Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Escapar
Ming Wú
–Renji me dijo que querías hablar conmigo –digo cuando entro a su habitación.
Verla acostada sobre esa cama, pálida y cansada, está acabando con mi cordura. Pensé que tendríamos más tiempo, pero imagino que hay cosas que el dinero no puede comprar.
–Cierra la puerta, mi bebé.
Hago caso y me arrodillo a su lado en la cama.
Sus ojos oscuros se suavizan cuando me miran. Acaricia mi mejilla y una dulce sonrisa se forma en su rostro.
–Eres los mejores treinta y cinco años de mi vida –susurra–. Me hiciste feliz en los momentos más oscuros, cielo, y lo que más deseo es que seas feliz.
Afirmo mi frente contra su hombro, y me obligo a decir lo que mi mamá quiere escuchar, lo que merece escuchar.
–Lo seré, mamá. No tienes que preocuparte por mí.
–Quiero que vivas una vida completa, como Renji, Alek y Conor lo hacen.
–Lo haré, mamá –respondo de inmediato.
Mamá toma una respiración profunda y luego comienza a toser. Todo mi pecho arde al verla sufrir con esa horrible tos, que parece matarla poco a poco.
Yo debería estar en esa cama, no ella. No la mujer que arriesgó su vida por mí.
Alcanzo un pañuelo de papel y seco las pequeñas gotas de sangre sobre sus labios y manos, mientras me obligo a sonreírle.
–Me queda poco tiempo –declara.
Un frío sube por mi espalda y se instala en mi nuca cuando comprendo que mamá tiene razón.
–No voy a irme de este mundo sin verte feliz –continúa–, y sé que tu felicidad está junto a Valentina.
–Somos amigos –respondo secamente, como siempre lo hago–. Entre Val y yo nunca habrá nada más que una amistad, mamá.
Toma mi mentón en su pequeña y temblorosa mano. –Una madre conoce a su hijo, Ming, y yo te conozco. Amas a Val –declara y trato de alejarme, pero me sostiene con más fuerza–. Me atrevería a decir que siempre lo has hecho.
–Mamá…
–Mereces ser feliz, Ming, y si Val es tu felicidad te empujaré hacia ella.
Beso su frente. –Deberías descansar, mamá.
–Cásate con ella –ordena.
Vuelvo a besar su frente mientras una pequeña carcajada escapa de mi boca.
–Te amo. Que descanses –me despido.
Me incorporo, pero mamá toma mi mano con fuerza.
–Cásate con Val, Ming –insiste seriamente.
Un escalofrío, completamente distinto al anterior, recorre mi cuerpo, pero me sacudo para deshacerme de esa desagradable sensación.
–Es mi último deseo –susurra–. Siempre has dicho que harías cualquier cosa por mí, esto es lo que quiero.
La habitación desaparece y vuelvo a ese frío y lluvioso sábado. El día que papá finalmente tuvo un gramo de bondad con la mujer que yacía en el piso sangrando, con la muñeca y el labio roto, y los dos ojos hinchados.
–¡Vete! –le gritó–. Estoy harto de tener que respirar el mismo aire que tú. –La levantó del cuello y la obligó a incorporarse sobre su tobillo torcido–. Estoy harto de tus estúpidos planes para huir. No eres más que un pedazo de basura para mí, y ya no quiero tener que ver tu horrible cara cuando me follo a una verdadera mujer, una mujer que sabe cómo hacer sentir bien a un hombre –siseó antes de escupirla y lanzarla al suelo de mármol nuevamente.
–Ming –susurró suplicante mi mamá, pero mi papá se rio.
–Ming es mi hijo, y no lo sacarás de esta casa –devolvió con sorna–. La Triada lo necesita. Yo lo necesito.
Recuerdo claramente haber querido lanzarme al lado de mi mamá y rogarle que se quedara, pero no pude hacerlo. No cuando podía ver todo lo que papá la lastimaba. También me golpeaba a mí, pero con ella siempre fue más cruel.
Me arrodillé a su lado, con ocho años, tomé su mano lastimada y la miré directo a sus ojos hinchados.
–Vete, mami. Yo estaré bien, lo juro.
