La Puerta Negra

Diana, dijo el sacerdote. Este fin de semana iré a una parroquia en el interior, es algo distante, crees que puedas acompañarme para que me ayudes con unos documentos que necesito trasladar hasta acá.

A Diana no le apetecía en realidad realizar un viaje con el sacerdote, no lo creía tan correcto, ya que ambos tenían casi la misma edad, eran un par de jovencitos si se les analizaba más allá de la labor de él, pero como siempre no podía defraudar a los demás y menos a el sacerdote que le había concedido quedarse en el orfanato, analizando todo esto, terminó aceptando. Todo quedo planificado para salir a las nueve del sábado.

Ya solo quedaba el viernes para el viaje, ella le comentó a la hermana sol Inés de sus planes con el sacerdote para ver su criterio sobre si era adecuado o no. A la hermana no le pareció nada extraño y no le presentó objeción alguna. Diana más tranquila con su conciencia fue a su habitación empacó algunas cosas y fue a la cama a descansar.

Tardó un poco en dormir ya que su mente estaba en Diego, deseaba tanto verlo aunque fuera desde la distancia. Luego de tanto pensar cayó en un sueño profundo hasta el amanecer. Nuevo día, nuevas emociones que ocultar, ella se conformaba con verlo que quererlo en la distancia, no quería arriesgarse a nada más.

Al llegar al trabajo notó que su jefe había recibido una visita inesperada, era una chica con ropas de marcas y ceñidas al cuerpo. Una chica modelo como muchos dirían. Diana sintió curiosidad por saber lo que allí ocurría, casi no se podía concentrar en los masajes, al llegar el mediodía no aguantó más la curiosidad y fue a la oficina del jefe sin avisar.

Se acercó en silencio, la puerta estaba entreabierta, ella miró con discreción y pudo ver como la chica se empeñaba en obligar a Diego a marchar del lugar para ir a otro sitio con ella. No fue capaz de escuchar la dirección, pero lo que más le causó inquietud era lo próxima que estaba la chica a él, tanto así que lo beso, con la reacción del momento Diana empujó la puerta quedando al descubierto.

Tanto Diego como la chica miraron automática hacia ella, que estaba en la entrada con cara de pocos amigos. Diana se sonrojó al instante al notar la mirada de ellos sobre ella así que dió media vuelta y regresó a su trabajo. Tenía el corazón roto, sabía muy bien de la reputación de Diego, pero no podía evitar sentirse mal al respecto, en el fondo de su corazón creía que había cambiado por ella.

Terminó su jornada laboral y fue a casa, su móvil no paraba de sonar era Diego llamando, pero ella lo ignoró completamente y más al saber que al final salió con la chica. Esto le dio ánimos para salir el fin de semana con el sacerdote Alexandro. Le vendría bien despejar y dejar de pensar tanto en Diego. Desde que lo conoció no había dejado de pensar en él. Apagó el móvil y terminó de organizar las maletas, luego fue a reunirse con el sacerdote para ultimar los últimos detalles del viaje.

Diego por su parte estaba desesperado por hablar con Diana. No tener respuesta lo atormentaba, él la quería y desde que la vio se interesó por ella. En un inicio fue algo simple, como con las otras, quería probar su cuerpo y dejarla ir. Luego comprendió que ella no era como las otras chicas que solía frecuentar y sentía que deseaba asentar cabeza con alguien como ella, claro que Diana no se lo ponía fácil.

En los meses que llevaba intentando lograr algo con ella, se cuidó de no ser visto con ninguna chica. Él no podía dejar de satisfacer sus deseos carnales mientras esperaba por ella, pero esta chica de anoche malinterpretó todo y creyó lo que no era, fue su culpa por decirle donde trabajaba y Diana vió como lo besaba, esto acabaría con sus planes de conquistarla.

Diego tomó la desición de salir fuera con la chica para alejarla de allí, la invitó a almorzar y le explicó todo, no volverían a verse. Su encuentro fue solo sexual. La chica no opuso resistencia y se marchó, pero quedaba arreglar las cosas con Diana. Este último proceso le costaría ya que ella no contestaba, lo mejor sería esperar al lunes y darle su espacio para pensar. Igual no eran pareja aún, no debía ponerse así, creía él.