Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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UNA SOPA PARA SANDRA
...SANDRA:...
El General Itans se marchó y me quedé con ganas de ir tras él pero me había hecho enojar, parecía Clara entrometiéndose en mi vida y en mis asuntos, no puedo ser tan egoísta y dejar a mi familia, ya bastante teníamos con la ausencia de Liliam. Me molestó también que dijera que Clara ya sabía caminar y comer sola, me pareció cruel, Clara necesitaba mi compañía ya que sin Liliam se había quedado estancada y aunque ella también me insistía en que debía dejar la vida que estaba llevando sabía muy bien que sin mí podría ponerse peor. Yo no podía dejarla por un sueño egoísta, el General Itans no era quién para hurgar en mi vida y opinar sobre mí como si me conociera.
— ¿ Por qué le dijiste eso al General Itans? — Pregunté enojada también con Derek.
— Para que le quede claro que no debe meterse contigo — Tomó una postura firme, tratando de verse imponente, dudaba mucho que pudiera derribar de un golpe al general.
— El general no se metió conmigo.
— Estabas discutiendo con él cuando entré... Traía un golpe en la cara como si tú se lo hubieses dado.
— Fué una discusión de trabajo — Mentí y frunció el ceño — No fue nada de lo que piensas... Se resbaló y se golpeó el pómulo, yo no le dí ningún golpe.
Sí se lo dí pero no fue adrede, mejor ni pensar en eso.
— De todas formas ya quedó avisado... y si tiene intenciones, ya no se acercará a tí.
— Derek, por favor... No vuelvas hacer algo como eso.
— Descuida pero si ese hombre te llega a tocar no me quedaré de brazos cruzados, que sea del ejército no quiere decir que sea buena persona — Dijo y me abrazó, me quedé inmóvil, no sentía absolutamente nada, no sentía la ola de sensaciones como con el general, esos pequeños roces me habían elevado tanto y me moría por seguir sintiendo.
Me aparté de Derek y sonrió, sin saber que estaba pensando en el hombre que acababa de salir y que me había tocado levemente en muchas ocasiones, no solo eso también me había visto desnuda.
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Pasaron unos cuantos días desde mi encuentro con el General Itans, trabajé en lo mismo y él me ayudó pero no me habló como de costumbre, solo lo necesario y siempre se mantuvo alejado, así que no podía sentir las sensaciones que tanto quería, tenía que olvidarlo así que no hice nada al respecto y lo traté de la misma forma.
No comprendía sus actitudes pero mejor ni darle vuelta al asunto y seguir indiferente. Por suerte Josefino no fue motivo para otro acercamiento y tampoco la pintura, el golpe en su pómulo ya había sanado y solo se notaba un pequeño hematoma.
Me sentí mal, me dolía los huesos pero no paré de trabajar hasta la noche. Fuí al armario y saqué el retrato, observé ese rostro por unos instantes lo toqué. Lo decidí guardar en el primer cajón de los pañuelos y las medias, ahí estaba más a mi alcance.
Al día siguiente amanecí prendida en fiebre y con dolor en todo el cuerpo. Clara se levantó preocupada cuando despertó y me encontró a su lado, no podía levantarme.
— Clara, por favor avísale a mi padre que tengo fiebre y dolor... No podré trabajar hoy — Susurré con un tono débil, sentía mucho frío a pesar de estar sudando.
Clara tocó mi frente preocupada y se espantó — Pero si estás ardiendo en fiebre, te pondré una pañuelo húmedo en la frente.
Salió de la habitación y se me salieron las lágrimas del dolor, sentía como si la cama estuviera girando sin parar. Definitivamente estaba teniendo mucha mala suerte.
Clara volvió con un vol, lo colocó sobre la mesita de noche y exprimió el pañuelo, lo colocó sobre mi frente, estaba frío pero sentí un momentáneo alivio.
— ¿ Le dijiste a papá ? — Pregunté.
— No lo ví.
Sabía que Clara seguramente ni siquiera lo buscó, seguía enojada con él y no le dirigía la palabra.
— Búscalo... Estará esperando el desayuno...
— Pues me parece bien.
— Clara, por favor hazlo — Supliqué y suspiró frustrada.
— Está bien, ya vuelvo.
Se marchó de nuevo y me quedé observando el techo.
......ITANS:......
Entré a la casa de los Cuper pero la encontré extrañamente solitaria, me quedé en el sala esperando.
