Sinopsis:
Reon, un joven aventurero, siempre sintió que su vida tenía un propósito mayor. Cuando descubre un amuleto mágico, es transportado a Elaria, un mundo fantástico lleno de misterios y peligros. Acompañado por una poderosa hechicera, un valiente guerrero, y una astuta ladrona, Reon emprende una épica misión para convertirse en el mejor aventurero y proteger a Elaria de una amenaza oscura. Pero en este nuevo mundo, el mayor desafío será descubrir su verdadero poder y enfrentar su destino.
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Capítulo 12: La Llama Interior
El sol ya comenzaba a descender cuando Reon y Lysandra se adentraron en la tierra del fuego. A cada paso, el aire se volvía más denso, y el calor los envolvía con una intensidad que parecía provenir del mismo corazón del mundo. Habían dejado atrás el verde del bosque, y ahora se encontraban en un paraje desolado, donde la tierra estaba agrietada y el cielo se había teñido de un rojo abrasador. El ambiente era sofocante, y cada respiración era un esfuerzo en sí mismo.
El camino que habían tomado los llevó hasta una llanura rodeada de montañas de roca volcánica. Allí, el suelo era oscuro, y las grietas brotaban pequeños ríos de lava que fluían como serpientes incandescentes. El aire estaba cargado de ceniza, y cada inhalación traía consigo un sabor metálico que se pegaba a la garganta.
"Estamos en el dominio del fuego," murmuró Lysandra, deteniéndose para observar el paisaje. Sus ojos brillaban con una mezcla de preocupación y determinación. "Este será el desafío más peligroso que enfrentaremos, Reon. Aquí, no solo nos enfrentaremos al poder destructivo del fuego, sino también a nuestras propias sombras internas."
Reon asintió, consciente de la gravedad de sus palabras. El fuego no era un enemigo común; era una fuerza primigenia, capaz de destruir todo a su paso si no se manejaba con cuidado. Sabía que, para superar esta prueba, tendría que confrontar no solo las llamas físicas, sino también las emociones más intensas que ardían dentro de él.
Caminaron hasta la base de una de las montañas, donde el calor se hacía más intenso, casi insoportable. El suelo bajo sus pies estaba tan caliente que las suelas de sus botas comenzaban a derretirse. Pero siguieron adelante, guiados por la necesidad de completar su misión. A medida que avanzaban, las rocas alrededor de ellos comenzaron a vibrar, y un temblor sacudió la tierra, como si la montaña misma estuviera viva.
Al llegar a la cima, se encontraron con un vasto cráter, su interior lleno de lava burbujeante. El calor que emanaba era tan fuerte que el aire a su alrededor temblaba, distorsionando la vista. Reon podía sentir el sudor corriendo por su frente y espalda, pero se mantuvo firme, preparado para lo que vendría.
De repente, una figura emergió de la lava, como si hubiera estado esperando su llegada. Era un ser imponente, su cuerpo forjado en llamas vivas, con extremidades musculosas y ojos que ardían con una intensidad deslumbrante. A su alrededor, el fuego danzaba como si tuviera vida propia, respondiendo a cada uno de sus movimientos. Era una criatura que emanaba poder, peligro y una autoridad innegable.
"Soy Ignar, el Guardián del Fuego," rugió la figura, su voz resonando como el estruendo de una erupción volcánica. Su presencia era abrumadora, y el calor que irradiaba hacía que el aire a su alrededor pareciera arder. "Si deseas el fragmento del fuego, debes demostrar tu control sobre la pasión, la ira y el poder destructivo de este elemento. Deberás mostrarme que puedes canalizar tu fuerza sin ser consumido por ella."
Reon sintió la presión del desafío que tenía ante sí. Sabía que la prueba del fuego sería diferente a las anteriores. El fuego era un elemento con el que siempre había sentido una conexión especial; una fuente de energía que podía ser tanto una bendición como una maldición. Era el elemento que simbolizaba la pasión, el poder, pero también la destrucción.
Mientras Reon se preparaba mentalmente, Ignar extendió su mano en dirección a él, y una columna de fuego surgió del cráter, envolviéndose por completo. El calor era insoportable, y por un momento, Reon sintió que sus pensamientos comenzaban a nublarse, como si el fuego estuviera tratando de apoderarse de su mente, incitando a ceder a la ira y al miedo.
