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Embarazo Después Del Adiós.

Embarazo Después Del Adiós.

Status: Terminada
Genre:Completas / Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva
Popularitas:31.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Loloy

Tras un matrimonio, lleno de malos entendidos, secretos y mentiras. Daniela decide dejar al amor de su vida en libertad, lo que nunca espero fue que al irse se diera cuenta que Erick jamás sería parte de su pasado, si no que siempre estaría en su futuro...

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capítulo 6

Más tarde, en el jardín trasero de la mansión

El sol caía lentamente, tiñendo de dorado los rosales del jardín. El ambiente estaba en silencio, salvo por el murmullo lejano del viento entre las hojas. Daniela estaba sentada en una de las bancas de piedra, con la mirada perdida en el horizonte. Acariciaba su vientre con una suavidad mecánica, como si intentara calmar no solo a los bebés, sino también a sí misma.

Erick apareció en silencio, con las manos en los bolsillos y el rostro cansado. Caminó hacia ella sin saber si debía hablar o solo sentarse. Ella lo notó, pero no dijo nada hasta que él se colocó a su lado, dejando un pequeño espacio entre ambos.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente él, con voz baja.

—No lo sé —respondió ella—. Estoy aliviada, pero también... agotada. Como si hubiera corrido una maratón emocional.

Erick asintió despacio.

—Yo también. Pero me alegra que hayas hablado como lo hiciste. Fuiste valiente.

Ella soltó una risa breve, sin alegría.

—No fue valentía. Fue necesidad. Si no hablaba, me ahogaba.

Hubo una pausa. Luego, sin mirarlo, Daniela preguntó:

—¿De verdad lo decías en serio? ¿Lo de irte conmigo?

Erick no dudó.

—Sí.

Ella giró el rostro hacia él, con una mezcla de sorpresa y escepticismo.

—No puedes decidir algo tan grande así, Erick. No solo por mí. No por... culpa o impulso. Estás hablando de dejar tu vida entera atrás.

—Estoy hablando de comenzar una nueva —corrigió él con suavidad—. No me lo pidas hoy, ni mañana. Pero si tú te vas, yo quiero estar allí. Quiero verlos crecer. Quiero que cuando despierten en la noche, sea yo quien los arrulle. Quiero estar, Dani.

Ella lo miró en silencio, sintiendo cómo sus ojos se llenaban sin aviso. Tragó saliva y desvió la vista.

—¿Y si me voy y no te acostumbras? ¿Y si me miras un día y te das cuenta de que todo esto fue un error?

—Entonces lo hablaremos. Y lo resolveremos. Pero prefiero equivocarme intentando estar contigo... que quedarme aquí arrepintiéndome toda la vida de no haberlo intentado.

Daniela se llevó una mano al rostro, conteniendo una lágrima.

—Te odié tanto, Erick.

—Yo también me odié —dijo él, casi en un susurro—. Todos los días desde que te fuiste. Y cuando supe que ibas a tener a nuestros hijos y no me lo dijiste… también me enojé. Pero ahora entiendo. Y no voy a pedirte que confíes en mí de inmediato. Solo… déjame estar.

Ella cerró los ojos un momento. Luego se inclinó hacia él, apoyando su cabeza en su hombro.

—Está bien —murmuró—. Pero prométeme algo.

—Lo que quieras.

—Que si las cosas se ponen difíciles allá, no vas a callarte por miedo a perderme. Que me lo vas a decir. Que serás honesto, siempre.

—Te lo prometo.

Erick deslizó un brazo alrededor de sus hombros. Ella no se apartó. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio entre ellos no era incómodo.

Y en medio de todo lo que aún no sabían, en esa pequeña tregua, ambos encontraron un respiro.

***

Los días siguientes, Erick, como se lo había prometido a la abuela Eloísa había ido todas las tardes para compartir charlas y citas con Daniela. Esa tarde la familia de Daniela no se encontraba, ya que tanto sus hermanos como su padre se encontraban trabajando y su madre y abuela habían decidido comprarle algunas cosas a los niños y es por eso que la joven se encontraba sola en la gran mansión.

En cuanto sonó el timbre el mayordomo lo dejo entrar y Erick espero en la sala a que Daniela bajará, al notar que la chica se estaba tardando más de lo habitual se dirigió por los pasillos hasta su habitación qué quedaba en planta baja y al llegar la encontró sostenida del marco de la puerta con su rostro completamente contraído. Asustado rápidamente se acercó a ella y preguntó.

— Dani... ¿Qué sucede?

Daniela apenas pudo responder. Su rostro estaba pálido, los labios tensos y las cejas fruncidas con dolor. Tenía una mano en la parte baja del vientre y la otra seguía aferrada al marco de la puerta como si su equilibrio dependiera de ello.

—Me duele... —murmuró—. No sé si son contracciones... pero es distinto. No como antes...

Erick sintió cómo el miedo le recorría el cuerpo. Sin pensarlo, la sostuvo por la cintura y la llevó hasta la cama con cuidado.

—Vamos a sentarte. Respira, ¿sí? Estoy aquí. Ya pasó... tranquila.

—No... no ha pasado —dijo ella, llevándose ambas manos al vientre, con los ojos empañados—. El dolor va y viene. Es punzante. Como si...

Se interrumpió con un quejido, uno que hizo que Erick se congelara. Nunca la había visto así.

—¡Voy a llamar a un médico! —dijo él sacando el teléfono de inmediato.

—Espera... —jadeó Daniela—. Tal vez solo... tal vez estoy exagerando...

