Hace más de dos décadas, misteriosos pilares gigantescos surgieron repentinamente en diferentes puntos del planeta. Su aparición no solo marcó un cambio físico en el paisaje, sino que también transformó a quienes estuvieron cerca de ellos. Las personas y animales expuestos se vieron alterados, volviéndose más agresivos y hostiles hacia cualquier ser vivo que no compartiera su nueva naturaleza. Esta transformación no solo afectó la apariencia física, sino también sus comportamientos, generando una sensación de temor y desconcierto en quienes presenciaron estos eventos. La devastación causada por estos pilares marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, dejando un misterio sin resolver y cambiando el curso de la vida en el planeta
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Cueva
Me dirijo a la cueva, consciente de lo peligroso que es, pero sin más opciones, voy sin dudar. En el camino, encuentro a uno de los cocineros merodeando por el lugar. Estos tipos son muy grandes y fornidos. Trato de esquivarlo, pero me ve y va contra mí.
—Te encontré. No intentes escapar, solo lo harás más difícil para ti —dice mientras trata de capturarme.
—Jódete, tengo que llegar a esa cueva y no vas a detenerme —esquivo sus ataques tanto como puedo.
—No te permitiré llegar a la cueva. Si llegas, me matarán a mí y a mis amigos.
—Si yo no llego a la cueva, matarán a los míos —grito mientras saco mi bate y lo golpeo en las costillas.
—Maldita rata, deja de moverte.
Sigo moviéndome rápidamente. Sé que si me agarra, posiblemente me mate. Lo golpeo por la espalda y, de un giro rápido, me agarra por el cuello y me levanta.
—Al fin te atrapé. Ahora te llevaré donde el alcalde; él sabrá qué hacer contigo. Y si te preguntas por tus amigos, posiblemente los hagan carne comestible.
—Malditos, ¿por qué hacen esto? —digo tratando de liberarme de su agarre.
—Tenemos que sobrevivir. La comida siempre escasea, y como la carne de los infectados no nos hace nada, podemos usarla.
—Entonces, ¿por qué usan a los supervivientes muertos para hacerlos carne?
—Lo hacemos por puro y mero gusto. La carne humana sabe mejor. Además, no podemos desperdiciar carne dejando que los infectados o los animales se los coman.
—Son unos monstruos que no tienen respeto por los muertos —trato de salirme de su agarre, pero el infeliz es muy fuerte.
—Ahora recuerdo a tus amigos, el carpintero y esa chica recién llegada. Su carne será sabrosa. ¡Ja, ja, ja!
Al oír sus palabras, algo se me viene a la mente: la muerte de mis padres, la desaparición de mis amigos y el dolor intenso que he sufrido estos últimos diez años, siendo tratado como basura antes de conocer a Denis. Mi mente se nubla y lo único que siento es una ira incontrolable. Agarro la mano con la que me tiene sujetado y la rompo con mis manos. Cuando me deja caer, me abalanzo sobre él, tirándolo al suelo bruscamente. La ira se apodera de mí y empiezo a golpearlo una y otra vez. Cuando recupero la consciencia, lo único que veo del cocinero es su cabeza completamente aplastada. No le doy importancia. Levanto mis cosas y tomo de nuevo el camino hacia la cueva.
Trato de no ser visto por los cocineros y entro a la cueva sigilosamente por un agujero que está por detrás. Veo en una jaula a Abigaíl y a Denis, inconscientes. Al acercarme un poco más, noto la presencia de alguien. Era una mujer vieja que vestía ropas sacerdotales, decía cosas al aire, pero algo llamó mi atención.
—Así como Jesús dijo, este es mi cuerpo, comed; y esta es mi sangre, bebed de ella. Dios nos dio estos cuerpos profanos para que nos alimentemos de ellos y podamos sobrevivir. Gracias, señor, por darles la oportunidad de estar contigo a través de nosotros. Gracias por darme estas escrituras sagradas que dicen cómo se tiene que vivir en esta época.
Algo no estaba bien con ella, pero veo cómo sostiene un pedazo de piedra con algo escrito en ella que no alcanzo a leer. Dejo de pensar en ello y pienso en una forma de salvar a Abigaíl y a Denis. Se me ocurre la idea de simplemente callar a la anciana y atarla, pero hay muchos guardias afuera. De repente, siento algo en mi espalda.
