Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.
Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.
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Capitulo 11
Encendí un cigarrillo con las manos temblorosas, el fuego del encendedor iluminando brevemente la oscuridad que se cernía sobre mí. La habitación estaba demasiado callada, y mi mente daba vueltas, atormentada por las palabras de Margareth y el rostro del alcalde. ¿Cómo podía un hombre ser tan cruel? No podía entenderlo, no quería entenderlo. Ver a su hija, llorando por un padre que no la había querido, que la había abandonado, era una herida abierta en la que se hundía mi propia pena.
No pude quedarme ahí, parado, esperando respuestas que no llegarían. Necesitaba encontrarla. Necesitaba ver cómo estaba, de alguna manera, comprender su dolor.
La encontré en la pequeña casita, rodeada de recuerdos, los pocos que le quedaban de su madre y su abuela. Estaba hurgando entre las cosas viejas, con las manos lentas, como si no quisiera ver pero al mismo tiempo necesitara hacerlo. De repente, algo llamó su atención, algo que la hizo detenerse.
Una foto. Una foto en blanco y negro de una joven Margareth, su madre, y el alcalde, mucho más joven, sonriendo juntos como si nada pudiera destruir esa imagen. Los tres tan distintos, tan distantes en este momento.
La vio un momento, la observó, y sus ojos se nublaron de nuevo. Con una expresión fría y decidida, Margareth lanzó la foto al suelo, como si el simple hecho de sostenerla fuera una carga insoportable.
- Este hombre no es mi padre.- dijo con firmeza, las palabras saliendo de su boca con la claridad de una verdad que acababa de entender.- Mi padre se llamaba Anthony. Y él quiso mucho a mi madre. A mí también. Fue tan bueno que amó a una hija que no era suya como si fuera propia. Y no tengo nada que ver con este hombre, ni con su traición.
Me agaché lentamente y recogí la foto del suelo. No sabía si debía decir algo, si debía intervenir, pero la expresión de Margareth era tan pura, tan llena de dolor y de fuerza al mismo tiempo, que no supe cómo reaccionar. Guardé la foto en mi bolsillo, sabiendo que alguna vez sería el momento adecuado para hablar, para mostrarle la historia que aún quedaba por contar.
Margareth no me vio mientras guardaba la foto. Ella estaba concentrada en algo más, algo que la mantenía ocupada, algo que la conectaba con los recuerdos de su madre y su abuela. Comenzaba a preparar todo lo necesario para el funeral, con lo poco que tenía, con las manos agotadas pero decididas. Una vela aquí, unas flores allí, cada movimiento un reflejo de su lucha por seguir adelante. Por honrar a las mujeres que la habían criado, por despedirse con dignidad.
No pude dejar de admirar su fuerza. Todo lo que había hecho, todo lo que había vivido, no la había quebrado. Y, aunque su rostro seguía marcado por la tristeza, había algo en ella que brillaba con una luz que no se podía apagar.
Me quedé en silencio, observándola desde la puerta, el cigarrillo aún entre mis dedos, y me dije a mí mismo que, tal vez, el perdón y la paz que ella buscaba no estaban en las manos de un hombre que la había abandonado. Tal vez, esa paz estaba en ella misma, en la fuerza que había cultivado al enfrentarse a su dolor y seguir adelante. Y, mientras pensaba en todo eso, me di cuenta de algo más: que, en algún momento, había llegado a comprender a Margareth de una manera que no había imaginado posible.
Caminé hacia la casa del alcalde, la foto guardada cuidadosamente en mi bolsillo. El aire estaba pesado, como si todo en el pueblo se hubiera detenido en el tiempo, atrapado en una espiral de recuerdos y decisiones mal tomadas. Cada paso que daba me acercaba más a la confrontación final, y una sensación fría se apoderaba de mí.
Al llegar a la puerta de su casa, no me molesté en llamar. Simplemente entré, como si fuera el momento adecuado para hacer algo irreversible. Lo encontré en su estudio, de pie junto a una mesa de madera, mirando a través de la ventana, con los ojos fijos en algún punto lejano, donde parecía perderse en sus propios pensamientos.
-Traigo algo para ti.- le dije, sacando la foto de mi bolsillo. El alcalde volteó lentamente, su mirada fija en la foto como si la presencia de ese pedazo de papel pudiera desvelar todo lo que había quedado oculto por años.
- ¿Qué es esto? .- preguntó, su voz rasposa y distante.
- Es la foto de Margareth y su madre, la misma que ella encontró ayer. La tiró al suelo.- respondí, entregándole la foto. El alcalde la miró en silencio, su rostro impasible, pero su mano temblaba ligeramente al sostenerla.
.- Pensé que no quedaban recuerdos de ella.- murmuró, y algo en su voz se quebró, un destello fugaz de arrepentimiento.-No imaginé que ella aún la conservaría.
- No es solo la foto.- respondí, con voz grave. -Es todo lo que representas. Todo lo que hiciste y lo que dejaste atrás.
El alcalde suspiró, un suspiro que parecía cargar todo el peso de los años de decisiones que había tomado.
- No era mi culpa.- dijo, más como una justificación que como una verdad.
- ¡ Ja ! , no me digas .... . Debería golpearte en este momento pero no lo hago por respeto a Margareth .-;contesté .- Esa niña te odia, y tiene razones suficientes para hacerlo."
