apretando el puño del guante con un sonido metálico): —¿Quién eres y qué haces aquí?
Lloyd (encogiéndose de hombros, con una sonrisita nerviosa): —Pues… solo pasaba por aquí… o… mejor dicho, llegué. ¿Sabes? Caminaba, vi que robabas un banco y dije wow, qué interesante.
Mientras tanto, Camila se movía silenciosa detrás de la camioneta, acercándose poco a poco, agachada, con su mirada fija en el tipo, analizando cada parte de la armadura, buscando puntos débiles.
Hombre (apuntándolo de nuevo, cada vez más molesto): —¡No seas idiota! ¡Deja de hablar y levanta más las manos o te disparo ahora mismo!
Lloyd (mirando el guante y ladeando la cabeza como un cachorro confundido): —¿Dispararme? Eso ni siquiera parece un arma…
Hombre (levantando su mano con firmeza, mostrando el guante metálico que brillaba con un núcleo de energía en la palma): —¿Esto? Esto ES un arma, mocoso.
Lloyd (sonriendo, aún más tonto): —Na… no creo que dispare… parece más como… un calentador de manos o algo así…
Hombre (gruñendo con furia): —¡CÁLLATE!
Camila ya estaba lista, su mano extendida hacia el agua de su botella mientras su otra mano formaba un pequeño círculo defensivo de agua a su alrededor, lista para atacar.
Lloyd dio un paso hacia adelante con una sonrisa aún más grande, intentando provocarlo.
Lloyd (con su voz un poco temblorosa pero con una risa): —Hehe… vamos, grandote… ¿qué vas a hacer con ese calentador, ah?
El hombre rugió con furia y sin dudarlo disparó. Un rayo de energía salió disparado de su guante y golpeó de lleno el escudo de Esencia Esmeralda que Lloyd formó en el último segundo. El impacto fue tan fuerte que Lloyd salió volando varios metros hacia atrás, cayendo con fuerza sobre su espalda, soltando un quejido de dolor mientras su escudo se desvanecía.
Camila (gritando con desesperación mientras se levantaba de golpe): —¡Lloyd!
El hombre se giró rápidamente, sus sensores detectando el movimiento y la fuente de calor cercana. Cuando la vio, su voz salió distorsionada y llena de sorpresa.
Hombre (apuntándola con el otro guante, su tono agresivo y confuso): —¿Pero qué…? ¿Otra niña entrometida?
Camila al ver que había sido descubierta, respiró hondo, sus ojos brillando con determinación. Sin dudarlo, se lanzó hacia adelante con una velocidad impresionante, moviéndose como agua viva entre los huecos de la camioneta y el enemigo.
El hombre de la armadura la observó con su visión digital. En su casco, aparecieron líneas rojas analizando cada movimiento, cada golpe, cada paso de Camila. Con un simple giro de sus brazos metálicos, comenzó a bloquear todos sus ataques, su traje adaptándose rápidamente a su estilo de pelea.
Camila (gruñendo entre dientes mientras lanzaba un golpe directo a su pecho): —¡Maldito… deja de bloquear todo!
Mientras tanto, Lloyd, aún mareado, se apoyaba en el suelo. Con la vista borrosa, parpadeó varias veces hasta que todo volvió a enfocarse. Su respiración era agitada y sentía la espalda adolorida.
Lloyd (con una risa débil mientras se sobaba la cabeza): —Buf… eso… eso fue… increíble… duele, pero fue épico…
Cuando por fin pudo enfocar su vista, vio a Camila peleando sola contra el hombre de la armadura. El corazón le dio un vuelco. Sin pensarlo, se levantó tambaleándose y corrió hacia ellos.
El hombre comenzó a acorralar a Camila con rápidos movimientos mecánicos, sus puños metálicos golpeando el suelo y creando pequeñas grietas a su paso. Camila retrocedió, respirando con dificultad. En ese momento, Lloyd llegó por detrás y con toda la fuerza que pudo reunir, saltó y le dio un puñetazo directo en la cabeza al enemigo.
El golpe resonó en toda la calle como un campanazo metálico.
Todo quedó en silencio. Camila lo miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendida. El hombre giró su cabeza lentamente, sin siquiera moverse un milímetro. Lloyd, en cambio, permaneció firme por un segundo, con su mano aún apoyada sobre el casco del enemigo.
Camila (en shock): —¿Lloyd…?
Hombre (sin emoción, con voz grave): —¿Eso… fue un golpe?
De pronto, el cuerpo de Lloyd comenzó a temblar, su labio inferior se dobló y una lágrima rodó por su mejilla mientras retiraba su mano lentamente. Entonces, como si su cerebro apenas procesara el dolor, cayó de rodillas al suelo y se abrazó la mano con desesperación.
Lloyd (con un grito que salió más como un llanto): —¡¡¿POR QUÉ LO HICEEEEEEEEEE?!! ¡¡ME DUELEEEEEEEE!!
Camila no pudo evitar rodar los ojos, pero su preocupación la hizo reaccionar rápido. Sin perder el ritmo, se lanzó nuevamente contra el hombre de la armadura con un giro de pierna, intentando derribarlo.
El hombre retrocedió un paso sorprendido, analizando la nueva trayectoria de sus ataques. Su visión digital parpadeó con códigos rojos de alerta.
Hombre (con un tono burlón desde su casco): —Eres ágil, niña… pero no lo suficiente.
Sin darle tiempo, sus botas metálicas comenzaron a brillar con un leve resplandor azul. Y en un instante, se impulsó hacia arriba, elevándose varios metros como si fuera impulsado por cohetes, flotando en el aire con un ruido ensordecedor de turbinas.
