Dentro de lo más profundo de esta sociedad, existen males que le hacen bien al mundo, sin embargo, su simple existencia envenena a todo el que la toca.
Mas allá de la vida cotidiana, este mundo consagra distintas plagas, una de ellas ha logrado atrapar a Killian Inagawa en una red de dulces mentiras superpuestas por ¿su prometida?
NovelToon tiene autorización de Hanna Touchi para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Is so Powerful
La escena llama mi atención. Si bien estaba de su lado y este hombre no era de mi grata confianza, ella parecía querer callarlo antes de que yo me enterase.
Una corazonada retumba en lo más profundo de mi mente, impidiéndome pensar con claridad. El rostro de mi padre y mis manos cubiertas por su sangre me aturden nuevamente.
Mantengo el control tanto como puedo, después de todo, no podía demostrar ningún rastro de debilidad que ese maldito fuese capaz de usar en mi contra. El peso de ser el jefe recae con más fuerza sobre mi espalda; miles de cadáveres e inocentes están bajo mi propia responsabilidad.
Es bastante sencillo de palabras para afuera asegurar que todo saldría bien, pero las cosas cambian cuando la realidad está frente a tus ojos. Sonrío con un ademán de desprecio al entender lo que me sucedía.
Temer a la muerte era bastante natural en el ser humano, sin embargo, ese maldito rasgo ya lo había perdido. No, simplemente dejó de importarme desde que todo en mi vida se esfumó. El joven sin hogar, el maldito marginado… alguien a quien no valía la pena rescatar.
Entre esa tormenta interna, lo único que mis ojos son capaces de alcanzar es a esa mujer. Sus ojos negros al igual que su cabello contrastan bellamente con su tono de piel, su voz burlona y autoritaria me reconfortan; finalmente todo lo que estaba inundando mi mente logra encontrar una vía de escape.
–Creo que has olvidado la primera regla, Jairo – Suelto, disparándole a quemarropa directo a mi objetivo principal.
La mirada sorprendida de Ethan le sacan una sonrisa a Laila, quien le entrega las hojas con la intención de bajar a la altura de mi presa, quien por el intenso dolo se arrodilla en la alfombra, intentando desesperadamente mantener la sangre que brota por la cuenca de su ojo en su lugar.
–Como lo siento – Suelta Laila, agarrándole del cabello y obligándole a plantarle cara – Olvidaba decirte que mi prometido tiene un temperamento aún peor que el mío.
La sonrisa burlona de Laila le vuelve irascible, sin embargo, la perdida de sangre le mantenía en su lugar, al igual que el arma de Ethan, quien a pesar de todo, no se movía un solo centímetro de su lugar.
Este detalle se graba en mi mente, después de todo, nadie evitaría retroceder o cubrirse ante un disparo estando en su posición; sin embargo, solo volteó a verme sorprendido. Entendía que no lastimaría a la Durga jamás, así que no la cubrió pero él era un caso completamente diferente.
–Iker, sácalo de aquí y llévalo a la habitación del sótano.
Ordeno, a lo que obedece sin cuestionamientos, levantándole y obligándole a caminar directamente hacia la salida.
Laila me observa confusa, después de todo, aún no conocía bien la distribución de la mansión Konan, dándome por primera vez una ventaja frente a mi prometida.
–Volveré pronto, así que no mates a nadie más mientras no esté a tu alrededor.
Suelto con una sonrisa sincera, haciendo alusión a nuestro primer encuentro a lo que ella ríe cruzada de brazos.
–Esa debería ser mi línea.
Contrarresta tomando las hojas que Ethan aún sostenía. Este parecía sospechar lo que estaba planeando pues no despega esa mirada llena de cautela de cada uno de mis movimientos.
A todo mi pesar dejo el recinto, fastidiado por el poco tiempo que pude disfrutar a su lado, no obstante, tenía que encargarme de esa rata. Recorro los pasillos en silencio, esperando encontrar a Einar frente a cualquier habitación, tal y como siempre solía hacer.
