Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capitulo 3
...CLARET:...
Decidí llamar a Marie después de salir de esa estirada colonia en la que solo recibí más mala suerte y ni hablar de tener que aguantar a la doña ricachona que solo se dedicó a criticar lo sucio que estaban los perros, pero es que no era mi culpa que le guste criar osos en lugar de perros de tamaño normal y que me hayan arrastrado por casi toda la acera.
— Logré cobrar, pero no fue demasiado — Dije a Marie, mientras volvía a casa al anochecer — Compré comida y el resto, que no es mucho, se lo daré al casero para tranquilizarlo — Sostuve la bolsa de los víveres contra mi pecho — No vuelvas a recomendarme un trabajo con semejante tipo de gente.
— No me eches la culpa, solo quería ayudar, mi jefa fue quien pidió el favor para su amiga, ahora tendré que tolerar sus quejas también.
— Te vas a ganar un problema, te dije que no era buena idea hacerme pasar por ti — Crucé hacia mi edificio.
— No te preocupes... Te enviaré una lista de sitio en las que puedes dejar tu currículum.
Subí las escaleras externas hacia el tercer piso.
— Siempre y cuando no sea cuidando perros o niños.
— No, estos son trabajos serios — Escuché su risa — ¿En serio te fue tan mal?
— Fui horrible, la gente estirada, la doñita ridícula tratando a sus mascotas como hijos y esos enormes perros, casi muero arrastrada ¿No puede criar chihuahuas o perros salchichas como la gente normal? — Resoplé, entrando a mi apartamento, cerré la puerta con el talón.
— A los ricos les gustan las excentricidades.
— No quiero saber más de gente rica, creen que el mundo gira en su entorno.
— Cálmate, ya no volverás a esa colonia...
— Para completar, terminé arrodillada frente a un hombre idiota... Fue un pesado también, me crítico como si supiera de mi vida — Me froté la sien — Dios santo, ser tan guapo debería ser ilegal.
— Espera ¿dijiste que era guapo?
— ¿No escuchaste lo demás? — Dejé la bolsa sobre la mesa.
— Un millonario guapo no se ve todos los días.
Resoplé — Fue odioso y arrogante.
— ¿Cómo era?
Alto, con un cuerpo musculoso y de ojos intimidante color café, con el cabello negro alborotado y una barba recortada, de camisa mangas largas azul y pantalones sueltos, unos zapatos deportivos blancos, todo porte y elegancia, sensualidad, aires altivos y una expresión seria.
Puse los ojos en blanco — Marie, no estoy para tonterías.
— ¿Te gustó?
— ¿Qué dices? Es un desconocido con el que nunca volveré a encontrarme.
— Yo hubiera buscado una excusa para volverlo a ver, debiste haberle tomado una foto desprevenido, al menos así tendrías un recuerdo.
— Eres una sucia — Me quejé, caminando hacia la cocina, busqué el interruptor del bombillo — Aunque debo aceptar que gracias a él me libré de un problema mayor con la doña de los perros.
— Uy, eso suena genial.
— Esos perros me jugaron una mala pasada, él solo silbó y los infelices volvieron — Moví el interruptor y fruncí el ceño, no había electricidad.
— Tiene talentos ocultos — Dijo con un tono descarado.
— Me cortaron la electricidad.
— ¿Cómo?
— Estoy a oscuras.
La llamada se cortó y observé la pantalla.
La batería estaba baja.
Genial, los problemas seguían llegando como se costumbre.
Busqué una linterna en los cajones de la cocina, cuando la encontré, encendí velas para iluminar y cociné mi cena.
Al menos el gas seguía funcionando.
Ya no podía seguir así, no iba rendirme en conseguir un buen trabajo.
...****************...
Me desperté temprano.
Tomé un baño e hice un rápido desayuno, me alisté con una sudadera gris y unos pantalones negros, zapatillas bajas, llevé el teléfono y el cargador en mi bolso, una carpeta con mi hoja de vida y salí de casa.
Aproveché para darle una visita al cacero en el primer piso.
Toqué la puerta varias veces hasta que se dignó a abrir.
— Señorita, hasta que aparece — Dijo, con ironía, quedándose en la entrada — ¿Va a pagar lo que debe o solo viene a llorar? — Se frotó la barbilla y me dió una mirada descarada.
Saqué el dinero y se lo tendí.
Elevó una ceja y tomó, empezó a contar.
— Esto no cubre ni el primer mes.
