Esta es la historia de una joven enfermera, que tuvo que pasar por muchas adversidades, pero eso no la llevo a rendirse y lucho por lograr su sueño.
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11
— De los dos señores que fueron, eran hermanos; uno tenía como cuarenta años y el otro era mayor, tenía sesenta años, pero eran muy respetuosos. Este último se llamaba Juan Cortez.
— Quien al ver a María se enamoró de ella.
— Después de media hora, se acabó la reunión y los señores se despidieron. Fina se quedó otro rato.
— Llegó Fina temprano: "Buenas, ¿cómo están?"
— Respondí: "Buenas, Fina. Adelante." Y llamé a mi mamá y a María.
— "Ama, María llegó. Fina, vengan."
— Mi mamá salió y María. "Buenas, mija," dijeron.
— Dijo entonces Fina: "María, acompáñame a leerme la suerte que me dijeron que un señor y que muestra las caras."
— "Doña María, permite que María me acompañe," respondió mi mamá. "Bueno, si ella quiere."
— Salieron entonces las dos mujeres.
18:00
— Regresó María contando: "Esa mujer nos hizo la suerte y nos dijo que a Iván lo tenían amarrado, pero que él lo iba a hacer que lo soltaran. Que tengo que llevarle una muda de ropa de Iván para tener su olor. Mañana se lo llevaré temprano."
— A la mañana siguiente, me dice María: "Juanita, acompáñame. Vamos, es en Santa Fe."
— Salimos entonces, y llegamos a una casa que quedaba en un callejón. La señora le dijo a María: "Ven, entra. Te estaba esperando, mija. ¿Me trajiste lo que te pedí ayer?"
— María contestó: "Sí, señora. Aquí tiene," y le entregó la muda de ropa de Iván y le dio dinero.
— La mujer nos citó para regresar en tres días.
— "Bueno, sí, señora. Hasta luego," y salimos.
28 de marzo
— Hoy citaron a María y a Fina al cementerio para una inhumación. Mi mamá fue a acompañarlas.
— Dice mi mamá que al sacar al hombre que habían encontrado, las descripciones eran iguales a Iván, porque Iván tuvo un accidente y tenía una fractura en un brazo y le habían colocado platino, y el cuerpo que habían encontrado también tenía.
— Iván también tenía un diente postizo y el cuerpo también tenía. Ya Josefina no tenía que hacer nada aquí, así que decidió irse.
Abril
— La partida de Fina.
— Hoy Josefina se va para su tierra, allá también tiene a sus hijos, mamá y familia. Ella vino a la casa a despedirse.
— "Doña María, me vine a despedir de ustedes. Gracias por todo y ojalá algún día podamos volver a vernos."
— "Ay, mija, que te vaya bien, y que Dios te guarde en el camino. Por aquí, a la orden siempre."
— "María, te espero por mi casa," le dije a María.
— Respondió María: "Bueno, mija, gracias por todo."
— Se fue y más nunca supimos de ella.
— Después de tanto tiempo, María comenzó a salir con el señor Juan Cortez, pero también salía por las noches a rumbear y venía de medianoche en adelante.
— Ya para entonces había conocido a un muchacho que se llamaba Pedro, que trabajaba como celador en la universidad. Él siempre venía a la casa en bicicleta.
— Una noche cualquiera, mi mamá estaba esperando a María sentada en la sala cuando escuchó: "Gracias," y cerraron la puerta de un carro.
Mi mamá se levantó y abrió la puerta y la reja, pero cuando María llegó a la casa, había un gato grande en un muro de la casa sentado con los brazos cruzados y con unos ojos que la miraban.
— Dijo María: "Ama, ¿usted ve lo que yo veo?"
— Contestó mi mamá: "Ven, pasa por la orillita. Ven."
María pasó rápido y cerraron la puerta rápido.
— Le dijo mi mamá: "Viste lo que tú buscas. Todas las noches tienes que salir."
— Al día siguiente, mi mamá nos contó del gato grande y todos le cogimos miedo a quedarnos hasta tarde en la puerta.
— Tres días después.
— En la casa siempre jugábamos parques con los vecinos.
