+18 años.
susana una joven estudiante de enfermería, se verá envuelta en una lucha de poder entre la familia de su difunto padre y el amor entre Mario de La Fuente, uno de los más grandes mafiosos de Toda Colombia.
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11
En Bogotá, la noche cayó sobre la ciudad, tiñendo el cielo de tonos naranjas y violetas. En casa de Susana, la atmósfera era festiva. La música suave llenaba el aire mientras las tres amigas se arreglaban frente al espejo. Susana observaba su reflejo con una mezcla de nerviosismo y emoción. El vestido color vino realzaba sus curvas y el sutil brillo de la tela le daba un aire de sofisticación que nunca antes había experimentado.
"Estás preciosa, Susy," exclamó Ana Lucía, terminando de retocar su propio maquillaje.
Susana sonrió tímidamente.
"Salimos a celebrar mi nuevo trabajo y que mamá recuperó la empresa,"
Mientras las tres amigas salían de la casa, listas para disfrutar de la noche, un avión aterrizaba en el aeropuerto de Bogotá. De él descendía un hombre de rostro atractivo y mirada fría, con una maleta elegante en la mano. Santiago Montenegro había llegado a Colombia, dispuesto a cumplir la orden de su abuela y a desenterrar los secretos que rodeaban a la familia De la Fuente y a la misteriosa herencia de su tío. El pasado y el presente estaban a punto de colisionar, desatando una serie de eventos que cambiarían la vida de todos los involucrados. La sombra de los Montenegro se extendía sobre Bogotá, y Susana y su madre estaban a punto de descubrir su oscuro alcance.
La música resonaba con fuerza en el interior del club nocturno "Éxtasis". Luces pintaban la pista de baile con destellos fugaces de rojo, azul y verde, creando una atmósfera vibrante y electrizante. Mario, con varios whiskies encima, se movía al ritmo de la pegadiza melodía latina, su cuerpo liberándose de la tensión acumulada durante el día. Daniel lo observaba desde la barra, con una sonrisa divertida en los labios.
"Te ves bastante suelto," comentó Daniel, acercándose con dos vasos de agua. "Creo que ya tuviste suficiente celebración por hoy."
Mario tomó el vaso y bebió un gran sorbo. "Tonterías, Dani. Apenas estoy calentando. Necesito olvidar un poco todo ese rollo del español misterioso y las paranoias."
"¿Y cómo mejor para olvidar que bailando con desconocidas?" bromeó Daniel, señalando la multitud que se movía al compás de la música.
Bajo el efecto de las luces y la penumbra del club, Mario no se había percatado de que la mujer con la que estaba bailando era Susana. Ella, en cambio, lo reconoció de inmediato por su altura y la forma en que movía los hombros al ritmo de la música.
Una oleada de emociones la invadió. Sorpresa, confusión, y una punzada de algo más, algo parecido a una extraña conexión que había sentido fugazmente durante sus encuentros anteriores. La cercanía de sus cuerpos, aunque accidental para él, le provocaba una sensación de cosquilleo en todo el cuerpo.
Mario se giró un poco más, y por un instante, sus manos rozaron. La piel de Susana se erizó.
Susana sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido. La situación era absurda, casi cómica. Su jefe, completamente ajeno a su identidad, bailando sensualmente con ella en un club nocturno.
Una parte de ella, una parte impulsiva y desconocida, sintió el deseo de seguirle el juego, de ver hasta dónde llegaría esa extraña interacción. Pero la cordura, aunque debilitada por la sorpresa, prevaleció. No podía permitirse esa locura. La línea entre empleada y jefe era clara, y cruzarla bajo los efectos del alcohol solo podía traer complicaciones.
Con una excusa silenciosa, se apartó de sus amigas, sintiendo la mirada interrogante de Karina en su espalda. Caminó rápidamente hacia la salida del club, necesitando aire fresco y claridad mental.
Al salir a la calle, la brisa nocturna la envolvió, ayudándola a ordenar sus pensamientos. La imagen de Mario bailando despreocupadamente, sin saber que era ella, se grabó en su mente. ¿Qué significaba esa extraña coincidencia? ¿Era una señal de algo, o simplemente una casualidad en la inmensidad de la ciudad?
Mientras esperaba un taxi, Susana sintió una mezcla de alivio y una punzada de decepción. Había escapado de una situación potencialmente comprometedora, pero una pequeña parte de ella lamentaba no haber descubierto qué habría pasado si Mario se hubiera dado cuenta de quién era su misteriosa compañera de baile en la oscuridad del "Éxtasis".