Camila (cubriéndose del viento, con furia en su voz): —¡Oh, genial… ahora también vuela! ¿Qué más? ¿Láseres en los ojos?
Lloyd, aún en el suelo, levantó la vista con una sonrisa tonta mientras se sujetaba su mano adolorida.
Lloyd (con lágrimas en los ojos y voz temblorosa de dolor): —Je… sería… sería genial… láseres en los ojos… como… como Superman…
Lloyd respiró hondo y apretó los puños. Podía sentir su Esencia Esmeralda fluir como un torrente vivo dentro de su cuerpo. Cerró los ojos un segundo, obligándose a concentrarse, a calmar sus pensamientos dispersos y su dolor punzante en las costillas. Poco a poco, sus manos comenzaron a brillar con un suave resplandor verde mientras su energía se reunía alrededor de sus puños.
Lloyd (con voz decidida): —Camila, cúbrete…
Camila apenas giró el rostro un segundo, sudor corriendo por su frente, antes de saltar hacia un lado. Fue entonces que Lloyd corrió a toda velocidad y, con un grito de esfuerzo, lanzó un puñetazo directo al casco del hombre. El impacto resonó con un golpe sordo, haciendo que el hombre retrocediera varios pasos, sorprendiendo hasta a su sistema de sensores.
Camila (sonriendo con orgullo mientras recuperaba el aliento): —¡Bien hecho, Lloyd… así se hace!
El hombre giró con rapidez, su visor centelleando en rojo. Sin perder tiempo, levantó su brazo derecho y de la palma de su guante surgió un destello azul eléctrico.
Camila (gritando): —¡MUÉVETE!
Pero Lloyd, como siempre, reaccionó tarde. El disparo salió disparado como un rayo de luz y lo impactó directo en el costado. Lloyd soltó un grito de dolor y cayó de rodillas al suelo, respirando agitado.
Lloyd (con voz temblorosa mientras intentaba bromear): —Argh… eso… eso dolió mucho más que el golpe en la cabeza…
Camila, con los ojos llenos de furia, canalizó su energía de agua y lanzó una corriente poderosa contra el enemigo, empapándolo y desbalanceándolo. El hombre dejó de dispararle a Lloyd y la miró, sus sensores vibrando con advertencias rojas. Con un rugido metálico, encendió sus propulsores y voló directo hacia ella, tomándola con fuerza del cuello y levantándola contra la pared de un edificio cercano.
La máscara de Camila se deslizó por su rostro y cayó al suelo con un pequeño golpe seco. El hombre la observó con atención a través de su visor, sus sensores enfocando su rostro juvenil, su respiración agitada, su miedo mezclado con coraje.
Hombre (con voz grave, cargada de duda y confusión): —Pero… tú… eres solo una niña… una… jovencita…
Por un momento, el brazo que la sostenía comenzó a temblar. Con un leve rechinar de metal, la bajó lentamente y la soltó. Camila respiró con dificultad, frotándose el cuello mientras lo miraba sin comprender.
El hombre retrocedió un paso, bajando su brazo. Su visor parpadeó varias veces en amarillo, como si estuviera procesando algo que su programación no le permitía asimilar.
Hombre (con voz suave y cansada): —Perdón… no quería… no quería hacerles daño.
Lloyd, que había logrado ponerse de pie, miró toda la escena con la boca abierta, confundido por completo.
Lloyd (parpadeando con fuerza y hablando atolondrado): —¿Eh…? O sea… ¿qué…? ¿Ahora eres bueno o qué onda?
Camila se agachó para tomar su máscara mientras lo veía con cautela, sus ojos aún serios. Se acercó a Lloyd, colocándose a su lado con postura firme.
Camila (con voz firme pero temblorosa): —Si no quieres hacernos daño… entonces, ¿por qué haces esto? ¿Por qué robar… por qué pelear?
Lloyd levantó un dedo, como si estuviera apoyando su argumento con sabiduría absoluta, y añadió con su tono infantil y honesto:
Lloyd: —Sí… robar es malo… es de villanos de caricatura… ¿no viste Spiderman? Con gran poder viene… algo así…
El hombre los miró en silencio por un segundo, sus ojos ocultos detrás del visor brillante. Finalmente, su voz salió suave, cargada de un cansancio casi humano:
Hombre: —No siempre se hace por malos actos, niños… no todo es tan simple como héroes y villanos…
Lloyd y Camila se miraron el uno al otro, confundidos, con el corazón palpitándoles en los oídos.
Lloyd y Camila (al unísono): —¿Qué…?
Los chicos entraron con rapidez, intentando no hacer ruido. Al fondo, cerca de la bóveda, los cinco ladrones trabajaban apresurados metiendo fajos de billetes en sus mochilas negras. Ryan los observó con atención, frunciendo ligeramente el ceño al notar algo raro.
Ryan (con voz baja, susurrando a Nathan): —Oye… ¿te das cuenta de algo?
Nathan (mirando mientras se acomoda el cabello con flojera): —¿Qué cosa? ¿Que no combinan sus botas con las mochilas?
Ryan (rodando los ojos): —No… ¡que ninguno trae pistola! Solo tienen… esas mochilas… y… un taladro.
Nathan (sonriendo de lado mientras se cruza de brazos): —Bueno… eso nos facilita las cosas, ¿no crees?
Sin decir más, Ryan respiró hondo y caminó hacia la bóveda con total naturalidad. Los ladrones estaban tan concentrados que no lo notaron de inmediato. Nathan lo siguió con su paso despreocupado habitual, silbando suave como si estuviera paseando por un parque.
