Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.
Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse
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###**Capítulo 11: Te Amo**
Aun debajo del ambientador, el aroma sutil y embriagador de las feromonas flotaba en el ambiente, convirtiéndolo en una mezcla de deseo y atracción.
Jay sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía mientras Gio lo besaba. La calidez de su cuerpo sobre el suyo, la manera en que sus labios se movían con una urgencia casi desesperada, encendía una chispa en su interior, haciéndole olvidar cualquier preocupación.
—Gio… —murmuró, intentando mantener un atisbo de resistencia, pero su voz tembló con cada roce de la lengua de Gio, que reclamaba cada rincón de su boca con una pasión casi feroz.
A regañadientes, Gio se separó de los labios que había estado mordiendo y saboreando, solo para deslizar sus manos hasta las caderas de Jay. Sus dedos recorrieron su cuerpo con avidez, como si quisiera memorizar cada curva de su piel.
Sus ojos, oscuros y hambrientos, se clavaron en los de Jay, haciéndolo vacilar. Con un suspiro cargado de deseo, besó su garganta, reafirmando las marcas de días atrás, y subió lentamente hasta su barbilla. Sus labios volvieron a buscar los de Jay con más impaciencia, su lengua exigiendo acceso con una intensidad que rozaba lo agresivo. Lo estaba chupando tanto que Jay sintió un dolor sordo en su boca y lo empujó, jadeante, en busca de aire.
Cuando recuperó el aliento, alzó los brazos y los enredó alrededor del cuello de Gio.
—Estás... impaciente.
—No puedo evitarlo —respondió Gio, su voz ronca mientras se apartaba un poco para observar su rostro—. De todos modos... esta vez no me voy a quedar con las ganas, amor.
Esa sonrisa descarada y felina siempre lograba provocarle un escalofrío.
Las feromonas de Gio emergieron de repente, envolviéndolo como una niebla densa y embriagadora. Jay sintió cómo su corazón latía con fuerza al mismo tiempo que el aire se volvía pesado a su alrededor. Su esencia se mezcló con la de Gio, atrapándolo en una calidez sofocante. La necesidad lo golpeó con fuerza, una respuesta visceral imposible de ignorar.
Sin pensarlo, deslizó sus manos bajo su pantalón y se lo arrancó con un movimiento torpe y apresurado, dejando su piel expuesta. La urgencia se volvió palpable, casi eléctrica, mientras la atmósfera a su alrededor se cargaba con el aroma embriagador de sus feromonas entrelazadas.
Gio, al percibir la energía que emanaba de Jay, sonrió con satisfacción. La visión de su pareja, vulnerable y entregado, lo encendía aún más. Era como si el mundo entero se detuviera, dejándolos solos en su burbuja de deseo.
Sin apartar la mirada de Jay, se quitó la camisa con un movimiento despreocupado, dejando que la tela resbalara por su cuerpo. Su piel bronceada y musculosa se iluminó bajo la tenue luz del cuarto, y Jay lo contempló con admiración y hambre contenida.
—¿Tienes frío? —bromeó Gio, su tono cargado de picardía mientras sus dedos jugueteaban con el borde de su pantalón, desabrochándolo con facilidad.
—No... —susurró Jay, con la respiración entrecortada—. Nunca he estado tan caliente.
Gio sonrió con esa expresión traviesa que siempre lograba encenderlo aún más. Se acercó, presionando su cuerpo contra el de Jay, sintiendo el calor abrasador de su piel.
Con un movimiento seguro, tomó las manos de Jay y las guió hasta su erección, presionándolas contra su piel con un gemido bajo.
—Tócalo, amor, siente lo que me haces —susurró Gio, su aliento cálido acariciando el rostro de Jay—. Quiero que sientas cada parte de mí.
Las manos de Jay se movieron con confianza, explorando su dureza con fascinación. Sus miradas se encontraron, intensas, como si en ese intercambio silencioso estuviera contenida toda la conexión que habían construido desde el primer día.
Gio cerró los ojos por un instante, entregándose a las sensaciones. Las manos de Jay eran suaves, pero firmes, y cada caricia lo hacía hundirse más en el placer. El roce de sus dedos a lo largo de su longitud le arrancó un gemido ahogado, un sonido que resonó en el aire cargado de deseo.
—Eres... increíble —murmuró Gio, abriendo los ojos para encontrarse con el rostro de Jay, iluminado por el deseo y una vulnerabilidad que lo volvía aún más irresistible.
Jay sonrió, sintiendo cómo la confianza crecía en su interior. Se atrevió a experimentar, aumentando la presión de su mano, sincronizando sus movimientos con el latido acelerado de sus corazones. Gio se arqueó bajo su toque, dejando escapar un susurro entrecortado, como si suplicara por más, y eso encendió aún más la chispa en Jay.
Cada roce, cada caricia, intensificaba la conexión entre ellos, envolviéndolos en una espiral de deseo incontrolable.