En medio del torbellino de llamas, Reon cerró los ojos y buscó dentro de sí mismo la calma que había aprendido en las pruebas anteriores. Sabía que no podía luchar contra el fuego, que no podía doblegarlo con fuerza bruta. En su lugar, debía aceptarlo, comprender su naturaleza y encontrar la forma de canalizar su poder sin sucumbir a él.
Lentamente, comenzó a mover sus manos en patrones que imitando el baile del fuego, permitiendo que la energía del elemento fluyera a través de él. Sentía el calor intensificarse, pero también sentía cómo se convertía en parte de él, una fuente de poder que podía controlar si lo manejaba con sabiduría. A medida que sus movimientos se volvían más fluidos, las llamas a su alrededor comenzaron a calmarse, transformándose de un caos ardiente en una danza controlada.
Ignar observaba atentamente, evaluando cada movimiento de Reon. El guardián notó cómo las llamas, que antes rugían con una intensidad destructiva, ahora respondían a los gestos del joven aventurero. Donde antes había caos, ahora había control. Donde antes había furia, ahora había propósito.
Finalmente, Ignar asintió con aprobación. Las llamas que envolvían a Reon se disiparon, revelando una figura erguida y serena en medio del cráter. El guardián del fuego extendió su mano, y desde el corazón de la lava, un fragmento emergió, brillante como un sol en miniatura. Reon lo tomó con reverencia, sintiendo cómo el calor del fuego se fusionaba con la fuerza de la tierra, la fluidez del agua y la libertad del aire.
"Has pasado la prueba del fuego," declaró Ignar, su voz resonando con un respeto profundo. "Has demostrado que puedes controlar el poder más destructivo de la naturaleza sin ser consumido por él. Eres digno de portar este fragmento, pero recuerda: el fuego puede ser un aliado poderoso, pero también puede destruir todo a su paso si no se maneja con cuidado."
Reon guardó el fragmento con una mezcla de gratitud y determinación. Sabía que su viaje aún no había terminado, pero al haber superado las pruebas de los cuatro elementos, se sentía más preparado que nunca para enfrentar lo que viniera. Se volvió hacia Lysandra, quien lo observaba con una sonrisa de orgullo.
"Lo has logrado," dijo ella, acercándose a Reon. Su voz estaba llena de calidez y respeto. "Has pasado las pruebas y reunido los fragmentos. Pero esto es solo el comienzo. Ahora debemos unirlos en el Santuario Central, donde el verdadero poder del artefacto se revelará."
Reon asintió, consciente de la magnitud de la tarea que aún les esperaba. Con los fragmentos reunidos, él y Lysandra comenzaron a descender la montaña, dejando atrás el cráter y su intenso calor. A medida que se alejaban, el paisaje comenzó a cambiar una vez más. La tierra agrietada y las rocas volcánicas fueron reemplazadas por verdes colinas y frondosos árboles. El aire se volvió más fresco, y el olor a ceniza fue sustituido por el dulce aroma de la hierba y las flores silvestres.
Mientras caminaban, Reon no pudo evitar sentir una mezcla de alivio y expectación. Las pruebas habían sido duras, pero también lo habían fortalecido. Cada uno de los fragmentos que había obtenido representaba no solo un elemento, sino una lección que había aprendido: la libertad del aire, la adaptabilidad del agua, la fuerza de la tierra y la pasión controlada del fuego. Sabía que estas lecciones serían vitales en los desafíos que aún estaban por venir.
El sol comenzaba a ponerse, proyectando largas sombras sobre el sendero. Reon miró hacia adelante, contemplando el camino que se extendía ante ellos. Sabía que estaban más cerca del final de su búsqueda, pero también sabía que el viaje no había hecho más que empezar. Con cada paso, sentía que se acercaba más a su destino, y con cada desafío superado, se sentía más preparado para enfrentar lo que el futuro le deparara.
Mientras la noche caía y las primeras estrellas aparecían en el cielo, Reon y Lysandra continuaron su camino hacia el Santuario Central, donde las verdaderas pruebas aún los esperaban.