La historia más cliché del año", así la describiría Carla... pero, ¿qué pasa cuando los villanos cuentan su versión?
pero ¿qué pasa cuando se ve desde los ojos de Kiara? Una joven obligada a comprometerse con el príncipe a los 15 años por decisión de su padre, quien en secreto ama al hombre con el que está destinada a casarse. Todo cambia cuando Marionela entra en escena. Su aparente dulzura esconde un lado oscuro que Kiara conoce de primera mano, pues es ella quien comienza a manipular al príncipe y convertir la vida de Kiara en un caos.
La gota que colma el vaso llega cuando Marionela, en un acto calculado, se envenena para culpar a Kiara. La supuesta villana es acusada injustamente, encarcelada y casi ejecutada, pero logra reducir su sentencia. Allí, en el calabozo, un golpe la despierta a su vida pasada y con ello, un propósito claro: cambiar su destino .
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capitulo 9- la captura
Esa misma noche, con un grupo selecto de soldados, rodeamos la bodega donde los conspiradores planeaban reunirse nuevamente. Ian estaba al frente, con una espada al cinto y una mirada que podría helar la sangre. Yo permanecía a su lado, observando cada uno de sus movimientos.
Cuando los hombres intentaron escapar, Ian fue quien dio la orden de detenerlos. Su voz resonó como un trueno en la fría noche.
—¡Nadie se mueve!
Los conspiradores cayeron de rodillas, suplicando por sus vidas. Uno de ellos intentó hablar, pero Ian lo interrumpió.
—No hay excusas para la traición —dijo, con una frialdad que me hizo entender por qué había llegado al trono tan joven.
Los hombres fueron llevados a las celdas de la fortaleza, y esa noche, Ian y yo regresamos al salón principal, donde el fuego crepitaba en la chimenea.
La historia de Ian
—Me preguntaste una vez qué tan lejos estaría dispuesto a llegar por lo que deseo —dijo Ian, rompiendo el silencio mientras se servía otra copa de vino—. Déjame decirte qué tan lejos llegué para llegar aquí.
Me quedé en silencio, intrigada. Era la primera vez que lo veía dispuesto a compartir algo personal.
—Cuando tenía 16 años, mi padre murió envenenado. Todos creían que había sido un accidente, pero yo sabía la verdad. Mis tíos, hombres que ansiaban el trono, lo habían eliminado para tomar el poder.
— ¿Qué hiciste? —pregunté, incapaz de contenerme.
Ian sonriente, pero no era una sonrisa cálida. Era amarga, como si cada palabra que estuviera a punto de pronunciar trajera consigo un recuerdo doloroso.
—Lo que tenía que hacer. Pasé dos años finciendo ignorancia, ganándome su confianza mientras reunía aliados en secreto. Aprende a usar la espada, la política y el engaño como armas. Y cuando llegó el momento, los enfrenté.
Sus ojos se oscurecieron al recordar.
—Fue una noche de sangre. Mis propios soldados tomaron el palacio mientras yo enfrentaba a mis tíos. Uno murió por mi espada, el otro intentó huir, pero fue ejecutado por el consejo.
El silencio que siguió fue denso, cargado de emociones que él mantenía cuidadosamente controladas.
—Así me convertí en emperador a los 18 años. Y desde entonces, no dejó que nadie cuestione mi autoridad.
Lo miré, entendiendo ahora por qué era tan frío y calculador. Había aprendido desde joven que el poder no se da, se toma, y que confiar en los demás podía costar la vida.
—Ahora entiendes, Kiara, por qué no puedo permitir que la traición quede impune. Porque sé lo que sucede cuando se ignora.
Asentí, pero una parte de mí también lo respetó más en ese momento. No por el poder que había conseguido, sino por lo que había tenido que sacrificar para llegar ahí.
—Gracias por contarme esto, Su Majestad.
Ian me miró, y por un breve momento, su expresión se suavizó.
—Tú y yo somos más parecidos a lo que crees, Kiara. Ambos sabemos lo que significa luchar por lo que queremos, y ambos sabemos que la ambición es un arma de doble filo.
Esa noche, cuando me retiré a mis aposentos, su historia resonaba en mi mente. Ian Xek no solo era un emperador, sino un sobreviviente, alguien que había construido su imperio sobre las cenizas de su propia familia. Y aunque aún no sabía qué pretendía conmigo, estaba claro que me veía como una pieza en su tablero.
Pero lo que él no sabía es que yo también lo veía como una pieza en el mío. Y pronto, nuestras ambiciones nos llevarían a una guerra silenciosa donde solo uno podría salir victorioso o tal ves los dos, eso no lo sabía por qué es imposible saber lo que el piensa