De repente, Gio apartó la mano de Jay y lo empujó suavemente contra el sillón de cuero. Se inclinó sobre él, atrapando nuevamente su boca en un beso profundo y demandante. Sus cuerpos se rozaron, sus erecciones chocando entre sí, enviando descargas eléctricas por sus espinas dorsales.
—Levanta tu camisa —ordenó Gio con un tono firme que envió un escalofrío por la columna de Jay.
El omega se mordió el labio, su piel erizada ante la autoridad en la voz de Gio. Le gustaba que él fuera el único capaz de darle órdenes, sin contar a su padre, claro.
Con manos temblorosas por la anticipación, obedeció, deslizando su camiseta hasta dejar su torso expuesto ante los ojos hambrientos de Gio.
El alfa deslizó su lengua por el pecho de Jay, lamiendo aquel lunar en su clavícula antes de descender lentamente por su abdomen y caderas, dejando mordidas y chupetones a su paso hasta llegar a su erección. Sonrió con ansias; en realidad, había estado deseando este momento desde el principio, pero no quería ser demasiado obvio.
Se inclinó y besó la punta con devoción, sintiendo el calor y la humedad contra sus labios antes de envolverlo en su boca. Sujetó las caderas de Jay con firmeza, guiándolo dentro de sí con movimientos calculados.
—Ah... —gimió Jay, estremeciéndose por el placer. Una sonrisa temblorosa asomó en sus labios mientras arqueaba la espalda, sus dedos aferrándose con desesperación a las almohadas del sillón. La sensación de la lengua cálida y ávida de Gio recorriéndolo con tanta intensidad lo hacía perder el control.
Gio presionó los muslos de Jay hasta hacer que tocaran su propio pecho.
—Sujétalos bien —le ordenó, con voz ronca.
Jay obedeció, temblando de anticipación. Entonces sintió la lengua de Gio recorrer sus testículos con lentitud, explorando cada rincón antes de deslizarse más abajo. Un jadeo entrecortado escapó de sus labios cuando la calidez húmeda de su esposo lamió su entrada, provocándole escalofríos. Gio gruñó bajo, embriagado por la visión de su omega completamente entregado, y apretó su propia erección con la mano mientras empujaba la lengua dentro con más intensidad.
—¡Mhm! —Jay jadeó con fuerza, su cuerpo temblando de placer mientras sus caderas se movían por instinto, buscando más. Su cabello revuelto contra el cuero del sillón, su pecho subiendo y bajando con respiraciones agitadas, todo en él era una imagen perfecta de lujuria y deseo. Llevó una mano temblorosa hasta su propio miembro palpitante y comenzó a tocarse, sin dejar de mirar en la dirección de Gio, aunque su visión era borrosa.
El pelirrojo deslizó su lengua por uno de sus muslos, respirando pesadamente. Sus ojos se oscurecieron al verlo tocarse con tanta desesperación. Sin poder contenerse, rozó los dedos por la entrada húmeda de Jay y comenzó a presionarlos dentro, hundiéndolos con lentitud al principio, luego con más profundidad.
—Amor… estás realmente mojado —murmuró Gio, su voz grave resonando en la habitación.
—E-eso lo ocasionaste tú, así que hazte responsable...
Gio sonrió con malicia.
—Por supuesto que lo haré.
Sacó los dedos abruptamente, provocando un escalofrío en Jay, y le abrió las piernas con firmeza, apoyándolas sobre sus propios hombros. Jay se aferró al cojín y al muslo de su esposo, su expresión reflejando puro deseo y expectación.
El alfa alineó su erección contra la entrada de Jay y empujó lentamente, sintiendo cómo el calor húmedo lo envolvía centímetro a centímetro. Jay arqueó el cuello hacia atrás, mordiéndose el labio con fuerza al sentir la presión extendiéndose en su interior.
—¿Duele? —preguntó Gio, moviendo ligeramente las caderas en un intento de medir la reacción de su omega.
Jay negó con la cabeza y jadeó.
—¿Ya... entró todo? —susurró, bajando la vista en un intento de observar.
—Haa... falta un poco —admitió Gio con la respiración entrecortada. Desde el momento en que se hundió en su interior, sintió que iba a derretirse. El calor y la suavidad de Jay lo apretaban con tanta intensidad que estaba a punto de perder el control.
Bajó la mirada y se encontró con los ojos vidriosos de Jay. Sin importar cuántas veces lo tuviera así bajo su cuerpo, siempre sentía que era la primera vez.
—¿Puedo? —preguntó Gio, presionando un poco más en su interior.
Jay asintió y le advirtió con voz temblorosa:
—No seas tan bruto...
Gio sonrió, y en lugar de tomarlo como un freno, lo interpretó como un desafío. Sin más advertencias, comenzó a moverse dentro de él, primero con lentitud, pero pronto aumentando la velocidad, embistiéndolo con fuerza y determinación.