23:15
— Estábamos jugando cuando vi un burro venir despacio del lado de la avenida hacia la casa.
— Dije, preocupada: "Miren lo que viene ahí. Viene a jugar, yo me voy."
— Me levanté rápido y todos miraron. Aquel burro venía acercándose cada paso más y todos salimos corriendo, dejando todo afuera. Nos asomamos por la ventana y el burro metió la cara por la ventana.
— Comenzamos a rezar, y el burro pasó en dirección al río. Cuando ya lo vimos cruzar la calle, salimos para ver y no lo vimos. Nos dio miedo y nos despedimos de los vecinos y nosotros nos encerramos.
— Pedro acostumbraba a quedarse en la casa los fines de semana. Me levanté temprano para ir a ver dibujos animados en el televisor de María, y cuando abrí la puerta.
— Ahí estaba María haciendo el amor con Pedro. Me sorprendí y cerré la puerta despacio para que ellos no se dieran cuenta de que los había visto.
— Ya para entonces mi mamá y mi papá habían venido con todo lo que habíamos traído del pueblo. No teníamos nevera ni televisor ni nada.
— María salía con el señor Juan y traía dinero a la casa para la comida y a veces alcanzaba para pagar el arriendo.
— Nos pidieron la casa y nos tocó mudarnos a casa de la tía Luz.
— Al comienzo todo era amor, hasta quince días después.
— Eran dos habitaciones y el baño quedaba afuera y no tenía taza puesta.
— Mi mamá se encontró con una amiga de ella y le dijo: "María, ¿tú no tienes una de tus hijas que quieran estudiar enfermería?"
— Respondió mi mamá: "Sí, claro, yo tengo una. ¿Qué debo hacer?"
— Contestó: "Espérate," y entró
y buscó un papel y le dijo a mi mamá: "Toma. Ve a La Gota de Leche y pregunta por Porfilio Peña. Dile que vas de parte mía y entrégale ese papel."
— Respondió mi mamá: "Gracias, mija," y se fue.
— Llegó a la casa y me dijo: "Juanita, ven acá, mija."
— Yo le dije: "Señora."
— Me dijo: "Juanita, me encontré con una amiga y me preguntó si yo tenía una hija que quisiera estudiar enfermería, y yo le dije que sí, que tú."
— "Mañana vamos a La Gota de Leche a buscar a un hombre que ella me dijo."
— "Bueno, sí, señora."
— A la mañana siguiente nos fuimos temprano para el centro a buscar al tipo que habían dicho.
— Llegamos a la puerta de La Gota de Leche. Eran oficinas y consultorios, todo relacionado con la salud. Le preguntó mi mamá al portero.
— "Ven acá, mijo. ¿El señor Porfilio Peña, dónde lo puedo encontrar?"
— Respondió el celador: "Mire, doña, usted sigue por ese pasillo y ahí va a encontrar una puerta. Toque y pregunte ahí que ese es el consultorio de él."
— Entramos entonces, y al llegar a la puerta, tocamos. Salió una mujer, de unos cincuenta y pico de años, bajita, con cabellos teñidos de rubio. Nos miró de pies a cabeza.
— Mi mamá le preguntó: "Disculpe, ¿aquí es la oficina del señor Porfilio Peña?"
— La mujer sonriente dijo: "Sí, entre," y siguió caminando.
— Al entrar a aquella oficina, había varios hombres. Un hombre viejo, cabello rubio, y junto a él, un joven de ojos claros, los cuales se fueron también.
— Dijo aquel hombre: "Mucho gusto, doña. Mi nombre es Camilo. Buena hora. Mi hijo es el futuro concejal. Y permiso, nosotros nos vamos."
— Nos quedamos con el tercer hombre, que estaba detrás del escritorio, un hombre como de unos cuarenta años, calvo y con dientes amarillos.
— Dijo entonces: "¿En qué les puedo servir?"
— Respondió mi mamá: "Disculpe, nosotros venimos a buscar al señor Porfilio Peña."
— "Sí, a la orden. Ese soy yo. ¿En qué les puedo servir?"