En la ciudad de Lunaris, donde los misterios y las sombras se entrelazan, vive Aurora Selene, una joven tímida y reservada que nunca ha sentido que pertenece al mundo ordinario. Cuando una noche de luna llena descubre un antiguo colgante en el ático de su casa, su vida cambia para siempre. El colgante la vincula a un antiguo linaje de magical girls, las “Fantomenas”, guerreras encargadas de proteger el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Aurora, ahora conocida como Fantomena Luna Night, debe aprender a dominar sus nuevos poderes mientras enfrenta a los Nocturnos, criaturas sombrías que desean sumir al mundo en una eterna oscuridad. A medida que se adapta a su nueva identidad, descubre que no está sola. Otras chicas con destinos similares comienzan a despertar, formando un grupo unido por un vínculo ancestral. Entre ellas se encuentra Cassandra, una misteriosa joven con una conexión especial con la oscuridad, que podría ser tanto una aliada como una rival. Aurora siente una atracción creciente hacia Cassandra, lo que complica aún más sus decisiones. Mientras el amor y la magia florecen, las líneas entre el bien y el mal se desdibujan, y Aurora debe decidir si seguirá el camino de la luz o se adentrará en las sombras junto a Cassandra.
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Capítulo 2: El legado olvidado
El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Aurora, dibujando patrones dorados en el suelo. Había pasado horas dando vueltas en la cama, incapaz de borrar de su mente lo que había ocurrido en el ático la noche anterior. Finalmente, se levantó, sabiendo que su vida ya no podía seguir siendo la misma.
Mientras se vestía, sus pensamientos regresaron una y otra vez al colgante que ahora descansaba en su bolsillo. Se lo había quedado, incapaz de devolverlo a su escondite en el ático. Había algo en él que la hacía sentir segura, como si la luz de la luna misma estuviera protegiéndola. Sin embargo, junto a esa sensación de protección, había una creciente inquietud. La voz, el Nocturno, la luz… todo era demasiado extraño para ignorarlo.
Aurora decidió que necesitaba respuestas. Sabía que no podía ir a sus padres; ellos la tomarían por loca si les contaba lo que había visto. Además, siempre habían sido increíblemente protectores con ella, como si supieran algo que Aurora desconocía. Desde pequeña, su madre le había advertido que no se aventurara sola por la ciudad después del anochecer, que la noche guardaba peligros que ella no podía comprender. Aurora siempre había pensado que esas eran simples precauciones de madre, pero ahora, no estaba tan segura.
Después de un rápido desayuno, Aurora se dirigió al centro de la ciudad, al lugar que creía podría darle algunas respuestas: la biblioteca de Lunaris. Era una estructura imponente, con su arquitectura gótica y vitrales que mostraban escenas de la historia de la ciudad. La biblioteca había sido fundada hacía siglos y guardaba en su interior volúmenes que no se encontraban en ningún otro lugar. Si alguien había escrito sobre las Fantomenas o sobre criaturas como el Nocturno, seguramente allí estaría.
Aurora se dirigió directamente a la sección de historia local, un rincón oscuro y polvoriento donde los libros más antiguos reposaban en estantes altos, esperando a ser redescubiertos. Comenzó a buscar entre los volúmenes, sacando aquellos que parecían prometedores y hojeándolos en busca de cualquier mención a las Fantomenas. Las horas pasaron y Aurora sintió la frustración crecer dentro de ella. Parecía que estaba buscando una aguja en un pajar.
Finalmente, sus dedos rozaron un libro que parecía más viejo que los demás. La tapa de cuero estaba agrietada y apenas legible, pero Aurora pudo descifrar el título: “Crónicas de Lunaris y sus Misterios”. Con un presentimiento, lo sacó del estante y lo abrió. El olor a papel viejo la envolvió mientras pasaba las páginas amarillentas, buscando cualquier referencia que pudiera ayudarla.
