"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Veintitrés
¡Y Disney hizo su magia!
Anthony, feliz por cumplirse su sueño. Antonio, más tranquilo al ver que su bruja había vuelto a ser un poco la misma de antes, solo un poquito, pero para él eso es ganancia. Lydia, más relajada; esta semana en familia es lo que ella necesitaba y al menos tenía la certeza de que Dominic ya no es una amenaza. Solo quedaba su tío Robert y la bruja de su madre. Aun así, Orlando seguía cada paso que ellos daban. Y Marina, ay, Marina es más bruja que todas las brujas juntas. Ella, ya en conspiración con San Antonio y su niño, trazó un plan.
Esa noche, después de visitar el castillo de la Cenicienta, llegaron exhaustos. Comieron unos emparedados y se dispusieron a dormir.
Antonio iba a usar el sofá de la habitación para no incomodar a Lydia en la cama. Pero un pequeñín entró con su osito de peluche.
—Mamita, papito, ¿puedo dormir con ustedes? —decía Anthony medio dormido. —Es que la abuelita ronca mucho y no me deja dormir.
Lydia dio su siniestra carcajada con un toque de diversión. Cómo se iba a negar a la petición de su niño. Además, ¿quién va a dormir con alguien roncándole al lado?
—Claro, mi niño. Ven. —Lydia le abrió campo en la cama y Anthony rápidamente se subió.
—Papito, acuéstate con nosotros. —A Antonio no le quedó de otra que hacer caso y se hizo a un lado de su niño.
Durmieron como angelitos. Bueno, hasta la bruja se convirtió en uno al buscar a su ratoncito y abrazarlo dormida para despertar en un enredajo de brazos y piernas.
—Ratoncito, suéltame. —Lydia decía entre sueños. —Suéltame, ratoncito, me estás apretando.
Antonio escuchaba entre dormido la voz de la mujer que había vuelto su mundo al revés. Recordó que se habían acostado con Anthony en la cama y despertó de golpe para ver a Lydia, que lo abrazaba como un tierno koala hablando dormida. Pero Anthony no estaba acostado con ellos.
—Lydia. Lydia, despierta. —Antonio le decía suavemente.
—Ratoncito, suéltame. —Volvía Lydia a repetir.
—Lydia. Abre los ojos y mira quién tiene agarrada a quién. —Lydia con pereza los abre y se asombra al ver que ella es la que no lo quiere soltar.
—Oh, lo siento. —¿Y dónde está Anthony? —pregunta al ver que están ellos dos solos en la cama. —Creo que un pequeño ratoncito nos tendió una trampa.
Se levantaron y se asearon para desayunar en uno de los restaurantes del hotel y luego ir a su destino del día de hoy.
Ese fue el modus operandi de Anthony en complicidad con su abuela Marina. Pedía todas las noches dormir con ellos y, rendidos, se quedaban dormidos y luego Marina lo despertaba para llevarlo a su habitación y hacer que san Antonio haga su magia.
El último día del viaje al mundo mágico de Disney llegó, y algo entre Lydia y Antonio cambió sutilmente. Ya no se trataba solo de estar juntos con el propósito de concebir un heredero, sino de compartir momentos en familia, complementarse y disfrutar del tiempo de descanso juntos, haciéndolo más placentero.
Al llegar al penthouse, tenían la certeza de que aquella familia era la verdadera fuerza que los hacía mejores cada día. Lydia y Marina habían desarrollado una conexión especial, unidas por su amor a las novelas. A pesar de lo que muchos podrían pensar, Lydia era una fanática de las novelas colombianas que se exportaban al extranjero; "Betty la fea" era una de sus favoritas. Compartían también su pasión por la música de artistas como Cepeda, Fonseca y Juanes, y solían escuchar sus canciones juntas cuando Lydia estaba en el penthouse.
Pero Marina no desistía en averiguar qué le pasaba a su querida nuera y por qué Antonio le decía que no hiciera fuerzas o que descansara, “como le había recomendado el doctor”.
Pasaron las semanas que indicó el ginecólogo y Lydia debía ir a hacerse la prueba de embarazo. Esta vez Antonio no la pudo acompañar, ya que había viajado a Nueva York a cerrar un convenio con una de las multinacionales que iba a estar incluida en la app. Así que debió ir sola.
