Las verdades de su primer amor distorcionaron su mente por un engañó y ella lo mató. Su hermano menor busca justicia sin saber que después de un tiempo empieza a enamorarse de la asesina de su hermano.
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Ninguna palabra
El cuerpo de Dario estaba frio en la cama, donde muchas veces nos abrazamos para dormir.No pude disfrutar más de su amor, porque le había quitado la vida. Me senté en la puerta de la habitación y empecé a llorar, llore tanto que al finalizar el día ya no había más lágrimas en mi sistema para derramar. Sentía odio por su traición, el arma del crimen estaba a mi lado, se me pasó por la cabeza también quitarme la vida, el amor de tres personas se había terminado dentro de mi casa. Después de tres días una agente de policía se sentó frente de mí.
—Estás detenida por ser sospechosa de dos muertes a sangre fría — con sus labios carnosos articulaba las palabras el policía, mirándome con sus ojos desconcertados y perfectos.
La vecina del departamento de lado y la del frente al sentir un olor extraño llamaron a las autoridades. Por tres días había estado en shock, solo sentía que respiraba, pero perdí la noción del tiempo.
—¡Póngase de pie!— me hablan y al mismo tiempo me ayudaban a ponerme de pie.
Estaba como fuera de este planeta, no podía decir ninguna palabra, el silencio se abalanzaba por encima de mi cuerpo y esto hacía para los policías más difícil su trabajo. Mis emociones estaban desestabilizados, mi comportamiento hablaba sin palabras, confundiendo más a los que estaban arrestándome y poniéndome las esposas en las manos. Con la mirada sin parpadear me estaba despidiendo del lugar donde había sido feliz.
Escuchaba como los sonidos de las patrullas me alejaban de los cuerpos putrefactos de mi novio y de la mujer que un día la considere mi amiga. Nunca más compartiría oxígeno con ellos, porque me deshice de sus vidas para siempre sin darles la oportunidad de una explicación acerca de su traición. Escuchaba voces, pero no entendía nada, me pusieron en una celda fría y solitaria.
Mi caso fue asignado a un buen abogado de la ciudad, pero alguien más tomó el caso con mucho interés.
—Mamá, no voy a estar tranquilo hasta que esa mujer se pudra en la cárcel— dice Enzo Franco, el hermano de Darío a su madre Renata, mientras disfrutaban de un almuerzo en su casa.
—Mi amor, no es bueno que involucres tu profesión con tus sentimientos— le dice preocupada.
—Mi trabajo es defender los derechos del hombre, pero también hacerlos pagar por sus errores.
—Esa mujer me quito a mi hijo y jamás la perdonaré, pero no puedo permitir que robe tu paz mental, deja que alguien más se haga cargo de ella mi vida— insistía doña Renata a su hijo menor.
—Mamá, ya tome la decisión, es más se me hace tarde, hoy por fin conoceré a esa maldita asesina— dice enojado saliendo de su casa tirando la puerta.
La facultad reportó la ausencia de Darío, dos días sin ir a dar clases eran sospechosas, él jamás falto a su trabajo desde que entro a trabajar. Por eso el rector llamó a su madre, después de cansarse de llamarlo a los teléfonos personales, pero su madre tampoco sabia nada, hasta que una llamada de la policía les dio la noticia trágica.
Tras las rejas me encontraba sin recibir ninguna visita, mis padres no sabían del crimen que había cometido, porque estaban en Londres atendiendo negocios familiares.
La policía de turno me tomó del brazo y me llevó a una sala de interrogación, me sentó en una silla de color opaco sin vida al igual que yo, luego me dijo que esperara ahí, antes de irse me quito las esposas de las manos.
Unos segundos después me tropecé con los ojos más bellos, su traje color negro me excitaba con tan solo imaginarme que se lo quitaba, su perfume era tan atrayente que me hacía olvidar donde estaba y de lo que había hecho. Él me miraba fijamente a los ojos sin querer esquivarla, no podía descifrar lo que ocultaba, pero iba más haya de mi imaginación.
—Mi nombre es Enzo, soy tu abogado que te defenderá, necesito que me escuches con mucha atención— decía mientras sacaba unos papeles de un sobre.
Estaba tan perdida en su encanto, creía que era un sueño, estaba fuera de la realidad, pero en frente de mi otra realidad, una realidad fuera del espanto que hace uno días me había arruinado la vida.
—¿En qué mundo se puede vivir sin herir?— fue lo que dije después de varios dias sin decir ninguna palabra.
—Estás en una situación complicada, necesito entender, ¿porque lo hiciste, porque herir en vez de buscar otra solución?
Me distraje en su forma de hablar, pero no en lo que decía, estaba completamente drogada en su rostro sereno que transmitía paz, pero al mismo tiempo era misterioso.
—¿Cómo podemos matar el dolor para luego vivir de nuevo?— procuraba buscar repuestas a mi inconsciente.
—Tú mataste.Tendrías que tener la respuesta.
—Yo no quise hacerlo, simplemente me ganó el dolor de la traición— le dije tocando su mano, para saber si era real.
Enzo enseguida apartó su mano de la mía, se puso nervioso y me miró con odió, pude sentir su mala energía, él a mi me atraía, después de días oscuros y negros, algo hermoso había visto, pero a él parecía no agradarle estar frente de mí, porque estaba al frente de una criminal que mancho sus manos con la persona que decía amar al primer engaño.
"Jamás imaginé que la mujer quien me quito a mi hermano era hermosa", pensó Enzo al verme sentada en la silla. Él creía que yo era de la misma edad de Darío, pero al verme me encontró más joven, mi tés blanca y el poco brillo en mis ojos, le despertó curiosidad.
—Nuestro tiempo terminó, no logré sacarte ninguna información para evitar que la condena sea menor. Mañana volveré, necesito que estés más concentrada por favor— fue lo último que dijo levantándose de la silla en frente.
Cuando escuché la puerta cerrarse fue como una ola que se atravesó en contra de mi para arrastrarme aún a más dolor. No tenía a nadie quien me sostuviera la mano en estos momentos, el fue la única persona que se ofrecía a ayudarme, bueno eso era lo que yo creía a un principio.
Enzo salió algo alterado, mi belleza le había llamado la atención, su instinto de deseo le llevó a imaginar que cubría sus labios con los míos, cuando se subió a su auto para irse a su despacho.