Todos los del pueblo le temían a una niña de ocho años, muchos dijeron que poseía una aura que no pertenecía a este mundo. ¿Pero son todos los del pueblo ovejas sin manchas?
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¿Justicia?
Raquel se vistió completamente de negro, se miró al espejo y sonrió fríamente. Hoy era el día y esperaba nunca arrepentirse de su decisión en el futuro. Tenía el corazón palpitando velozmente, obviamente sentía miedo por lo que iba a hacer. ¿Y si la atraparan?, ella estaba preocupada sobre eso, si eso pasara quién cuidaría de su pequeño, tenía suficientes motivos para abandonar el plan pero, algo dentro de ella se lo impedía. Talvez el odio y la repulsión que sentía hacia su cónyuge.
Raquel besó la frente de su hijo y luego salió dejando al niño de cinco años sin vigilancia alguna.
¿Qué tanto puede cegarte el odio?
Mark había llegado a la casa de su amante por la puerta trasera, tuvo que fingir irse a otro sitio y luego regresar para ver a su amante. Mientras estaba sentando esperando, no podía evitar pensar sobre terminar ese juego, esa aventura. Él tenía un hijo y no quería que su niño aprendiera de él y que las personas lo miraran raro. Él pasó por todo eso y sabía lo doloroso que era no ser aceptado y echado de casa. La mirada de tus padres viéndote con desprecio y la gente burlándose de ti.
Solo se había casado con Raquel para que sus padres lo vieran con orgullo y no con vergüenza. Deseaba la aprobación de sus padres. Pero ahora no sabía si había tomado la decisión correcta, él sabía que lo que le estaba haciendo a su esposa era cruel, Raquel no se lo merecía. Su esposa era una buena mujer, buena madre y lo amaba bastante. Ella era hermosa y él se culpaba por no poder amarla, ¿Qué había de mal en él?
«Debería parar esto», seguía reflexionando cuando su amante vino y se sentó en su pierna, eso hizo que él mirara al hombre a los ojos. No podía negarlo, ese hombre era hermoso, demasiado bello. Tenía la nariz perfilada, los ojos verdes y una hermosa cabellera rubia que caí sobre sus hombros.
—¿Qué sucede amor? —Él le preguntó a Mark con un tono suave. Eso encantaba a cualquiera.
—Solo estaba pensando… siento que estoy siendo cruel con Raquel, ella no merece esto. —Su amante hizo un expresión confusa y luego le preguntó.
—¿Quieres terminar conmigo? —La voz del hombre era de gran tristeza y eso le dolió mucho a Mark, y sostuvo el rostro de su amante entre sus palmas.
—No pongas esa expresión, me duele.
—Entonces, no me dejes. —Mark asintió débilmente. Estaba locamente enamorado de ese hombre, que siempre buscaba complacerlo. —Y divórciate por favor, ya he sido muy paciente. —Ahora le hablaba con autoridad a Mark mientras comenzaba a menear sus caderas sobre la pierna de Mark.
—Para. —Mark sostuvo su mano fuertemente, lo miró por unos segundos y luego se abalanzó sobre él.
¿Es verdad que siempre uno paga por sus acciones? Nadie es inocente aquí.
Mark se había quedado dormido y se despertó arrugando un poquito la nariz debido al olor del humo y abrió poco a poco los ojos, pero, luego se apresuró a bajar de la cama al ver todo el humo en la habitación.
—Despierta. —Con desesperación movió a su compañero. Él sostuvo la mano de su pareja e intentó buscar como escapar, pero la puerta estaba trabada y Mark comenzó a intentar abrirla.
Su amante al estar asustado intentó gritar pero, Mark le tapó la boca rápidamente.
—¿Qué crees que haces? —Susurró asustado.
—Estoy tratando de pedir ayuda. —Dijo como lo más obvio del mundo. Entonces, él comprendió la razón del porque Mark lo había callado. —Vas a morir antes que revelar tu secreto, ¡Eres un maldito cobarde! —Él se alejó de Mark e intentó gritar nuevamente pero, recibió un golpe en la cabeza que le hizo caer al suelo. Mark lo había golpeado con un jarrón de flores.
Mark miró horrorizado la sangre que salía de la cabeza de su amante. Aunque todavía seguía vivo se notaba que era cuestión de tiempo para que dejara de respirar. Ni siquiera podía moverse.
—Dios, ¿Qué hice? —Mark miró sus manos en un estado de shock y se sentó junto al cuerpo de su amante lamentándose y llorando como un niño pequeño.
Al día siguiente los demás residentes del pueblo hablaban de la manera tan extraña en la que se incendió la casa del vecino de Raquel.
Los que fueron a revisar encontraron dos cuerpos, sin embargo, no pudieron identificar quien era la otra persona. Hicieron una entrevista a Raquel, quien negó estar presente en el momento de ese incendio y que estaba visitando a su madre. Y cuando le preguntaron por su esposo, simplemente dijo no haberlo visto hace una semana y que la había dejado sola con su único hijo.
—Mamá, ¿Cuándo regresa papá? —Su hijo estaba coloreando un libro de dibujos. El pequeño se parecía mucho a su padre y mirarlo le recordaba a cada segundo a Raquel, el crimen que había cometido. Talvez debió arrepentirse de ese maldito pensamiento y simplemente divorciarse o irse a vivir con su madre.
—No lo sé, pero, mamá siempre estará contigo. —El niño asintió y siguió haciendo rayones en el libro de dibujo. Ella suspiró cansada y miró el techo fijamente.
¿Era eso justicia? Ciertamente, la justicia no existe.