Siempre he creído que contaba con una familia unida y llena de amor. Sin embargo, un día la desgracia se presentó en mi vida. Fue en ese momento cuando todo cambió y la tragedia me llevó lejos del amor de mi vida. Este doloroso acontecimiento me abrió los ojos y me hizo darme cuenta de quienes eran realmente mis verdaderos enemigos, aquellos que siempre habían estado a mi alrededor, ocultos tras una falsa fachada de cariño y apoyo.
NovelToon tiene autorización de vane para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Episodio 11
●Sacerdote: Don Alberto, lamento profundamente lo ocurrido aquí, pero esto no lo espera de una persona de su estatus. Con el debido respeto, tengo la certeza de que usted no será bien recibido en la casa del Señor después de este incidente. Todo lo que ha sucedido lo reportaré a mis superiores, así que le ruego que escuche mis palabras detenidamente. Le aconsejo encarecidamente que suelte a la joven, pues no está en su derecho ejercer lo que en tiempos pasados se conocía como el derecho de pernada. Como bien sabe, la iglesia ha prohibido esta práctica, y en la actualidad no es aceptable.
●Alberto: Cállese de una vez por todas. Ya le he advertido que me llevaré a esta mujer sin importarme lo que digan los demás. Y usted tiene todo el derecho del mundo a acusarme ante la iglesia, pero déjeme decirle que eso no servirá de nada, ya que, como bien dijo, esto está prohibido. Sin embargo, si el señor de la ciudad decide hacer la vista gorda de vez en cuando, está en su derecho, y en este momento tengo la intención de aprovechar esa oportunidad. Así que, sin más, nos vamos. Inés, ven aquí, ven conmigo. Al decir esto, tomó a Inés del brazo con firmeza y la empujó hacia fuera de la iglesia, sin mirar atrás.
●Inés: Suélteme, ya le dije que iba con usted siempre y cuando viera que estaban ayudando a Manuel. Así que suélteme de una buena vez, viejo asqueroso. Me quedo en silencio al sentir una bofetada en mi cara. Retrocedo, desorientada, y tropiezo con una piedra, cayendo al suelo con un golpe sordo. Don Alberto se acerca hacia mí, y al sentir sus manos repugnantes tocando mi piel, reacciono instintivamente y comienzo a correr descontroladamente. Detrás de mí, escucho la voz de la señora Sofía pidiéndome que no me detenga, y eso es exactamente lo que hago. Corro como si mi vida dependiera de ello, sintiendo el corazón acelerado y el terror apoderándose de mí.
●Alberto:visiblemente enfadado, exclamé: ¡Maldita Inés! Cuando finalmente la encuentre, le haré entender que conmigo no se juega. Mis ojos se posaron en Sofía, quien había salido recientemente y había incitado a Inés a escapar de mi alcance. En un arrebato de ira, ordene a mis guardias que fueran tras ella, sin perder un instante. Luego, me volví hacia Sofía, sosteniendola fuertemente de los brazos y con determinación le digo. ¡Maldita sea! ¿Por qué siempre tienes que interferir en mis asuntos? ¿Qué te sucede? Estoy comenzando a cansarme de esta situación.
●Sofía: con un tono de voz firme y decidido, le dije ,no me importa lo que tengas que decir, porque siempre estaré del lado de mi gente, defendiéndolos de tus injusticias. Pero escúchame con atención, maldito. La razón por la que te encuentras en la posición en la que estás ahora es porque mi padre decidió que debía casarme contigo. Antes de que llegaras a mi vida, eras un pobre diablo insignificante que ni tu familia te quería, además de no tener recursos. Te aconsejo que prestes atención y ayudes al hijo de Ofelia, porque tengo la certeza de que es tu bastardo. Si algo le sucediera y llegara a morir por tu culpa, vivirías laInésándote de esa pérdida el resto de tu vida ya que sería tu único hijo varón.
●Alberto: ¿De qué estás hablando? Ese joven es hijo del esposo de Ofelia. Es cierto que yo fui el primer hombre en su vida antes de que se casara, pero no tengo ninguna relación de parentesco con su hijo. Sin embargo, para demostrarte lo benevolente que puedo ser, lo llevaré al mejor médico que conozco. Alzando la voz, llamó a todos sus guardias y les ordenó: ¡Ya dejen en paz a la doncella! Regresemos a la ciudad. Intentó actuar con indiferencia ante lo que Sofía acababa de revelarle, pero, en el fondo, le preocupaba que lo que ella había dicho pudiera ser verdad.
●Felipe: Después de escuchar que mi hija había escapado de las garras de don Alberto, observo cómo la señora Sofía, llena de furia, surge como una fiera y comienza a gritarle a su esposo con una intensidad desbordante. Las palabras que lanza son un torrente de recriminaciones y emociones desatadas. Tras este violento estallido, un silencio sepulcral se apodera del lugar, un silencio que me heló la piel y me llenó de un profundo desasosiego. En medio de esa atmósfera tensa, los guardias que me mantenían prisionero deciden liberarme. Sin perder un segundo, me dirijo hacia donde se encuentra Manuel, quien se halla malherido. Lo observó mientras lo levantan con dificultad y lo suben a un carruaje que lo alejará de este lugar. Ofelia, desgarrada por el dolor, se marcha con su hijo, cubierta de lágrimas que caen como un torrente incontrolable. En ese instante, mi corazón se acelera; salgo corriendo en busca de mi pequeña Inés, que debe estar escondida y aterrorizada por toda la conmoción que ha sucedido, Grité con todas mis fuerzas: ¡Inés, mi pequeña! ¡Soy yo, tu padre! sal ya!
●Inés: Después de que golpeé a don Alberto, salí corriendo sin prestar atención a hacia dónde me dirigía. En mi carrera, tropecé con una raíz del suelo y caí cerca del río, lastimándome bastante. Logré levantarme con un poco de dificultad, tratando de calmarme mientras evaluaba mi situación. A lo lejos, divisé un camino despejado y decidí encaminarme hacia él, moviéndome hacia el sendero principal con un renovado sentido de esperanza.
Cuando finalmente alcancé el camino, vi a mi padre en la distancia, lo que me brindó un leve suspiro de tranquilidad. Sin pensarlo, intenté correr hacia él, pero, de repente, una mano me cubrió la boca y la nariz. Hice todo lo posible por liberarme de ese agarre, pero era imposible. Sentí cómo me alejaban de la presencia de mi padre, mientras la desesperación comenzaba a apoderarse de mí.
●Tuerto: ¿A dónde crees que vas, palomita? Agarré a la joven por la boca, impidiendo que pudiera gritar, y nos adentramos aún más en el denso bosque. Después de un rato, encontramos una pequeña cueva oculta entre los árboles y la maleza. Mis compañeros y yo, comenzamos a abusar de ella sin piedad, entregándonos a nuestros deseos hasta que el cansancio nos obligó a detenernos.
más capítulos por favor gracias autora