Salem escapó de la oscuridad para refugiarse con una bruja Pero la oscuridad la mato . Durante años esperó en silencio a la niña de ojos ámbar que la bruja le había mencionado.
Y un día, Clarisse llegó.
El destino, sin embargo, pronto la apartó: fue enviada a la Academia de Brujas, un lugar antiguo donde las jóvenes aprendían a dominar sus dones. Cinco años después, vuelve convertida en una hechicera que apenas comienza a descubrir la magnitud de su poder.
No estará sola. Un cuervo sarcástico, tan fiel como insoportable; un tigre y un puma que ella misma rescató y que ahora la reconocen como su reina ; y Salem, el misterioso gato que nunca la abandonó, serán sus guardianes en la batalla contra las sombrasen la oscuridad.
Entre secretos familiares, pactos rotos y un linaje perdido. Clarisse deberá descubrir hasta dónde llega su poder… y qué precio está dispuesta a pagar por él.
¿Estás listo para entrar en un mundo donde nada es lo que parece, y hasta la magia tiene un precio?
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Daelith
Clarisse despierta con el cuerpo entumecido y la mente espesa, como si los recuerdos pesaran más que el colchón.
La cabaña está en silencio.
Un silencio que no es vacío, sino cargado, como si las paredes respiraran su regreso.
Se sienta en la cama, se pasa la mano por el rostro y bosteza sin ganas.
El cabello negro le cae sobre los hombros, enredado, rebelde.
Sus ojos ámbar, aún turbios de sueño, recorren el cuarto con una mezcla de nostalgia y alerta.
Afuera, el bosque murmura.
Adentro, todo huele a polvo limpio y magia retenida.
—Estoy hambrienta —murmura.
Se pone de pie, estira los brazos y camina hacia la cocina.
La madera cruje bajo sus pasos.
Al fondo, una figura alada ya la espera en la repisa.
—Por fin. Pensé que ibas a hibernar —dice Corvyn, agitando las alas con exageración—.
¿Sabías que dormiste casi doce horas? ¡Doce! Yo estuve a punto de organizar tu funeral.
—Buenos días para ti también —responde ella, sin mirar—. ¿Quieres desayuno o solo vienes a criticar?
—¡Ambas cosas! ¿Qué clase de pregunta es esa?
Clarisse sonríe apenas.
Abre la alacena, saca pan, huevos, un poco de queso, y empieza a preparar todo con manos hábiles.
Corvyn se acomoda en la repisa como un noble en su trono.
—¿Recuerdas a la bruja de la capa de serpientes? —pregunta él de pronto—. La que no sabía conjugar un hechizo pero se creía la reencarnación de Morgana…
—¿La que explotó el salón al intentar hacer una pócima de amor? —responde Clarisse, riendo—.
¿Cómo olvidarla?
—¡Exacto! Esa misma. Por poco termino calvo.
Ambos ríen.
El aroma de la comida se mezcla con la risa compartida.
El momento se siente… humano. Por fin.
Entonces, un leve roce.
Un sonido suave.
Clarisse se gira.
Y ahí está él.
Sentado en el marco de la puerta, con la cola envuelta en sus patas y la mirada baja.
Los ojos, uno verde y el otro azul, la observan como si contuvieran seis años de silencio.
—Salem…
Ella se queda inmóvil por un segundo.
La espátula tiembla entre sus dedos.
—Yo pensé… pensé que no estabas. Que te habías ido. Que… que te habías muerto.
Camina hacia él, lenta, como si temiera que fuera a desvanecerse.
Se agacha.
Salem no huye.
—Te extrañé —susurra, acariciando su lomo con ternura.Para luego acogerlo en su pecho y abrazarlo mientras ambos cierran sus ojos disfrutando el momento y Salem deja salir un ronroneo involuntario.
Y eso…
Es más que suficiente.
—Qué escena tan conmovedora —interviene Corvyn, burlón pero suave—. Si lloras, Clarisse, que sea lejos del desayuno.
Ella ríe entre lágrimas.
Es una risa rota, temblorosa, pero real.
—Tonto cuervo…murmura para soltar a Salem y seguir haciendo el desayuno.
Comen.
Hablan.
