"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 2: La noche roja
No pasó mucho tiempo antes de que recibiera un mensaje con los detalles de nuestra cita —Min-ju— había reservado en un restaurante exclusivo, uno de esos lugares a los que solo la élite podía entrar.
Mientras revisaba el mensaje, Charlotte, mi gran amiga, entró en mi habitación.
—¿Y si mejor vemos una película en tu casa esta noche, Freya? —propuso mientras se dejaba caer en el sillón, cruzando los brazos.
—No puedo, tengo una cita.
Charlotte arqueó una ceja, pero su expresión cambió de inmediato. —¿Quién es la afortunada?
—Min-ju.
Su reacción fue inmediata. Sus ojos se abrieron como platos, y luego frunció el ceño, casi molesta.
—¿¡Qué dices!?
—¡Guarda silencio! No quiero que nadie se entere de esto —dije en un susurro apurado.
—Discúlpame, pero... ¿por qué ese cambio repentino? Tú misma dijiste que no era tu tipo.
—Lo sé, es un fastidio, pero si salgo un tiempo con ella, dejará de molestar. Además, no es fea, así que puedo pasar el rato.
Charlotte apretó los labios, visiblemente incómoda.
—Me sorprendes, Freya. Parece que tienes una nueva conquista —dijo, con un tono que intentaba ser casual, pero había una pizca de sarcasmo en sus palabras—. ¿Dónde irán?
—Al Black Rest. Quedó en pasar por mí.
—Ese lugar es muy exclusivo. ¿No sería mejor que tú fueras directamente? Así, si la cita no sale bien, no sabrá dónde vives. No querrás otro caso como Eli.
—A ella ni la menciones, es un tremendo fastidio. Pero sí, tienes razón, pediré un taxi.
Charlotte negó con la cabeza, suspirando con cierta exasperación. —No digas tonterías. Yo iré por ti y luego te recogeré. ¿Te parece?
No pude evitar notar cómo su tono cambiaba cada vez que hablaba de Min-ju. Era como si la idea de que estuviera con alguien más la incomodara.
—Charlotte, no tienes que preocuparte tanto. Es solo una cita.
—Lo sé, lo sé. Es solo que... —dudó un momento antes de continuar—. Bueno, quiero asegurarme de que no termines arrepintiéndote.
Charlotte siempre había sido así de protectora conmigo, pero esta vez parecía algo más. ¿Acaso estaba celosa?
Charlotte siempre había sido así de atenta conmigo. La consideraba parte de mi familia, como una hermana. Crecí solo con mi madre; mi padre huyó de sus responsabilidades cuando yo era pequeña. Tener a alguien como Charlotte me hacía sentir menos sola.
Esa noche decidí llevar algo sencillo pero elegante: pantalones de vestir de tiro alto, una blusa blanca de mangas sutiles y tacones negros. No quería que Min-ju pensara que me había arreglado demasiado solo para verla, pero tampoco podía ir desarreglada a un lugar como el Black Rest.
A las 8:00 p. m., Charlotte pasó por mí en su auto.
—Si la cita es un desastre, solo llámame y vendré enseguida. ¡Diviértete!
Asentí con una sonrisa y bajé del auto. Apenas crucé las puertas del restaurante, recibí otro mensaje de Min-ju:
"Estoy adentro. Pregunta en recepción por mí, reservé una mesa."
Seguí las instrucciones y, para mi sorpresa, la recepcionista me señaló hacia el balcón. Allí, bajo la luz de las estrellas, había una única mujer, de espaldas a mí, mirando hacia la ciudad.
Cuando me acerqué, sentí que mi corazón se aceleraba. De la incertidumbre .
—¿Por qué tan pensativa? ¿Hay algo más interesante afuera que yo? —pregunté, tratando de parecer segura.
Min-ju giró hacia mí con una sonrisa suave.
—Nada es más agradable que verte, Freya. Solo te estaba esperando.
"Pum, pum." Mi corazón retumbaba. Se veía diferente esa noche, más impresionante de lo que recordaba. Su cabello negro caía sobre sus hombros, brillante como la noche. Su vestido rojo carmín acentuaba su figura, dejando sus hombros al descubierto y brillando sobre su piel pálida como porcelana. Y esos ojos oscuros... cuchillas directas a mi pecho.
—No digas tonterías. Cenemos para terminar con esto —respondí con frialdad, tratando de controlar el torbellino que Min-ju había desatado en mí.
Durante la cena, ella no dejaba de mirarme. Sentía su atención en cada movimiento que hacía, como si quisiera memorizar cada detalle.
—¿Te gustó tanto que no dejas de mirarme? —le dije, alzando una ceja.
—Siempre me has gustado, Freya. Solo que esta noche parece un sueño. No quiero apartar la vista por miedo a que desaparezcas.
—No voy a desaparecer. Al menos, no hasta que termine de comer.
Min-ju soltó una risa suave. —No sabía que eras tan glotona.
—La comida es la única alegría de la vida.
—¿Y el amor?
—El amor es para tontos que no saben estar solos.
—¿No piensas enamorarte nunca?
—Prefiero morir antes que perseguir a alguien.
—Uno nunca sabe. Quizás la persona indicada esté más cerca de lo que crees.
—Ya no digas tonterías —le corté, cambiando de tema—. Mejor dime, ¿por qué hoy luces tan diferente?
—¿A qué te refieres?
—Hoy... luces más atrevida. Más... candente.
Sus mejillas se tiñeron de rojo. Normalmente su estilo era dulce y recatado, pero esa noche parecía otra persona.
—Quería probar algo nuevo. ¿Qué tal me veo? —preguntó, tartamudeando.
Sonreí de lado. —Tan bien que podría llevarte a la cama.
Min-ju me miró directamente, sin pestañear. —Por ti iría hasta el fin del mundo.
La niña tímida que conocía había desaparecido. En su lugar, ahora tenía frente a mí a una mujer coqueta, segura de sí misma. Eso me gustaba.
Me incliné hacia ella, sonriendo. —Vamos a mi apartamento.
Esa noche, estaba segura de algo: no dormiríamos en toda la noche.