Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
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Capítulo 4: La Maldición de los Espejos
El silencio que siguió al rompimiento del espejo parecía ahogar a todos en la habitación. Erika respiraba agitadamente mientras se levantaba con dificultad del suelo, sus manos temblorosas todavía sosteniendo los restos del espejo roto. Sabía que algo no estaba bien. Habían liberado a Lucía, pero no sentía alivio, solo una creciente sensación de peligro.
—Tenemos que salir de esta casa —dijo Tomás, mirando nerviosamente hacia la puerta cerrada del sótano—. No podemos quedarnos más tiempo.
David asintió, acercándose a la puerta para intentar abrirla, pero cuando tocó el pestillo, algo lo empujó hacia atrás con fuerza invisible. Cayó de espaldas al suelo, jadeando de dolor.
—¡David! —gritó Julia, corriendo hacia él.
—¿Estás bien? —preguntó Erika, inclinándose para ayudarlo a levantarse.
David asintió con los ojos entrecerrados, pero se mantuvo en silencio. Todos sabían lo que eso significaba: no estaban solos. La casa no los iba a dejar ir tan fácilmente.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Julia, la desesperación claramente reflejada en su rostro.
Erika respiró hondo y miró los fragmentos rotos del espejo en el suelo. La maldición no había sido completamente destruida, solo habían tocado una pequeña parte del misterio que envolvía la casa. Recordó las viejas historias que su abuela solía contar sobre las casas embrujadas: "No todas las casas malditas se pueden abandonar. Algunas te eligen, y una vez que lo hacen, no hay forma de escapar... a menos que encuentres el corazón de la maldición".
—El espejo no es el único problema —murmuró Erika—. Algo más está reteniendo este lugar, y tenemos que encontrarlo.
—¿Quieres decir que hay más de esos espejos? —preguntó Tomás, levantando una ceja, claramente incómodo con la idea.
—Exactamente. Este no es el único —respondió Erika—. Si queremos sobrevivir, tenemos que encontrar el resto.
La mención de más espejos hizo que un escalofrío recorriera la espalda de todos.
—¿Cómo vamos a encontrarlos? —preguntó Julia, todavía sosteniendo la mano de David—. Ni siquiera sabemos cuántos hay ni dónde buscarlos.
Erika apretó los dientes, pensando en lo que había visto en el sótano. Las sombras no desaparecían, se movían a través de los espejos. Si eso era cierto, entonces cada uno de esos espejos podría ser un portal, una puerta hacia algo mucho más oscuro y antiguo.
—Los espejos están conectados —dijo Erika finalmente—. Lo que sea que esté aquí, lo que está maldiciendo esta casa, está usando los espejos para moverse. Si rompemos todos, tal vez podamos debilitarlo lo suficiente como para salir de aquí.
—¿Y cómo vamos a encontrar todos los espejos de la casa? —preguntó David, aún frotándose el hombro por el golpe.
—No lo sé, pero no tenemos otra opción —respondió Erika, mirando a su alrededor—. La casa no va a dejar que nos vayamos. Así que tenemos que seguir adelante.
El grupo se levantó lentamente, más cansado y temeroso que nunca, pero decidido a encontrar la raíz de la maldición. Subieron las escaleras del sótano de nuevo, y cuando llegaron al pasillo, todo estaba en silencio. Demasiado silencio. Era como si la casa los estuviera observando, esperando su próximo movimiento.
—Tenemos que dividirnos —sugirió Erika—. Será más rápido encontrar los espejos si nos separamos.
—¿Estás loca? —dijo Tomás, horrorizado—. ¡No podemos dividirnos! ¡Es cuando ocurren las cosas malas!
—Lo sé, pero no tenemos otra opción —respondió Erika con firmeza—. Mientras más tiempo estemos aquí, más riesgos corremos. Si seguimos juntos, podríamos perdernos algo importante.
David y Julia intercambiaron miradas de preocupación, pero al final asintieron. No había una opción segura.
—Muy bien —dijo David—. Julia y yo iremos al segundo piso, revisar las habitaciones. Tomás, tú y Erika pueden revisar aquí en el primer piso.
Tomás resopló, claramente nervioso, pero aceptó el plan. Se dividieron en dos grupos y comenzaron a buscar.
Erika y Tomás caminaron con cautela por los oscuros pasillos del primer piso. Cada rincón parecía más siniestro que el anterior, y las paredes parecían vibrar suavemente con una energía malsana.
—Odio esto —murmuró Tomás mientras miraba por encima del hombro cada pocos segundos—. Es como si alguien estuviera siguiéndonos.
—Lo sé —respondió Erika—, pero tenemos que seguir.
Llegaron a una gran sala de estar. En el centro de la habitación había otro espejo. Este era aún más grande que el del sótano, adornado con un marco dorado tallado con intrincados patrones de serpientes enroscadas. El reflejo que devolvía no era el suyo.
—Esto no es real —dijo Erika, sintiendo una creciente opresión en el pecho—. El espejo está… mostrando algo más.
Tomás se acercó al espejo, fascinado y aterrorizado al mismo tiempo. En el reflejo no estaban ellos dos, sino una versión distorsionada de la misma habitación, pero vacía, y las paredes parecían estar hechas de carne en lugar de madera.
De repente, las luces parpadearon, y una figura apareció en el espejo, en el mismo lugar donde Tomás estaba parado. Era otra versión de Tomás, pero con ojos vacíos y una sonrisa torcida que no pertenecía a ningún ser humano.
—¡Sal de ahí! —gritó Erika, tirando de Tomás justo cuando su reflejo en el espejo levantó una mano, como si fuera a salir del cristal.
El espejo vibró con fuerza, pero no se rompió. En cambio, el reflejo oscuro de Tomás se desvaneció lentamente, dejando el cristal claro pero inquietantemente brillante.
—Esto está mal… esto está muy mal —murmuró Tomás, retrocediendo del espejo—. ¿Qué hacemos?
Erika miró el espejo, sabiendo que si lo destruían, podrían estar más cerca de salir de la casa, pero también podía empeorar las cosas. Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Tomó un viejo candelabro de una mesa cercana y lo levantó sobre su cabeza.
—¡Vamos a destruir este también! —gritó, y con todas sus fuerzas, estrelló el candelabro contra el espejo.
El espejo explotó en mil pedazos. Los fragmentos volaron por toda la habitación, y una oscuridad profunda y palpable emanó de él, envolviéndolos. Por un segundo, el aire se llenó de gritos y lamentos, como si hubieran liberado algo mucho más antiguo y maligno de lo que imaginaban.
Tomás cayó de rodillas, agarrándose la cabeza, y Erika sintió que el mundo giraba a su alrededor. La oscuridad comenzó a disiparse lentamente, pero algo había cambiado.
Cuando levantó la vista, ya no estaban en la misma sala de estar.
Habían sido transportados a otro lugar.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.