La casa empieza a sentirse viva otra vez.
Hasta que la puerta se abre con un golpe seco.
Clarisse se pone de pie al instante.
Salem salta a la repisa.
Corvyn se eriza.
En el umbral está su madre.
Alta, de rostro severo y cabello recogido con precisión casi ritual.
Sus ojos grises, como tormenta, la examinan con dureza.
—Así que volviste —dice la mujer—. Y no saludaste.
—No estaba segura de que siguieras aquí —responde Clarisse, la voz firme.
—Tampoco estabas segura de que fueras una bruja, ¿recuerdas?
Tu magia era débil, tus hechizos vacilantes.
Y aún así… te quedaste.
—¿A eso viniste? —pregunta Clarisse, los ojos brillando de rabia—. ¿A recordarme que nunca fui suficiente?Porque tenías que mandarme a ese lugar ,en primer lugar.
—Vine porque merezco saber por qué ahora sí.
—¿Y tú? —escupe Clarisse, dando un paso al frente—. ¿Qué clase de madre deja a su hija creyendo que no tiene valor?
¿O es que acaso no eres mi madre?
La mujer no responde.
Solo se gira.
—He dicho lo que tenía que decir.Tú sabrás qué haces con eso.Pero mandarte ahy era la única manera quizás no lo entiendas ahora Pero espero que pronto si .
—Vete.
—Clarisse…
—¡LÁRGATE!
La puerta se cierra con un golpe seco.
Lo que clarisse ignoraba es que su madre estaba embarazada iba a ser madre de nuevo y aunque le doliera en el alma ella si fue una buena madre Pero ahí secretos que todavía no puedes salir a la luz así que Seraphine prefiere que ella la odie .Y pronto Seraphine se entera de que está a la espera de ese bebé que tanto a anhelado .
El silencio es denso.
Corvyn la observa desde su rincón.
Salem, sin moverse, camina lentamente hacia ella.
Se frota contra su pierna.
Ella cae de rodillas, respirando con dificultad.
—¿Estoy rota, Corvyn?
—Estás completa.No seas payasa.
Ella sonríe, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Gracias.
—Siempre —responde el cuervo.
Pero el momento no dura.Un crujido rompe la calma.Un susurro afuera.
Una presencia.
Clarisse se pone de pie enseguida y camina hasta la ventana,corre la cortina y analiza el perímetro y entonces la ve Allí, entre los árboles…
Una silueta,se divisa así que sale para saber de quién se trata.
El aire se vuelve denso, cargado.
—Vaya, qué gusto verte, Clarisse —dice la figura—.
Estaba empezando a pensar que no volverías nunca.
Es la profesora Daelith, la bruja que la atormentó en la academia.
Sus ojos están vacíos de empatía, pero llenos de codicia.
—¿Qué quieres?
—Tu poder.
Lo que escondes.
Lo que ni tú comprendes aún.
Y vine a tomarlo.
Clarisse no tiembla.
—Te vas a arrepentir —dice, con una calma peligrosa.
Las palabras son cuchillas en su lengua.
La energía vibra a su alrededor.El aire se parte.
Corvyn vuela sobre la cabaña, lanzando insultos irreproducibles.
Salem se ubica detrás de la puerta esperando que no lo alcance un hechizo eso sería fatal.
Daelith lanza un hechizo.
Clarisse lo corta con un solo gesto. La bruja contraataca con mas fuerza ,pero aún así ella detiene el ataca finalmente Clarisse, lanza un hechizo más fuerte y al final Daelith grita Y desaparece.
No hay sangre.Solo un humo que se desvanece en el aire ,aquella bruja no era rival para Clarisse Pero aún así quiso quitarle lo que por derecho le corresponde y terminó pagando el precio.
Clarisse levanta las manos.
Pronuncia un encantamiento grave, en voz baja... “Domus mea, protego aeternum.
Malum foras, lumen intus.”
Alrededor de la cabaña, una barrera invisible se eleva como un escudo.
—Nadie entra —dice—. No sin mi permiso.
Con la mirada fija en el horizonte,
Sabe que esta es solo la primera batalla.Aquella bruja había servido para apaciguar el coraje que la conversación con su madre había despertado.