Una vez en el consultorio, le tomaron algunas muestras y esperó aproximadamente una hora para obtener los resultados. Luego, el ginecólogo la llamó nuevamente para explicárselos.
—Señora Duarte. —El doctor hablaba de manera pausada y Lydia ya quería sacarle las palabras a la fuerza. —Los resultados no son los esperados. No hay niveles adecuados de hCG para confirmar un embarazo.
—Al grano, doctor, ¿estoy o no estoy en embarazo? —Lydia se exaspera con el doctor.
—Lamento informarle que no hay embarazo. —El doctor temía la reacción de Lydia. Él sabía de la reputación de ella y que era conocida como la bruja.
—Mmmm. Está bien. —Y dígame, doctor, entonces si la inseminación fue fallida, ¿cuál es el paso a seguir? —Lydia ya se estaba cansando de esta situación y lo peor es que su cumpleaños es dentro de dos meses.
—Podemos intentar otra inseminación. O ya pasar a un procedimiento más complejo como es la implantación de un embrión por medio de una fecundación in vitro. —Lydia ya está cansada de esta situación. Así que le dice al doctor que va a hablar con su esposo a ver qué deciden.
Lydia está cansada de esta situación. Ella jamás había tenido tantos contratiempos en sus negocios como los está teniendo ahora con embarazarse. Lo que no sabe Lydia es que mientras ella siga viendo el embarazo como un negocio, jamás va a lograr su cometido. Los tiempos de Dios son perfectos, y la que más sabe de eso es su suegra; ella ya tiene su plan en marcha y ese sí está bien planteado.
Wendy ya la esperaba en el penthouse y juntas se dirigen al estudio. Ella quiere que Lydia hable, pero sabe que solo lo hará cuando sus demonios se calmen.
—Lydia, cálmate. ¿Por qué no te tomas algo? —¿Quieres que te sirva un whisky? —Lydia mira a Wendy con rabia. ¿Acaso no sabe que ella no toma sino champaña? —Oh, lo siento. Acá no tienes tu champaña favorita, aquella que compraste exclusivamente para tu luna de miel.
—Wendy, ¿por qué no te callas? Tómate el whisky tú. A ti sí te gusta. —Wendy inmediatamente niega y mejor cambia de tema.
—Lydia, ¿ya te calmaste? —pregunta un raro después y Lydia asiente. —Me puedes decir, ¿qué pasó?
—No estoy en embarazo. ¡Wen, ya estoy cansada! Tantos meses casada con Antonio y aún no me ha embarazado. Solo tengo dos meses para que haya un pequeño ratoncito en mi vientre y nada. —Lydia le hace ver a Wendy su frustración.
—Lydia, ya deja el estrés y sigue haciendo la tarea con Antonio. Al fin y al cabo lo disfrutas mucho. Dale una oportunidad al amor y quédate con él. —Wendy le aconseja.
—¿Así como tú y Orlando? Wendy, no creas que no me he dado cuenta de que ustedes me ocultan algo. Hasta papá lo ha notado. —Wendy no se asombra; era de esperarse que la bruja pronto iba a sospechar de ellos. —Pero tranquila, a su tiempo me lo contarán. Me imagino que no me han dicho nada por el momento por el que estoy pasando. Pero si es así, me alegro por ustedes; el amor está en el aire; hasta Grace y Dominic andan de pareja.
—Tú también puedes, Lydia. Date una oportunidad con Antonio. Él es un buen hombre y podría ser el padre que tu hijo merece tener. Piénsalo y no dejes de hacer la tarea. —Wendy se despide de Lydia, va a ir a la empresa, pues Lydia está sin ánimos para hacerlo. Lo que ellas no saben es que la chismosa de la suegrita andaba escuchando detrás de la puerta y se enteró de que Lydia y Antonio andan buscando un bebé. No se preguntó: ¿por qué si es un matrimonio por contrato? A ella lo que le importa es que esos dos estén juntos y, ¿quién es ella para negarle a su amada nuera el deseo de ser madre?
Así que rápidamente se dirigió a la cocina y preparó un potaje infalible en su pueblo para embarazarse sin problemas: Leche caliente, brandy, miel, nuez moscada, clavos y canela.
Ahora, ¿cómo hacer para que Lydia se lo tome?
—Mmm, señora Marina, ¿qué huele tan rico?