De pronto, Ryan tomó uno de los fajos de billetes que los ladrones habían dejado junto a la puerta de la bóveda y, sin el menor pudor, lo metió de regreso dentro.
Ladrón 1 (girándose, sorprendido): —¡Eh, tú! ¿Qué rayos haces?
Ryan (mirándolo con su típica sonrisa encantadora): —Ah, nada… solo estoy… acomodando. Se ve muy feo así tirado, bro.
Nathan (riendo suavemente mientras también mete otro fajo): —Sí, relájense… la organización es importante. Danna siempre dice que un lugar ordenado refleja un alma ordenada.
Ladrón 2 (confundido mientras baja la mochila): —¿Qué… qué están haciendo estos idiotas?
En ese momento, Ryan aprovechó el desconcierto y tomó otro paquete de billetes, caminando con total calma y metiéndolo nuevamente en la bóveda.
Ryan (canturreando mientras lo hace): —♪ Uno por aquí… otro por allá… ♪
Los ladrones comenzaron a mirarse entre ellos, completamente sacados de onda. Uno incluso se quitó la máscara para ver si sus ojos no le engañaban.
Nathan (alzando ambos pulgares con su típica actitud coqueta): —Cinco estrellas a su servicio… organizamos atracos y limpiamos su conciencia al mismo tiempo.
Ladrón 3 (frunciendo el ceño y gritando): —¡Basta, idiotas! ¡Dejen eso!
Pero cuando Nathan dejó otro fajo de billetes dentro y Ryan regresó a meter otro más, los ladrones simplemente se quedaron en silencio, mirándolos con la mandíbula floja.
Ryan (encogiéndose de hombros mientras se voltea hacia Nathan): —Oye, bro… ¿vamos por la sexta ronda?
Nathan (mirándolo con una sonrisa divertida): —¿Y por qué no? Total, no tienen pistolas.
Christian, que estaba al fondo vigilando, soltó un leve suspiro y negó con la cabeza. Sus ojos serios mostraban su desaprobación, pero también un atisbo de orgullo por sus amigos.
Christian (en voz baja para sí mismo): —Idiotas… valientes, pero idiotas…
Mientras tanto, Vanessa, con los brazos cruzados y cara de fastidio, murmuró en voz baja sin apartar la vista de los ladrones:
Vanessa: —Si nos matan, al menos morirán haciendo el ridículo… imbéciles.
Ryan seguía metiendo fajos de dinero a la bóveda mientras Nathan le pasaba más billetes con la misma calma con la que repartiría folletos en la calle. Los ladrones se miraban entre sí, completamente confundidos, hasta que uno de ellos perdió la paciencia.
Ladrón 1 (apretando los dientes mientras rebusca algo en su mochila): —¡Ya basta de sus tonterías!
Sacó un arma extraña, negra y plateada, con un núcleo azulado que brillaba con un zumbido leve. Apuntó directamente a Ryan, su mano temblaba ligeramente por la rabia.
Ladrón 1 (gritando): —¡Dije que dejen eso ahí, idiotas!
Ryan se giró con su típica sonrisa burlona y levantó un fajo de billetes frente a su cara como si fuera un abanico.
Ryan (con tono juguetón): —Na… ¿qué me vas a hacer con ese juguetito? ¿Dispararme confeti?
Nathan (entre risas, dándole un codazo suave a Ryan): —Cuidado, bro, igual te convierte en rana o algo…
El ladrón gruñó con furia, sus ojos se oscurecieron detrás de la máscara y, sin dudarlo, apretó el gatillo. Un rayo azulado salió disparado hacia Ryan, quien apenas alcanzó a tirarse al suelo de forma torpe pero efectiva.
Ryan (desde el suelo con los ojos abiertos como platos): —¡NO MAMES…!
El rayo impactó directamente en la puerta de acero de la bóveda. En un estruendo metálico que retumbó en todo el banco, la puerta se destrozó como si hubiera sido de papel, dejando un agujero gigante que dejaba ver el interior con claridad. Trozos de metal salieron volando y se incrustaron en las paredes y el suelo.
Desde un rincón, agachada tras un escritorio, Vanessa observaba la escena con frialdad y su ceja arqueada de forma elegante.
Vanessa (con voz baja y un suspiro cansado): —Genial… esto se va a poner feo. Típico… los idiotas la arruinan todo.
Nathan ayudó a Ryan a levantarse mientras ambos veían el agujero gigante con la boca abierta.
Nathan (tratando de sonar relajado pero con un tono tembloroso): —Bueno… al menos… ya no tendrán problemas para abrir la bóveda…
Ryan (sacudiéndose el polvo de la ropa, nervioso pero aún sonriendo): —Sí… pero ahora el problema somos nosotros, ¿verdad?
Christian, quien seguía vigilando desde atrás con su postura firme y brazos cruzados, observó la escena en completo silencio. Solo cerró los ojos un momento, respiró hondo y murmuró:
Christian (voz baja, casi inaudible): —Idiotas valientes…
Lloyd se mantuvo firme, su respiración algo agitada mientras aún concentraba la Esencia Esmeralda en su interior, intentando no perder el enfoque. Observó al hombre dentro del traje y frunció el ceño con confusión.
Lloyd (inclinando un poco la cabeza, serio y directo): —A ver… explíquese bien… ¿de qué habla? ¿Por qué dice que no es malo?
El hombre bajó la mirada un segundo, como si las palabras le pesaran más que la armadura metálica que cargaba. Su voz salió distorsionada por el modulador.
