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Doce Años En La Sombra

Doce Años En La Sombra

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Atracción entre enemigos / Traiciones y engaños / Venderse para pagar una deuda / Amor-odio
Popularitas:7.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Crisbella

Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.

NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Acercamiento peligroso

La gala había terminado. Me despedí de Elías y, obviamente, de Sofía; el juego de la seducción había empezado.

—Señorita Montenegro, fue un placer conocerla —dije, tomando su mano y depositando un beso en ella.

Ella me respondió con una sonrisa y sus ojos iluminados. —El placer fue mío, señor D'Angelo.

—Nos vemos mañana. Ya quiero conocer su trabajo —indiqué, volteando a ver a Elías, quien se notaba molesto.

Subí a mi auto y una vez dentro, aflojé mi corbata. La hipocresía y la mentira me estaban asfixiando.

Llegué a mi penthouse y me senté en el gran sillón de cuero negro que estaba en la mitad de la sala. Me recosté y cerré mis ojos. La imagen de Sofía apareció inmediatamente. Ella representaba el peligro, uno que debía controlar. En este juego no se podía involucrar ningún tipo de sentimientos, no podía permitírmelo.

A la mañana siguiente, no conduje mi auto de lujo. Elegí uno sencillo, algo que no llamara la atención, para no gritar "multimillonario" al llegar. Me vestí con ropa casual, pero de buena marca. Tenía que parecer un inversor serio, no un hombre de negocios buscando llamar la atención.

Llegué a la fundación a la hora acordada. Estaba en un barrio que conocía bien, cerca de donde vivía mi madre. Al entrar, el olor a desinfectante se mezcló con el olor a comida casera, diferente al ambiente artificial de la noche anterior.

Sofía me recibió en el patio principal. Llevaba jeans, una camiseta blanca y el pelo recogido. Se veía menos como una princesa y más como una mujer de verdad. La ironía era dolorosa.

—Alexander, bienvenido. Sígame, le daré el recorrido —dijo, sin rastro de la formalidad de anoche.

La seguí a través de los pasillos. Ella no me mostró las oficinas bonitas ni los folletos lustrosos. Me llevó directamente al centro de todo: la cocina, el salón de clases, el área de juegos. Me presentó a los niños.

Ella recordaba el nombre de cada uno. Les preguntó sobre sus tareas y hasta regañó a dos por no compartir un juguete. No había pose. No estaba actuando para mí ni para un cheque. Ella realmente estaba ahí.

El niño que fui, el que creyó en la bondad de la gente, sintió un golpe en el estómago. Era difícil conciliar esta imagen de Sofía con la hija del hombre que me destruyó.

Nos sentamos en una pequeña oficina al final del recorrido.

—¿Qué le pareció? —preguntó, con esa mirada directa que no le temía a mis juicios.

Me tomé un momento antes de responder, ajustando la máscara.

—Me parece... real. No es el circo de caridad al que estoy acostumbrado —admití. Era la verdad, y la verdad, aunque fuera pequeña, ayudaba a mi fachada—. Sigo teniendo preguntas sobre cómo manejan los fondos, pero creo que la misión es sólida.

—Me alegra oírlo. Y no se preocupe, tengo los libros abiertos.

—No tengo prisa —dije, apoyándome en el respaldo de la silla, dándole mi sonrisa más segura—. Creo que para invertir bien, necesito invertir tiempo. ¿Cree que sería posible que venga de vez en cuando a ver cómo van las cosas? No como auditor, sino como... observador.

Vi la sorpresa cruzar su rostro antes de que sonriera. Una sonrisa honesta.

—Sería un placer, Alexander. Más ayuda siempre es bienvenida.

Movimiento dos: completado. Había conseguido la excusa perfecta para entrar en su vida. Solo que ahora, el frío control de mi plan se sentía un poco menos frío.

La excusa de "observador" fue la mejor que pude haber inventado. Las semanas siguientes se convirtieron en una rutina extraña. Visitaba la fundación tres o cuatro veces por semana. Revisaba los libros de contabilidad, sí, pero también terminaba ayudando a Sofía a armar estanterías o a servir el almuerzo a los niños.

