Al haber sufrido violencia durante toda su vida, Lola decidió terminar con su agresor, después de perder al bebé que venía en camino, gracias a una golpiza puesta por su esposo. Al intentar huir de la familia de su fallecido esposo, se encontró con una mujer extraña y le habló sobre un mundo diferente, donde ella podría vivir feliz y en paz. Lola decidió ir a ese mundo creyendo en la palabra de la extraña, sin embargo no debes creer todo lo que te dicen, nunca debemos confiar en simples extraños.
Un nuevo mundo, ¿Una nueva vida?
Quizás la persona que una vez existió en el mundo moderno, también dejó de existir en el mundo al que llegó. Lola ya no es la misma, ahora su personalidad dominante ha despertado.
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Ataque
Dicho y hecho, el marqués se quedó en la habitación de Sophia, pero sentado en una silla a lado de su cama.
—Sabes, cuando te vi me gustaste, pero creí que serías una concubina de su majestad. Aclaro que jamás pensé en ti como alguien que valiera menos, simplemente supuse que te habías ganado el cariño del emperador, por eso estaba celoso. Le dije todo eso a Lady Gaillard para que hiciera algo y tú no quisieras volver a ver al emperador, aunque todo salió mal. No obstante cuando supe la verdad sobre ti, me prometí intentar ganarme tu confianza y tal vez más adelante, tu corazón. Eres alguien diferente y por eso llamas mi atención, simplemente me pareces especial — le hablaba a modo de susurro.
—Ya basta. Por favor no lo hagas, detente por favor, por favor yo… yo… estoy embarazada— Sophia tenía un sueño tan malo y triste que solo se movía de un lado a otro, mientras que de sus ojos salían lágrimas.
Noil, vio todo y no soportó observar como aquella mujer sufría sin él, poder hacer nada. —Parece que mi primo tiene razón, ya estuviste casada, aún así puede ser que se equivoque sobre ti. No pareces alguien mala, sino que te falta algo muy importante para poder vivir, algo que tal vez yo pueda darte— tomó la mano de Sophia y la agarró con fuerza, para hacerle saber incluso mientras dormía, que no estaba sola.
La noche seguía transcurriendo, pero en un momento de ella, se pudieron ver luces a lo lejos, parecían antorchas. —Nos atacan— se escuchó por los alrededores de la mansión
Noil despertó con todo el alboroto y se dio cuenta que Sophia ya no estaba en la cama, volteó a todas partes hasta que la vio mirando por la ventana.
—¿Ya se encuentra mejor?— preocupado preguntó
—No debería estar aquí, marqués. Lo menos que necesito es que alguien de la realeza, muera estando a mi lado. Lárguese— gritó
—Estás muy equivocada si crees que te dejaré sola, de aquí no me voy. No puedes obligarme— su postura no iba a cambiar
—Como quieras— si le hablaban informal, ella también lo hacía
Sophia se puso una capa y unos zapatos cómodos, salió de su habitación y bajó a la planta baja, claro Noil, iba detrás de ella.
—¿Hay algún herido?— preguntó seria
—Aún nadie señorita, pero son bastantes los que atacan, debería huir de aquí— pedía el encargado de la guardia
—Hagan que todos entren al salón donde estaba trabajando— ella entró primero, para que no desconfiaran.
Ahí pudieron ver lo que antes habían pasado desapercibido, un incalculable número de espadas y armaduras estaban listas para entregar.
—Necesito que el imperio las autorice— miró al marqués, él era el único que podía dar la orden, pues si Sophia decidía darle todo eso a sus guardias, incumpliría su trato y terminaría con un daño severo.
—Tiene mi autorización— habló y enseguida cada guardia se puso una armadura, incluyéndolo a él. También tomaron una espada y con esto estaban listos para luchar.
—¿Puede imaginar un lugar diferente al palacio?— tragándose su orgullo, Sophia preguntó
—¿Y que si puedo?— incluso en ese momento, burlón contestó.
—Imagínelo ahora— tocó el hombro del marqués y debajo de sus pies apareció un símbolo.
De esa manera transportó a las sirvientas de la mansión al lugar que imaginó el marqués, ella no podía, pues solo conocía el palacio, aparte de la mansión.
—Regresaré con los guardias— dijo y volvió aparecer el mismo signo. Noil apenas si pudo entrar en el círculo, pues Sophia se había alejado
—No vuelvas a hacer eso— estaba enojado
—Debiste quedarte, ahora ya puedo imaginar ese lugar— se defendió. —Todos entren al círculo— les ordenó Sophia a sus guardias, afortunadamente eran todos, la mayoría seguía en pie y con vida. Otros tenían golpes, pero gracias a las armaduras de Sophia, nada había sido peor.
Los hombres hicieron caso a su señorita y cuando todos estuvieron a salvo, Sophia activó el signo, enseguida estuvieron en el lugar donde estaba el resto del personal.
—Gracias señorita, nos salvó la vida— con lágrimas en los ojos, agradecían las mujeres
—No fue nada, ese era mi deber… cualquiera hubie…— su recuperación no estaba completa y por el esfuerzo realizado, cayó desmayada
Noil la tomó en sus brazos y la llevó dentro del lugar a dónde habían llegado, no era otro sitio, más que su propia casa.
—Preparen habitaciones para todos, que puedan descansar. No se preocupen por lady Brunet, me haré cargo— ordenó y trató de tranquilizar a la gente de Sophia.
Sin importar como lo vieran sus empleados, Noil llevó a Sophia directamente a su habitación, ahí la recostó en su cama y cubrió su frágil cuerpo con una sábana grande.
—Estoy seguro que me odiarás por esto, pero no puedo permitir que te quedes en otra parte, mi gusto por ti aumentó está noche— sonrió ladino
Ninguna mujer era capaz de hacer lo que ella hizo con su gente. Ni siquiera un hombre lo habría hecho, simplemente la mujer que veía dormir, lo cautivaba a un extremo grande.
Esa noche Noil durmió en su sofá favorito y claro que no era de su agrado, pero no pensaba cruzar la línea con Sophia. Cuando despertó, salió a informar sobre lo sucedido en la noche, quería decirle directamente al emperador, pues había enviado un mensaje en la noche, no estaría tranquilo hasta saber quién pudo atreverse a intentar hacerle daño a su señorita.
Sophia tardó en despertar y cuando lo hizo, se sorprendió, pudo ver qué estaba en otro lugar y no recordaba muy bien lo que había pasado en la noche. Salió de la habitación así como estaba y vio a gente que no conocía, eso la hizo desconfiar aún más.
—Buenos días señorita. El marqués no está ahora, pero me pidió que le dijera que está era su casa, siéntase libre de hacer lo que quiera— el mayordomo le hablaba amablemente
—Tengo hambre— fue lo primero que salió de su boca
—Sígame por favor— la llevó directamente al comedor, donde ya estaban servidos varios platillos.
El hombre le acercó una silla, pero Sophia no se iba a sentar.
—¿Dónde está la cocina?— seria preguntó
—Es por aquí— le mostró
Sophia fue al lugar y encontró a las cocineras y sirvientas desayunando. Cuando la vieron casi les da un infarto, ya que ni siquiera el marqués entraba a la cocina, siendo su casa.
—¿Podemos ayudarle señorita?— preguntó una mujer mayor
—Tengo hambre, disculpen mi atrevimiento, pero anoche intentaron matarme, no puedo confiar en nadie. Yo misma prepararé mi desayuno, pueden continuar con lo que estaban— cambió un poco su expresión, se volvió más amable.