Soy La Urraca En Este Cuerpo!

Gracias - susurro Europa al llegar a la habitación con ayuda de Aldo.

- En la mesita de noche encontraras lo necesario para cambiar tu venda - respondió Aldo mientras la soltaba y salia.

La habitación decorada de manera simple pero ordenada y moderna en tonos grises y blancos. Podías ver todo a simple vista, sin duda era perfecta para quienes olvidan donde guardan sus pertenencias y documentos importantes del trabajo.

Bajo la mirada hacia el pequeño mueble blanco, sostuvo el asa del cajón y lo abrió suavemente. Todo estaba pulcramente ordenado, las vendas en tres tamaños, curitas y medicamentos. Como amante de lo perfecto, tenía miedo de arruinar tal perfección.

Al final, tomo aire y saco lo necesario con cuidado. Se quedó en silencio mirando fijamente la venda, el alcohol y el algodón, tratando de recordar la manera de vendar una herida. Ella era de las personas que en el mejor de los casos se echaba alcohol para desinfectar la herida. Ya que mayormente solo la lavaba con agua y jabón, para después esperar a que sane sola, teniendo cuidado en no tocarla y vistiendo ropa suelta.

Con cuidado acercó la silla en la que Aldo se había sentado hacia ella y puso suavemente su pie derecho sobre ella.

Saco el pequeño seguro de la venda y comenzó a desenrollarla lentamente hasta llegar a la primera capa. Río secamente, era un desastre. La sangre se había solidificado, la venda se pegó a su piel y a su herida, sabía que cambiarse de venda dolería.

Se mentalizó un momento y procedió a cambiar la venda como si la paciente no fuera ella misma y esa no fuera su pierna.

Luego abrió las bolsas para poder visualizar que eran ropa, se vistió con cuidado, no quería arruinar su trabajo.

Al terminar de cambiarse se dio cuenta de que faltaba abrir una bolsa, al abrirlo se sorprendió al encontrar una peluca corta, un lente, un audífono y ... ¡dulces!

Mientras trataba de descifrar que pensaba Aldo, él entró por la puerta con unas zapatillas que dejo junto a sus pies. Europa la miro confundida, mientras se arreglaba la peluca, luego apoyándose en la silla, se puso suavemente las zapatillas, agradeció que no tuviera que amarrar los cordones.

Camino lentamente hacia el espejo, su reflejo mostraba la imagen de un chico joven, risueño y jugueton. El cabello del joven estaba recoguido en una media cola alta, vestía una sudadera blanca, pantalones sueltos y unas zapatillas que convinaban con la sudadera. Usaba lentes y los audífinos le daban un aire de chico cool.

Sonrió, realmente parecía un chico lindo, contempló su imagen por unos minutos antes de toser tratando de ocultar su vergüenza - ¿Ya nos vamos? -

- Adelante - respondio Alado.

Vivió como un adulto desde su niñez, su madre favorecía descaradamente a su hermano por sobre ella, en consecuencia, ella misma tenía que cuidarse. Todas las labores domésticas recaían sobre ella, así como el cuidar de su hermano, quien era dos años menor que ella y lo más importante para su madre.

Su madre siempre decía que él sería quien cuidaría de ella en su vejes, mientras que una hija era una perdida de tiempo, perdida de comida y dinero; solo servían para cobrar deudas, ya que estas seguirían al marido para servir a la suegra.

Si se confundía con algo, la comida no estaba a tiempo para cuando llegara su hermano o no terminaba con sus responsabilidades de mantener la casa limpia recibiría un castigo. Desde que tiene memoria vivió en medio de los gritos, regaños y golpes de su madre.

Podía soportarlo, se decía a sí misma, solo esperaría a ser mayor de edad y se iría a ganarse la vida. A pesar de todo, siempre encontró la forma de sostenerse financieramente con las copias de la escuela. Durante los recreos enseñaba a algunos compañeros por unas cuantas monedas, a veces llevaba dulces que compraba luego de juntar las monedas y las vendía a sus amigos, también prestaba dinero a cambio de una pequeña taza de interés, no ganaba mucho, pero podía comprarse los materiales que necesitaba para el colegio.

También podía soportar que su hermano rompiera las cosas que compraba de segunda mano, a pesar de que luego llorara toda la noche, tratando de arreglar las piezas del libro roto. No se quejó, no servía de nada, la palabra de su hermano era la verdad. Solo había algo que le agradecía a su madre y era poner a su hermano en una prestigiosa escuela particular, lejos de su pequeña escuela pública.

Soportó todo hasta sus 15 años, no replico, no peleo, no se metió en problemas; sin embargo, la pequeña esperanza de ser notada por su madre se hizo añicos al saber que ella la había sacado del colegio para que trabajara porque a su hermano le faltaba dinero. El argumento de su madre fue "No puede ir sin llevar un poco de dinero, sus compañeros se van a burlar de mi pequeño, además lo necesita para sus gastos"

No se arrepiente, luego de 17 años no se arrepiente y si volviera al pasado lo haría de nuevo sin pensarlo. Escapo de casa en medio de la noche, después de juntar su pequeña fortuna; en una bolsa de basura metió las pocas mudas de ropa que tenía, sus libros parchados y se la cargo al hombro. La luna puede testificar que vio a una pequeña niña escualida caminando con sus gastadas sandalias sin rumbo en medio de la fría noche.

Afortunadamente llego a un pequeño lugar en donde cuidaban adolescentes sin hogar hasta su mayoría de edad. Se negó a hablar de su pasado, raspo sus dedos sobre piedras y concreto para que no la identifiquen, se corto el cabello y manchaba su rostro para vivir en anonimato, no quería volver con su "familia"

Trabajo arduamente durante casi tres años, guardando cada moneda tacañamente. Cuando podía seguía comprado más libros para estudiar después del trabajo. Quería una vida mejor, quería ser libre y quería vivir sin carencias comiendo todo lo que quería.

Al cumplir 18 años, como lo esperaba le comunicaron que ya no podía vivir más ahí. Alquilo un pequeño cuarto, dormía encima de los cartones y como podía salía adelante. La luna era testigo de todas las noches que lloro, que se preguntó por qué la vida era así y si alguna vez podía lograr tener una vida digna.

En esos momentos, algo en su interior la alentaba a seguir, a darlo todo, a levantarse de nuevo y a querer ser mejor. Ahora esos recuerdos tan dolorosos se ven tan lejanos, casi como si esa no fuera los comienzos de una exitosa abogada de renombre, pero Europa los tenía grabados en sus huesos. Sabía lo que era no tener nada, ser pobre y vivir en carencias.

Mentía si dijera que no envidiaba a la anfitriona que a diferencia de ella, la vida le fue un poco más suave y lo más importante, ella tuvo lo que Europa nunca había tenido, una familia, la anfitriona tenía a su hermano, que a pesar de todo, la cuidaba en las sombras.

Pero también sabía que cada persona es diferente, la anfitriona no tenía la fortaleza necesaria para afrontar los momentos críticos y esto termino consumiéndola por completo.