La Señorita Clara venía bajando las escaleras con rostro de preocupación y presentí que algo estaba pasando.
— Buenos días Señorita Clara — Dije y extrañamente se acercó, aún llevaba puesta la bata de dormir y el cabello despeinado, sus ojos al igual que su cabello eran iguales a los míos, si hubiese tenido una hermana pequeña sería como ella.
— Avise a mi padre que Sandra no podrá hacer nada hoy — Pidió sin tomarse la molestia de ser educada, pero la mención de Sandra me hizo restarle importancia y preocuparme.
— ¿ Qué tiene la Señorita Sandra? — Pregunté.
— Amaneció con fiebre, no puede levantarse de la cama.
— Descuide, yo le avisaré a su padre y prepararé algo de comer — Dije y se asombró.
— Muchas gracias.
Volvió a subir las escaleras.
Caminé hacia el estudio y toqué.
— Adelante.
Entré, el Señor Cuper se encontraba sentado detrás de su escritorio.
— Buenos días — Dijo mientras elevaba su mirada.
— Buenos días... La Señorita Sandra amaneció con fiebre — Fuí al grano y se levantó preocupado.
— Oh, pero que pena... Iré al verla.
— Yo me ocuparé de hacer el desayuno.
— ¿ En serio se tomaría esa molestia? — Preguntó asombrado.
— Si, no es ninguna molestia.
— Está bien, aquí lo importante es la salud de mi hija, iré a ver cuán grave es la situación para ir a buscar al doctor — Salió con prisa.
Me dirigí a la cocina, busqué leña y encendí la estufa.
Me puse a cocinar pero eso no me detuvo de seguir preocupado por la Señorita Sandra. Se me ocurrió una idea y le hice una sopa vegetales.
Piqué los ingredientes y los vertí en la olla. No tardó mucho tiempo en estar lista.
La Señorita Clara apareció en la cocina con rostro de irritación pero al verme volvió a su expresión neutral.
— Mi padre fue a buscar al doctor del pueblo — Informó.
— Es un alivio, agradecería si le lleva ésta sopa a su hermana, ayudará con su recuperación — Dije mientras la servía en un plato ondo, alzó sus cejas y luego sonrió encantada pero negó con la cabeza.
— No, hágalo usted, yo debo desayunar — Dijo y fruncí el ceño, ¡ Pero qué desconsiderada !
— No puedo entrar a la habitación de su hermana — Dije y se acercó a la otra olla.
— Lo hará con intensión de ayudar a un enfermo así que si puede, vaya, yo vigilaré que no se quemen las papas — Demandó y me sentí enojado por su actitud, además las papas eran hervidas y no era necesario vigilar porque tenían suficiente agua pero decidí no discutir con una adolescente y tomé una bandeja, coloqué el plato allí y la cuchara, la Señorita Clara me observó detenidamente, poniendo especial atención en la sutileza de mis movimientos.
— ¿ Dónde está su habitación?
— Al subir las escaleras encontrará un pasillo, la primera puerta a la derecha.
Tomé la bandeja y salí de la cocina, subí las escaleras con cuidado y llegué al pasillo, siguiendo las indicaciones de la señorita y toqué la puerta antes de entrar.
— ¿ Por qué tocas Clara ?
Abrí la puerta y entré.
La habitación era pequeña pero bonita, de paredes blancas y cortinas color café, tenía una mesa, una cómoda cerca de la ventana y un armario de madera.
En la pared del frente estaba la cama, me acerqué con cuidado con la bandeja en mis manos, la Señorita Sandra tenía los ojos cerrados y un pañuelo húmedo sobre la frente, envuelta en las sábanas.
— Buenos días Señorita Sandra.
Abrió sus ojos y me observó sorprendida, su rostro estaba rojo y con la huella plasmada del malestar.
— General Itans — Musitó con la voz débil pero con una alegría que se vió reflejada en sus ojos.
...SANDRA:...
El General Itans estaba de pie junto a mi cama, observé la preocupación en su rostro mientras me observaba, por un momento se me disipó la fiebre con la imagen de él.
— General Itans — Dije y sonrió débilmente.
— Le traje sopa — Informó, intenté levantarme pero un mareo me recorrió.
Lo notó, fue hacia la mesa y dejó la bandeja allí. Volvió y sin previo aviso se acercó, me ayudó a sentarme, tomándome de los brazos. Me senté, haciendo un gesto de dolor apoyé mi espalda del espaldar de la cama. El General Itans colocó el pañuelo dentro del vol con agua y fue por la bandeja, la colocó en regazo, lo hizo todo con delicadeza.
