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Traicionada por el Esposo, Amada por el Príncipe de Dubái

Traicionada por el Esposo, Amada por el Príncipe de Dubái

Status: Terminada
Genre:CEO / Traiciones y engaños / La mimada del jefe / Casada con el millonario / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Rere ernie

Alena Prameswari creía que el amor podía cambiarlo todo.

Pero tras tres años de matrimonio con Arga Mahendra, comprendió que la lealtad no significa nada cuando solo una parte es la que lucha.

Cuando la traición sale a la luz, Alena decide marcharse. Acepta un proyecto de diseño en Dubái… un nuevo lugar, un nuevo comienzo.

Sin esperarlo, un encuentro profesional con un joven príncipe, Fadil Al-Rashid, abre una página de su vida que jamás imaginó.

Fadil no es solo un hombre multimillonario que la colma de lujos,
sino alguien que valora las pequeñas heridas que antes fueron ignoradas.

Pero un nuevo amor no siempre es sencillo.
Existen distancias culturales, orgullo y un pasado que aún no ha terminado de cerrarse. Esta vez, sin embargo, Alena no huye. Se mantiene firme por sí misma… y por un amor más sano.

¿Logrará Alena encontrar finalmente la felicidad?

Esta historia es un viaje para las mujeres que han sido heridas…

NovelToon tiene autorización de Rere ernie para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 2

La lluvia caía desde la mañana, empapando los cristales de las ventanas de su casa, grande pero fría.

Alena estaba sentada en el salón, mirando la pantalla del portátil que reflejaba su propio rostro.

Estaba revisando las revisiones del diseño para su cliente: un pequeño restaurante que quería un ambiente "cálido pero elegante". Irónico, pensó. Podía crear calidez en el espacio de otras personas, pero no en su propia casa.

La puerta principal se abrió. Arga había llegado a casa antes de lo habitual, su chaqueta ligeramente mojada y su pelo revuelto por la lluvia.

Alena se levantó espontáneamente. "¿Te has mojado? Te traigo una toalla, ¿vale?"

Sin responder, Arga simplemente pasó a su lado.

Se sentó en el sofá, encendió la televisión y suspiró profundamente.

Alena lo miró por un momento antes de entrar en la habitación, coger una toalla limpia y volver al salón.

"Toma, sécate primero."

Le tendió la toalla, pero Arga solo la miró de pasada.

"No hace falta, me voy a duchar en un rato."

Su tono era plano, sin intención de ser grosero, pero lo suficiente como para encoger el corazón de Alena.

Bajó la mano lentamente, miró la toalla que seguía sosteniendo y sonrió levemente.

"Vale."

Sabía que no se trataba de la toalla.

Se trataba de la distancia... una distancia cada vez mayor y no sabía dónde estaba el final.

Unos minutos después, se oyó el sonido de la ducha desde el baño.

Alena fue a la cocina, preparó té caliente y un plato de sándwiches de queso, los favoritos de Arga de antes, antes de que se convirtiera en la versión fría que era ahora.

Todavía recordaba bien cómo Arga siempre elogiaba su cocina, incluso por algo tan sencillo como una tortilla. Ahora, cada comida que preparaba le parecía inútil.

Cuando Arga salió del baño, Alena ya estaba esperando en la mesa del comedor.

"He hecho té y sándwiches, quién sabe si no has comido."

Sonrió, esperando una pequeña conversación.

Arga miró el plato de pasada.

"Ya he comido con el equipo, Len. No te molestes en cocinar siempre para mí, me siento mal."

Alena contuvo el aliento.

¿Sentirse mal?

Esa palabra sonaba como una ironía. Durante todo este tiempo, había cocinado no por obligación, sino porque quería mantener la cercanía que quedaba.

Pero ahora, incluso sus buenas intenciones se consideraban una molestia.

"Oh, ya veo... pues nada, no pasa nada. Comeré sola."

Tiró de la silla, se sentó en silencio y bebió el té que empezaba a enfriarse.

Arga abrió el portátil y empezó a trabajar desde el salón.

El sonido del tecleo llenaba la habitación, intercalado con el rugido de la lluvia en el exterior.

De vez en cuando, Alena intentaba abrir un tema, pero siempre respondía brevemente.

"¿Con quién has tenido la reunión?"

"El equipo del proyecto."

"¿El proyecto de BSD, verdad?"

"Sí."

"¿Todavía está en la fase inicial?"

"Hm."

Respuestas cortas, frías, como una línea discontinua entre una conversación que nunca terminaba.

Finalmente, Alena optó por el silencio.

La tarde se acercaba a la noche, la lluvia cesó.

Arga seguía delante del portátil.

Alena se acercó, trayendo otra bebida caliente.

"Mas, ¿puedo decirte algo?" Su voz era suave.

Arga levantó la cara, a regañadientes. "¿Sobre qué?"

Alena lo miró con vacilación. "Sobre nosotros."

Arga guardó silencio, sus manos dejaron de teclear.

Su rostro no cambió, pero sus ojos se tensaron ligeramente.

"¿Qué nos pasa?" Preguntó con frialdad.

"Solo... siento que últimamente apenas hablamos. Vuelves a casa muy tarde, casi nunca comemos juntos. Solo quiero saber si estás bien... o si hay algo malo en mí."