Hombre (voz grave, temblorosa): —Yo… yo no hago esto porque sea una mala persona… lo hago porque… lo necesito.
Camila respiró hondo, manteniendo su guardia alta mientras observaba sus movimientos con desconfianza. Su voz sonó suave pero firme.
Camila: —¿Entonces por qué no me atacaste cuando tuviste la oportunidad…?
El hombre dudó un momento. Sus manos metálicas temblaron levemente antes de que, con un movimiento lento, se quitara la máscara de metal que cubría su rostro. Bajo ella, había un hombre de unos cuarenta años, ojeroso, con barba descuidada y unas profundas arrugas de preocupación en la frente.
Hombre (mirando directamente a Camila, con ojos enrojecidos): —Porque… me recordaste a mis hijas…
Lloyd parpadeó, confundido, su expresión endureciéndose pero reflejando su genuina torpeza emocional.
Lloyd (con un tono entre molesto y confundido): —…Sigo sin entender nada. ¿Por qué estás robando entonces?
Camila giró la cabeza hacia él, con esa expresión de “en serio, Lloyd…”, suspirando suavemente mientras bajaba un poco su guardia para mirar al hombre con compasión.
Hombre (inspirando hondo, su voz se quebraba levemente): —Me… me llamo Jonathan. Antes… bueno, antes era ingeniero en mecatrónica en TechNova Industries.
Camila y Lloyd se miraron rápidamente, sorprendidos.
Camila (con su tono cálido pero serio): —¿Ingeniero? Pero… esa empresa paga bien… más a los ingenieros. ¿Por qué estás aquí haciendo esto…?
El hombre rió amargamente, bajando la mirada al suelo metálico de su traje mientras sus manos se tensaban con impotencia.
Jonathan (con los ojos cristalinos, su voz temblaba): —Sí… me pagaban bien… pero después de que mi equipo y yo logramos un gran avance en un proyecto… nos despidieron a todos. Se quedaron con el proyecto y nos dejaron sin nada… Como si nunca hubiéramos existido.
Lloyd (frunciendo el ceño con fuerza, su tono lleno de incredulidad): —Eso… no explica por qué robaste la tecnología.
Jonathan lo miró directo a los ojos, con una mezcla de dolor y orgullo quebrado.
Jonathan (voz grave, cargada de rencor y tristeza): —La robé… porque es mía. Este traje… lo inventé yo. Pero me despidieron antes de poder patentar nada. Perdí mi casa, mi nombre… y cuando mi esposa enfermó… gasté todo mi dinero en tratar de salvarla. Todo. Al final… ella murió… y ahora… no puedo conseguir ningún trabajo digno. Robar es lo único que me queda para darle algo a mis hijas… no es por gusto. Es porque no tengo otra opción.
Camila sintió su pecho hacerse pequeño, sus ojos brillaron con un atisbo de lágrimas que no dejó salir. Dio un paso hacia Jonathan, bajando su guardia por completo.
Camila (voz suave, rota por la compasión): —Lo… lo siento mucho…
Lloyd, en cambio, se quedó mirando con una expresión completamente confundida, con el ceño fruncido y la boca entreabierta.
Lloyd (rascándose la nuca, con su tono tonto pero genuino): —…¿Entonces… no eres un villano-villano…?
Camila lo miró de reojo con un suspiro largo, casi divertida ante su torpeza, mientras Jonathan bajaba la mirada con una tristeza infinita reflejada en sus ojos.
Camila dio un pequeño paso al frente, con su mirada fija en el rostro cansado y envejecido de Jonathan. Sus ojos se llenaban de un brillo suave de compasión.
Camila (voz dulce, con un nudo en la garganta): —…¿Cuántos años tienen tus hijas…?
Jonathan bajó la mirada, evitando sus ojos por un segundo antes de responder con un tono casi roto.
Jonathan (voz temblorosa): —La mayor… tiene diez… y la pequeña… cinco años…
Camila sintió su pecho oprimirse de tristeza. Sus labios temblaron ligeramente antes de hablar, su voz cargada de emoción genuina.
Camila (con un leve susurro, su tono cálido): —No… no tienes que hacer esto. Podemos… podemos ayudarte… de alguna forma.
Jonathan soltó una risa amarga mientras negaba con la cabeza y su expresión endurecía. Su voz volvió a ser fría, como protegiéndose de la compasión.
Jonathan (serio, firme, con rencor contenido): —¿Ayudarme… con qué…? Son solo unos niños… ustedes… todavía no entienden cómo funciona el mundo real…
Jonathan se volvió a colocar su máscara metálica con movimientos pesados y automáticos, como si se cerrara a cualquier sentimiento. Lloyd dio un paso al frente, su voz salió apresurada y cargada de su típica torpeza pero con determinación.
Lloyd (levantando su mano hacia él, con su voz un poco rota): —¡No… espera! ¡Sí podemos ayudarte! ¡No… no tienes que hacer esto…!
Camila giró rápidamente su rostro hacia Lloyd, su mirada reflejaba preocupación y miedo.
Camila (voz baja y apresurada): —Lloyd… no lo hagas…
Jonathan (voz metálica, pero cargada de un dolor reprimido): —No quiero… no quiero lastimarlos… Pero esto… esto lo tengo que hacer. Y si intentan detenerme… no los voy a dejar.
Jonathan activó sus propulsores. Un rugido metálico llenó el callejón mientras se elevaba lentamente, sus botas expulsaban energía azulada que iluminaba la camioneta debajo de él. Comenzó a levantarse sobre la camioneta, que temblaba con el peso del dinero y los propulsores encendidos.
Camila (gritando, con su voz quebrada por la urgencia): —¡No… espere! ¡No lo haga!
