Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo XI: Traicionar lo que más amas para salvarla parte 11
Natalia al darse cuenta de que ya no contaba con el apoyo de Rómulo decidió ponerse en contacto con su abuelo Rómulo padre, el cual estaba en la cárcel y este se ofreció a ayudarla no solo a ella sino a Verónica y a Rómulo también, el problema era como hablar con una persona que la evitaba en todo momento,
-Si esto es lo que quieres, voy a respetar tu decisión - dijo Natalia con pesar
Rómulo la evitaba porque se sentía muy avergonzado con Natalia por haberla ilusionado y tomar su primera vez para luego huir como un cobarde y casarse con otra mujer, aunque lo hizo para evitar una desgracia
Aunque ese no era el único problema que ambos tenían, porque a pesar de los esfuerzos de Margarita por ocultarlo, Carmelo se enteró de que hubo algo entre Rómulo y Natalia y la información llegó a él sin escándalo, ni confrontaciones, pero cuando lo supo, no reaccionó como cualquiera esperaría.
No hubo gritos, ni amenazas, ni castigos, solo una frialdad espeluznante.
Carmelo decidió no hacer nada, porque su hijo ya había tomado la decisión de casarse con Katherine y mientras el matrimonio siguiera en marcha, lo demás no importaba.
Natalia podría haberse convertido en un problema, pero ahora no tenía ningún poder, así que, para él, simplemente dejó de ser relevante.
Era como si lo ocurrido entre ella y Rómulo nunca hubiese existido, simplemente había decidido que no valía la pena castigar algo que ya estaba enterrado, y eso, de alguna manera, era peor, porque, en la mente de Carmelo, la única razón para no intervenir era que la victoria ya estaba asegurada.
Rómulo se casaría con Katherine y la familia Carmona consolidaría su poder y Natalia quedaría como un recuerdo insignificante en su historia.
Rómulo y Katherine decidieron tener una reunión con la familia Carmona para ser presentada formalmente y el lugar escogido era un restaurante muy famoso de la ciudad capital, aunque hay que señalar que Natalia y Verónica no fueron invitadas.
—Es un honor conocerla Srta. León — dijo Carmelo con calculada cortesía
El restaurante era elegante, calculado, lleno de detalles meticulosamente diseñados para impresionar, pero Katherine no podía sentirse cómoda.
—El honor es mío Sr. presidente — respondió Katherine.
Carmelo soltó una carcajada, aunque la risa no llegó a sus ojos porque la chica no le parecía muy impresionante, bonita sí, pero una más del montón, pero necesitaba que su hijo se casara pronto para que se le pasara la calentura con su prima.
—En el futuro vamos a ser parientes, así que llámame suegro… O mejor aún papá — dijo Carmelo fingiendo un tono casual.
Katherine podía parecer simple e ingenua, pero tenía una mente muy perspicaz y deductiva, ella no era una persona tan sencilla como se mostraba, y desde el primer momento, en que vio a Carmelo en la mesa, y desde la primera pregunta que él le hizo, ella supo que estaba bajo evaluación y obviamente no planeaba revelar sus verdaderas intenciones con este matrimonio.
—Y entonces, Katherine, ¿cómo planeas manejar esta relación con Rómulo?
Su tono era casual, pero sus ojos no reflejaban simple curiosidad, era una prueba. Una medición silenciosa. Una oportunidad para descubrir hasta qué punto ella encajaría en su familia. Katherine mantuvo la calma, sosteniendo su copa con un gesto medido antes de responder.
—Supongo que, como cualquier relación, adaptándonos con el tiempo.
Carmelo arqueó una ceja, como si esperara una respuesta más contundente, pero no insistió de inmediato.
—Las adaptaciones pueden ser complicadas, especialmente cuando hay tantas expectativas de por medio.
Margarita intervino antes de que la conversación tomara un tono más incómodo, su sonrisa suavizando el momento con una facilidad que solo alguien con años de experiencia en ese entorno podía lograr.
—Pero también pueden ser interesantes, además de que Rómulo nunca ha sido alguien fácil de descifrar, ¿verdad?
La mirada que le dirigió a su sobrino tenía un aire de diversión, y aunque Rómulo no respondió con palabras, su expresión delató que agradecía la interrupción. Mireya, perfectamente compuesta, con sus gestos calculados, se acercó a Katherine con una dulzura que parecía genuina.
—Es lindo verte aquí porque Rómulo nunca nos habla demasiado de su vida personal.
La forma en que lo dijo estaba medida, como si con cada palabra construyera una imagen exacta de lo que quería proyectar. Katherine le dedicó una sonrisa amable, pero no pudo ignorar la sensación de que la niña estaba jugando un juego que no terminaba de comprender.
—Supongo que es un hombre reservado.
—Sí… pero cuando alguien logra acercarse, es porque es muy especial.
Mireya mantuvo la mirada un segundo más de lo necesario, como si quisiera evaluar la reacción de Katherine antes de apartarse.
