Sinopsis
Enzo, el hijo menor del Diablo, vive en la Tierra bajo la identidad de Michaelis, una joven aparentemente común, pero con un oscuro secreto. A medida que crece, descubre que su destino está entrelazado con el Inframundo, un reino que clama por su regreso. Sin embargo, su camino no será fácil, ya que el poder que se le ha otorgado exige sacrificios inimaginables. En medio de su lucha interna, se cruza con un joven humano que cambiará su vida para siempre, desatando un romance imposible y no correspondido. Mientras los reinos se desmoronan, Enzo deberá decidir entre el poder absoluto o el amor que nunca será suyo.
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Capítulo 12: El Abismo Llama
El aire en el pueblo estaba denso, casi irrespirable. Michaelis caminaba lentamente por las calles vacías, su mente atrapada en una espiral de pensamientos oscuros. Las palabras de su padre, el Diablo, seguían resonando en su cabeza: “Es hora”. Sabía que no podía ignorarlo por mucho más tiempo. El Inframundo la reclamaba, y cada día que pasaba en la Tierra sentía cómo su humanidad se desvanecía, dejando espacio a la oscuridad que corría por sus venas.
Las luces de las casas parpadeaban a lo lejos, y el sonido del viento silbando entre los árboles le daba una sensación inquietante. El pueblo, normalmente acogedor, parecía sumido en una atmósfera siniestra, como si compartiera su destino sombrío. Michaelis estaba empezando a perder la noción del tiempo, de lo que era real y lo que no. Cada sombra que pasaba parecía tener vida propia, susurrando su nombre.
Había pasado toda la noche en vela, incapaz de escapar de las visiones y los susurros del Inframundo. Sabía que pronto tendría que tomar una decisión: quedarse en la Tierra y seguir pretendiendo ser Michaelis, o regresar al Inframundo como Enzo, el hijo del Diablo. Pero ninguna de las opciones la llenaba de paz. Ambas significaban perder algo de sí misma.
Se detuvo frente a una tienda, el reflejo de su rostro en la ventana era apenas reconocible. Sus ojos, normalmente azules, parecían más oscuros, más apagados. El cansancio la estaba consumiendo, tanto física como mentalmente.
“¿Michaelis?”
La voz de Adrian la sacó de sus pensamientos. Se giró rápidamente, sorprendida de verlo tan temprano en la mañana. Adrian estaba de pie a unos metros, con una expresión preocupada en su rostro.
"¿Estás bien?" preguntó, acercándose lentamente. "Te ves... diferente."
Michaelis intentó esbozar una sonrisa, pero el esfuerzo fue en vano. "Solo... una noche difícil."
Adrian la observó en silencio, como si intentara descifrar lo que realmente ocurría en su interior. Había algo en sus ojos que la hacía sentir expuesta, como si él pudiera ver más allá de su fachada. Pero Michaelis no podía contarle la verdad, no podía revelar quién era realmente.
“Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?” dijo Adrian, su tono suave, pero lleno de una determinación que la hizo estremecer.
Michaelis bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Adrian. Quería confiar en él, pero el riesgo era demasiado grande. Si él supiera la verdad, ¿la seguiría viendo de la misma manera? ¿O huiría horrorizado como cualquier humano normal lo haría?
"Adrian, yo..." Las palabras se atascaban en su garganta, como si el propio Inframundo le impidiera hablar.
En ese momento, un viento frío los envolvió, y ambos sintieron una presencia extraña a su alrededor. Las luces de la calle parpadearon, y las sombras parecieron alargarse, moviéndose por sí solas. Michaelis supo inmediatamente lo que estaba pasando. No estaban solos. Algo, o alguien, los estaba observando.
Adrian dio un paso atrás, alarmado. "¿Qué... qué es esto?"
Antes de que pudiera reaccionar, una figura oscura surgió de las sombras. Era alta, con ojos rojos brillando en la penumbra. Michaelis lo reconoció al instante: un mensajero del Inframundo. Había llegado para llevarla de vuelta.
"Es hora, Enzo," dijo la criatura con una voz profunda y gutural. "Tu lugar no está aquí."
Adrian retrocedió, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. "¿Quién... qué es eso? ¿Qué significa 'Enzo'?"
Michaelis sintió cómo el miedo se apoderaba de ella. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparada para enfrentar la verdad frente a Adrian. El peso de sus dos vidas estaba a punto de aplastarla. No podía seguir escondiendo la realidad.
“Adrian… yo no soy quien tú piensas que soy,” comenzó a decir, su voz apenas un susurro. “Mi verdadero nombre es Enzo, y no soy humana.”
Los ojos de Adrian se abrieron con incredulidad. “¿De qué estás hablando, Michaelis? ¿Qué es todo esto?”
La criatura oscura avanzó hacia ellos, y el suelo bajo sus pies comenzó a temblar. El viento se intensificó, arrastrando consigo un olor acre a azufre. El Inframundo estaba abriendo una puerta entre sus mundos, y Michaelis sabía que no quedaba mucho tiempo.
"Debes regresar," repitió la criatura, extendiendo una mano hacia ella.
Michaelis cerró los ojos por un momento, sintiendo la conexión con el Inframundo. Podía sentir el calor abrasador de ese lugar, los gritos distantes y el eco de su propio poder resonando en su interior. Si cruzaba esa puerta, todo cambiaría. Ya no habría vuelta atrás.
Pero al abrir los ojos, vio a Adrian, y algo dentro de ella se rebeló. No estaba lista para dejarlo, no ahora. Había algo en él que la anclaba a este mundo, algo que la hacía aferrarse a su humanidad, por frágil que fuera.
“No,” dijo Michaelis con firmeza, mirando a la criatura directamente a los ojos. “No me voy a ir. No todavía.”
El mensajero del Inframundo la observó en silencio durante unos instantes, sus ojos rojos brillando con intensidad. "Te estás equivocando, Enzo. No puedes escapar de tu destino."
Michaelis dio un paso atrás, sintiendo la tensión en el aire. "No estoy escapando. Solo necesito más tiempo."
La criatura la miró con desprecio antes de desaparecer en la oscuridad, dejándolos a ambos en un silencio pesado.
Adrian, todavía en shock, finalmente rompió el silencio. "¿Qué... qué acaba de pasar? ¿Qué eres tú realmente?"
Michaelis sabía que no podía seguir ocultándole la verdad. Con un profundo suspiro, se preparó para contarle todo. "Soy el hijo menor del Diablo, Adrian. Fui enviado a la Tierra para cumplir una misión que ni siquiera yo entiendo del todo. Pero algo dentro de mí ha empezado a cambiar, y el Inframundo... me está reclamando."
Adrian la miró fijamente, sin saber qué decir. Su mundo acababa de volverse completamente del revés. La persona que creía conocer resultaba ser alguien, o algo, completamente diferente. Pero en lugar de apartarse, dio un paso adelante.
"No importa quién seas o de dónde vengas, Michaelis... o Enzo," dijo Adrian, su voz firme. "Yo estoy aquí, y no voy a dejarte sola en esto."
Las palabras de Adrian resonaron en el corazón de Michaelis, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza. Quizás no estaba destinada a enfrentar esto sola después de todo.
Sin embargo, el Inframundo no iba a rendirse tan fácilmente. Y mientras la oscuridad volvía a agitarse en las sombras, Michaelis sabía que la batalla apenas estaba comenzando.