HELL CITY

Su mundo, después de su divorcio, se había vuelto catastrófico. A duras penas había logrado mantener su trabajo, después de caer en la bebida. Su relación con su familia, en especial con su padre, se desmoronó. Era la hora y no sabía si ellos habían escapado o sucumbido a la ciudad.

—Yo...—dijo Claire.

Antes de continuar hablando, la radio de Leon se encendió, dejándola escuchar la voz de Sara al otro lado. Hacía tiempo que tampoco la había visto, y ni ganas tenía de volver a hacerlo. Jamás perdonaría la hipocresía y la traición que ella cometió al ser amante de su exesposo.

—Leon, aquí Sara —la voz de Sara sonó urgente y entrecortada—estoy de regreso en la oficina, pero no hay nadie. Cambio.

—Comandante Leon—atajó su ex—estamos en la oficina del capitán, vamos para allá. Cambio.

—¿Estamos?—preguntó nerviosa Sara—¿Oliver se encuentra con usted? Cambio.

Sara, quien sospechaba que realmente se encontraba era Claire, comenzó a llorar. Debía usar su debilidad y feminidad a su favor para atraer la atención de Leon y hacer que, en dado caso que estuviera con ella, no se uniera más.

—Claire está conmigo—respondió Leon—la llevaré conmigo para ponerla a salvo. Cambio.

—¡Comandante!—chilló en llanto para hacer el centro de atención—¡Por favor! ¡No me deje sola! Isaac...Isaac murió. ¡Lo necesito!

Leon suspiró con pesadez, ante el llanto de Sara. Si bien lamentaba la perdida de otro civil en aquel infierno, sabía la hipocresía con la que su examante intentaba manipular la situación, de modo que Claire se sintiera mal al pensar que aún había algo entre ambos.

No obstante, jamás pensó lo que haría Claire. Cuando hundió de nuevo el botón de su walkie-talkie, su exesposa, quien se fue de la ciudad claramente herida, tomó su mano, dejando ver que estaba temblando un poco. Permitiendo que incluso Sara escuchara lo que ella iba a decir.

—Yo también te necesito...—imploró la detective privada—nuestro hijo te necesita.

El comandante de policía quedó sorprendido ante la revelación de Claire, obligándose a soltar la radio. Ambos quedaron en silencio varios segundos, escuchando al fondo los gruñidos de las criaturas y los poseídos. Aquello era tan irreal, que comenzó a llorar.

Claire, anonadada al verlo llorar, chasqueó un poco molesta su lengua. Levantándose del sofá, caminó hasta la ventana de la oficina y observó la ciudad en llamas a los lejos, mientras cada vez más había poseídos a las afueras de la comisaría.

—¿Qué es lo que dijiste?—preguntó aguantando una sonrisa—por favor, repítelo...

—¡Jumm!—dijo cerrando sus ojos—mira que ponerte alegre en una situación así...

—¡¿Cómo no iba a estarlo?!—respondió tomándola por los hombros—un bebé contigo, siempre es lo que he querido. Dime, ¿es verdad lo que dijiste?

Claire se apartó suavemente de su agarre, bajando la mirada. Se sentía un poco fastidiosa ante el hecho de que su corazón anhelara aquel corto tacto por parte del hombre que siempre amó. Sin embargo, no podía mostrarse débil, o por lo menos más de lo que estaba siendo.

Había revelado un secreto que había guardado celosamente. La tensión en la habitación era palpable, y el eco de los gruñidos de las criaturas afuera aumentaba la sensación de urgencia y peligro.

—Sí, es verdad —murmuró Claire.

Suspirando con amargura, sacó su celular de su pantalón, esperando que la lluvia no lo hubiera estropeado. Al ver que aún encendía, se tranquilizó un poco; sin embargo, extrañamente no había señal. Por lo que su esperanza de pedir ayuda en el exterior se habían derrumbado.

Intentando no pensar en eso un segundo más, ingresó a la galería de su teléfono inteligente y buscó el álbum de fotos donde no solo estaban grabados los momentos de su parto, sino también algunas ecografías y su bebé en la clínica.

Leon tomó con una sonrisa el celular y se sentó en el sofá, observando a su hijo. Un dolor lo embriagó al no haber estado con él, pero estaba tan encantado de que se pareciera a Claire. Su corazón por fin palpitaba con rapidez y no por terror. Provocando que su llanto continuara.

—Es tan hermoso—dijo mientras seguía pasando las fotografías—¿dónde está ahora?

—En el hospital de mi cuñado—respondió triste—nació con leucemia.

—¡¿Cómo?!—preguntó molesto—¡¿Y apenas es que me lo dices?! ¡¿Por qué me ocultaste a mi hijo?!

—No voy a responder algo que ya sabes—respondió contundente con los ojos rojos—la razón por la que vine a esta ciudad de mierda fue para buscarte. Así sea que deba morir, vas a ir al lado de mi bebé y le donarás tu sangre.

Ocultando su dolor, para no caer más bajo de lo que ya estaba haciendo, le explicó la enfermedad con detalle a su exesposo. Tenían menos de una semana para que su hijo entrara en un umbral directo a la muerte, así que si querían salvarlo, necesitaban de su sangre.

Leon tragó con fuerza, temblando ante lo que estaba escuchando. Si bien se sentía enojado por no haber sabido sobre el nacimiento de su niño, la culpabilidad por no haber estado a su lado y ayudado antes era más fuerte. Por lo que no podía seguir reclamándole más a Claire.

—¿Una semana a partir de hoy?—preguntó entregandole su celular.

—A partir de ayer—aclaró con la voz quebrada.

—Bien...—respondió levantándose—si o sí, hoy saldremos de este infierno.

Leon asintió lentamente, su mente estaba luchando por procesar la nueva información mientras intentaba mantener la calma en medio del caos. El peso de la responsabilidad se cernía sobre él de manera abrumadora, pero también le dio una nueva determinación.

Sin dejarla procesar, la abrazó, enterrando su nariz en su cabello, haciendo que Claire se sonrojara. La madre intentó separarse, pero su exesposo no se lo permitió. Leon cerró sus ojos, maravillado ante el olor del champú económico que usaba la madre de su hijo.