En está historia, inspirada en la película «La laguna azul» veremos como Perla y Dayhan, por incidente inesperado, ambos quedan varados en un sitio remoto, mientras que todos los buscan con desesperación, pero ese incidente parece que los ayudará a entenderse mejor de lo que ellos creen. ¿Que pasará con esos adolescentes?
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Capitulo 11
Al día siguiente, a Dayhan le gustaba ver el amanecer. El sol subiendo, sentir la brisa de la mañana, escuchar cómo las aves empezaban a cantar y notar cómo el cielo iba cambiando de gris a soleado. Por esa razón, era el primero en despertar todos los días.
Se despertó preocupado por Perla. Ella pasó toda la noche emitiendo quejidos de dolor y moviéndose más de lo normal. Él se levantó y la miró dormida. Mientras la recorría entera, preguntándose qué le ocurría. Notó una mancha en la sábana. Su preocupación y desasosiego aumentaron considerablemente. Se sentó en la cama y la tocó con gran inquietud para despertarla.
— Perla, Perla, despierta.—gritó desesperado.
— ¿Qué pasa? ¿Ya vinieron por nosotros? — preguntó asustada.
— No. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? Dime, ¿cómo te sientes? —preguntó alterado.
— Estoy bien, ¿qué sucede? ¿Por qué estás tan nervioso?
Se puso de pie y caminó de un lado a otro, pasando sus manos por la cabeza. Pensaba que ella había sufrido un aborto y por esa razón se quejó casi toda la noche.
— ¡Caray! Dayhan, me estás asustando —dijo exaltada.
Se colocó frente a ella de rodillas. — Perla, hay una mancha de sangre en la sábana. Estás embarazada, eso significa que algo no anda bien. —expresó angustiado.
Perla se quedó enmudecida, atónita, petrificada. No entendió a qué se refirió con «embarazada». Lo vio tan preocupado, con el rostro rojo y con terror en su mirada, que se aterrorizó. Ella miró su parte íntima y se dio cuenta de que le había bajado el periodo. Lo miró y no pudo evitar reír a carcajadas. Se reía una y otra vez, cada vez con más emoción.
Dayhan se levantó sorprendido y muy molesto. — ¿Qué es lo que te parece tan gracioso?
— ¿De qué embarazo hablas? —preguntó ella, sonriente.
— Tus náuseas, ayer amaneciste con un antojo. Además, supongo que esa era la sorpresa que le ibas a dar a Andhy, la noche romántica. —explicó el chico.
Ella siguió riendo, pero era evidente que él estaba muy furioso.
— Dayhan, me sorprende que te preocupes tanto por mí.
—¡Maldición! Soy un imbécil, por eso es el motivo de tu burla. — inquirió enojado y salió dejándola con la palabra en la boca.
Perla fue al lago, se bañó y se puso lo único que tenía disponible, el poloche de Dayhan. Luego le dio gracias a Dios y a su nana por siempre pensar en todo, tenía las toallas íntimas que necesitaba en ese momento.
Dayhan estaba sentado, mirando el mar, reflexionando en la escena tan tonta que había protagonizado. Ella, después de reír sin medida, se sintió apenada, le quería pedir una disculpa. Se acercó a él, cohibida.
— ¿Podemos hablar?— pidió avergonzada.
— ¿Para qué te sigas burlando? No gracias.— renegó.
— No, para aclarar tus dudas. No estoy embarazada, estoy en mis días, por eso eran los cólicos. Las náuseas supongo que son por el cambio de alimentación, y nunca tuve antojo, tú supusiste así, porque ya tenía eso en la mente.— explicó con amabilidad.
— Ahora entiendo el motivo de tu risa. Qué patético.—negó con la cabeza.
—¿Sabes? Me agrada saber que te preocupas por mí.
— No volverá a pasar.
Ella lo jaló por la mano, logrando ponerlo de pie.
— Gracias, Dayhan. ¿Te puedo dar un abrazo?— preguntó sonrojada.