— ¿ Qué siente ? — Preguntó.
— Me duele los huesos, siento mareo, estoy sudando frío — Dije con rostro de despreocupación.
— Tanto trabajo a hecho de las suyas.
— ¿ Cómo lo sabe ? ¿ También es médico?
— No, pero tengo experiencia... El cuerpo se agota lentamente, si lo llevas al extremo colapsa y es así como se ve — Dijo y negué con la cabeza.
— Seguramente es un virus... Ojalá no sea lo que mató a mi madre.
— No es un virus, confíe en mi palabra.
— Mi padre ya fué por el doctor — Dije, había entrado tan preocupado, ordenó a Clara ayudar a hacer el desayuno y se marchó. Ella en cambio salió toda enojada.
Observé el plato en mi regazo, sopa de vegetales.
— Mi hermana no sabe cocinar sopa — Murmuré.
— Fui yo quién la hizo — El General Itans se mantuvo de pie y lo observé sorprendida.
— ¿ Por qué lo hizo ?
— Ayudará a que la fiebre no la debilite — Tensó sus hombros, sus ojos azules brillaron y no pude evitar sentirme querida.
— Muchas gracias.
— En tanto pueda ayudar lo haré, está en mí ser considerado con los demás.
Tomé la cuchara con dificultad, me dolían mucho los brazos.
El General Itans se sentó al pie de la cama — Permítame — Tomó la cuchara de mi mano, nuestros dedos volvieron a rozar, aún estando enferma sentí como mi piel se erizaba.
— No es necesario... Yo puedo sola... — Tartamudeé pero no me hizo el menor caso y tomó un poco de sopa, guió la cuchara a mi boca después de soplar y la abrí, saboreé y tragué, estaba deliciosa.
— Está deliciosa, tiene otro talento, cocina rico... Es extraño que un hombre cocine — Dije sin poder evitarlo y siguió dándome de comer.
— Solía ayudar a mi madre a cocinar.
— Es perfecto — Musité encantada y me observó intensamente, me sentí nerviosa — Digo... Es perfecto que un hijo ayude a su madre.
Sonrió de nuevo — Me dió la vida así que es lo menos que puedo hacer.
Definitivamente era perfecto, el hombre que alguna vez soñé en mi infancia llena de fantasía, llenaba casi todas mis expectativas, era el hombre ideal.
Me dió otro sorbo y me concentré en su rostro, parecía preocuparse por mi y sentí como las mariposas de mi estómago batían sus alas haciendo estragos.
¿ Se habrá enamorado alguna vez ? No lo creo, un hombre como él estuviera casado si se hubiese enamorado.
Mi mente tomó otro giro, un hombre como él no tocaría una mujer sin estar unido en matrimonio, ¿ Eso significaba que era casto ?
Seguí comiendo y él siguió en silencio.
Se me llenó la barbilla cuando me moví bruscamente.
— Lo siento... ¿ No hay una servilleta? — Preguntó y señalé el armario con mi mirada.
— En uno de los cajones.
Se levantó y caminó hacia el armario, pero recordé de inmediato lo que había allí cuando abrió el primero.
— No... Ese no... — Dije tensa, se quedó un momento inmóvil, estaba de espaldas a mí y desde allí no podía ver si había notado que estaba el retrato allí.
Sacó una servilleta y cerró el cajón.
Volvió con expresión neutral ¿ No lo vió? Será que olvidé cuál era el cajón donde lo guardé. No mostró nada en su expresión, me limpió con suavidad la barbilla.
Terminé se comer y retiró la bandeja. Me volví a acostar y colocó el pañuelo en mi frente.
— Ahora debe esperar la opinión del doctor — Dijo mientras hacía ademán de marcharse.
— Gracias por todo, no debería hacer esto por mí, no soy nadie.
— Si es alguien — Me observó a los ojos — Alguien que merece ser tratada de la mejor forma y más si está enferma, hace mucho por su familia y eso es admirable — Mi corazón dió un brinco.
— Es admirable que usted haga todo esto por mí — Dije, sonriendo.
— Su pretendiente debería estar aquí, si yo la estuviera cortejando estuviera muy pendiente de su salud, me mantendría a su lado — Dijo con expresión seria y sentí como mi respiración se tornaba débil pero no por la fiebre.
Se marchó después de darme una última mirada.
Sonreí de nuevo, tal vez si le intereso.