Jonathan ignoró su súplica y siguió elevándose. Lloyd cerró los ojos con fuerza, respiró profundamente mientras sentía la Esencia Esmeralda recorrer sus venas, y alzó sus manos frente a él con una concentración intensa.
Lloyd (en su mente, con esfuerzo): —…Concéntrate Lloyd… tú puedes… tú puedes…
Poco a poco, su Esencia comenzó a brillar en sus manos y se materializó en forma de unas largas tiras esmeralda que vibraban como si fueran sogas vivientes. Su frente sudaba por el esfuerzo.
Lloyd (gritando mientras lanzaba las sogas hacia las botas del traje de Jonathan): —¡No te vas a ir tan fácil…!
Las sogas verdes se enredaron firmemente en las piernas metálicas del traje. Jonathan giró su cabeza hacia atrás, su voz salió como un rugido distorsionado.
Jonathan (gritando con enojo y desesperación): —¡No se entrometan…!
Liberó más energía de sus propulsores. El impulso fue tan fuerte que Lloyd, a pesar de sostener las sogas con toda su fuerza, comenzó a elevarse con él, sus pies arrastrándose por el suelo antes de despegar completamente.
Camila corrió hacia él con los ojos muy abiertos, intentando ayudarlo, pero cuando sujetó a Lloyd, también fue arrastrada hacia arriba junto a la camioneta y Jonathan.
Camila (con pánico mientras era jalada): —¡Lloyd… suéltalo…!
Lloyd (con su típica voz rota, pero decidido): —¡No… no… no puedo… si lo suelto… se va…!
Ambos comenzaron a elevarse por los aires junto a Jonathan y la camioneta robada, mientras abajo, en la calle central, Diana alzaba la vista con total asombro y terror.
Diana (gritando a la distancia, con un tono de puro shock): —¡¿Pero qué CARAJOS está pasando…?!
Camila sintió cómo el viento frío le azotaba el rostro mientras subían cada vez más alto. La ciudad comenzaba a verse pequeña debajo de ellos, y su corazón latía con fuerza descontrolada. Sin pensarlo, escaló con torpeza por la pierna de Lloyd, aferrándose a su cintura hasta terminar abrazándolo con fuerza por el pecho, enterrando su rostro en su espalda.
Camila (voz temblorosa, al borde del pánico): —¡No… no me dejes caer… Lloyd… por favor…!
Lloyd, con los ojos cerrados, sudaba frío mientras apretaba los dientes, intentando concentrarse en mantener activa su Esencia Esmeralda. Su voz salió entrecortada y cargada de su clásica torpeza mezclada con preocupación.
Lloyd (hablando rápido, con el ceño fruncido de concentración): —Si… si no quieres que nos caigamos… no… no me hagas perder la concentración, Camila… Recuerda que… que todavía no controlo bien mi poder…
Camila sintió que la sangre se le helaba por completo ante esas palabras. Tragó saliva y se aferró más fuerte a él, temblando mientras sentía sus propios brazos entumecerse.
Camila (gritando con desesperación mientras miraba a Jonathan): —¡Por favor… Jonathan… no lo hagas…! ¡Sé que puedes encontrar otra manera… no tienes que hacer esto…!
Jonathan, sin mirarlos, mantuvo la vista al frente mientras sus propulsores rugían con más potencia. Su voz, filtrada por su máscara metálica, sonaba lejana y cargada de resignación.
Jonathan (tono grave, lleno de un dolor silencioso): —No… no habrá otra manera…
De pronto, sus propulsores liberaron un impulso aún más fuerte, y su ascenso se aceleró bruscamente. Lloyd y Camila sintieron cómo el viento les cortaba la piel mientras subían de 15 metros a casi 60 metros de altura en cuestión de segundos.
Lloyd (gritando, con los ojos cerrados mientras la presión del viento lo abrumaba): —¡Nonononono… esto no está bien…!
Sin embargo, la concentración de Lloyd terminó quebrándose ante la presión y el miedo. Su Esencia Esmeralda titiló como una luz moribunda, y de pronto, con un chispazo, las sogas de Esencia se rompieron y se desvanecieron en el aire.
Camila sintió su estómago retorcerse de terror cuando el peso los jaló hacia abajo, y gritó con todas sus fuerzas mientras sus uñas se clavaban en la ropa de Lloyd.
Camila (con un grito desgarrado y lleno de miedo): —¡LLOYYYYDDDD…!
Lloyd abrió los ojos de golpe, el viento le golpeaba el rostro con violencia mientras caían en picada. Su mente era un caos, pero en su instinto más puro y protector, gritó con fuerza mientras intentaba concentrar cada partícula de Esencia en sus manos.
Lloyd (gritando con desesperación mientras el aire le cortaba la voz): —¡No… no… no… no… vamos… vamos…!
Con un último empujón de voluntad, materializó en su mano derecha una espada larga de Esencia Esmeralda, que vibraba con un brillo casi cegador. Sin pensarlo, la clavó con todas sus fuerzas contra la pared de un edificio por el que pasaban, generando un chillido metálico y chispas verdes mientras la espada rasgaba el concreto y frenaba su caída poco a poco.
Cuando finalmente se detuvieron, Lloyd estaba jadeando con fuerza, su brazo derecho temblaba mientras sostenía la espada clavada en la pared. Camila lo abrazaba con tanta fuerza que sus dedos se habían entumecido. Ambos colgaban aún a unos 35 metros del suelo.