Papá se rio a carcajadas. –Ni siquiera tu propio hijo te quiere en esta casa –dijo tomando su chaqueta–. Si cuando vuelva sigues aquí, atente a las consecuencias –agregó antes de salir de la casa dando un portazo.
–Tienes que irte antes que papá vuelva –le rogué, pero mi mamá negó con su lastimado rostro.
Me miró fijamente a través de las pequeñas ranuras que sus ojos hinchados le permitieron.
–Nunca te dejaré, mi amor.
–Mami tienes que irte –insistí.
–No –declaró y se obligó a incorporarse–. No voy a irme sin ti, mi bebé. Eres lo más importante en mi vida.
Quise gritar y rogarle que se fuera, pero en cambio la abracé y lloré con ella.
–Algún día estaremos libres de él –le juré–. Te amo, mami. Haría cualquier cosa por ti, lo juro –declaré antes de correr a la casa de Val por ayuda.
–Ming, por favor –dice mamá volviéndome al ahora.
–¡¿Acaso estás loca?! –exploto cuando recuerdo lo que me acaba de pedir–. No me casaré con Val.
–Lo juraste.
Enredo mis dedos en mi cabello con desesperación. –¡Me refería a matar a mi papá, no a esto! –grito con frustración–. No soy un niño, mamá. No puedes obligarme a hacer algo que no quiero hacer.
–Pero lo quieres, Ming –contradice–. Lo sabes.
–¡No lo haré!
Mamá baja su mirada. –La vida ya me quitó la dicha de ser abuela –susurra–. Por favor, no dejes que me quite la alegría de verte casado con la mujer que amas –ruega y siento como cientos de ladrillos caen sobre mi cabeza.
–No puedo con esto, no ahora –susurro y salgo de su habitación, ignorando su suplica.
Llego a la sala, tratando de comprender qué es lo que acaba de pasar.
Renji me mira, curioso, al igual que su familia.
–¡Esa mujer está loca! –siseo impotente.
–Las mamis no están locas –dice Dylan con la misma mirada penetrante de su padre.
–La mía lo está –devuelvo–. Pero si cree por un segundo que le haré caso…–callo al darme cuenta de que no tengo la fuerza para romperle el corazón, no a la mujer que ha sacrificado tanto por mí–. ¡Esa mujer está completamente loca! –grito al sentir como toda la habitación se vuelve más pequeña con cada segundo que pasa.
–Estamos aquí para ayudar –se ofrece Emma–. Si tu mamá necesita algo, me gustaría ayudarla.
Me rio porque sencillamente no puedo creer que esto esté pasando. Pensé que lo que sentía por Val era un secreto para todo el mundo, a excepción de mis amigos, quienes pueden leer a través de mí, sobre todo, Renji.
Sacudo mi cabeza, negando la realidad que está ocurriendo a mi alrededor.
–¿Te quieres casar con Valentina? –le pregunto en un gruñido–. Porque si estás dispuesta, adelante –suelto sin pensar en lo que estoy diciendo.
–Mi mami no tiene permitido casarse con nadie que no sea mi papi –interrumpe Dylan, protectoramente.
Renji ríe y lo miro furioso.
–¿Lo sabías? –pregunto enojado.
–Lo deduje cuando pidió hablar con su hijo a solas. Quiere verte feliz.
–Quiere arruinarme la vida –replico–. Y, además, Val nunca estaría dispuesta a algo así –digo en un susurro.
¿Lo estaría? ¿Estaría dispuesta a arruinar su vida por un capricho de mi madre?
–No lo sabes –dice Renji.
Tener a Val. Tener a la mujer que me quita el sueño.
No, eso no puede ser.
–Está saliendo con ese imbécil que babea a su alrededor –gruño cuando recuerdo a ese sujeto pululando a su alrededor con esa fastidiosa sonrisa–. No puedo pedirle algo así, no a ella.
–Val ama a Mei, hará lo que le pida –concluye mi amigo.
Y sí, tiene razón. Si mamá se lo pide, Val aceptará.
No.
No así.
–No la quiero, no así, no obligada –digo mientras la habitación se hace más y más pequeña–. Necesito aire –suelto antes de escapar de mi propia casa.
Me subo a uno de mis autos y acelero lo más rápido que puedo.
Necesito pensar.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