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"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

Status: En proceso
Genre:Reencarnación
Popularitas:2.6k
Nilai: 5
nombre de autor: LUZ PRISCILA

Toda mi vida deseé algo tan simple que parecía imposible: Ser amada.
Nací en mundo de edificios grises, calles frías y rostros indiferentes.
Cuando apenas era un bebé fui abandonada.
Creí que el orfanato sería refugio, pero el hombre que lo dirigía no era más que un maltratador escondido detrás de una sonrisa falsa. Allí aprendí que incluso los adultos que prometen cuidado pueden ser mostruos.

Un día, una mujer y su esposo llegaron con promesas de familia y hogar me adoptaron. Pero la cruel verdad se reveló: la mujer era mi madre biológica, la misma que me había abandonado recién nacida.

Ellos ya tenian hijos, para todos ellos yo era un estorbo.
Me maltrataban, me humillaban en casa y en la escuela. sus palabras eran cuchillas. sus risas, cadenas.
Mi madre me miraba como si fuera un error, y, yo, al igual que ella en su tiempo, fui excluida como un insecto repugnante. ellos gozaban de buena economía, yo sobrevivía, crecí sin abrazos, sin calor, sin nombre propio.

NovelToon tiene autorización de LUZ PRISCILA para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 1:"La niña invisible"

🌷 Bienvenida a esta historia que merece ser contada con el corazón 🌷

Queridos lectores,

Hoy comienza de nuevo Yo solo deseaba ser amada, esta vez con sus verdaderos capítulos, con la voz que realmente quería compartir con ustedes. Como autora principiante, estoy aprendiendo paso a paso, y aunque cometí un error al publicar contenido de otra novela, lo reconozco con humildad y con el deseo profundo de hacerlo bien.

Gracias por estar aquí, por leer, por acompañarme. Esta historia está hecha de emociones, de heridas, de sueños… y de ustedes. Espero que cada palabra les abrace, les conmueva, y les haga sentir que no están solos.

Con cariño,

Priscila Vargas

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Comenzamos...

El recuerdo más antiguo que guardo de mi vida es el techo gris y agrietado del orfanato.

Estaba tumbada en una cuna de hierro, demasiado grande para mi cuerpo pequeño, y escuchaba cómo la lluvia golpeaba los cristales rotos de las ventanas. El viento se colaba por las rendijas, helando mis huesos, pero nadie venía a cubrirme con una manta. Nadie me arrullaba, nadie pronunciaba mi nombre.

Crecí entre paredes húmedas y pasillos oscuros donde los gritos eran más comunes que las risas. El director del lugar, al que los benefactores llamaban “un hombre de buen corazón”, no era más que un verdugo disfrazado de cuidador.

Sus botas resonaban contra el suelo de madera como truenos de tormenta, y cada niño se apresuraba a esconderse cuando lo escuchaba venir.

—¡Rápido! —susurraba una de las niñas mayores, tirando de mi brazo para esconderme detrás de una puerta.

—Si nos encuentra jugando, nos pegará otra vez…

Yo apenas entendía lo que ocurría. Tenía cinco años, y mis manos pequeñas temblaban mientras me aferraba a su vestido raído.

Aun así, aunque me protegieran, nunca dejaba de sentir que algo estaba mal conmigo. Como si yo fuese la causa de cada castigo, de cada golpe, de cada noche en la que nos obligaban a dormir sin cenar.

Un día, llegaron unos extraños al orfanato.

Era una pareja elegante, con ropas finas y sonrisas pintadas en el rostro. La mujer me miró con un brillo extraño en los ojos; el hombre, en cambio, parecía cansado, como si estuviera cumpliendo con una obligación.

—Es hermosa… —dijo la mujer, tocándome el cabello oscuro con sus dedos fríos—.

Tiene mis mismos ojos.

No entendí esas palabras hasta mucho tiempo después.

Ese día me sacaron del orfanato. Recuerdo haber mirado atrás por última vez, viendo a los niños que me observaban desde las ventanas rotas. Algunos lloraban en silencio, otros parecían envidiarme. Yo, ingenua, pensé que al fin había llegado mi momento. Que alguien me quería.

Pero la cruel verdad se reveló pronto.

Aquella mujer que me adoptó no era una desconocida bondadosa. Era mi madre biológica, la misma que me había dejado en aquel lugar siendo apenas una recién nacida.

¿Por qué había vuelto por mí? ¿Culpa? ¿Remordimiento? ¿Orgullo? Nunca lo supe con certeza. Lo único que comprendí con el tiempo fue que no me quería. No como a los demás.

Su esposo me trataba con indiferencia, y sus hijos —mis medio hermanos— me recibieron con un odio que no tardó en convertirse en costumbre.

—No eres parte de nosotros —me escupía la mayor cada vez que pasaba junto a mí en el pasillo.

—Bastarda —decía el menor, empujándome contra las paredes del colegio al que asistíamos juntos.

En casa, era la sirvienta disfrazada de hija.

En la escuela, era el blanco de todas las burlas.

Las miradas de desprecio me seguían a cada rincón, como si mi mera existencia contaminara el aire.

Los vecinos admiraban a aquella familia: la consideraban un ejemplo de respeto, tradición y prosperidad. Nadie sospechaba que detrás de las puertas cerradas había una niña excluida, tratada como un insecto repugnante.

Yo.

Cada noche lloraba en silencio, acurrucada en una esquina de mi cama, repitiendo las mismas palabras en mi cabeza:

"Yo solo deseaba ser amada…"

1
Omis Mendoza
vieja maldita sinvergüenza
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