Y en ese instante, ella entendió que Mireya no era solo una niña dulce, era la favorita del presidente y sabía cómo manejarse en estas dinámicas y eso era algo que Katherine debía recordar, por eso quiso llevarse bien con la joven, aunque en esencia le desagradaba.
—Finalmente, decidiste asentar cabeza — dijo Roberto en un tono distante.
Roberto de 22 años, por otro lado, se mantenía más distante.
—Por años creí que no te gustaban las mujeres — añadió con sarcasmo — Es bueno saber que tienes novia.
Sus comentarios sobre lo extraño de ver a Rómulo en un papel de novio eran suficientes para hacer el ambiente aún más forzado.
—No te parecen que no son apropiados tus comentarios — dijo Rómulo con algo de impaciencia.
La cena terminó y Katherine se sintió agotada física y mentalmente como si acabara de librar una batalla.
—Por suerte no tendremos que vivir con ellos — dijo Rómulo intentando aligerar el ambiente.
—Ni con mi familia tampoco — respondió Katherine de vuelta.
Durante los días siguientes, Mireya intentó acercarse más a Katherine, siempre con comentarios que parecían inofensivos, y con gestos que indicaban interés genuino, pero que tenían un propósito oculto.
Un día, mientras tomaban té en la terraza, la niña soltó la primera pieza de su estrategia.
—¿No has conocido a nuestras primas Natalia y Verónica?
Katherine parpadeó con sorpresa, y negó con la cabeza porque en medio del caos de la boda tan apresurada hasta ese momento no se había dado cuenta.
—Supongo que no hemos tenido mucho tiempo.
Mireya inclinó la cabeza con suavidad, como si considerara su respuesta antes de decidir cómo avanzar.
—Mejor así, te voy a contar un secreto Verónica y Natalia son muy reservadas… a veces demasiado. Verónica es manipuladora, y Natalia… bueno, digamos que a veces puede parecer buena, pero siempre está buscando algo además de que es muy pegajosa con mi hermano.
Katherine frunció el ceño levemente, pero no respondió de inmediato, porque sabía que la información que le daba Mireya tenía un propósito, aunque intuía que estaba siendo guiada hacia una percepción específica, una parte de ella comenzó a cuestionar su propia opinión sobre las primas de Rómulo.
Natalia estaba organizando documentos en la secretaría de la presidencia, ocupada en una tarea mecánica, cuando escuchó la voz demasiado entusiasta de Mireya acercándose.
—¡Natalia! No te imaginas lo que acaba de pasar.
La expresión de la niña era perfectamente calculada, con una sonrisa demasiado amplia, fingiendo inocencia, en una actitud triunfal.
Natalia la observó con calma, con la neutralidad bien entrenada que había aprendido a usar en esa casa, pero algo en su instinto le dijo que no iba a gustarle lo que venía.
—¿Qué pasó? — preguntó con desinterés.
Mireya se inclinó ligeramente sobre el escritorio, como si estuviera compartiendo un secreto delicioso.
—Rómulo y Katherine van a comprometerse oficialmente. Ya es un hecho.
Las palabras fueron un golpe seco en el pecho, sin embargo, Natalia no dejó que su rostro lo reflejara, porque podía hacerlo debido a que eso sería darle exactamente lo que Mireya quería ver.
Así que exhaló con calma, parpadeó con indiferencia, y respondió con una voz perfectamente controlada.
—Qué bueno para ellos. Supongo que era lo esperado.
Mireya la estudió por un segundo, como si esperara ver alguna grieta en su reacción, como si quisiera confirmar que sus palabras habían causado el efecto deseado.
Pero Natalia no le dio el gusto, no se tensó, ni apartó la mirada, porque no podía darse el lujo de que el dolor la traicionara.
Solo regresó la vista a los documentos frente a ella, como si la conversación no tuviera más importancia que cualquier otro asunto administrativo.
—Espero que no te afecte demasiado, Natalia. Sé que antes ustedes eran cercanos.
El comentario fue un veneno disfrazado de empatía, un torpe intento de hacerla admitir que esto era más que una simple noticia.
Sin embargo, Natalia mantuvo el control, y con un tono tan neutro como el gesto en su rostro, dio la respuesta que cerraba la conversación.
—No me afecta en absoluto.
Mireya le dedicó una sonrisa satisfecha, pero Natalia sabía que esa conversación no había sido casual, sino que este encuentro fue perfectamente orquestado, porque Mireya quería verla derrumbarse, pero ella no lo haría, al menos no delante de ella.
Así que cuando la niña se alejó, con pasos elegantes y aire victorioso, Natalia finalmente permitió que su mano temblara un poco sobre los papeles.
Porque, a pesar de que la había engañado perfectamente, y había fingido indiferencia con precisión, y no había dejado que su dolor se hiciera visible, el puñal seguía enterrado en su pecho, haciéndola recordar una vez más que Rómulo ya no era parte de su historia, y ahora, ya no quedaba ni una sola esperanza.