Una pausa. El alcalde miró hacia abajo, la foto entre sus manos, y luego volvió a alzar la mirada hacia mí. Su expresión, aunque dura algo que apenas podía identificar.
- Tenía la misma expresión que cuando la dejé. Las mismas lágrimas, el mismo insulto... 'Malo' .
- Sí .- respondí .- pero ahora tienes la oportunidad de hacer algo por ella. Algo que la pueda sanar.
El alcalde me miró fijamente, su rostro tan marcado por los años y los errores que parecía incapaz de ver más allá de su propio orgullo.
- ¿Qué quieres de mí, Arthur?
-;Que la dejes ir.- dije con firmeza. - Deja que se case con ella. No la mantengas más en este pueblo donde no encaja. No es su lugar. Y créeme, no se quedará aquí. Yo me la llevaré.
El alcalde se rió, una risa seca, amarga.
- Haz lo que quieras con ella, Arthur. Es lo único que me queda. ¿Qué puedo hacer para evitarlo? Es tuya. Ya lo ha sido todo este tiempo.
- No te equivoques .- le respondí, acercándome. - Puedes engañar a todos, pero no te engañas a ti mismo. En el fondo de tu corazón sabes que amas a esa niña. La amaste alguna vez, y aunque lo niegues, no puedes borrar lo que has hecho.
Su mirada vaciló por un momento, y fue solo un instante, pero en ese momento su fachada de indiferencia se desmoronó un poco. Fue como ver un hombre viejo, agotado por sus propios demonios, enfrentándose finalmente a lo que había intentado evitar toda su vida.
Pero en su silencio, su aceptación, encontré lo que había buscado. El cierre.
Lo que sea que pensara, lo que fuera que sintiera, ya no importaba. Lo que importaba ahora era que Margareth tendría la oportunidad de reconstruir su vida, lejos de la sombra de un hombre que no sabía lo que significaba ser padre.
- Haz lo que quieras.-repitió, esta vez con un tono que no sonaba a derrota, pero sí a resignación.- Al final, ella siempre será como su madre.
Tomé la foto de sus manos y la guardé nuevamente en mi bolsillo. No porque pensara que Margareth necesitaba más pruebas de lo que había sucedido, sino porque a veces los recuerdos eran mejor guardarlos lejos de aquellos que nunca supieron qué hacer con ellos.
Sin decir más, me giré y salí de la casa, dejando al alcalde atrás con sus pensamientos y su historia rota. Y mientras caminaba hacia el futuro de Margareth, su futuro, algo en mi pecho se alivió. Tal vez no era el futuro que ella había soñado, pero era uno que, finalmente, merecía.
La noche estaba tranquila, demasiado para mi propio bien. Caminé por las calles polvorientas del pueblo, con la mente fija en ella . Cada paso que daba hacia su casa era una lucha entre el deseo de verla y el temor de enfrentar lo que pudiera encontrar. Tenía algo que decirle, aunque aún no estaba seguro de qué exactamente. Solo sabía que necesitaba verla.
El cielo estaba teñido de un azul profundo, y las luces amarillas de las farolas apenas iluminaban mi camino. Al llegar a la casa, me detuve en la cerca, mi respiración más pesada de lo normal. Desde ahí, podía verla en el jardín, bajo la tenue luz de la luna, acompañada por alguien más.
Mike.
Él estaba de pie frente a ella, con una expresión que nunca había visto en su rostro: vulnerabilidad. En sus manos sostenía algo pequeño, algo que reconocí de inmediato.
Un anillo.
Mis pasos se detuvieron en seco, como si un muro invisible me hubiera golpeado. Ella estaba allí, con las manos cubriéndose la boca, claramente sorprendida. Su reacción era imposible de leer desde donde estaba, pero algo en mi interior se desplomó.
- No, no puedo quedarme aquí.- pensé, pero mis piernas no respondían. Estaba atrapado, mirando una escena que no quería presenciar.
Mike se arrodilló frente a ella, sus palabras apenas audibles en la distancia. Mis oídos zumbaban, como si el mundo entero se hubiera vuelto silencioso, dejando solo el ruido de mi propio corazón desmoronándose.
Vi a Margareth bajar las manos lentamente, su expresión suavizándose. No escuché lo que dijo, pero sus labios se movieron, y eso fue suficiente para que algo en mí se quebrara del todo.
Retrocedí, paso a paso, con cuidado de no hacer ruido. No podía quedarme a ver el desenlace. Verla aceptar sería demasiado para mi corazón, un golpe que no estaba dispuesto a recibir.
El aire se sentía más pesado mientras me alejaba, cada paso cargado de una mezcla de tristeza y resignación. Al final, nunca fui lo suficientemente valiente como para decirle lo que sentía.
La vi desaparecer entre la distancia y las sombras del jardín, mientras me perdía en las calles oscuras.
Tal vez, solo tal vez, no era el hombre que ella necesitaba, y Mike era la promesa de una vida que yo nunca podría ofrecerle. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que siempre la amaría, aunque fuera desde lejos, aunque el precio fuera mi propia paz.
😋🤭
solo falta el Bb y será el complemento perfecto a su hermoso nuevo comienzo...
🌹❤️🩹
una sublime primera entrega...
❤️🔥🔥💋🥰
🙈🙊🙉