Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 11
Dalia
No había hablado mucho con Ander, me había dicho que había pasado a la selección y se iban a trasladar un tiempo para entrenar aquí en nuestra ciudad, pero que toda la semana estarían en entrenamiento hasta el fin de semana.
Había empezado a buscar cosas nuevas que hacer para ayudar con gastos o algo, pero no estaba saliendo como parecía y solo estaba estresando a mi mamá para ella buscar trabajo.
—No, mamá. Yo me voy a encargar de eso.
—¡No! También es mi responsabilidad, más tuya que mía.
—Madre, han pasado muchas cosas, no puedes presionarte, por favor.
—No puedo dejarte la presión a ti, eres mi niña —Me acaricia la mejilla, sonrió, aguantando las ganas de llorar.
—Lo soy, pero no puedo dejarte presionar.
—No puedo permitir que hagas todo por nosotras, el colegio de Olivia es costoso, el mercado, el arriendo, son muchas cosas que no siempre podrás. No sé como consigues dinero para estar tanto tiempo presente con nosotros, antes trabajando en ese tonto restaurante no te daban ningún día libre, siempre llegabas cansada y no te podíamos ver.
—Renuncie y conseguí uno mejor —Ella pone cara de terror.
—¿Eres web... web? —Sonrió y niego con la cabeza.
—No, mami. No vendo mi cuerpo, estoy bien.
—¿Segura? No quiero ser la causante de obligarte a hacer cosas.
—Estoy bien, todo lo hago de manera legal —Si me hubiera preguntado hace dos semanas, todo eso sería mentira, porque era una novia falsa, ahora soy una novia de verdad.
Eso la calma mucho más de lo que creí, se alegraba de que fuera así, porque de esa forma puedo seguir buscando algo más, así sea trabajo remoto para apoyar a mi hermana y mi madre desde casa, pero ningún empleo es fácil.
Me trato de calmar con todo el estrés que tengo, de todas formas algo que había aprendido que de nada valía si uno se estresaba y llenaba su cabeza de puras cosas inservibles. Solo había una cosa que a veces llenaba mi cabeza, saltarle encima a mi novio.
Había tenido un noviecito a los 16 años, no fue gran cosa porque mis padres siempre trataron de cuidarme de gente mala como ese muchacho. Ahora era diferente, yo era la que quería por completo a Ander, pero es que su cuerpo, su cara, su cabello, solo me faltaba conocer a su amigo y por fin podría decir que nos conocíamos del todo.
Pero ahora mantenía ocupado, aunque esta semana por fin vendría, por fin podría resultar en algo. Relamo mis labios, teniendo muchos pensamientos de que podríamos hacer.
¿Qué me estaba pasando? No podía detener estos pensamientos. Suspiro y mi celular vibra, me fijo en una llamada, es mi querido novio, ¿sabía que estaba pensando cosas malas? No, eso era imposible.
—Mi amor —Es lo primero que escucho con la llamada, me palpita y cierro los ojos para contenerme.
—¿Sí?
—¿Cómo estás?
—Excelente, ¿y tú? ¿Mucho entrenamiento?
—Un poco, ya vamos a volver a la ciudad para seguir allá el entrenamiento. El fin de semana me lo darían para visitarte.
—¿En serio? Me alegro, pero no tiene necesidad de verme si estás muy ocupado.
—Feliz de verte, te extraño un montón.
—Tan lindo, te esperaré pacientemente.
—Lo sé, te mandé un dinero para que vayas y comas con tu familia cuando quieras, además te mandé para el mercado.
—Ya merqué, lo único que faltan son las frutas, pero sabes que donde las compramos no podemos ir tan solas.
—Lo sé, no te preocupes.
—¿Y qué más ha pasado?
—¿Interesante? Nada, solo que mi entrenador es un excompañero de mi papá, de una cuando se dieron cuenta de quién era hijo, mis otros compañeros se dividieron, en quienes quieren ser mis amigos o los otros que me odian porque creen que tendré favoritismo.
—Si eres bueno, es porque eres bueno, no por rosca.
—Lo sé, pero eso no lo ve las demás personas y siempre me ponen a mí para tapar los goles y también me están poniendo más presión para hacerlo perfecto.
—Es muy diferente un arquero a un jugador normal, ¿no? A veces solo es mala suerte.
—No, mi amor. Es mucho entrenamiento, porque en nuestra cabeza solo está en todas las posibilidades de donde van a tirar.
—Solamente es estudiar la personalidad de la competencia y ver como ha metido los demás goles —Mi novio se queda en silencio —Ahorita hablamos mi reina, necesito ver algo.
Esa fue la última que pudimos hablar por llamada, porque cada vez que tratábamos de hablar estaba ocupado alguno de los dos, sea en lo que sea, siempre ocupados.
Un domingo, casi a las cinco de la mañana, mi celular empieza a vibrar debajo de mi almohada, ¿me había quedado dormida? Contesto sin ver quién es.
—¿Hola? —Mi voz suena más ronca de lo que pensaba, Dios, quería dormir, me había quedado viendo una serie.
—¿Te desperté? —Me levanto de una al saber de quién es la voz.
—No, ¿qué pasó?
—Esta pequeña mentirosa —Lo escucho hablar más ronco de lo normal y siento un pequeño escalofrío. —Ábreme, más bien.
De una salgo para abrir con cuidado para no despertar a toda mi familia, veo a Ander con unas bolsas de mercado, me recorre con su mirada y en ese capto la pijama tan corta que tenía. Dormía sin ropa interior, y tenía una camisa que me quedaba gigante un short corto.
—Ander —Lo llamo, él me mira nuevamente a los ojos y asiente.
—Traje las frutas, tarde, pero las traje —Sonrió para acercarme y darle un beso, sonríe en medio de eso y se acerca más para profundizar el beso, agarrándome de la cintura, fuertemente que me hace temblar las piernas. —Sagrado rostro, como te extrañaba —Separamos nuestras bocas y él pone su frente en mi hombro.
—Yo también te extrañaba demasiado.
—Me alegro escuchar eso —Se aleja un poco de mí, para darme otro beso. Me muerde el labio inferior y suelto un leve gemid*o. —Si haces ese sonido voy a querer más.
—¿Y si yo quiero más? —Nos miramos, ambos nos retamos con la mirada y tal parece que ninguno va a retroceder, yo solo rezaba para que mi hermana y mi mamá no se despertarán.