Silencio.

Solo el sonido del ventilador del techo girando.

Arga volvió a mirar la pantalla del portátil. "Len... estoy cansado. Trabajo, desde la mañana hasta la noche. A veces solo quiero llegar a casa, descansar sin tener que pensar en cosas pesadas. ¿Puedes entender eso?"

Alena se mordió el labio.

"Entiendo... entiendo. Solo quiero que hablemos, para que no nos alejemos más."

"¿Alejarnos? Estamos bien, ¿no?"

El tono era tranquilo, pero contenía un sutil rechazo.

Como si sus problemas nunca hubieran existido.

Arga se levantó y cerró el portátil.

"Es tarde, me voy a dormir. Tú también descansa."

Se dirigió a la habitación, dejando a Alena en el salón con el té frío en la mano.

Esa noche, Alena no se fue a dormir enseguida.

Se sentó en la terraza trasera, mirando el cielo oscuro sin estrellas.

Se sentía como si hablara a una pared, esforzándose para que alguien la escuchara, pero solo recibía el eco de su propia voz.

No pedía mucho. No pedía diamantes, ni viajes lujosos.

Solo quería ser escuchada.

Ser escuchada, no solo respondida.

A veces, el amor no se pierde por las grandes peleas. El amor se pierde lentamente, por el silencio que se ignora con demasiada frecuencia.

A la mañana siguiente, el ambiente no cambió mucho.

Arga se fue más temprano de lo habitual.

Alena solo pudo ver desde el balcón, cuando el coche negro salía del garaje sin tener tiempo de decir buenos días.

Miró la parte trasera del coche hasta que desapareció en la curva, luego entró en la casa con pasos lentos.

Ese día, Alena intentó mantenerse ocupada.

En realidad, quería salir de su zona de confort, de la casa que estaba demasiado silenciosa. De una rutina que ya no estaba viva.

Miró el anillo en su dedo, un anillo que ahora era solo un símbolo.

¿Podría dejarlo todo atrás así como así?

¿O al menos, irse por un tiempo?

Antes de que pudiera responder a esa pregunta, sonó su teléfono móvil. El nombre de Rika apareció en la pantalla, su amiga desde la universidad.

"¡Len! ¿Sigues viva? ¡Es muy difícil contactar contigo!" La voz de Rika era aguda como siempre.

Alena soltó una pequeña risa. "Sí, lo estoy. Solo que estoy ocupada."

"¿Ocupada trabajando o ocupada pensando en ese marido frío?"

El tono de Rika era medio burlón, medio preocupado.

Alena guardó silencio durante unos segundos.

"Quizás ambas cosas."

"¡Ajá, lo sabía! Por eso, vente conmigo este fin de semana, relájate un poco. No te quedes en casa todo el tiempo, te volverás loca... Len."

Alena suspiró. "No puedo, Ka. A Arga seguro que no le gusta que me vaya sola."

"A Arga ya no le importas." Dijo Rika sin rodeos.

Esas palabras se clavaron como un pequeño cuchillo.

Pero en lugar de enfadarse, Alena sonrió amargamente.

"Está ocupado, Ka."

"Len, estar ocupado es diferente a ser indiferente. No quiero... que sigas aguantando sola, en una relación que ya no está viva. Mereces ser escuchada, no ser silenciada en silencio."

Alena miró la mesa, sus labios temblaron ligeramente.

Las palabras de su amiga eran sencillas, pero golpeaban con fuerza.

Después de que terminara la llamada, se quedó sentada en silencio durante bastante tiempo. La lluvia empezó a caer de nuevo, creando un suave sonido de goteo en el techo de la casa.

Un sonido que, por alguna razón, hacía que su pecho se sintiera aún más vacío.

Por la tarde, Arga volvió a casa antes de lo previsto.

Parecía cansado, pero no salió ni una palabra de su boca.

Alena lo saludó suavemente, le preguntó si había comido, pero solo respondió con un pequeño asentimiento.

Tenía muchas ganas de hablar de nuevo esa noche.

Quizás sobre sus sentimientos. Quizás sobre su deseo de participar en un proyecto en el extranjero.

Pero al ver el rostro frío de Arga y los ojos que apenas la miraban, su valentía desapareció.

Se tragó todas las palabras que había estado preparando en su cabeza. Solo dijo. "He puesto la cena en la mesa, ¿vale?"

Y volvió a guardar silencio.

A la mañana siguiente, Alena preparó el desayuno como de costumbre.

Arga bajó sin decir mucho, cogió las llaves del coche y se marchó.

Pero antes de salir por la puerta, Alena lo llamó suavemente.

"Mas," su voz era casi inaudible.

El hombre se detuvo, se giró brevemente.

"Quiero hablar esta noche, ¿podemos?"

"¿Sobre qué?"

"Es algo importante."

Arga la miró con frialdad, luego suspiró. "Veré más tarde, si no estoy demasiado cansado."

Luego se fue sin más.

Y Alena sabía que, como de costumbre, su marido probablemente nunca tendría tiempo de verdad.

Miró la puerta cerrada durante mucho tiempo.

Luego sonrió levemente, con amargura.

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