Un giro inesperado en el destino de Elean, creía tener su vida resuelta, con amistades sólidas y un camino claro.
Sin embargo, el destino, caprichoso y enigmático estaba a punto de desvelar que redefiniria su existencia. Lo que parecían lazos inquebrantables de amistad pronto revelarian una fina línea difuminada con el amor, un cruce que Elean nunca anticipo.
La decisión de Elean de emprender un nuevo rumbo y transformar su vida desencadenó una serie de eventos que desenmascararon la fachada de su realidad.
Los celos, los engaños, las mentiras cuidadosamente guardadas y los secretos más profundos comenzaron a emerger de las sombras.
Cada paso hacia su nueva vida lo alejaba del espejismo en el que había vivido, acercándolo a una verdad demoledora que amenazaba con desmoronar todo lo que consideraba real.
El amor y la amistad, conceptos que una vez le parecieron tan claros, se entrelazan en una completa red de emociones y revelaciones.
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La resaca del terror.
El nombre de Carter brilló en la pantalla y el estómago se me encogió al instante. No necesité abrir el mensaje; la punzada de la vergüenza ya estaba ahí. Por un segundo fugaz, la absurda idea de un simple "hola" cruzó mi mente, pero mi cabeza, un tambor de guerra incesante, gritó un rotundo "no". Volteé el teléfono, ignorando la pantalla luminosa, como si así pudiera borrar la noche anterior.
Esa chica, Carter, tiene algo, algo peligrosamente desestabilizador. Mi instinto me grita que lo mejor es mantenerme lejos, pero el eco de su mensaje seguía ahí, taladrándome.
¿Qué demonios podía responderle? ¿Y si su padre me vio en ese estado deplorable?
La sola idea me revolvía el estómago. ¿Debía disculparme? ¿Pedir perdón por el patético espectáculo, por el bochorno de mi estado etílico?
¿Asumir mi borrachera delante de ellos? ¡Esto es una maldita pesadilla!
Necesitaba dejar de darle vueltas a esta locura. Necesitaba dormir. Solo así, con la mente clara, podría idear una estrategia brillante, algo que me hiciera lucir… interesante. Debía darle un giro a toda esta mierda, zafarme del problema sin manchar mi impecable reputación. Mañana sería otro día. Por ahora, no había nada que pudiera hacer.
Me desplomé en la cama. El colchón me tragó, la oscuridad me envolvió. Caí dormido antes de que mi cabeza tocara la almohada. No tengo ni la más remota idea de cuántas veces me levanté al baño, ni cuántas pesadillas me arrancaron del sueño. El recuerdo de lo que hice, la humillación, me persiguió incluso en las profundidades del inconsciente.
Horas después, un dolor punzante en la cabeza me despertó. Mis ojos lucharon por adaptarse a la luz hiriente que se colaba por la ventana. Con un esfuerzo sobrehumano, logré enfocar el reloj en mi muñeca. Las 3:00 p.m.
¿Tres de la tarde? ¿Cómo pude haber dormido tanto? Afortunadamente, era fin de semana. Odio faltar a mis compromisos. Al menos, cometí esta "fechoría" de forma responsable, si es que se puede llamar así.
Intenté levantarme, pero mi cabeza parecía a punto de estallar. ¡Vaya que había perdido práctica! Mis manos temblorosas buscaron desesperadamente un analgésico entre los cajones. Nada. Ni una miserable pastilla.
Arrastré los pies hasta la cocina. Abrí el refrigerador, esperando encontrar la salvación, y ahí estaba: una botella de jugo de manzana. ¿Cuándo la había comprado? Ni idea. Pero en ese momento, era mi única esperanza. Bebí como si mi vida dependiera de ello, hasta saciar la sed abrasadora. Había olvidado por completo lo que era una resaca. ¡Es estúpida la forma en que tu cuerpo procesa el alcohol después de una temporada sobrio!
En cuestión de segundos, mi estómago se rebeló. El jugo, con la misma furia con la que entró, se dispuso a salir. Una ola inmensa de náuseas me dobló sobre la barra. Asqueado, patético, regresé a la cama, tembloroso y derrotado.
Estaba a punto de cerrar los ojos de nuevo, de hundirme en la miseria, cuando la realidad me golpeó:
Mis ojos se abrieron de par en par. Aunque en ese instante de agonía no me importaba mucho, la urgencia me impulsó a revisar el celular. Varias llamadas perdidas de mi asistente. ¡Lo había olvidado por completo! Hoy vendrían los candidatos para los puestos de la casa.
El mareo se intensificó. No tenía la menor gana de recibir ni atender a nadie. Creí que el efecto del alcohol había pasado, pero estaba más que equivocado. Mi cabeza daba mil vueltas y la sed era tan insoportable que nada lograba calmarla. Ese jugo... apenas lo tragué, corrí al baño a vomitar. ¿Y eso que no habíamos bebido tanto, solo algunas botellas para empezar la noche?