Conocer la rutina diaria de la mansión me había dado la libertad de hacer tanto en cuanto se me diera la gana durante mi adolescencia en este lugar, sin embargo, siempre estuvo esa persona interfiriendo en cualquier cosa sospechosa que se me ocurriese hacer.
Le observo detenido frente a la puerta del sótano masticando un chicle como un puberto. La risa Laila resuena en mi cabeza nuevamente, deleitándome hasta el alma.
–No sabía que le gustaran los dulces.
Enfatizo, guardando mis manos en los bolsillos del pantalón, ya que sería la única forma de alcanzar más rápido mi pistola de lo que Einer sería capaz.
–Es una forma de mantener las ansias del cigarrillo, jefe.
Responde, despegándose ligeramente de la pared. Su estilo gánster es de lo más anticuado que recuerdo haber visto y aun así, su imponencia no dejaba de causarme problemas.
–Como lo siento, pero detesto ese olor; no para de mezclarse con esa esencia dulce, corrompiéndola por completo.
Confieso sin pensar. Por alguna razón Einer siempre lograba que soltara todo lo que estaba en mi mente. Lo mismo había sucedido aquel día en el pasillo y cuando ingresé a la mansión tras convertirme en la nueva cabeza de los Konan.
Él suelta un resoplido socarrón por primera vez en todo el tiempo que le conocía, rompiendo momentáneamente la visión que tenía de su dura coraza.
–Supongo que ha venido a sacarle información.
Completa, observando la entrada al sótano. Esa astucia era lo que más me jodía de él. No podía ocultar nada sin que leyese mis movimientos incluso antes de decidirme a realizarlos.
–¿Tiene alguna protesta?
Le interrogo, subiendo nuevamente el muro entre los dos, pues no podía dejarme llevar por su actitud y soltar todo lo que tenía entre manos con tanta facilidad.
Eine niega lentamente con la cabeza, mostrando completo desinterés por lo que le sucediese a Jairo de ahora en adelante.
–Solo puedo advertirle que observe con detenimiento. Hay personas en las que no debe confiar.
Aquella respuesta logra dejarme pensativo. No se refería a Jairo, era demasiado claro que no confiaba en él, si se refiere a Laila entonces no tomaría mi lado y se uniría a ella son pensarlo … tan solo quedaban dos personas.
Finalmente ingreso, cerrando con llave la puerta. Bajo las escaleras hasta encontrarme con un espacio pulcro e iluminado, completamente diferente a lo que pensé que sería.
Si tuviese que describirlo, no dudaría en decir que se trata de una enfermería personal, no obstante, los elementos de tortura perfectamente acomodados en las paredes le hacían parecer más una carnicería, provocando que se me revolviese el estómago.
Dijo mi mirada hacia el hombre atado de pies y manos sobre una camilla.
–¿Qué debo hacer con este bastardo, hermano?
Medito la situación momentáneamente hasta que encuentro la mejor forma de hacerle hablar.
–Sácale la bala.
Ordeno, cruzándome de brazos, dispuesto a observar todo el proceso aun con el estómago revuelto. No importa cuan desgraciado llegase a ser, llegar a este punto me asquea brutalmente, sin embargo, este hombre tenía bajo sus manos lo que había estado buscando durante años.
Iker toma una pinza de metal y con fuerza obliga a Jairo a mantener la cabeza quieta, enterrando la pinza sobre su ojo completamente jodido.
Los gritos de desesperación retumban en todo el lugar. Cada soneto de esa súplica se clavan en mi mente.
–Vaya, que infortunado, no puedo encontrarla.
Se burla Iker. Aquella frase desespera aún más a nuestra víctima, llamando mi atención, después de todo, parecía gozar lo que estaba haciendo.
–¡Te diré todo lo que desees, pero detente!