— Lo sé, pero es para los servicios, necesito electricidad, gas y agua, no me los corte.
Su mirada me incomodó.
— De acuerdo, lo tomaré, pero recuerde, el plazo de agota — Amenazó, observando mi pecho — A menos que haga una excepción, puedo ser más flexible, pero eso depende de usted. Sino tiene dinero, hay otras formas de pagar — Se lamió los labios.
Me tensé, sintiendo enojo y desagrado.
— Pagaré con dinero — Elevé mi barbilla, tragando mis náuseas.
Sonrió — Suerte con eso, pero recuerde, es muy difícil conseguir alquileres tan flexibles como los míos, podríamos hablarlo y perdonaré todas las rentas atrasadas si decide colaborar.
Me alejé, antes de gritarles unas cuantas verdades que se merecía, pero no podía ponerme a la defensiva, no cuando estaba en sus manos dejarme en la calle.
Le iba a pagar, pero no de la forma que quería, demostraría que podía conseguir el dinero.
Caminé hacia el centro de la ciudad, donde el tráfico era pesado y la multitud se hacía presente.
Entré a una cafetería para poder cargar mi teléfono.
El dueño me dejó usarlo con la condición de comprar algo, tuve que pedir un capuchino y sentarme a esperar que mi teléfono cargara.
Marie envió la lista de los trabajos y casi escupí mi café.
Eran empresas prestigiosas.
Entre ellas una de las empresas más famosas, Leroy, la empresa de dispositivos tecnológicos.
— Esto debe ser una broma — Susurré.
Llamé a Marie — ¿Te volviste loca? Esas empresas solo contratan profesionales, yo ni siquiera entre a la universidad.
Bebí mi café para no tener un tic de estrés.
— Ay, relájate, nada pierdes con intentar.
— Lo haré, pero voy a perder tiempo valioso en lugares a los que si podrían considerarme.
— Te haz vuelto demasiado pesimista, Claret tengo que dejarte, estoy en horario laboral, pero te deseo mucha suerte — Colgó y solté un suspiro mientras observaba por la ventana como las personas caminaban por la calle adoquinada.
Desconecté el teléfono cuando se cargó lo suficiente y empecé con la lista, buscando las direcciones y preguntando.
Edificios grandes cubiertos por cristales se cruzaron en mi camino.
Personas en trajes pulcros entraban y salían, después de bajar de carros lujosos.
Marie no vivía en este mundo ¿Cómo se le ocurrió qué podrían contratarme?
Con aquellas ropas tan gastadas e informales me descartarían rápido.
En el primer edificio la recepcionista se tardó en atenderme, hablaba sin parar por teléfono mientras yo me quedé frente al mostrador, ignoró mi presencia hasta que aclaré mi garganta.
— Un momento... — Apartó el teléfono de su oído y me evaluó — ¿Qué deseas?
— Quisiera dejar mi hoja de vida.
— No, no estamos contratando — Cortó para seguir con la llamada.
— Su sitio web dice que sí.
Hizo un gesto de impaciencia — Escucha, si quieres deja tu currículum, pero dudo mucho que estés calificada...
— Cuando estés en la cúspide más alta de la empresa, me das tu opinión, de lo contrario guárdala — Gruñí, estallando ante la rubia postiza.
— Sino quieres que llame a seguridad, largo de aquí — Me dió una sonrisa falsa y volvió a su llamada.
Mi ceja tembló, pero me retiré.
En el segundo establecimiento fue casi igual, pero si aceptaron mi currículum, aunque la recepcionista lo tomó como si tuviera gérmenes.
El mundo estaba plagado de seres con superioridad y yo tenía la mala suerte de topar con los peores.
Busqué la Empresa Leroy y me sorprendí al encontrar varios sitios en el mapa.
Tomaría el más cercano y sería el último, ya no soportaba tantos estirados.
Volvería a la zona donde tenía más posibilidades, en tiendas pequeñas, cafeterías y restaurantes.
Caminé, un poco agotada me detuve frente a un lugar bastante discreto para la grandeza de Leroy, un edificio de solo dos plantas de cristal y puertas dobles, con una entrada llena de jardines, apartado de la zona bulliciosa de la ciudad.
Subí las escaleras y las puertas se abrieron cuando estuve frente a ellas.
Un lugar parecido a una biblioteca se hallaba ante mí, en el segundo piso habían varias oficinas, pero en el primero, había muebles y muchas filas de computadoras.