Con el nauseabundo olor de mi resaca impregnando el ambiente, decidí tomar una ducha. El vapor caliente y los aromas del jabón parecieron disfrazar el aire. Una vez que sentí que había lavado no solo mi cuerpo sino también mi conciencia, me dispuse a desayunar. Quizás un poco de comida aliviaría mis males.
Afortunadamente, tenía lo necesario para preparar algo sencillo. No soy un chef, pero puedo sobrevivir. "Con esto basta", me dije a mí mismo. Preparé algo básico, pero que al menos luciera apetitoso. Cocinar se estaba convirtiendo, literalmente, en parte de mi vida.
Después de comer, me sentí mejor. Mi estómago toleraba el alimento, y eso era una buena señal. Mi aspecto también debía de haber mejorado, o al menos eso esperaba. Justo entonces, Don Genaro llegó con dos recipientes de comida casera, que guardó diligentemente en el refrigerador.
Los candidatos preseleccionados por mi asistente empezaron a llegar puntualmente. Tras varias entrevistas, elegí a quienes no solo demostraron la mejor preparación, sino también una conexión genuina conmigo. Estoy convencido de que una relación sólida entre empleador y empleado es clave para un buen desempeño.
Les di una bienvenida concisa, pero muy clara:
--¡Bienvenidos! A partir de hoy, somos un equipo. Espero lo mejor de cada uno de ustedes y, por mi parte, les ofrezco mi apoyo. Por favor, tómense su tiempo para leer detalladamente sus contratos antes de firmar. En ellos encontrarán todo especificado: sus actividades principales, funciones adicionales, sueldo, horarios, y demás. Les pido que revisen cada punto con calma y aclaren cualquier inquietud. Para ello, pueden dirigirse a Don Genaro, quien está aquí presente y podrá resolver sus dudas, aunque la mayoría de la información ya se encuentra en el documento que les hemos entregado.
¡Buenas tardes y, de nuevo, bienvenidos!"
Dejé a Don Genaro a cargo de los nuevos empleados y me retiré a mi habitación; las molestias físicas aún no cedían. Al menos, ya tenía resuelto el tema del personal de la casa. ¿Cuál sería el siguiente paso?
Me recosté, a penas cerré los ojos cuando volví a recordar.
¡El mensaje que no he leído!
Un puñetazo seco en el estómago. La pantalla volvió a iluminarse con su nombre, una punzada familiar que me arrancó el aire.
Carter 📩: ¿Estás bien?
Silencio. El abismo de nuestro pasado se abría entre nosotros. Había pasado tanto tiempo que mi no-respuesta sería una grosería imperdonable. Aun así, mis dedos se congelaron sobre el teclado, la mente un torbellino de emociones contradictorias. ¿Cómo responder sin delatar el huracán que se desataba dentro de mí? Traté de sonar casual, indiferente, como si fuera cualquier otro, como si Carter fuera cualquier otro.
Elean 📨: Por supuesto...
Diez minutos. Diez minutos eternos. Cada segundo un aguijón. Mis ojos, clavados en el celular, no parpadeaban. ¿Lo había recibido? ¿Había sido demasiado fría? ¿Demasiado ansiosa?
La incertidumbre me devoraba las entrañas, un monstruo hambriento que rugía en mi pecho. "Calma, Elean, ¿qué demonios te pasa?", me reprendí a mí mismo, la voz interior un eco desesperado por recuperar un fragmento de la compostura perdida.
Justo entonces, un escalofrío me recorrió la espalda. El celular vibró. Lo miré, como si mi vida dependiera de ello. Y, en cierto modo, dependía.
Carter 📨: Me alegra saber que estás bien. No quise molestar, te parecerá ridículo, pero me pareció escuchar tu voz por la madrugada... Qué locura, ¿verdad? ¿Será que lo soñé? ¿Estás libre mañana? Me gustaría conversar contigo...
Tragué saliva, el nudo en mi garganta ahogándome. El calor subió a mi rostro, tiñéndolo de un rojo vivo, un fuego que delataba mi caos interno.
Las manos me temblaban sin control, un temblor que venía de lo más profundo de mi ser. ¿Su padre me había visto? ¿O Carter, con esa habilidad innata para desarmarme, solo estaba jugando conmigo? ¿Era una trampa?
--No, tranquilo", me dije, mi propia voz sonando lejana, extraña. --Actúa normal... --Pero, ¿cómo actuar normal cuando mi mundo se había puesto de cabeza?
Tomé el celular, mis dedos escribiendo con una lentitud exasperante, cada palabra una batalla, cada letra un esfuerzo titánico. Tenía que ser perfecto. Tenía que ser yo, pero sin ser yo.
Elean 📨: Es realmente una locura. Estoy libre mañana, te invito a comer.
La respuesta llegó de inmediato. Un latido de esperanza, un soplo de alivio.
Carter 📨: ¿Te parece bien a las 2 en el centro, cerca de la fuente?
Elean 📨: Ahí estaré.
El mensaje final. Una sentencia. Una promesa. El inicio de algo que, sabía, cambiaría todo. Y mi corazón, contra toda razón, se lanzó a la carrera.