Camila (su voz rota, con lágrimas que le caían por la barbilla mientras miraba el suelo debajo): —Lloyd…
Lloyd (con los ojos cerrados y el rostro pálido, su voz temblorosa con su típica torpeza): —Solo… solo no… no me hagas mirar abajo… por favor…
La espada de Esencia Esmeralda que sostenía a Lloyd y Camila comenzó a titilar con destellos intermitentes. El sudor le corría por la frente a Lloyd mientras apretaba los dientes, tratando de no mirar hacia abajo.
Lloyd (con voz temblorosa, tratando de sonar fuerte aunque su tono era débil): —No… no llores Camila… tú… tú siempre me mostraste que era una persona valiente… Así que… demuéstramelo aquí… ¿sí?
Camila lo miró, sus ojos llenos de lágrimas que amenazaban con salir sin control. Por un momento, su respiración se detuvo y solo escuchó el latido de su corazón, rápido y doloroso. Con un pequeño temblor en la voz, se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
Camila (con un suspiro entrecortado, intentando calmar su llanto): —E-está… está bien… Lloyd…
Con cuidado, giró su rostro y miró hacia abajo. Su estómago dio un vuelco cuando la altura la mareó, pero cerró los ojos con fuerza, inspiró y exhaló lentamente. Tenía que encontrar una solución.
De pronto, sus ojos se enfocaron en una fuente de agua grande ubicada frente a un pequeño terrario decorativo del tamaño de un cuarto, junto a un edificio cercano. Una chispa de esperanza se encendió en su pecho.
Camila (gritando con determinación mientras se aferraba a Lloyd): —¡Creo que sé cómo salir de esto…!
Lloyd (con los ojos cerrados, tenso, su voz un susurro urgente): —Sí… sí… que sea rápido… porque no sé cuánto más aguante esto…
Camila comenzó a concentrarse, extendiendo sus manos con esfuerzo hacia la fuente. Sus dedos temblaban mientras sentía la presión del viento y el miedo punzándole el pecho. Lentamente, el agua comenzó a moverse, fluyendo y subiendo en forma de un largo y ondulante río hacia ellos.
Pero antes de que pudiera terminar, la espada de Lloyd parpadeó intensamente y desapareció un segundo. El peso los jaló en caída libre, pero Lloyd, con un grito de pura desesperación, logró recrear otra espada de Esencia Esmeralda, clavándola nuevamente en la pared con un sonido metálico chirriante.
Lloyd (jadeando, su voz quebrada mientras apretaba los dientes): —¡Rápido… Camila… no puedo… no puedo sostenernos mucho más…!
Camila, con el corazón a punto de estallar, respiró profundo y se concentró de nuevo, moviendo el agua con todas sus fuerzas hasta llenar por completo el terrario. Su visión se nublaba por el esfuerzo y las lágrimas, pero no se detuvo.
Camila (con la voz quebrada, pero llena de determinación): —Aguanta… Lloyd… ya casi…
Justo cuando terminó de llenar el terrario con el agua, la espada de Esencia Esmeralda se desvaneció completamente en un destello verde. Ambos comenzaron a caer en picada.
El tiempo pareció volverse lento. Camila gritó, separándose de Lloyd por la fuerza de la caída, pero antes de que pudiera alejarse demasiado, Lloyd abrió los ojos de golpe, su instinto protector estalló y, sin pensar, la tomó de la mano y tiró de ella hacia él, abrazándola con fuerza contra su pecho.
Con un último esfuerzo, Lloyd concentró su Esencia en un delgado rayo que brillaba a su alrededor, usándolo para girar su cuerpo y colocar a Camila en la posición justa sobre él, protegiéndola mientras caían directamente al terrario lleno de agua.
Lloyd (con un grito cargado de miedo, valentía y su típica torpeza mientras el viento les golpeaba el rostro): —¡Sujétate fuerte… que… que no tengo idea si esto funcionará…!
PUM.
Los dos cuerpos caen pesadamente en el terrario. El agua salpica hacia todos lados.
Camila es la primera en asomar su cabeza, tosiendo y empapada. Sus cabellos se le pegan al rostro mientras busca desesperada dónde apoyarse.
—¡Funcionó...! —susurra entre jadeos, con la voz temblorosa pero aliviada—. Funcionó...
Lloyd emerge detrás de ella, empujando el agua con fuerza para tomar aire. Su respiración es agitada, pero en su rostro aparece esa sonrisa tonta y orgullosa que tanto lo caracteriza.
—¡JA! ¡Viste eso! —ríe, salpicándola sin querer mientras sacude su cabello verde oscuro—. Mi poder es increíble… aunque, bueno… también es un caos completo… casi nos mata… —Se detiene un segundo, mirándola con los ojos entrecerrados y con esa chispa de niño orgulloso—. Pero admitelo, Camila… se vio genial, ¿verdad?
Camila suelta una risita nerviosa mientras se arrastra fuera del agua, sus manos hundiéndose en la tierra húmeda del terrario.
—Sí… sí se vio genial… aunque pensé que moríamos —le contesta, con la voz quebrada por la risa y el miedo aún clavado en su pecho. Mira el suelo, mojada y llena de lodo, pero sonríe suavemente—. Ay… tierra firme… nunca había estado tan feliz de verte…
De pronto, escuchan un grito agudo y alterado.
—¡¡¿PERO QUÉ CARAJOS?!!
Diana aparece en la entrada, sus ojos enormes y brillantes de confusión y furia al verlos chorreando y embarrados. Sus manos tiemblan de los nervios mientras señala al agua que aún gotea de sus ropas.
—¡¿ESTABAN VOLANDO… Y AHORA ESTÁN MOJADOS… EN UN TERRARIO?! ¿QUÉ RAYOS LES PASA?