No me dió la sensación de superioridad o de perfección, aunque todos vestían de forma elegante, sus espacios parecían cómodos.
Me acerqué a la recepcionista.
— Buenos días ¿En qué puedo ayudarle? — Dijo la recepcionista, sin exceso de maquillaje ni falsedad.
— Quisiera dejar mi currículum, leí una información de que necesitan personal.
— Es correcto, permíteme tu hoja — Extendió su mano por el mostrador y la saqué de la carpeta — Normalmente recibimos las solicitudes por correo, pero ya que te tomaste la molestia de venir voy a ingresarte, solo dame un segundo para llenar tus datos en la planilla de solicitud — Se ajustó las gafas para leer mi hoja y tecleó en su computadora — ¿No tienes ninguna profesión?
Allí se fueron mis esperanzas.
— No... — Observé hacia unos hombres sentados en unos muebles, reunidos en torno a una mesa con tablets y laptops.
Me tensé, allí estaba ese hombre.
Hablaba y todos escuchaban atentamente, con su seriedad, muy bien peinado y una ropa casual.
— Temo que solo podemos recibir a profesionales...
— ¿Cómo? — Giré mi atención hacia ella, aturdida, por la impresión de encontrarme al sujeto fanfarrón — Señorita, puede que no tenga una carrera, pero aprendo rápido, puedo trabajar de mensajera o sirviendo café, cualquier cosa... Solo necesito una oportunidad — Me sentía tan decepcionada de que se me cerraran las puertas.
— Lamentablemente, esto no depende de mí...
— ¿Quién es el jefe? Déjeme hablar con la persona a cargo...
— Temo que está ocupado, hay una reunión privada con el dueño — Bajó la voz, dando miradas discretas hacia el grupo donde estaba ese hombre.
— Puedo esperar...
— Tal vez se tarden unas dos horas, si surge algo recibirás una llamada.
— Señorita, por favor, haga todo lo posible...
Volví a observar hacia los reunidos y sentí un vuelco en el estómago cuando me percaté de que ese hombre tenía su mirada intimidante puesta en mí.
— Gracias — Dije y caminé hacia la salida, antes de que se le ocurriera a ese extraño acercarse a opinar que yo era demasiado niña para andar buscando trabajo y que debería estar estudiando.
Era un desastre hasta para buscar trabajo.
No tenía nada de suerte.
Quería echarme a llorar en medio de la calle.
Desde que mi padre fue asesinado toda mi vida se volvió en una desgracia, como si su vicio por las apuestas nos hubiera condenado para siempre, no era justo que yo tuviera que pagar por los errores de mi padre.
Terminaría de indigente si seguía así.
Empecé a bajar las escaleras.
— ¡Oiga! — Una voz gruesa y autoritaria se oyó detrás de mí.
Me detuve en seco, tragando con fuerza antes de girarme lentamente.
El sujeto guapo me siguió.
Me quedé quieta y mi maldito corazón se aceleró, mis manos se encajaron en la carpeta.
No sabía como hablar con hombres jóvenes y guapos, me volvía torpe y decía cualquier estupidez, pero estar ante ese sujeto era otro nivel que me hizo quedarme callada.
Jamás había visto un hombre tan hermoso y de tan buen gusto en la ropa y eso que Francia estaba lleno de ellos.
Su expresión se mantuvo seria.
— Eres la chica de los perros.
— Usted el hombre de los... Silbidos.
Enrojecí cuando hizo un gesto, era una torpe.
— ¿Busca trabajo?
— No es... — Me mordí la lengua, recordando que él estaba en el grupo de aquella reunión, tal vez conocía al dueño y quería darme una oportunidad — Así es.
— ¿Es mayor de edad?
— Por supuesto — No pude evitar sonar a la defensiva.
Parecía incrédulo, lucir como adolescente tampoco me ayudaba.
— ¿Qué carrera estudio? — Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
— No tengo una carrera.
— ¿Y cómo pretende que la contraten? — Observó el reloj de su muñeca, como si atenderme le quitara tiempo, yo no le pedí que me siguiera.
— No todos tienen la facilidad de estudiar...
— Puedo darle trabajo, pero no aquí — Me interrumpió, elevando la mirada primero.
— Sabe, mejor ahorrece su consideración — Me giré con ímpetu y bajé las escaleras.
autora tu jamas decepcionas felicidades espero seguir leyendo tus novelas