Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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Tomando decisiones
La prueba de ADN había confirmado lo que tanto Leonardo temía e inconscientemente esperaba: Isabella era su hija. Ahora, en un parque tranquilo y algo apartado de la ciudad, ambos se preparaban para enfrentarse a una conversación que quizás seguiría cambiando sus vidas.
Leonardo había llegado temprano, nervioso, con la mente llena de preguntas y un nudo en el estómago. ¿Cómo explicaría todos esos años de ausencia? No podía dejar de pensar en Anna y en los motivos que tuvo para ocultar la existencia de Isabella.
Cuando Isabella llegó, caminando despacio hacia él, Leonardo sintió un fuerte latido en el pecho. Ella parecía tranquila, pero su mirada reflejaba la misma mezcla de emociones que él sentía: confusión, miedo, curiosidad. Se saludaron con un hola y un leve asentimiento, y luego ambos se sentaron en una banca cercana. El parque estaba lleno de vida; niños jugando en los columpios, padres corriendo tras sus pequeños, y el sonido suave de las hojas al moverse con la brisa.
El silencio entre ellos era tenso, pero no incómodo. Ambos sabían que la conversación que estaban a punto de tener no sería fácil. Isabella fue la primera en romper el silencio.
-¿ Sabes? Solía venir a este parque con mi mamá cuando era pequeña- comenzó diciendo Isabella, mirando hacia los juegos infantiles- Me traía aquí los fines de semana. A veces, veníamos después de la escuela si ella tenía tiempo. Me encantaba. Siempre veía a los otros niños con sus papás… y me preguntaba por qué yo no tenía uno.
Leonardo sintió una punzada en el corazón. Él también había sufrido todos esos años. Tantas veces había soñado con tener una familia con Anna, la había extrañado durante años. Y ahora saber que había perdido todo ese tiempo con Isabella le dolía profundamente. No sabía qué decir, así que permaneció en silencio, dejándola continuar.
-No era fácil para ella, ¿sabes?- dijo Isabella, con la voz temblorosa- Criarme sola, trabajar, cuidarme… Hubo veces que vi cómo se quebraba cuando pensaba que yo no estaba mirando, o no me daba cuenta. Había días en que deseaba tener un papá que la ayudara, que me ayudara a entender lo que estaba pasando. Pero siempre fue ella. Solo ella. Hasta que llegó el padre de Ian, pero él no estuvo mucho tiempo con nosotras.
Leonardo sintió que una lágrima le resbalaba por la mejilla. El dolor en las palabras de Isabella era palpable. No podía imaginar lo difícil que había sido para Anna, y lo mucho que su hija había necesitado a alguien que no estaba allí. Tragó saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
-Lo siento tanto, Isabella- dijo finalmente, su voz quebrándose- No sabía que existías. Si lo hubiera sabido… si Anna me hubiera dicho algo, te juro que hubiera estado allí para ti, para ambas. Yo la amaba tanto, y siempre soñé con tener una familia con ella. Cuando ella se fue todo mi mundo se desmoronó- confesó sin sentir vergüenza de expresarse- Nunca entendí porque se fue, a pesar de que ella me dejó una carta para mi no fue suficiente.
Isabella lo miró, viendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, sintiendo la sinceridad en cada una de sus palabras. El hombre frente a ella no era el empresario frío que imaginaba, sino un hombre que había sufrido, un padre que lamentaba profundamente los años perdidos.
-Es difícil, ¿sabes?- dijo ella, después de unos segundos de silencio- Pensar que todo este tiempo estuviste ahí, y yo… yo ni siquiera sabía que existías. Mi mamá nunca me dijo nada. Y no entiendo por qué.
-Yo tampoco lo entiendo- respondió Leonardo, sacudiendo la cabeza- Me he hecho esa pregunta tantas veces desde que descubrí que eras mi hija. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Lo sabía cuando se fue? ¿Lo descubrió después? Pero ahora… lo que más importa para mí es lo que piensas tú. Quiero conocerte, quiero ser parte de tu vida. Pero sé que es mucho pedir, después de todo este tiempo.
Isabella bajó la mirada, jugueteando con sus manos mientras trataba de ordenar sus pensamientos. Había pasado las noches anteriores sin dormir pensando en cómo manejar esta situación si llegaba a ser cierto que él era su padre. No era fácil de aceptar; pero al mismo tiempo, no podía negar que siempre había deseado tener un padre. Y ahora, aquí estaba él, pidiéndole una oportunidad.
-No sé si alguna vez podré llamarte papá- admitió finalmente, levantando la mirada- No estoy segura de cómo se supone que debo sentirme. Pero creo que te quiero dar una oportunidad. Quiero conocerte.
Leonardo sintió un alivio inmenso al oir esas palabras, como si un peso enorme se levantara de sus hombros. No había esperado nada más que eso, solo una oportunidad. Si ella lo dejaba entrar en su vida, aunque fuera solo un poco, lo consideraría una bendición.
-Eso es más de lo que podría haber esperado, Isabella- respondió, con una sonrisa triste pero genuina- No me importa si me llamas papá o no. Solo quiero ser parte de tu vida, si tú me lo permites. Lo que quieras, cuando quieras, yo estaré aquí para ti.
Isabella asintió lentamente. Sabía que este era solo el comienzo, que habría mucho que resolver, mucho que aprender. Pero en ese momento, sentía que estaba dando el primer paso hacia algo nuevo, algo que podría llenar el vacío que había sentido durante tantos años.
Ambos permanecieron en silencio por un rato, observando a los niños que jugaban cerca de ellos. Isabella volvió a hablar, su tono más suave esta vez.
-¿ Sabes? ahora pienso en cómo hubiera sido tenerte a mi lado. Cómo habríamos sido como familia. Y también me pregunto por qué mi mamá decidió no decírtelo. Quizás… quizás algún día lo sabremos.
Leonardo asintió. Las preguntas sobre Anna aún estaban allí, pero sabía que algunas respuestas nunca las obtendría. Lo más importante era el presente y el futuro, y en ese momento, lo único que quería era empezar a construir una relación con su hija.
-Cuando quieras hablar de eso, aquí estaré- dijo Leonardo, ofreciéndole una sonrisa comprensiva mezclada con algo de nostalgia- Pero por ahora, me gustaría que empecemos de cero. Tú y yo. Como dos personas que se están conociendo por primera vez.
Isabella sonrió levemente, aceptando la oferta.
-Me parece bien. Vamos a intentarlo.
Ambos se quedaron allí, en el parque, observando cómo la vida continuaba a su alrededor. El camino no sería fácil, pero al menos habían dado el primer paso. Leonardo había encontrado a su hija, e Isabella, a su manera, había encontrado al padre que siempre había anhelado.
Y aunque las heridas del pasado seguirían abiertas por algún tiempo, ambos sabían que estaban dispuestos a enfrentarlas juntos, paso a paso.