—Daniela, no voy a arriesgarme. Estás de casi ocho meses con gemelos. No es exagerar. Es prevenir.

Mientras llamaba al médico de confianza de la familia, se arrodilló a su lado y le acarició el cabello, con una mezcla de pánico y ternura. Nunca se había sentido tan impotente, y al mismo tiempo, tan decidido.

—Todo va a estar bien, ¿me oyes? Estoy contigo.

Ella asintió, respirando entrecortadamente. Cada minuto parecía una eternidad. Erick colgó después de que el doctor prometiera ir de inmediato. Luego llamó a Eloísa. Apenas ella escuchó lo que ocurría, colgó sin decir más: estaba en camino.

—Quiero que estén bien —susurró Daniela—. Solo eso...

—Lo estarán. Te lo juro. Vas a ver cómo todo esto será solo un susto.

—¿Y si no? —preguntó en voz baja, como si temiera decirlo en voz alta.

Erick tomó su rostro con ambas manos, con dulzura.

—Entonces nos enfrentaremos a lo que sea. Juntos. No estás sola. No más.

Ella cerró los ojos, permitiéndose descansar contra su pecho, mientras él la sostenía con fuerza.

***

Unos veinte minutos después, los neumáticos de un auto chirriaron al detenerse frente a la entrada. El doctor Padilla, un hombre de mediana edad con experiencia y temple firme, bajó con su maletín y fue recibido por el mayordomo, quien lo condujo directo a la habitación.

—¿Cuánto tiempo lleva así? —preguntó el médico al entrar, mientras se acercaba a Daniela con rapidez pero sin mostrar alarma.

—Unos cuarenta minutos, tal vez más. Dice que el dolor viene y va. Como punzadas —respondió Erick, sin soltarse de su lado.

El doctor la examinó con cuidado, midió la presión, revisó el ritmo cardiaco de los bebés con un pequeño monitor portátil que había traído y luego le hizo algunas preguntas rápidas a Daniela sobre la intensidad y frecuencia del dolor. Su rostro, aunque sereno, adquirió una expresión de preocupación sutil pero clara.

—¿Qué pasa, doctor? —preguntó ella, intentando controlar su respiración.

El doctor la miró con gentileza, pero sin rodeos.

—Estás presentando contracciones reales, Daniela. Lentas, irregulares aún, pero reales. Y considerando que estás en la semana treinta y cuatro... estamos ante un riesgo de parto prematuro.

Daniela tragó saliva. Erick sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies.

—¿Qué significa eso? —preguntó él, acercándose más—. ¿Va a dar a luz ya?

—No necesariamente. Pero hay que actuar con rapidez. Voy a necesitar llevarla al hospital para hacerle un monitoreo constante y administrar medicamentos para intentar detener el trabajo de parto, al menos unos días más. Cada hora cuenta para los pulmones de los bebés.

—¿Y si no se detiene? —susurró Daniela.

—Entonces nos prepararemos. En cualquier caso, estás en buenas manos. Y tú, Erick —lo miró con firmeza—, necesito que la mantengas calmada. El estrés puede acelerar las contracciones.

Él asintió al instante, sin apartarse de su lado.

—No te preocupes, Dani. Estoy contigo. Vamos a pasar por esto juntos, ¿sí?

Daniela lo miró con ojos llenos de miedo y emoción. Apretó su mano con fuerza. En ese momento llegó Eloísa, seguida de Mariana, que entró al ver a su hija en la cama con las mejillas húmedas.

—¿Qué pasó? —preguntó Eloísa, con voz grave.

—Es probable que los bebés quieran llegar antes de lo esperado —dijo el doctor—. Vamos camino al hospital ahora mismo.

—Vamos todos —sentenció Mariana, acercándose con lágrimas contenidas.

—No —dijo Daniela con voz baja pero firme—. Solo Erick. Los demás... más tarde. Por favor.

Eloísa entendió al instante. Asintió con una leve sonrisa.

—Está bien, hija. Ve tranquila.

Erick ayudó al doctor a llevarla hasta el auto. Afuera, el cielo comenzaba a nublarse, como si el mundo también contuviera el aliento.

Pero dentro del vehículo, mientras él la sostenía en el asiento trasero, solo una cosa era clara para ambos: el momento había llegado. Tal vez antes de lo esperado. Pero también, quizás, justo a tiempo.

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Lermis Flores
Éste capítulo hermoso me ha conmovido tanto!!
Lermis Flores
Jajaja, quieren nacer en el País de sus padres!
Mirian Mendoza Gutierrez
felicidades autora muy bonita historia. bendiciones
Mirian Mendoza Gutierrez
hermoso capitulo
Tere Jimenez
gracias por compartir
Tere Jimenez
muy bonita historia muchas felicidades y bendiciones sabiduría y entendimiento para seguir escribiendo tan hermoso y compartir con nosotros felicidades estuvo increíble
Tere Jimenez
ojalá y ya lo dejen quedarse ahí
Tere Jimenez
que hermoso
Tere Jimenez
anoche estuvieron juntos según recuerdo
Tere Jimenez
muy interesante el capítulo
Tere Jimenez
muy pagados de si mismo los padres de el
Tere Jimenez
muy fuerte decisión la que tomaron
Tere Jimenez
que bonito capitulo
Tere Jimenez
que difícil situación convivir así por las criaturas
Tere Jimenez
ojalá y se lo lleve
Tere Jimenez
si muy cierto tal vez en el pasado nos sentimos los dueños del mundo pero tenemos que ser humildes
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
si muy hermosa novela
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
ésos bebés quiere llegar antes de tiempo
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