Camila no puede evitar reír. Su cuerpo aún tiembla, pero la risa sale suave y rota.
—Jajaja… hola Diana…
Lloyd se recuesta de espaldas sobre la tierra, respirando agitado con una sonrisa torcida en sus labios.
—Mi poder… —dice con la voz baja y casi maravillada— es increíble… pero… tan… tan complejo… ugh… siento que me va a explotar la cabeza…
Diana suspira con fuerza, sus hombros subiendo y bajando rápidamente. Aún temblando de la ira y el alivio, frunce el ceño mientras observa a su hermano.
—Sí… qué bien… hermano… —gruñe con sarcasmo—. PERO, POR SI NO LO NOTAN… YA NO TIENEN SUS MÁSCARAS. ¡Y MUCHAS PERSONAS VIENEN HACIA AQUÍ!
Ambos reaccionan de inmediato. Lloyd se incorpora de golpe, y Camila se pone de pie con torpeza mientras el agua gotea de su ropa. Se miran con ojos aterrados antes de lanzarse a correr junto a Diana, saliendo del terrario lo más rápido que pueden.
Llegan a un callejón cercano, ocultándose entre botes de basura y sombras húmedas. Lloyd se deja caer contra la pared, riendo a carcajadas mientras toma aire, sin importarle que está empapado y cubierto de lodo.
—Jajajaja… ¡Viste cómo volamos! ¡Casi rompo todo el suelo con ese impulso! —dice emocionado, golpeando su propia frente con suavidad—. Ay… pero… qué mareo…
Camila lo mira, primero con reproche y luego con una pequeña sonrisa cansada. Su cuerpo sigue temblando mientras se abraza a sí misma, respirando agitadamente.
—Lloyd… casi… casi nos matas… —le dice, con un tono entre regaño y alivio, mientras se le escapa otra risita—. Pero… admito que… fue… fue increíble…
Diana los observa con los brazos cruzados, empapada también por las salpicaduras. Su expresión es de absoluta incredulidad mientras niega lentamente con la cabeza.
—No puedo creerlo… —murmura, mirándolos con severidad—. Estuvieron a punto de morir… y ustedes dos… se están riendo como idiotas…
Camila se limpia las lágrimas de los ojos, respirando con dificultad.
—Es… es mejor reír que llorar… ¿no…?
Lloyd la mira, y por un segundo su sonrisa se suaviza. Luego vuelve a reír bajito, bajando la cabeza para no mirarlas de frente, mientras Diana suspira con un gesto derrotado.
Así, empapados, temblorosos y riendo como niños, los tres permanecen ocultos en el callejón, sabiendo que apenas habían sobrevivido… pero juntos.
El ambiente dentro del banco estaba lleno de tensión. Ryan, Nathan, Vanessa y Christian respiraban agitadamente, cubiertos de polvo, mientras los cinco ladrones restantes cargaban bolsas de dinero con prisa, apuntándolos con armas de energía que brillaban con luces rojas y azules.
Vanessa (mordiéndose el labio con frustración, su voz baja y fría): —¿Qué hacemos ahora…? Esos tipos tienen armas que ni entiendo… y nosotros no tenemos nada.
Ryan (arqueando una ceja, agarrando un palo roto del suelo con confianza tonta): —Seguimos peleando. Si vamos a perder, al menos que sea con estilo.
Nathan (burlón y relajado, pero tragando saliva con nerviosismo): —Con estilo dice… sí, bueno… ¿y si mejor los invitamos a un café y hablamos de sus traumas de infancia…? Porque no sé tú, Ryan, pero no quiero morir hoy.
Christian, en silencio, se adelantó con el cuerpo firme, levantando sus puños con una mirada seria, sus ojos enfocados en protegerlos aunque no tuviera un plan claro.
Los ladrones los miraban con una mezcla de molestia y burla. Uno de ellos, alto y de barba descuidada, frunció el ceño mientras colocaba otra bolsa con brusquedad.
Ladrón barbón (exasperado): —¡Ya basta de payasadas, niños…! —resopló y en ese momento, un ladrón al fondo recibió un mensaje en su auricular y gritó:
Ladrón de gorra: —¡Cambio de plan! ¡Rápido, junten el dinero en la ubicación marcada!
Todos los ladrones comenzaron a arrastrar las bolsas hacia un punto específico bajo un tragaluz del techo del banco. Ryan y Nathan se miraron por un segundo, y sin pensarlo mucho, se lanzaron a tratar de detenerlos.
Ryan (gritando mientras empujaba una bolsa hacia atrás): —¡Oigan, esto no es de ustedes, idiotas…!
Nathan (jalando otra bolsa con fuerza mientras sudaba de miedo y reía nervioso): —¡Sí, mejor gasten su vida en cosas útiles como… no sé, terapia o algo…!
Los ladrones, hartos de sus interrupciones, levantaron sus armas para apuntarles, pero antes de que dispararan, un estruendo metálico retumbó en todo el banco. El cristal del tragaluz se rompió en mil pedazos y un hombre en armadura negra descendió como un meteorito, haciendo que todo el suelo vibrara.
PUUUMM
Ryan (con los ojos abiertos de par en par, su voz aguda por el susto): —¡¿Qué demonios fue eso…?!
Sin dudarlo, Ryan y Nathan se lanzaron contra él, pero el hombre en armadura levantó su brazo y disparó dos ráfagas de energía que los empujaron con fuerza contra la pared. Ambos cayeron al suelo, aturdidos, mientras Christian dio un paso adelante para protegerlos, y Vanessa apretó los puños con frustración.
