Contraataque de la esposa

—Reina, mi padre terminó en el hospital por tu culpa y ahora quieres deshacerte del bebé que llevo dentro, pero te advierto una cosa: aunque perdiera este bebé, Ivan no volvería a tu lado; me dijo que ya no tiene nada que hablar contigo. Si crees que dependo de este hijo para retenerlo, me estás subestimando —me dijo sosteniéndose la barriga.

Yo bajé la vista hacia ella y respondí:

—Puedes dormir con mi marido y ocupar mi lugar, pero no puedes meterte con mi hijo. Además, la culpa de que tu padre terminara hospitalizado fue tuya: tú te enamoraste de un hombre casado y quedaste embarazada. Esa fue la razón por la que tu padre estaba tan enojado y enfermo. No quieras desligarte de la responsabilidad. —Mi tono impasible le generó tanta bronca que se puso pálida.

—No importa lo arrogante que seas, no puedes esconderte del hecho de que tu marido ya no te ama. Me ama a mí, y tú lo sabes y te preocupa. —Me miraba como si estuviera ante el enemigo que había matado a su padre—. Tienes una buena educación, Reina; hasta has vivido largos períodos en otros países. ¿Por qué no aprendiste a tener buen corazón? Si él no te ama, divórciate, ¿por qué lo agobias?

—Porque me gusta —dije con una sonrisa y entré con mi hijo a la casa. No me importó que se quedara llorando en la puerta: con tal de que no se metiera en mi camino, podía seguir llorando todo el tiempo que quisiera. Pero una vez que estuve dentro de la casa recordé que le había pedido a Ivan que viniera a cenar, así que envié a Jesse a su habitación y volví a salir. En efecto, Morley aún se encontraba allí secándose las lágrimas mientras hablaba por teléfono, y al acercarme oí que hablaba con Ivan. Yo no quería que él se enterara de esto, no porque le tuviera miedo, sino porque no quería que Jesse tuviera que escucharnos discutir sobre la rompehogares. Pero ahora ella ya había hecho la llamada, así que no tenía opción.

—Ivan, Reina me golpeó; no le importó que estuviera embarazada y me empujó al suelo —dijo afligida. Yo no pude escuchar lo que él le decía, pero ella respondió en tono obediente. «Sí, hazte la tonta. Ya veremos quién es más arpía», pensé para mis adentros. Cuando se dio vuelta tras cortar la comunicación, me vio y, con una sonrisa orgullosa, me dijo—: Estabas escuchando, ¿no? No me importa. Dijo que va a venir ya mismo a ocuparse de esto, a pesar de que esta noche tiene una reunión con el jefe de la oficina de supervisión. Aunque probablemente no estabas al tanto de eso.

Divertida, la miré y largué una breve risa.

—Vamos a aclarar este asunto: Ivan ya tenía previsto venir esta noche para cenar con su hijo, es probable que te haya dicho eso solo para evitarte.

Su expresión cambió al instante y retrucó, convencida:

—Deja de mentir, solo estás intentando sembrar discordia. Pero no creas que voy a caer en tu trampa, confío ciegamente en Ivan. —Yo no volví a hablar, solo giré y me dispuse a entrar a la casa. Cuando estaba por cerrar la puerta, ella me frenó—: ¡Ey! Quiero esperar adentro.

—Yo soy la señora de la casa y no voy a permitirte la entrada. Si el señor de la casa quiere hacerlo, podrás pasar cuando él llegue —le dije lanzándole una mirada antes de cerrar la puerta. Ni loca iba a dejar entrar a una mujer tan indecente a la casa que con tanto cuidado había decorado.

Como estaba de mal humor, hice una cena rápida. En el momento en que terminé de colocar los platos sobre la mesa, llegó Ivan y Morley entró con él.

—¿Por qué la hiciste esperar afuera? —me preguntó con el ceño fruncido ni bien puso un pie en el comedor.