En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
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Capítulo 18: La Frontera del Olvido
Valentina se quedó sentada en el terreno abandonado durante horas, sin mover un solo músculo. Los pocos rayos de sol que se colaban entre las nubes fueron apagándose a medida que la tarde daba paso a la oscuridad de la noche. En ese espacio desolado, la ciudad parecía una sombra lejana, como si el mundo a su alrededor se hubiera detenido en un silencio que solo ella podía escuchar.
Los días siguientes, Valentina siguió regresando al terreno cada mañana, como si ese lugar roto la llamara de alguna manera, como si le diera un refugio que ninguna otra parte del mundo podía ofrecerle. Al principio, los vecinos la observaban desde lejos, con la desconfianza que viene después de la traición. Pero pronto, la rutina de su presencia se volvió tan parte del paisaje como las malezas que invadían el terreno.
Valentina empezó a recoger los escombros, limpiando a su manera las ruinas de lo que alguna vez fue un sueño compartido. Lo hacía sin un propósito claro, más como un gesto instintivo, una forma de ocupar sus manos mientras su mente se perdía en recuerdos que preferiría olvidar. Con cada pedazo de ladrillo que apartaba, le parecía estar arrancando una parte de la tristeza que la había envuelto desde la muerte de Alejandro.
Una mañana, mientras trabajaba sola bajo un cielo gris, un hombre se acercó. Era Ernesto, uno de los vecinos que en su momento había apoyado la cooperativa, pero que, como muchos otros, se había retirado cuando el proyecto comenzó a desmoronarse. Ernesto la miró en silencio durante unos minutos, antes de romper la distancia que los separaba.
“Te ves diferente, Valentina. Como si hubieras envejecido diez años desde la última vez que te vi.” Las palabras de Ernesto eran sinceras, aunque crudas.
Valentina, que no había dicho una palabra en semanas, se encogió de hombros, sintiendo la frialdad del viento en su piel. “Quizás es porque ya no soy la misma. Ni yo, ni este lugar.”
Ernesto la miró con curiosidad, sin acercarse demasiado, como si temiera que el peso de su historia pudiera caer sobre él. “Sabes que ya no hay nada para ti aquí, ¿verdad? No puedes seguir cargando con algo que está roto.”
Valentina sonrió con una amargura que no había sentido antes. “No se trata de arreglar lo que está roto, Ernesto. Ya no espero eso. Solo... necesito entender por qué se rompió todo. Necesito entender por qué Alejandro...”
Las palabras se ahogaron en su garganta, pero Ernesto no necesitaba que continuara. Se acercó un poco más, sacando de su bolsillo un sobre amarillento que parecía haber sido manoseado varias veces. “Esto es para ti. Alejandro me pidió que te lo entregara si algún día volvías. No sé qué dice, pero quizás te dé las respuestas que estás buscando.”
Valentina miró el sobre con un nudo en el estómago, como si fuera un objeto cargado de una energía desconocida. Tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo el peso de las palabras que podrían estar dentro, y se lo guardó en el bolsillo sin abrirlo. Agradeció a Ernesto con un leve gesto de la cabeza y se quedó sola de nuevo, sosteniendo ese pedazo de pasado entre sus dedos.
De vuelta en la pensión, se sentó en la cama con el sobre entre las manos. Le tomó horas armarse de valor para abrirlo, hasta que finalmente rasgó el borde con una suavidad casi ritual. Dentro, había una carta escrita con la caligrafía apresurada de Alejandro, que reconoció de inmediato. La letra era temblorosa, como si la hubiera escrito con una urgencia que dolía.
_"Valentina,
Si estás leyendo esto, significa que yo ya no estoy. Me cuesta poner en palabras lo que siento porque sé que nada de lo que diga podrá aliviar el dolor que he causado, ni cambiar las decisiones que tomé. Pero necesito que sepas algunas cosas antes de que todo termine.
Siempre supe que este proyecto era más grande de lo que podíamos manejar, pero ver la forma en que tú creías en él, en la gente, me hizo aferrarme a la esperanza. Me hizo creer que, tal vez, yo también podía cambiar, ser mejor de lo que fui antes. Pero a veces, el miedo y las deudas se apoderan de uno, y cuando eso pasa, se pierde la luz. Perdí la mía.
No quiero que pienses que esto fue tu culpa, porque no lo fue. Siempre fuiste la parte más brillante de todo esto, incluso cuando yo ya no podía ver la salida. Si tomé decisiones equivocadas, fue porque intentaba protegerte, aunque al final solo logré herirnos a los dos.
Espero que algún día puedas perdonarme, aunque sé que no merezco tu perdón. Y espero que, cuando encuentres la forma de dejar atrás todo esto, encuentres también la fuerza para volver a soñar, aunque no sea aquí, aunque no sea conmigo.
Alejandro._"
Valentina sintió que las lágrimas le quemaban las mejillas mientras leía las palabras de Alejandro, pero al mismo tiempo, sintió un extraño alivio. La carta no le ofrecía respuestas concretas, pero sí algo que había necesitado desesperadamente: un cierre. Alejandro había cargado con su propio peso, con su desesperación, y ella lo había hecho con el suyo. Pero ahora, con esa carta, sentía que al menos una parte de ese peso se aligeraba.
Guardó la carta en el bolsillo de su chaqueta y salió de la pensión. Caminó por la ciudad, por calles que se le hacían desconocidas, sin rumbo, sin un destino claro. Pero esta vez, en lugar de la sensación de pérdida, sintió una extraña determinación naciendo en su interior. Se dio cuenta de que ya no podía quedarse estancada en el terreno de los recuerdos, que la única forma de honrar a Alejandro y a ella misma era encontrar una forma de empezar de nuevo, aunque le costara cada pedazo de energía que le quedaba.
Esa noche, volvió al terreno, y por primera vez en mucho tiempo, se encontró hablando con los vecinos, no sobre el pasado, sino sobre lo que podrían intentar hacer con lo poco que quedaba. No era un plan grandioso ni una nueva cooperativa; era solo la idea de un pequeño huerto comunitario, algo simple que al menos podría darles un lugar para reunirse y trabajar juntos. No buscaba grandes cambios ni promesas de futuro, solo una forma de hacer algo con las manos, de crear algo pequeño, pero real.
Al principio, los vecinos la miraron con desconfianza, algunos incluso con desprecio, pero hubo un par de miradas que parecían dispuestas a escucharla. Valentina sabía que el camino sería largo, y que la sombra de Alejandro y lo que perdieron siempre estaría presente. Pero al menos, sentía que ahora había una dirección en la que caminar, por incierta que fuera.
Y mientras la noche envolvía el barrio en una oscuridad densa, Valentina se quedó de pie en medio del terreno, sintiendo el viento helado en su rostro y la carta de Alejandro contra su pecho. No era una promesa de futuro, pero era un comienzo, un primer paso lejos del abismo en el que había estado.
El pasado seguía allí, con todas sus heridas abiertas, pero por primera vez en mucho tiempo, Valentina sintió que podía caminar sin ser arrastrada por él. Y aunque el horizonte que se dibujaba ante ella no ofrecía certezas ni finales felices, era un horizonte que había decidido enfrentar de pie, con los restos de su esperanza en las manos.