Suplica finalmente tras la brutalidad de su tacto. Procuro mantener la compostura y ocultar el temblor de mi cuerpo, no obstante, estaba seguro de que en mi rostro la enfermedad que esto me traía era bastante clara.
–Detente.
Le ordeno, acercándome a Jairo. Iker se detiene instantáneamente, dejando de lado las pinzas ahora recubiertas de sangre.
–Respóndeme. ¿Sabes los nombres de las víctimas?
Jairo intenta regular su respiración, conteniéndose frente al dolor que aún permanecía en su herida.
–No, no tengo esa información.
Suelta, obligándome a hacerle una seña a Iker, quien entiende inmediatamente, aproximando nuevamente la pinza.
–¡Pero puedo conseguirla!
Enfatiza, lleno de pánico al notar lo que estaba a punto de hacer nuevamente.
–¿Cómo sé que no es una mentira?
Le interrogo, deteniendo a Iker rápidamente.
–Creame, no quiero morir aún – La voz temblorosa de este hombre retumba en mi mente y nuevamente aparece la imagen de mi padre. Una maldición que cargaré para toda mi vida – Realicé cada una de las tareas que el viejo me encomendó bajo amenaza… No le soy fiel al jefe del clan. Le soy fiel a quien sea capaz de protegernos.
–Muy bien – Suelto finalmente, dándole el beneficio de la duda por primera vez en los trece años que llevaba de conocerle – Si no traes esos nombres y su ubicación actual, te juro que esto es un sueño al lado de lo que te haré.
El hombre asiente rápidamente. Puedo sentir como aguanta con todas sus fuerzas el dolor. Si seguía así moriría rápidamente, incluso antes de que yo pudiese hacerlo por él.
–Detén el sangrado y llama al cirujano de la familia – Le ordeno a Iker – Asegúrate de que este hombre sobreviva.
Salgo rápidamente del lugar, mareado por el tinte rojo de la sangre y el olor a hierro y óxido. Por alguna razón desde ese sueño me había vuelto más sensible a estas situaciones.
Logro caminar un par de metros hasta que el malestar me vence. No paro de sudar y la vista se me nubla. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no vomitar allá adentro y ahora mi cuerpo me pasa factura.
La cabeza me da vueltas y progresivamente pierdo la fuerza de mis piernas, obligándome a sostenerme contra la pared. No tengo idea de si han pasado minutos u horas estando de pie en ese lugar, pero no es hasta que escucho la voz de un hombre que recupero momentáneamente la noción de tiempo y espacio.
Volver a este estado de conciencia hace que el mareo se intensifique, obligándome a caer de rodillas.
–Killian!
Suelta una voz embriagadora a unos cuantos metros. Levanto la mirada, encontrándome a Laila arrodillada frente a mi y al médico que había mandado llamar a su lado.
–Le atenderé inmediatamente
Indica el hombre, levantando su mano para comprobar mi temperatura, a lo que me niego, retirándola con un manotazo.
–Usted tiene algo más urgente que hacer.
Sentencio, recordándole a lo que fue llamado, razón por la cual Ethan se ve obligado a guiarlo hasta la entrada del sótano, dejando a Laila conmigo.
–¿Qué te sucedió?
Me pregunta, ayudándome a sentar contra la pared. La observo, angustiada como si estuviese a punto de morir frente a sus ojos. Por alguna razón provocar ese estado completamente contradictorio de lo que en realidad es la Durga, me llena de una extraña satisfacción.
Levanto mi mano y sujeto su rostro. Sabía perfectamente qué era lo que necesitaba en ese momento y no me iba a contener un segundo más.
Rápidamente, deshizo esa misma mano hasta su nuca, permitiéndome sostener su cabeza, y sin permitirle rechistar uno sus labios con los míos.
La sensación es eléctrica, como si una corriente atravesase todo mi cuerpo. No me puedo contener, me lleno de energía instantáneamente impulsándome a desear jamás dejarla ir de mis brazos. Es como estar drogado, en la cúspide del deleite.