Después de unos minutos, sus ojos se detuvieron en una página que hablaba de una antigua orden de guerreras conocidas como las Fantomenas. Sus manos temblaron mientras leía:
“En tiempos antiguos, cuando la oscuridad cubría la ciudad y las criaturas de la noche acechaban, un grupo de mujeres bendecidas por la luz de la luna se alzó para proteger a los inocentes. Estas guerreras, conocidas como las Fantomenas, poseían poderes que les permitían canalizar la energía de la luna para combatir las sombras. Eran la primera y última defensa de Lunaris contra los Nocturnos, seres nacidos de la más pura oscuridad y ansiosos por consumir la luz.”
Aurora sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Todo encajaba: la luna, el colgante, el Nocturno. ¿Era posible que ella fuera una de estas Fantomenas? La idea parecía ridícula, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella sabía que era verdad. Continuó leyendo, ansiosa por descubrir más:
“Las Fantomenas se organizaban en pequeñas células, y cada una de ellas portaba un colgante de piedra lunar, símbolo de su vínculo con la diosa de la luna. Sin embargo, con el tiempo, las Fantomenas comenzaron a desaparecer. Algunos dicen que fue el poder de los Nocturnos lo que las destruyó, otros que simplemente cumplieron su misión y regresaron a las estrellas.”
Aurora cerró el libro, apoyándose en la silla para no caer. Todo lo que había leído era fascinante y aterrador a la vez. Estaba claro que los Nocturnos no eran solo una amenaza del pasado; habían regresado, y la única línea de defensa era ella… si es que podía aprender a controlar sus poderes.
Decidida a no dejar que el miedo la paralizara, Aurora se llevó el libro a una mesa cercana y comenzó a tomar notas. Necesitaba entender cómo funcionaban sus poderes y cómo las antiguas Fantomenas habían luchado contra los Nocturnos. No estaba segura de cuánto tiempo tenía antes de que la oscuridad volviera a atacar.
Mientras Aurora tomaba notas, la campana de la entrada principal de la biblioteca sonó, y la puerta chirrió al abrirse. No prestó mucha atención hasta que sintió una presencia a su lado. Levantó la vista y se encontró con una figura que no esperaba ver tan pronto: Cassandra.
Cassandra se inclinó ligeramente sobre la mesa, observando los libros que Aurora había acumulado.
—Interesante lectura —comentó Cassandra con una sonrisa enigmática—. Parece que has estado ocupada.
Aurora se tensó al instante, sin saber cómo interpretar la presencia de Cassandra. La última vez que se habían visto, Cassandra había mostrado intenciones ambiguas, ayudándola en un momento crucial, pero manteniendo sus motivos en secreto. Ahora, su aparición en la biblioteca no podía ser una coincidencia.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Aurora, tratando de mantener su voz firme.
Cassandra sonrió suavemente, sus ojos brillando con un destello de diversión.
—Podría preguntarte lo mismo. Pero creo que ya conozco la respuesta.
Aurora sintió un nudo en el estómago. Cassandra sabía algo, algo que ella necesitaba. Pero ¿podía confiar en ella?
—Parece que tienes muchas preguntas —continuó Cassandra, su tono suave pero con un filo subyacente—. Y estoy dispuesta a ayudarte, si estás dispuesta a confiar en mí.
Aurora miró a Cassandra, intentando leer más allá de su expresión calmada. Había algo en ella, una mezcla de peligro y fascinación, que hacía difícil resistirse.
—No tengo muchas opciones, ¿verdad? —respondió Aurora finalmente.
Cassandra inclinó la cabeza, su sonrisa ensanchándose.
—Quizás más de las que crees. Pero todo a su tiempo. Ahora, ¿por qué no empezamos con esas preguntas?
Aurora asintió, sabiendo que, aunque estaba entrando en territorio desconocido, no podía permitirse ignorar la oportunidad de aprender más. Si quería proteger a Lunaris, necesitaba todas las respuestas posibles, incluso si venían de alguien como Cassandra.
Y así, en medio de los estantes polvorientos de la biblioteca, comenzó a forjarse una alianza incierta, una que podría definir no solo el destino de Aurora, sino también el de toda la ciudad.
Me recuerda a un título de Touhou