Él la miró sorprendido, tenerla tan cerca era justamente lo que quería evitar.— Bien, supongo que no hay nada malo en un abrazo.— pensó él, mientras la rodeaba con sus brazos. Un abrazo, un simple abrazo, pero con sentimientos profundos y con intensidad en cada toque.
Días después
Andhy estaba en la isla con los padres de Perla. Cada minuto contaba en esta etapa crucial de la desaparición de los chicos. La señora Rocío no dejaba de llorar, extrañaba mucho a su hija y le aterraba la posibilidad de no volver a verla. Los estudiantes de la preparatoria Harrison hicieron cadenas de oraciones para encontrar a sus compañeros con vida.
El señor Raúl y Gael fueron a la tumba de la mamá de Dayhan. El señor lloró y pidió con fe encontrar a su hijo vivo.
— Señor, debemos volver a casa, alguien puede llegar con noticias de Dayhan —explicó Gael.
— Tiene razón, muchacho. Vamos.
Dayhan y Perla se habían convertido en "dos en uno". Dormían juntos, aunque en lados opuestos, se bañaban juntos, comían lo mismo, jugaban, reían y estaban pendientes el uno del otro. Últimamente, se podía sentir una tensión entre ellos. Él la miraba con morbo y hacía todo tipo de pensamientos. Ella deseaba que él la tocara cada vez que se le acercaba.
Estaban en el lago, ella sentada en una piedra, callada, pensativa, distante, y no dejaba de mirarlo. Estaba sintiendo muchas cosas por él, y no podía descifrar sus sentimientos. Eso la atormentaba. Él intentó jugar con ella, le lanzó agua varias veces. Ella lo miró enfadada y se puso de pie.
— Déjame tranquila.
— ¿Qué pasa? ¿Estás molesta?
— Nada. ¿Por qué siempre quieres saber todo? ¡Qué fastidio! ¡Maldición! Eres estresante. —dijo alterada, luego se fue a la choza.
Él se quedó ahí paralizado mirándola caminar, sin saber el motivo de su enojo.
Después de un rato, él entró a la choza, se sentó en la silla a mirarla. Ella estaba acostada y notó cómo él la trituraba con la mirada. Se sentía intimidada.
— Tienes la costumbre de mirar a las personas, de una manera intimidante. — dijo la señorita.
— Y tú puedes ser insoportable, si te lo propones. —dijo apacible.
— ¿Te parezco insoportable? ¡Qué mal! Gracias a Dios estoy acostada, esperando a que me importe.— expresó Perla.
— Veo que estás muy simpática.
— Y yo siento que me estorbas.— escupió la señorita.
— ¿Te molesta mi presencia?— preguntó Dayhan.
— ¡Sí! ¿Por qué no te desapareces?
— Joder. ¿Por qué demonios estoy aquí contigo? Tenía que estar en otro lugar, y con personas más agradables. Si tú no existieras, todo sería diferente.—expresó calmado, con los brazos cruzados.
Ella se levantó enfadada. Él hizo lo mismo.
— Si te ibas a arrepentir, ¿por qué diablo te tiraste a buscarme?
— Nunca debí saltar a buscarte. Estabas ahí por el imbécil de Andhy. Otro prepotente, engreído, que se cree mejor que todos, al igual que tú, pero son un par de idiotas con diminutos cerebros. —escupió con rabia.
Ella le dio una cachetada, él le agarró las manos y su respiración se agitó. Se miraron por unos segundos.
—¡Suéltame! —pidió nerviosa. Él soltó sus manos con fuerza y salió inmediatamente.
Pasaron las horas.
Perla se lamentó por haberlo golpeado, pero le molestaba todas las cosas que él decía sobre ella. No era la chica que él describía, y eso la hacía sentir incómoda. Ella se preguntó: ¿Qué me pasa? ¿Por qué no quiero tenerlo lejos de mí?. Eran muchas las respuestas, al final, le aterraba lo que sentía por él.
ella es más terca que una mula,a el le faltan pilas para poner esa mujer en su sitio, y la maddy está queda.
voy a seguir leyendo a ver si estoy se compone jejejeje