Jonathan (con un tono seco pero casi paternal, girando su rostro hacia los ladrones): —No los lastimen seriamente. Son… solo niños.
Los ladrones se miraron entre sí, confusos por la orden, pero asintieron y continuaron su trabajo. Sacaron unas placas de metal y comenzaron a colocarlas alrededor de todas las bolsas de dinero. Las placas se encendieron con un resplandor azulado, formando un campo de fuerza que rodeaba el botín.
Vanessa (con un suspiro cargado de enojo y sarcasmo, susurrando mientras miraba a los policías acercarse desde afuera): —Claro… la policía llega cuando ya está todo perdido… típico.
Ryan, tambaleándose mientras se levantaba, miró con impotencia cómo los ladrones preparaban todo para irse.
Ryan (escupiendo un poco de sangre de su labio roto, con una media sonrisa triste): —Genial… ahora sí… oficialmente soy un héroe fracasado.
Uno de los ladrones levantó su arma para apuntarles y detenerlos, pero Jonathan extendió su mano, deteniéndolo con firmeza.
Jonathan (con voz grave y mirada seria desde dentro de su casco): —Déjalos ir. No tienen nada que ver con esto.
Los chicos retrocedieron con cautela, sabiendo que no podían hacer más. Las placas en el suelo se iluminaron aún más, y Jonathan activó unos cables de su traje que se adhirieron al campo de fuerza. Con un rugido metálico de sus propulsores, levantó todo el botín y a sus hombres, elevándose por el tragaluz mientras los policías irrumpían, solo para ver cómo se escapaban por los aires.
Nathan (viendo hacia arriba, con un tono derrotado y burlón al mismo tiempo): —Bueno… al menos aprendimos algo hoy… no podemos contra Ironman versión pobre.
Christian permaneció callado, su expresión tensa, con el puño cerrado de pura frustración. Vanessa se giró, cruzándose de brazos, su ceño fruncido con rabia contenida.
Vanessa (en voz baja, con frialdad y amargura): —Esto… no se va a quedar así.
Los policías solo pudieron mirar con frustración cómo los ladrones se alejaban por los cielos. Entre patrullas y sirenas, Ryan, Nathan, Vanessa y Christian salieron del banco cabizbajos, con el polvo en sus ropas y moretones en sus brazos.
Caminaron unos metros por la calle hasta que, doblando la esquina, se toparon con Lloyd, Camila y Diana, que venían corriendo hacia ellos.
Ryan (alzando los brazos con desesperación, con el ceño fruncido): —¡¿Dónde carajos estaban ustedes tres?! ¿¡Acaso estaban comprando donas mientras nosotros casi moríamos allá adentro!?
Lloyd (rascándose la nuca con torpeza, evitando su mirada mientras reía nervioso): —Ah… pues… je… estábamos… volando…
Nathan (con su típica sonrisa confiada, pero con un leve temblor de cansancio): —Volando dice… ¿por qué no me sorprende viniendo de ti, Esmeralda Boy?
Vanessa (con su tono frío, mirándolos con reproche mientras se cruzaba de brazos): —Se escaparon con el dinero. Todo fue un fracaso… —dio un suspiro, cerrando los ojos con molestia—. Y lo peor es que ni siquiera tenían entrenamiento formal… fuimos humillados por ladrones de barrio.
Camila (con voz suave, pero firme, mirando a Vanessa directamente): —Lo sabemos, Vanessa… pero… —bajó la mirada, recordando a Jonathan y sus palabras— no creo que el dinero sea usado para algo malo… no completamente.
Nathan (arqueando una ceja, su tono bromista pero con un toque serio al final): —¿Y cómo sabes eso, princesa acuática? ¿Acaso viste su certificado de “ladrón con corazón de oro”?
Camila (respiró profundo y los miró a todos con su serenidad acostumbrada): —Simplemente… lo sé. No puedo explicarlo, pero… hay personas que no eligen estas vidas porque quieran.
Hubo un breve silencio. Christian, siempre callado, los miraba con su ceño ligeramente fruncido. Dio un paso al frente y posó su mano con cuidado sobre el hombro de Ryan, como si quisiera calmar su enojo.
Christian (voz baja, firme, casi un susurro): —…Hicimos lo que pudimos. No somos héroes aún.
Ryan (chocando su puño con el de Christian, suspirando y forzando una sonrisa cansada): —Sí… supongo que sí… pero algún día vamos a patearles el trasero a esos tipos, te lo prometo.
Vanessa (girando su rostro con desprecio, murmurando con sarcasmo mientras miraba hacia otro lado): —Si es que para entonces no te has matado jugando al valiente…
Diana, que hasta ahora había estado callada, dio un paso adelante con lágrimas contenidas en sus ojos, mirando a su hermano mayor.
Diana (voz temblorosa, pero tratando de sonar alegre): —Lloyd… ¿estás bien? Te vi volando… y cayendo… y casi me da un infarto…
Lloyd (le revolvió el cabello con ternura, sonriendo de lado mientras miraba su mano con seriedad): —Sí… estoy bien, enana. —Luego bajó la mirada a su mano, sus dedos temblaban levemente mientras pensaba en lo sucedido—. Pero… necesito dominar mejor mi poder… si no… la próxima vez… no voy a poder protegerlos.
El grupo se quedó en silencio, mirando cómo las sirenas de la policía iluminaban la noche, llenos de golpes, cansancio, miedo y frustración. Pero, aún así, todos sintieron lo mismo en su interior: esa chispa que arde cuando sabes que tienes que volverte más fuerte.
[FIN DEL EPISODIO]