Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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La frontera invisible
Cuando la noche llegó, Logan se disculpó con su madre por no bajar a cenar, Emma agradeció esa decisión y aunque sabía que no era por ella, de todas maneras era algo bueno.
Después de cenar, Logan decidió que una ducha caliente le vendría bien para relajar su cuerpo. Sin decir palabra, se dirigió al baño en su silla de ruedas demostrando la autosuficiencia que tanto se esforzaba por mantener.
Emma, sentada en el sofá, lo observó con cuidado, con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa en sus labios.
—A ver cuánto tardas en pedir ayuda —murmuró para sí misma, segura de que la testarudez de Logan no le permitiría admitir que necesitaba una mano.
En el baño, Logan abrió la llave de la ducha y esperó a que el agua comenzara a llenar la bañera. El vapor pronto invadió el pequeño espacio, envolviéndolo en una calidez que, de alguna manera, contrarrestaba su irritación constante.
Cuando el nivel del agua fue suficiente, se quitó la ropa con movimientos precisos y se dispuso a trasladarse de la silla a la bañera. Probó primero con una mano apoyada en el borde de la bañera, impulsándose con fuerza desde la silla, pero el esfuerzo fue en vano. No tenía suficiente estabilidad ni fuerza para completar el movimiento.
Frustrado, intentó una segunda vez, esta vez sujetándose con ambas manos al borde, pero la falta de puntos de apoyo adecuados lo dejó sin opciones. Sus músculos tensos y su mandíbula apretada reflejaban más que cansancio físico: era la lucha interna entre su orgullo y la necesidad de aceptar ayuda.
Finalmente, sin más alternativas, dejó escapar un profundo suspiro y levantó la voz:
—¡Emma!
Ella, que esperaba precisamente ese llamado, se levantó lentamente del sofá, reprimiendo una sonrisa mientras caminaba hacia el baño.
—¿Sí? —preguntó desde la puerta, fingiendo inocencia.
Logan, con el ceño fruncido y el tono cargado de sarcasmo, respondió:
—Supongo que vas a disfrutar esto, ¿no? Ayudar al inútil de Logan Reese a meterse en la bañera. ¿Te divierte, enfermera?
Emma se cruzó de brazos, observándolo sin inmutarse.
—No, no me divierte. Pero tampoco voy a quedarme aquí mientras intentas romperte el cuello por no querer pedir ayuda como una persona normal —replicó con calma, acercándose a él.
Logan bufó, desviando la mirada mientras señalaba la bañera.
—Hazlo rápido, no tengo toda la noche.
Emma rodó los ojos, pero no hizo ningún comentario. Se agachó a su lado, colocándose en una posición que le permitiera sostenerlo de forma segura.
—Voy a ayudarte a mover las piernas primero —le dijo, usando un tono profesional—. ¿Estás listo?
—No, pero hazlo de todos modos —contestó él, con un sarcasmo amargo.
Pese a su actitud, Emma lo ayudó con delicadeza, asegurándose de que no se resbalara en el proceso. Al sentir el contacto firme de sus manos, Logan bajó la mirada hacia el agua, evitando su rostro, pero sin poder dejar de notar el aroma que desprendía su cabello.
—Listo, ya estás dentro. ¿Algo más, señor Reese?—dijo ella intentando aliviar la tensión.
Logan soltó una risa seca y amarga.
—No te esfuerces, Emma. Este no es uno de esos cuentos donde terminamos enamorados.
Emma, herida por sus palabras pero decidida a no mostrarlo, se encogió de hombros.
—No sé en qué clase de historias te inspiras, pero yo solo estoy haciendo mi trabajo.
Logan la observó por un momento, pero no dijo nada más. Ella, sintiendo que su presencia ya no era necesaria, se levantó y se dirigió a la puerta.
—Llámame si necesitas algo más. Aunque, con suerte, la próxima vez puedas hacerlo tú solo —dijo antes de salir, cerrando la puerta con suavidad.
En el baño, él se quedó mirando el agua que lo rodeaba. La tensión en sus hombros no desaparecía, pero esta vez no era solo por esperar el momento de su rehabilitación o la frustración de no poder moverse como antes. Algo en toda aquella situación lo inquietaba demasiado. Y no estaba seguro de que era.
Minutos más tarde, envuelto en el aire aún cálido del baño, salió con su cuerpo parcialmente cubierto por unos bóxers oscuros. Sus movimientos eran cuidadosos pero firmes, mostrando que, a pesar de su condición, todavía podía mantener cierto control sobre su entorno.
Al salir, sus ojos se encontraron con Emma, que estaba sentada en una banqueta junto al armario, revisando el móvil con expresión distraída. Sin decir nada, Logan se dirigió a la cama, se acomodó con un movimiento brusco y cerró los ojos, buscando ignorar todo lo demás.
Sin embargo, un leve carraspeo rompió el silencio de la habitación.
