*Sinopsis:*
_Alejandra despierta en un hospital con la memoria intacta de su vida pasada, marcada por el dolor y la desesperación por el amor no correspondido de Ronan. Decidida a cambiar su destino, Alejandra se enfoca en sí misma y en su bienestar, pero Ronan no cree en su transformación. Mientras tanto, Víctor, un poderoso enemigo de Ronan, pone sus ojos en Alejandra y comienza a acecharla. ¿Podrá Alejandra superar su amor por Ronan y encontrar la felicidad sin él, o su corazón seguirá atado a él para siempre? ¿O será víctima de los juegos de poder de Víctor? "Renacimiento en Silencio". Una historia de amor, redención y autodescubrimiento en un mundo de pasiones y conflictos.
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Una decisión difícil.
Victor me mira unos segundos más… y luego se da la vuelta, alejándose sin decir palabra. Lo observo irse con un sentimiento extraño, es que lo que se es un secreto muy grande, que aún no termino de entender al enterarme del gran secreto.
—¿Qué pasó? —pregunta Ronan, apareciendo repentinamente a mi lado, con el rostro contraído por la preocupación. Pasa ambas manos por su cabello, desordenándolo, desesperado por una explicación que yo aún no puedo articular con claridad.
—Convulsionó —respondo al fin, tratando de mantener mi voz firme, aunque siento que en cualquier momento se me va a quebrar.
Lo miro, y me mira. Pero algo en sus ojos me desconcierta: no es sólo preocupación. Es dolor. Culpa. Miedo. Y algo más que no sé descifrar, pero que lo hace ver más humano.
Intenta acercarse. Se mueve hacia mí como si quisiera abrazarme, lo necesito, como si nuestras diferencias, nuestras peleas, nuestros silencios, se hubieran disuelto por unos instantes en medio del caos. Pero no llega a tocarme. Porque en ese instante, los dos giramos al mismo tiempo hacia la figura que se aproxima corriendo por el pasillo.
Es Isabela.
Tiene el rostro bañado en lágrimas, las mejillas rojas, el maquillaje corrido, el cabello en desorden. Corre directamente hacia Ronan, y yo no me muevo. Solo los observo.
—Me enteré de lo de tu abuela… Lo siento, mi amor —dice sin aliento, extendiendo los brazos hacia él.
Ronan la sujeta de los hombros con firmeza manteniendo la distancia pero sin ternura. No hay consuelo en su gesto, solo tensión contenida. Ella me ve mal y
—Vete a tu casa —le dice en voz baja, aunque con firmeza.
—¿Vendrás? —pregunta ella con un hilo de voz.
No espero escuchar la respuesta. No puedo. Me doy la vuelta y empiezo a caminar en dirección contraria. Mis pasos son lentos al principio, luego más rápidos. No me interesa lo que el decida ahora. Mis preocupaciones deben estar con la abuela para que se recupere y les explique lo que está pasando, por qué ellos tienen derecho a saberlo.
Subo a la cafetería del hospital solo para tener un respiro. Pido un té que no quiero, que ni siquiera pruebo. Me quedo allí unos minutos, sosteniendo el vaso caliente entre las manos temblorosas.
Cuando bajo, intento calmarme, pero apenas doy unos pasos y la madre de Ronan aparece frente a mí. Viene llorando, con las manos temblorosas, los ojos desbordados de tristeza. Se aferra a mi brazo como si yo fuera su única salida.
—¿Qué ocurrió? —le pregunto, sintiendo cómo mi corazón empieza a latir con violencia, como si me fueran a dar la peor noticia.
—Está en coma… —balbucea con su voz rompiendose y aprieta mis manos con fuerza—. No me dejaron estar con ella…
Asiento en silencio, tragando saliva, sintiendo cómo el aire se vuelve cada vez más denso. Caminamos juntas de regreso a la sala, donde Ronan ya está conversando con el doctor.
Solo.
Sus gestos son serios. Cuando me ve llegar, su mirada se suaviza apenas un segundo, pero no dice nada.
—¿Puede decirme qué pasa? —pregunto al médico, buscando una explicación más clara. Una esperanza. Cualquier cosa.
El doctor hojea una carpeta y habla.
—A su abuela se le indujo al coma para evitar nuevas convulsiones. —Hace una pausa para luego mirar los papeles—. ¿Quién es su sobrina? La señora Alejandra Castillo .
Le pregunta a Ronán y mi respiración se corta.
—Yo soy Alejandra —respondo casi en automático. Apenas puedo procesar mis propias palabras.
El doctor suspira, como quien carga con la parte más pesada de una noticia.
—Entonces usted quedó encargada de decidir qué hacer —dice con voz baja.
—¿Hacer con qué…? —pregunto, sin entender del todo.
Él me muestra la carpeta, un documento firmado.
—La señora fue clara. No quería ser intubada. Lo dejó por escrito mucho antes. Pero al inducirle el coma, legalmente usted tiene la autoridad para decidir si se intuba o se desconecta…
—No… no entiendo —murmuro, aunque en el fondo sí lo hago. Lo entiendo demasiado bien. Solo que no quiero aceptar lo que implica.
El doctor gira la vista hacia Ronan y luego a su madre, quienes no dicen nada. Solo me miran y los entiendo, por qué está decisión no es nada facil, debo tomar una decisión que jamás imaginé tener en mis manos.
—La señora la dejó a cargo —repite con calma—. La decisión es suya.
Siento que el aire se me escapa. Me llevo las manos a la boca mientras las lágrimas se agolpan en mis ojos. Una punzada me recorre el pecho. Miro la hoja. La firma. La fecha. Todo es real. Ella me dejó esa responsabilidad. A mí.
Yo, que apenas logro mantenerme en pie.
Yo, que me alejé de esta familia pensando que era lo mejor.
Yo, que ahora tengo que decidir si vive o muere.
Siento que el suelo se mueve, que la sala entera gira. Las voces a mi alrededor se vuelven borrosas. Solo escucho el latido de mi corazón, acelerado.
La madre de Ronan se acerca, coloca una mano en mi hombro, y siento su apoyo.
Ronán me ve de lejos, Solo hay una mirada de dolor que nos une, a pesar de todo lo que nos ha separado.
—No estoy lista para esto —susurro, con la voz quebrada.
Pero ya no importa si lo estoy o no.
Porque ahora todo depende de mí.
Ronán camina directo hacia mi y levanto la vista para verlo a los ojos, siento que solo somos el y yo en este espacio.