Completa
La vida nos da siempre segundas oportunidades y donde hubo fuego cenizas quedan, eso decía mi abuela.
Ari conoce a Álvaro cuando apenas tenían 16 años, ellos se enamoran, Pero por las circunstancias de la vida hace que cada quien tome un camino distinto a lo que ellos pensaron.
El destino los junta reviviendo el pasado amor de adolescente que tuvieron y ahora con mas fuerza.
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Cap. 9: Un adiós obligado
ÁLVARO GRUBSTEIN
Fui a dejar a Ari a su casa. Pasar la mañana en el mirador fue algo bonito. Cuando llegué a casa, tenía a mis padres esperando sentados en la sala, y mi madre llorando.
Mi padre se levantó y me dio una cachetada.
— Eres un mal hijo. Mira como tienes a tu madre. Llamaron de la escuela que no entraste a clases y que muchos te vieron salir con una estudiante.
— No quise entrar.
— No entiendes por las buenas entonces vamos por las malas. Estás advertido, es mejor que dejes a esa muchachita o verás de que soy capaz. No es difícil averiguar quién es y arruinar todo su futuro.
— No te atrevas a hacerle nada. Mamá por favor apóyame. No quiero a Anne, no quiero casarme con ella.
Mi mamá solo miró a un lado. Suspiró.
— Está vez no puedo apoyarte. Hemos trabajado duro para que tengas un futuro grandioso. Anne es la indicada.
— Así dicen llamarse mis padres— mordí mis labios y subí a mi cuarto.
Maldita sea. Entré más me dicen que no, más quiero estar con Ari. No quiero a Anne.
Escuché que ponían llave a la puerta de mi cuarto. Me levanté de inmediato para abrir la puerta y no pude. Golpeé la puerta.
— Abran. Esto es estúpido. No soy un niño para que me hagan esto. Tengo criterio propio, gustos propios.
Pasé encerrado en mi cuarto una semana. Entraba una de las sirvientas a dejar los tres tiempos de comida siempre acompañada de dos guardaespaldas por si se me ocurría huir. Me confiscaron el celular, la tablet y la computadora. Estaba incomunicado con Ari. Hice tres intentos para escapar Pero mi cuarto estaba vigilando desde afuera también.
Mi padre entró. Verlo me dio un poco de enojo.
— Ya reflexionaste. Fue tiempo suficiente.
— Sobre que tenía que reflexionar porque no he hecho nada malo.
—Bueno, ahora sí vas a reflexionar. La madre de tu noviecita, Ari Blanco, si no me equivoco, es mi empleada — mi padre sonrió— Es madre soltera y el único sustento de la niña. Ella fue recomendada por mí. Que casualidad— volvió a sonreír— Si no te alejas de ella, vas a perjudicarlas.
— No serías capaz, porque ellas no te han hecho nada.
— La acabas de conocer y tomas está postura, mientras que a tu prometida la conoces de toda la vida.
— ¿Mi prometida?
— Ya no irás a la escuela, terminará tu 11mo grado con clases personalizadas. Tendrás una maestra tutora que se encargará de todo durante estos tres meses.
— Por favor, No me puedes hacer esto.
— Si Puedo. Eres un menor de edad— mi padre salió del cuarto con una cara de triunfo.
ARI BLANCO
Mi madre estaba esperándome en la cocina. La escuela la había llamado y les dijo que no había entrado a clase.
— ¿De dónde salió esa ropa? ¿Qué hiciste Ari? — mi mamá me dio una bofetada.
Jamás me había pegado. Sé que tiene razón. Ella se preocupó, nunca había hecho algo a escondidas. Me puse a llorar.
— Perdón mamá.
— Sabes que me preocupo por ti. Eres todo lo que tengo. ¿Hiciste algo con ese joven?
No dije nada.
— Él me gusta mucho— mi mamá suspiró.
Fui toda la semana a clases, pero Álvaro no fue. Lo llamé un par de veces y su celular estaba apagado. Así que dejé de insistir. Anne cada vez que me veía se acercaba y me restregaba que ella era su prometida y que se iban a casar terminando la escuela.
Sentía mi corazón chiquito, era como si lo tomarán y lo fueran apretando poco a poco.
Los tres meses pasaron volando. Álvaro no regresó más a la escuela.
Llegó el día de la graduación. Alvaro jamás apareció.
Le dije adiós a esa etapa. Viví mi primer amor y fue algo muy distinto a lo que pensé que sería. De todas estas experiencias aprendemos. Aún siento un peso en mi corazón, es un peso que oprime, que duele.
Pasaron dos semanas. Ya estábamos a mediados de diciembre.
— Hija, el dueño de la empresa nos acaba de invitar a la boda de su hijo. Iremos de compras.
— La verdad, no quiero ir. Quiero visitar Eloisa.
— Después que cumpla con mi jefe, tendré una semana libre, que es la semana de navidad y podrás estar con tu amiga.
— Prometelo. Prometelo mamá.
— Es una promesa hija.