—¿Puedo preguntar dónde voy a dormir? —dijo Emma, con un tono mezcla de curiosidad y resignación.
Logan entreabrió un ojo, observándola con la misma actitud distante de siempre, y respondió con tono seco:
—¿No es obvio? El sofá. Es lo suficientemente cómodo y grande para que quepas allí sin problema.
Emma suspiró, su mirada fija en el mueble que Logan le había indicado.
—Ok —murmuró finalmente, sin ganas de discutir.
Se levantó con la misma parsimonia que había mostrado todo el día y recogió una muda de ropa ligera. Entró al baño con pasos lentos, dejando que la puerta se cerrara detrás de ella con un leve clic.
La ducha se convirtió en su refugio, un espacio donde podía liberar la tensión acumulada. El agua caliente corría por su piel, llevándose consigo el cansancio y el peso de las constantes palabras mordaces de Logan. Perdió la noción del tiempo, quedándose allí hasta que el vapor llenó el cuarto.
Cuando finalmente decidió salir, escuchó el profundo y regular sonido de la respiración de Logan. Asomó la cabeza por la puerta del baño y lo vio dormido, con el torso expuesto y las cobijas apenas cubriendo parte de sus piernas. Su rostro, relajado en el sueño, parecía el de una persona completamente distinta, casi vulnerable.
Emma sacudió la cabeza, apartando cualquier pensamiento innecesario. Tomó una pequeña manta que estaba doblada en una esquina y se dirigió al sofá.
Antes de acomodarse, se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada y pasó la llave. No podía permitirse que alguien entrara en la habitación y los descubriera en aquella farsa.
Con un suspiro, se tumbó en el sofá, doblando las piernas ligeramente para entrar cómodamente en el lugar. El sofá era tan firme como incómodo, algo raro en una casa de gente con tanto dinero pero Emma no se quejó. Ya estaba acostumbrada a las noches difíciles, y esta no sería la excepción.
Mientras el silencio llenaba la habitación, su mente divagó por unos momentos. Se preguntó cuánto tiempo más podría seguir manteniendo aquella fachada sin que su paciencia se agotara. Finalmente, cerró los ojos y dejó que el cansancio la venciera.
Logan, aunque parecía profundamente dormido, abrió los ojos unos segundos después de que Emma se acomodara. En el tenue brillo de la lámpara nocturna, observó la figura de Emma en el sofá. Sus labios formaron una línea tensa mientras luchaba contra algo que no podía identificar.
Con un leve susurro apenas audible, murmuró para sí mismo:
—¿Qué estás haciendo, Logan?
Sin obtener respuesta, volvió a cerrar los ojos, esperando que el sueño lo atrapara de nuevo.
Desde allí, las horas comenzaron a pasar lentas, muy lentas, demasiado para el gusto de Emma. Si bien la relación con la mayoría de los miembros de la familia parecía ser buena, no podía decir que pasaba lo mismo con el padre de Logan, no señor, la muchacha estaba más que segura de que William seguiría poniéndole las cosas difíciles y cada vez que tuviera oportunidad hallaría alguna manera de ponerla incómoda.
Y tras pensar todo eso, Emma deseaba que las horas volaran, con la única intención de que llegarán los días en los que tenía guardia en la clínica para poder desaparecer de esa casa al menos por cuarenta y ocho horas. O que en la cita médica de Logan que sería al día siguiente el médico le dijera que ya podía empezar con su rehabilitación.
Con Logan, la cosas no iban bien, ni mal. Aunque frente a la familia se portaba como un novio cariñoso y hasta protector, se mantenía lo más alejado y distante posible cuando estaban solos en la habitación.
Así pasaron dos días más después de los cuales Emma agradeció que llegara el momento de ir a trabajar, le tocaba comenzar su turno por la tarde así que permaneció en la habitación, y cuando creyó conveniente comenzó a prepararse para salir de la mansión.
Logan la vio ir de un lado a otro, con mucha energía y hasta se atrevía a decir que una sonrisa había en su rostro, esto no le dio buena espina...
-¿ Qué te tiene tan contenta?— le preguntó en tono reacio.
—¿Contenta?— dijo ella— Estoy preparándome para ir a la clínica, Logan.
—Espero que no tengas allí algún pretendiente— agregó él casi con enojo.
—¿El señor Reese tiene miedo de qué su prometida lo engañe?— bromeó ella.
—No, en absoluto— respondió él— El señor Reese sabe que su prometida no haría algo asi— replicó tomando su rostro con una mano, acercándolo muy cerca del suyo, tanto que sus labios estuvieron a escasos centímetros de distancia y mientras Emma sentía su corazón desbocarse él continuó— recuerda que firmaste un contrato, Emma.
Ella volvió, en sí, y con un movimiento brusco que le causó dolor en las mejillas se alejó. Para luego sin decir nada más tomar su bolso y salir de la mansión.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.