Ella no me preguntaba por mi dinero ni por mis negocios. Solo hablaba de los niños, de los nuevos proyectos y de la frustración de buscar donantes honestos. Me trataba como a un voluntario más, no como a Alexander D'Angelo, el coloso de los negocios. Y me gustaba.

Esa familiaridad era un peligro. Era la misma clase de familiaridad ciega que, hace quince años, me había llevado a confiar en la familia Montenegro.

Una tarde, estábamos solos en su pequeña oficina, revisando una solicitud de subvención. El sol de la tarde entraba por la ventana, dándole a su cabello un brillo que no debería haber notado.

—No entiendo por qué esta agencia lo rechazó —dijo ella, frustrada, pasándose una mano por la frente—. Hice todo al pie de la letra.

Me incliné sobre su hombro para ver la pantalla. Su olor, una mezcla de shampoo y ese ligero aroma a perfume que usaba, me golpeó. Estuve demasiado cerca.

—Lo rechazaron porque tu argumento es emocional, Sofía. No financiero —le expliqué, señalando un error en la formulación.

Ella giró la cabeza para mirarme, nuestros rostros quedaron a centímetros. Sus ojos miel se clavaron en los míos. El aire se hizo pesado.

—Gracias, Alexander —susurró. Estaba vulnerable, no enojada.

Me enderezé de golpe, rompiendo el momento. El contacto físico era el punto donde la máscara se rajaba.

—Es solo lógica de negocios —respondí, mi voz más seca de lo normal—. Deberías dejar de pensar en esto por hoy. Ya es tarde.

—Tienes razón. Estoy agotada —dijo ella, levantándose y recogiendo unas carpetas.

Caminamos juntos hacia la salida. Afuera, la ciudad se encendía.

—¿Quieres que te lleve a casa? —pregunté antes de que pudiera arrepentirme. La pregunta era un avance arriesgado.

Ella sonrió, aliviada. —Me encantaría.

Subimos al auto. Mi plan seguía avanzando: cada paseo, cada conversación, me acercaba a su confianza. Pero el problema era que la versión de Mauricio, el hombre que ella pensaba que yo era, se sentía más real que Alexander D'Angelo.

En el camino a la mansión Montenegro, el ambiente del auto se sentía pesado. El silencio era incómodo, al menos para mí. Pero ella, con una sonrisa, logró borrar ese sentimiento.

Finalmente, detuve el auto enfrente de la mansión. Bajé siendo un caballero para abrir su puerta. Le tendí mi mano para ayudarla a bajar, y ese pequeño toque lanzó millones de electrones a través de mi cuerpo, haciendo sentir una descarga eléctrica adictiva.

—Gracias por todo, Alexander —. Escuchar el nombre del hombre en el que me convertí me golpeó de vuelta a la realidad. No estaba ahí para conquistar a una mujer; estaba ahí para destrozar a los Montenegro. Ese era mi único y verdadero propósito. Y lo cumpliría.

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ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Excelente súper recomendada para las nuevas lectoras
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Fantástica novela, me encantó felicitaciones autora nos seguimos leyendo. Bendiciones 🙏🙏
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Felicidades excelente novela , bendiciones
Yanet Cristina Vilugron Salazar
👏👏👏👏👏
Yanet Cristina Vilugron Salazar
falta ese cabron de Felipe
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vamos vamos chico
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ya está todo listo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Viejo maldito,que se pudra en la cárcel
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados, corruptos
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ahora a esperar el desenlace
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Muy buena historia, felicidades autora
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados y ese padre tan horrible
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ese viejo y el Felipe son de lo peor el hijo lo que es un pelele ojalá abra los ojos
chica°mangaromantico
Jejejeje, tú tienes el poder.... por ahora
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ignacio parece que quiere a su hermana pero es un pusilánime que se deja manejar por su padre, ojalá haga lo correcto
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Mónica se merece un bono por ser tan eficiente 🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
que pase luego el tiempo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
OMG 😱😱😱, ojalá ese viejo desgraciado pague por todo
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ojalá todo se salga mal nacido
Yanet Cristina Vilugron Salazar
se enamoraron 🥰🥰🥰
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