Jay se aferró a su antebrazo, con la vista nublada. Sabía que ese "No seas tan bruto" había sido lo peor que podía haber dicho. El cuero del sillón se pegaba incómodamente a su piel, amplificando el calor y las sensaciones.
Gio acercó su rostro y le dejó un beso en la frente, su aliento ardiente contra la piel de Jay.
—Te amo... —susurró con voz ronca.
Jay iba a regañarlo por elegir justo ese momento para ponerse sentimental, pero su respuesta quedó ahogada en un grito ahogado cuando Gio comenzó a embestirlo con más fiereza.
—¡G-gio... Gigi... Ah! M-más lento...
El alfa ignoró su súplica y atacó su punto dulce sin piedad. Jay se desmoronó por completo, sus gemidos volviéndose cada vez más agudos hasta que su cuerpo entero se estremeció con fuerza.
—¡Ahh! —soltó un grito tembloroso, su espalda arqueándose en un espasmo incontrolable. Sus dedos bajaron hasta donde estaban conectados, y al sentir la humedad entre sus cuerpos, supo que había llegado al límite. Su semen caliente se derramó sobre su abdomen y se deslizó por el sillón, dejándolo jadeante y con la vista borrosa.
Gio observó la escena, fascinado. Pasó dos dedos por la sustancia blanquecina y se los llevó a la boca con un jadeo bajo, saboreando la esencia de su omega mientras lo veía todavía convulsionarse bajo él.
—Jay... —susurró con voz peligrosamente baja, clavándole la mirada mientras seguía moviéndose dentro de su cuerpo.
—¡E-espera, idiota! Acabo de correrme... ¡Ah! GIOVANNI...
Gio sonrió, con ese aire travieso que tanto lo caracterizaba. Se inclinó sobre él y le susurró al oído, con una voz cargada de deseo:
—Yo aún no lo hago.
Gio dejó escapar un gruñido bajo y profundo mientras su cuerpo se estremecía en la culminación del placer. Su agarre en las caderas de Jay se volvió más fuerte, asegurándolo contra él con fuerza.
Sus movimientos se hicieron erráticos, más bruscos, más desesperados, mientras su placer alcanzaba el clímax. Con cada embestida, sentía cómo su cuerpo se tensaba más y más, hasta que finalmente se dejó ir con un gemido grave, derramándose en su interior.
Jay tembló ante la sensación del calor expandiéndose dentro de él, su cuerpo todavía sacudido por los espasmos de su propio orgasmo.
—Ah… —dejó escapar un jadeo entrecortado, sintiendo cómo Gio se hundía hasta lo más profundo, empujando su esencia aún más dentro de él.
El alfa se quedó quieto por unos segundos, con su frente apoyada en el hombro de Jay, tratando de calmar su respiración entrecortada.
Su piel ardía, sus latidos retumbaban en sus oídos, y su cuerpo aún vibraba con la sensación del placer desbordándose.
—Mierda… —jadeó Gio, con una sonrisa satisfecha mientras dejaba besos desordenados en la piel de Jay—. Eso fue intenso.
Jay, aún sintiendo su cuerpo palpitante, dejó escapar una risa suave, aunque todavía le costaba recuperar el aliento.
—Siempre lo es contigo…
Gio se deslizó fuera de él con cuidado, y Jay se estremeció por la sobreestimulación.
—Duele… —murmuró con un puchero, sintiéndose algo sensible.
—No me vengas con eso. La última vez dijiste que no te dolió y luego te quejaste por dos días.
Jay entrecerró los ojos, fingiendo indignación.
—Tú solo cállate y tráeme algo para limpiarme.
—¿Y si mejor te llevo a la ducha?
—Ni en sueños me haces caminar ahora mismo.
Gio sonrió con esa expresión traviesa y satisfecha que Jay odiaba tanto porque, joder, le encantaba.
—Entonces te cargaré.
—¡Ni se te ocurra! —exclamó, aferrándose con fuerza al cojín mientras Gio ya lo levantaba en brazos con facilidad—. ¡Gio, bájame, cabrón!
—Shhh, amor, déjate consentir.
—¡No es consentirme si me tratas como un saco de papas!
El alfa rió, sosteniéndolo con más firmeza mientras caminaba hacia el baño.
—Un saco de papas muy sexy.
Jay resopló, pero el calor en sus mejillas lo delató.
Mientras Gio abría la puerta de la ducha con el pie, Jay suspiró, apoyando la frente contra su pecho.
—La próxima vez, yo iré arriba.
Gio arqueó una ceja con diversión.
—¿De verdad?
Jay apretó los labios.
—Bueno… tal vez no la próxima, pero lo pensaré.
—Te amo.
—Cállate y báñame.
Gio rió con ternura antes de besar su frente y encender el agua caliente, dejando que el vapor envolviera sus cuerpos agotados.